En el bar de pepe

De como le dieron caña a mi mujer en un bar, y no precisamente cerveza!!!!

Antes de empezar a leer debo confesar que la primera parte de este relato es una copia de uno escrito por “elquefolla” publicado en la sección Amor Filial y que me ha servido de inspiración para relatar una situación en la que gustaría encontrarme,  espero que no se moleste.

Era un día muy caluroso de finales de julio, cuando caminaba por la calle, bastante achispado después de tomar unas cañas con mis amigos.

Iba con los ojos llenos de las tetas y culos de las mujeres semidesnudas con las que me cruzaba. Iba tan salido que todas me parecía que estaban muy buenas, totalmente aprovechables para follármelas, fueran ancianas o niñas, en ese mismo momento y lugar.

Totalmente empalmado, estaba ya llegando al edificio donde vivía, cuando al llegar a la esquina, frente al bar de Pepe, vi a mi mujer

No sé cuál de mis sentidos la detectó antes, si fue mi vista al percibir sus amplias caderas o mi olfato al oler a hembra en celo lista para ser montada.

Tampoco sé si fue mi brazo o mi congestionado cipote el que se levantó ansioso para saludarla, para avisarla quién iba a tirársela esa tarde.

Venía sudando a chorros y con el rostro colorado, como si ahora mismo se la acabaran de follar una manada furiosa de indios apaches borrachos como cubas. Su fino vestido se la pegaba al cuerpo como una segunda piel, transparentándose sus diminutas tanto braguitas como sujetador.

Mis ojos se fijaron al instante en sus  tetas que amenazaban con salirse del vestido, marcando sus pezones, ¡prácticamente fuera del minúsculo sostén

Sonriéndome me devolvió el saludo y me di cuenta que no era yo el único achispado. También ella había bebido y no precisamente un refresco, aunque, al no estar acostumbrada, se la notaba exageradamente.

Al acercarnos, la planté un beso como era nuestra costumbre, aunque estuve a punto de darla un buen beso con lengua entre sus voluptuosos y sonrosados labios, ganas no me faltaban, pero, eso sí, una de mis manos fue a su cadera y la otra a uno de sus prietos glúteos, que sobé, mientras la besuqueaba.

Mi verga dura y erecta levantaba aparatosamente la bragueta del pantalón y, al restregarse sobre el vientre de mi madre, la hizo reaccionar, y, abriendo mucho los ojos, exclamó, ruborizándose:

  • ¡Hey! ¡Qué fuerte vienes!

Me dijo al tiempo que se apartaba un poco, tambaleándose mareada, y retirando mi mano de su nalga.

  • ¿De dónde vienes?

La pregunté sin apartar mis ojos lujuriosos de sus  pechos.

  • Tú, ¿qué crees?

Me dijo, haciendo caso omiso a mis penetrantes miradas, y enseñándome una de las bolsas que llevaba. Era del supermercado, pero me importaba poco el contenido.

  • Son para ti, para que comas. Un dulce.

Me dijo sonriendo, y me reprimí de no decirla lo que pensaba.

Me enseñó también la otra bolsa y me dijo, soltando una risita que me puso la polla en ebullición:

  • Y éste es para mí. Un vestido.
  • ¿Un vestido? ¿Para qué te lo compras si lo que queremos todos es dejarte sin vestido y sin nada? Solo tetas y culo para ser disfrutado sin descanso.

Pensé, sin apartar mis ojos de sus senos, y la volví a escuchar, esta vez riéndose como una chica mala:

  • He ido de compras con mi amiga María y, ya de paso, me he tomado un par de vermuts. ¡Estoy más mareada!

No hacía falta que lo dijera, se la notaba distancia, y lo cachonda que se ponía al beber y, por supuesto, lo cachondo que ponía a todos los de alrededor. Lo extraño es que no la hubieran echado varios polvos, porque motivaba mogollón Empezaba a dudar si no se la habían follado ya.

  • ¿Y tú? ¿A dónde vas?

Me interrogo, con la sonrisa en los labios.

  • A tomar unos vinitos contigo.

Se me ocurrió,  y la tomé del brazo, llevándola hacia el bar de Pepe.

Reaccionó cuando ya estaba en la puerta, deteniéndose, y se quejó:

  • ¡Ay, no, que estoy bastante mareada!
  • No lo suficiente mareada ni cachonda para que pueda echarte un polvazo estratosférico, mientras te magreo ese pedazo de melones que tienes.

Reflexioné, sin soltarla el brazo, pero ahí estaba Pepe, el dueño del bar, para ayudarme.

  • ¡Doña Montse! ¡Cuánto tiempo sin vernos y sin pasar por aquí! ¿Qué tal se encuentra?

La dijo, desde la barra del bar a mi mujer, que, por educación, se vio obligada a responderle, mientras yo, sin apartar mis ansiosos ojos de sus tetas, lograba introducirla en el local, empujándola por las nalgas.

  • Bien, bien, muchas gracias. Y usted, ¿qué tal se encuentra?
  • Desde luego no tan bien como vos.

La respondió, mirándola también las tetas que se transparentaban en la pechera del vestido.

  • Les pongo un par de vinitos, especiales para usted, doña Montse, que ya verá cómo la gustan y lo bien que la sientan.

  • Gracias Pepe, le dije,  cariño, subo un momento a dejar las bolsas en casa y bajo en un momento,  le solté a mi mujer.

Ella  protesto un poco, pero finalmente me dijo que no tardara.

Yo lo que quería era dejarla a solas con Pepe y ver desde un lugar discreto como reaccionaba ella a las intenciones de Pepe.

Así que salí a la calle y me quede en un lugar desde donde podía ver lo que pasaba dentro.

Pepe puso sobre el mostrador un par de vasos grandes, llenándolos en un momento con un vino que tenía escondido en una botella sin etiquetar bajo el mostrador.

  • ¡Ay, no, por Dios, no, que bastante mareada estoy!

Se quejó mi mujer, mirando hipnotizada el vino que la acababan de poner.

  • No vas a hacerle este feo, mujer, que ten han invitado.

  • Pero hijo …

  • Venga, doña Montse, que ya verá cómo lo disfruta.

La animó Pepe, sin dejar tampoco de observarla las tetas. Era evidente que era el manjar más deseado en el bar, aunque los parroquianos que estaban detrás de ella, tanto los dos sentados como el que estaba en la barra, no perdían detalle de su culo macizo y respingón.

No se decidía, pero un azote que la dio en sus nalgas el hombre que estaba situado detrás de ella, la desplazó hacia el mostrador donde reposaban los vasos.

Sabiéndose observada por todo el bar y avergonzada por la nalgada que la había propinado, cogió, con la cara colorada, su bebida y, deseando marcharse del bar cuanto antes, le dio un largo trago.

Cuando iba a dejar el vaso, el hombre, situado detrás de ella, lo cogió y la obligó a bebérselo, cayendo gran parte del contenido sobre la pechera del vestido y, por tanto, sobre sus pechos.

Mientras se lo bebía, todas las miradas fueron a sus tetas, pero, al ver sorprendido, que la obligaban a beber todo el contenido del vaso,  se la veía muy borracha y temia que cayera desplomada allí mismo.

Al apurar el vino, levantó la barbilla y los pechos se le acabaron de salir del sostén, quedándose expuestos a todas las miradas, bajo el vestido prácticamente transparente por el vino derramado.

Pero aguantó y según lo dejaba, Pepe se lo volvió a llenar.

  • ¡Ay, no por Dios, no más, que no puedo más!

Balbuceo, sin apenas resuello, para continuar mascullando entre risitas:

  • ¡Me vais a tener que llevar a casa!
  • No te preocupes que te vamos meter directamente en tu camita.
  • Y nos vamos a acostar contigo no precisamente para dormir.

Respondió el hombre situado a sus espaldas, replicando uno que estaba sentado en la mesa, lo que provocó estruendosas carcajadas de todos, menos de mi mujer,  que ya temía lo que vendría a continuación.

El hombre, situado a la espalda de Montse cogió nuevamente el vaso otra vez lleno y lo llevó a la boca de ella para que continuara bebiendo.

Con el rostro encendido y la mirada perdida, mi mujer intentó apartar la cabeza, pero el hombre, sujetándola por las nalgas para que no escapara, la obligó nuevamente a beber, derramando una parte considerable del líquido sobre la pechera del vestido, dejando ya totalmente visibles sus ricas tetas.

A punto estuvo de caérsele al suelo el vaso, pero el hombre situado a sus espaldas, lo sujetó con una mano, mientras que, con la otra, la sobaba las nalgas a placer.

Pepe quería volverla a rellenar el vaso, pero ella, ya totalmente descontrolada, inicio una torpe huida, trastabillando hacia la puerta, y, a punto estuvo de caerse al suelo, sino es por el cliente del mostrador, que la sujetó con una mano en el brazo y con otra en una nalga impidiendo que se desplomara, colocando a continuación sus dos manazas sobre los pechos de ella, atrayéndolo hacia él.

Sorprendida, Montse se giró torpemente  hacia el hombre y éste, metiendo su rostro prácticamente entre los chorreantes senos de ella, la sujetó ahora con las dos manos, una sobre cada uno de los cachetes del culo, y, levantándola del suelo, empezó a darla largos lametones sobre los relucientes pechos, haciendo que mi mujer chillara como una gatita en celo.

  • Están buenos, ¿eh? Como para comérselos, ¿no?

Exclamó otro de los hombres, entre las risas de todos ellos.

Sin dejar de chillar, ella intentó  apartarse, sin conseguirlo.

El que sí consiguió apartarla fue el hombre que la lamía los pechos, pero fue del escaparate del bar y de las miradas de los transeúntes, arrastrándola hacia el interior del local.

  • Ven, tráela aquí, a la mesa.

Dijo uno, levantándose de la mesa donde estaba sentado.

  • No mejor, la llevamos dentro, a la trastienda.

Dijo Pepe, saliendo precipitadamente de detrás de la barra y cerrando la puerta de la calle por dentro, poniendo a continuación el cartel de cerrado, no sin antes dejarme entrar para que pudiera continuar disfrutando de la situación.

El hombre que la sujetaba, la cogió en brazos, subiéndose la falda de ella y enseñando a todos los torneados muslos y las braguitas blancas.

Yo contemplaba alucinado todo, sin saber qué hacer, y les seguí hacia el interior del local, viendo cómo mi mujer gemía y pateaba débilmente en el aire.

Retiraron unas cajas vacías que había sobre una mesa polvorienta y allí la depositaron, bocarriba, sujetándola para que no se moviera.

La separaron los muslos, colocándose entre ellos, y la apartaron la braguita, dejando al descubierto su vulva, húmeda, sonrosada y apenas cubierta por una fina línea de vello púbico.

El hombre situado entre sus muslos, se bajó pantalón y los calzoncillos, dejando al descubierto un enorme cipote, erecto, grueso y largo, cubierto de abultadas venas azules que emergían de un denso manojo de pelos púbicos negros y rizados.

De pronto, caí en la cuenta que iban a violarla allí mismo, delante de mí y sin esperar que yo hiciera algo por evitarlo, lo que no sabían es que yo estaba deseando llegar a esta situación desde hacía tiempo.

Restregando su cipote por toda la vulva de Montse, encontró el acceso a su vagina y se lo fue metiendo poco a poco, mientras ella ya dejó de gemir y de moverse, solo resoplaba y jadeaba.

Una vez metido hasta el fondo, hasta que los cojones del hombre chocaron con el perineo de mi mujer, lo sacó casi en su totalidad, para volver a metérselo nuevamente hasta el fondo, repitiendo la operación una y otra vez, cada vez a un ritmo mayor.

Mientras uno de los hombres se la follaba, los otros la contemplaban ansiosos y empalmados, sujetándola para que no se moviera, y, desabotonando los botones del vestido, mostraron sus pequeñas tetas   y se las sobaron insistentemente con descaro.

Uno de ellos saco una pequeña navaja y si dejar de follarla  le cortó las bragas dejándola completamente desnuda sobre aquella mugrienta mesa.

Desde mi escondrijo podía ver como el hombre la bombeaba cada vez con más fuerza,  yo podía ver como se sacudía todo su cuerpo,  inerte y casi inconsciente por el alcohol,  pero por lo mojado y abierto  que se le veía el coño cuando el tío casi sacaba la polla por completo de él y sus jadeos estaba claro que estaba disfrutando.

Los otros se habían desnudado y un bosque de pollas se presentaba alrededor de Montse,  la imagen eran increíble para mí, mi mujer  completamente desnuda,  follandosela un tío y cuatro más con la polla fuera esperando su turno.

El cuerpo de mi mujer prácticamente había desaparecido debajo de sus manos, le apretaban las tetas, estiraban de sus pezones, algunos aprovechaba cuando el tío sacaba la polla para meterle los dedos dentro de su empapado coño,  mientras ella había perdido el conocimiento, fruto del alcohol, el placer y la situación.

Todos los tíos tenían la polla fuera y se dedicaban en “exclusiva” a sobarla por todos los lados,  pero uno de los que estaba situado en la cabecera se pajeaba frenéticamente sobre la cara de mi mujer y con grandes resoplidos se corrió sobre su cara, ella que nunca había querido que me corriera en su boca tenía toda la cara llena de la lefa de un desconocido,  además,  al tener la boca entreabierta por su jadeos el tío había descargado una gran parte dentro de su boca y el resto por toda su cara.

A todo esto el que se la estaba follando le estaba dando un ritmo de locura al mete saca, mi mujer se sacudía como un muñeco roto, animado por los gritos del resto de los tíos,  le clavo los manos en el culo levantándola de la mesa y empezó a gritar

  • me corro, me corro, dentro de la puta!!!!!!

Le saco la polla todavía chorreando leche y se la limpio sobre su coño, cuando se apartó de ella podía ver desde mi escondrijo el coño de mi mujer completamente abierto y rezumando leche.

Enseguida otro quiso ocupar su lugar y se colocó entre sus piernas con la polla en ristre,  tenía una polla de un tamaño considerable, no demasiado larga pero si con un grueso impresionante, el tío la apunto entre los labios de ella, pero se la saco al momento.

-Joder tío, la has dejado completamente pringada, yo no la meto ahí dentro, ayudarme.  Les dijo a sus compañeros.

Las voltearon en la mesa, apoyada sobre su vientre y con las piernas apoyadas en el suelo, con lo que su culo quedaba en pompa y ofrecido,  me temí lo peor,  pero yo no tenía valor para pararlos y ¿realmente quería parar aquello?,  me había corrido dos veces sin ni siquiera tocarme la polla y quería hacerlo una tercera.

Mientras los que estaban a su cabeza estiraban y sujetaban sus brazos para que no se moviera el de su culo le separo las nalgas y apoyo el capullo en el ano de mi mujer, aunque ella tenía experiencia en sexo anal,  nunca había sido sin lubricante y menos de una tamaño como tenía aquel capullo que le iban a meter,  el hombre apretaba con fuerza pero el capullo no acaba de entrar en su ano,  mi mujer,  dentro de su inconciencia se quejaba como una gatita,  como si maullase,  y uno de los que la sujetaban aprovecho para meterle la polla en la boca.

  • No hace falta ni que me mueva. Exclamo-  me la está chupando como si bebiera de un biberón,  no te preocupes,  guapa,  que pronto tendrás tu lechecita- rio el hombre.

El de su culo seguía intentándolo pero no lo conseguía,  cada vez que se retiraba le daba fuertes palmadas en su culo, que yo veía revotar como si fuera gelatina,  vi a Pepe salir y volvió al momento.

  • Prueba con esto,  le dijo,  mientras le daba una botella de aceite de oliva.
  • Al menos  será  virgen!!!!! – rio, mientras se untaba toda la polla con él.

Con toda la polla reluciente por el aceite volvió a encarar el capullo al cerrado ano de mi mujer y entonces sí,  vi como el capullo lo dilataba y se perdía en su culo, el tío agarrado a sus caderas siguió empujando hasta que se la metió hasta los cojones.

  • Mirar, mirar, como traga. Le dijo a sus  compañeros, mientras la sacaba por completo para volver a metérsela hasta el fondo.
  • Que estrechito, como me aprieta la polla. Decía.

Al menos no lo hacía de una manera violenta,  metía y sacaba la polla poco a poco, incrementando el ritmo, pero de una manera tranquila, claro que con cada golpe de sus riñones clavaba a mi mujer en la polla que tenía en la boca.

  • Toma lechecita, toma lechecita. Decía al que se la estaba chupando mientras se corría en su boca.

Podía ver la leche resbalando de su boca todavía con la polla en ella.

Mis ojos iban de la polla en su boca a la polla en su culo,  que continuaba entrando y saliendo,  con parsimonia, pero con un ritmo constante, era como un reloj, pim, pam, pim, pam,  siempre al mismo ritmo,  su ano debía haberse dilatado y adaptado a la medida de la polla que lo taladraba porque a él ya no le costaba nada mantener metérsela y sacársela, entonces,  justo cuando estaba apoyando otra vez su glande en su ano para volver a metérsela, exploto,  se  corrió a la vez que se la metió de un golpe hasta los cojones,  fue la única vez que lo hizo bruscamente,  debido posiblemente al orgasmo que estaba teniendo, siguió metiéndola y sacándola cuatro o cinco veces, hasta correrse completamente en su culo, cuando se la saco por última vez se escuchó un sonoro “plop” como el de una tapo de cava al descorcharse, y un hilillo de semen salía de su ano, completamente dilatado y rojo.

  • Para que no me olvides. Dijo el tío mientras le daba unas sonoras palmadas en el culo.

Ella estaba sobre la mesa,  con el culo en pompa,  no se movía,   le veía el coño y el culo abierto, dilatado y chorreando leche, que resbala por sus muslos,  sus únicos movimientos eran los que le hacía dar una nueva polla metida en su boca.

La cosa parecía que se había calmado,  o se estaban tomando un respiro, salí de  mi escondrijo y me dirigí hacia ella, su aspecto era increíble,  tenía el culo rojo como un tomate, el coño y el ano dilatado y chorreante, su cara y su cabello lleno de lefa…. Intente levantarla para llevármela a casa, pero Pepe, cogiéndome del brazo me dijo.

  • ¿Dónde crees que la llevas?,  no hemos acabado todavía,  vete a casa y no te preocupes,  yo te la acerco cuando acabemos.

La cara de los hombres no ofrecía ninguna duda,  no me la iba a llevar por las buenas,  así, que me di la vuelta y me fui, dejándola con aquellos tíos para que le hicieran lo que quisieran.

Me fui y espere, comiéndome los nervios, pasadas más de dos horas sonó el telefonillo de la portería.

Era Pepe que me la devolvía.   Abrí la puerta y espere a que llegaran en el ascensor,  lo que vi  cuando se abrían las puertas me dejo de piedra, la traían entre Pepe y otro de los que se la habían follado, completamente desnuda!!!

Desde el bar hasta nuestra casa no hay mucha distancia y aunque era de noche no era tan tarde como para que no la hubieran visto asi los transeúntes por la calle.

Así me lo confirmo Pepe.

  • A sido un éxito por la calle,  no veas la de guarradas que le han dicho,  hasta nos han pedido un grupo de chicos si la prestábamos!!!, el próximo día no lo dudo,  la presto.

La llevamos hasta la habitación y la tiraron, literalmente, sobre la cama.

  • No te preocupes por las copas,  invita la casa. Se mofo Pepe.

Les acompañe a la puerta y volví a la habitación,  ella estaba abierta de piernas sobre la cama,  tenía todo el cuerpo rojo de los azotes que les habían dado,  incluso su vulva estaba roja y dilatada, parecía la entrada a una cueva, como nunca se la había visto,  de ella salía todavía la leche de los tíos a borbotones,  la gire y su culo presentaba un aspecto “magnifico” completamente rojo, el ano dilatado,  incluso con un hilo de sangre por un  desgarro,  sangre que se mezclaba también con el semen que del salía.

La volví a girar,  toda su cara estaba llena de leche, la boca, pelo, ojos…..  ¿Qué podía hacer yo?,  sencillo,  me saque la polla y se la metí en la boca,  nunca me había dejado correrme en ella y esta vez solo necesite un par de meneos para hacerlo.

Al día siguiente cuando se despertó,  no dijo nada, se fue a la ducha y no comento nada de lo que había pasado,  tampoco creo que lo recordara,  se pasó el resto del día dormitando en la cama,  siempre en pelotas y con las piernas abiertas,  del escozor,  supongo.

Ya han pasado alguna semana desde que ocurrió esto y ahora cada vez que pasamos por delante del bar, Pepe nos invita a una copa,  todavía no hemos vuelto,  pero me sorprendió que  la última vez mi mujer le dijera:

  • Hoy tengo prisa Pepe,  mañana vengo, no te preocupes.

¿De verdad no recordaba nada?