En el bar de pepe (2) la cena
Pepe, el camarero había invitado a una cena a sus clientes habituales, yo ya me imagine que el plato principal seria mi mujer.
Como no tenemos una sección “cornudos-Consentidos” voy a seguir publicando el relato en esta, me parece las más adecuada.
Había pasado bastante tiempo desde que Montse había disfrutado del vino “especial”, como Pepe, el camarero, lo llamaba.
No habíamos hablado del tema entre nosotros, pero yo estaba convencido de que ella se acordaba de mucho más de lo que quería hacerme creer.
Para ir a casa teníamos que pasar forzosamente por delante del bar y las puyas de Pepe era constantes hacia ella cada vez que pasábamos y si ya eran directas cuando estaba yo delante no quería ni imaginarme, bueno, sí que quería hacerlo, como serian cuando yo no lo estaba.
Cada vez que pasábamos por delante del bar, Pepe salía a la calle a invitarla a un café, una cerveza, un gin-tonic, dependiendo de la hora siempre tenía algo que ofrecerle a mi mujer.
Un sábado al mediodía, pleno verano, con un calor sofocante y húmedo, volvíamos de hacer la compra. Cuando pasamos por delante del bar, salió, como siempre, Pepe a invitarla a una cerveza, solo se dirigía a ella, para él era como si no existiera.
-Pasa a tomarte una cervecita, mujer, estás toda sudada.
Le dijo mientras la acompañaba hacia el bar, al hacerlo pude ver como la mano de Pepe estaba descaradamente en el culo de mi mujer mientras entraba en el establecimiento y ella no hacia ninguna ademan de retirarla, ni tan siquiera parecía molesta con los apretones que con total descaro le estaba propinando.
Entramos en el bar siempre con la mano del camarero plantada en el culo de Montse, que aprovechaba para subirle el vestido mucho más de lo necesario, pero como digo, no solo ella no protestaba si no que mantenía una conversación la mar de animada con él.
Nos acompañó, bueno, más bien acompaño a ella hasta la barra y le ofreció un vinito, pero ella le dijo que prefería una cerveza bien fresca.
En el bar estaba alguno de los asiduos que la otra vez habían hecho con mi mujer lo que habían querido y que se relamieron como lobos al verla entrar por la puerta y más viendo la sobada de culo que le estaba dando Pepe.
Él sirvió las dos cervezas que prácticamente nos bebimos de un sorbo e inmediatamente puso dos más sobre la barra.
La conversación era normal, el tiempo, el calor que hacía….. hasta que a Pepe, como si se le hubiera acabado de ocurrir le dijo a Montse
-Montse, esta noche hacemos una cena con los clientes habituales.
-¿Por qué no te vienes? Cerraremos la persiana, será solo para buenos clientes.
Decía mientras miraba a los clientes habituales, como los llamaba, que estaban en el establecimiento, lo que empezaba a parecer habitual era que esa banda se follara a mi mujer.
-Lo pasaremos bien, insistía él.
-No te digo ni sí ni no, a lo mejor vengo.
Parecía que hasta mi mujer pasaba de mí.
Nos acabamos la cerveza y nos disponíamos a irnos, así que Pepe salió de detrás de la barra y abrazándola le dio un par de sonoros besos en las mejillas, eso sí, aprovecho el momento para subirle completamente el vestido por detrás dejándole su espléndido culo a la vista de todos los “habituales”.
Una vez más mi mujer no hizo nada para evitar esa exhibición y mantuvo el abrazo mucho más de lo necesario para mi entender.
-Igual nos vemos esta noche, Pepe, le dijo, mientras se arreglaba el vestido.
-Te espero a las nueve, no me faltes. Le contesto él.
Pasamos el resto del sábado normalmente, comimos, dormimos un poco en el sofá, vimos la tele, pero en ningún momento dijo nada sobre la cena del bar.
Yo estaba en un sufrimiento, por una parte deseaba que fuéramos a la cena y por otra temía lo que pasaría con toda seguridad si íbamos.
Decidi no preguntarle nada y esperar a ver que hacia ella.
A eso de las ocho se levantó y me dijo que se iba a duchar, estuvo un buen rato en el baño hasta que finalmente, cuando faltaban unos quince minutos para las nueve apareció otra vez en el salón.
-Me voy a la cena, ¿bajas? Me dijo
Era una invitación por si yo quería ir, ella ya había decidió que bajaba al bar.
-Sí, sí, logre balbucear, ¿te cambias de ropa, no?
-No, hace calor y vamos aquí mismo, iré así, como voy por casa.
El problema era que “así como voy por casa” es simplemente una camisa mía que le queda bastante más arriba de la mitad de los muslos, eso por delante y por detrás, pero es que por los lados el corte que tiene la camisa de hombre hacia que toda su pierna quedara al descubierto.
Me vestí lo más rápido que pude y salimos a la escalera, temiendo que pudiera vernos algún vecino, afortunadamente no había nadie en la escalera.
El bar estaba relativamente cerca de casa, pero todo y así teníamos una distancia que a mí me parecía enorme para la manera que iba vestida mi mujer, además se había puesto unos zapatos de tacón que estilizaban todavía más sus piernas, los hombres la devoraban con la vista y a mí ya se me había puesto la polla como un tronco.
Entramos en el bar directamente y con prisas así que no nos dimos ni cuenta de lo que nos esperaba dentro.
En cuanto entramos Pepe bajo de un golpe la persiana y lo que vimos nos cambió la cara a los dos, Pepe había invitado a ocho “habituales”, pude contar!!!!!.
La cara de Montse era un poema, no sabía lo que recordaba de la otra vez, pero había visto que la cosa se le había ido de las manos y lo peor era que no teníamos vuelta atrás, la persiana se había cerrado a nuestras espaldas y no se iba a abrir otra vez fácilmente.
Pepe, con su amabilidad de siempre se los fue presentando a mi mujer, haciendo como si yo no existiera.
-Angel
-Manuel
-Jose
Así hasta, efectivamente, ocho hombres, iba diciendo sus nombres mientras cada uno de ellos le plantaba un par de besos en sus mejillas, le daban un fuerte abrazo y ninguno de ellos dejo de sobar su culo y dejarle las bragas a la vista de los demás al hacerlo.
Acabadas las presentaciones y la primera sobada a Montse, Pepe nos acompañó a la mesa que había montado para la cena, la cogió del brazo y la izo sentar a su lado, yo como pude me las apañe para hacerlo al otro lado de manera que ella quedo entre Pepe y yo.
La cena iba transcurriendo, la verdad, de una manera muy agradable, aunque la conversación subía cada vez mas de tono y Pepe no dejaba de llenarle la copa de vino a Montse, vino del que me di cuenta Pepe se cuidaba mucho que solo bebiera mi mujer, la primera vez ya sospeche que el vino llevaba algo, pero el interés que ahora mostraba en que solo bebiera ella me lo estaba confirmando.
Montse estaba eufórica, bebía sin recato del vino, pero yo cada vez notaba como iba perdiendo la voluntad, que tenía que ser Pepe el que le daba el vaso y darle algo de comer, hasta que directamente él le tuvo que llevar el vaso y la comida a su boca. En una de esas ella dio un respingo y sus manos se crisparon sobre la mesa, mire a su silla y puede ver como Pepe le había separado las bragas y la estaba estimulando el clítoris, masturbándola suavemente, me quede mirando embelesado como sus dedos separaban sus labios y le frotaban la entrada de la vagina, no se la podía ver, pero por el brillo de los dedos estaba claro que estaba bien mojada.
Siguió haciéndolo y yo mirando hasta que ella empezó a ponerse tensa, señal de que estaba a punto de correrse y cuando ya parecía que iba a tener el primer orgasmo, Pepe paro de golpe, dejándola a propósito en las puertas del mismo.
-Señores, creo que es la hora del postre –dijo Pepe- cogiendo a mi mujer del brazo y llegándola al centro de la sala.
-¿Quieres hacer los honores, por favor? –Me dijo dirigiéndose a mí por primera vez en toda la cena-, desnúdala para nosotros.
Obediente fui hacia mi mujer que se mantenía de pie a duras penas, se balanceaba adelante y atrás y parecía que en cualquier momento se iba a ir al suelo, me plante delante de ella y empecé a desabotónale los botones de la camisa cuando una voz bramo.
- Por delante no, coño, que no vemos!!!!!
Me puse detrás de ella y continúe abriendo los botones, mis nervios y excitación hacían que encima no atinara con ellos lo que solo conseguía que la desnudara más lentamente y con más morbo.
Finalmente llegue al último botón y sin que ellos me lo pidieran abrí la camisa dejándoles a la vista las tetas y las braguitas blancas y trasparentes llevaba.
-Las bragas, las bragas.-coreaban los hombres.
Me arrodille detrás de mi mujer y empecé a bajarlas, poco a poco la raja de su culo iba quedando a la vista de mis ojos por lo que por delante era su coño lo que estaba apareciendo a la vista de aquello hombres ansiosos por follarsela.
En cuanto tuve todo su culo desnudo delante de mi nariz deje caer las bragas al suelo, haciéndole levantar las piernas alternativamente para sacárselas del todo y dejándola así completamente desnuda a la vista de los nueve hombres que iban a destrozar a mi mujer, a hacerle lo que les viniera en gana.
Pepe, autoritario me ordeno que separada sus piernas y pusiera sus brazos en la nuca, así lo hice, dejándola completamente expuesta a ellos, al separarle las piernas pude tocar su coño y lo encontré completamente empapado y extrañamente dilatado, no sabía lo que contenía “vino especial para mujeres” como lo llamaba Pepe, pero lo efectos que hacía en Montse eran espectaculares, lo que tampoco sabía en aquel momento era la adicción que tanto el vino como Pepe iban a provocar en mi mujer.
-Señores, el postre está servido –Les dijo Pepe a los hombres.
Los hombres se levantaron y la rodearon para inmediatamente sobarla por todas partes, no podía verlo con claridad, pero intuía que le estaban metiendo dedos por el coño y el culo, le apretaban las tetas, le estiraban de los pezones, metían sus dedos en la boca que ella chupaba como si ya fueran las pollas que en poco rato iba a chupar, a todo esto ella se mantenía con las piernas bien separadas y las manos en la nuca, sin ninguna voluntad, rendida a aquellos hombres.
-Orden, orden –Dijo Pepe- abra para todos.
-Dejádmela a mi primero –hablo uno de ellos – yo no me la voy a follar ahora y no la dejare pringada como vosotros.
El hombre la cogió de la mano y la llevo hasta una mesa que alguien, posiblemente él, había colocado en medio de la habitación. Mi mujer lo siguió dócilmente, esta vez parecía mucho más lucida que la anterior, al menos se mantenía en pie y no había perdido el conocimiento, por ahora.
Como digo, la llevo hasta la mesa y la hizo poner de bruces sobre la misma, con el pecho y el vientre pegado a ella, le separado las piernas todo lo que pudo y fue a buscar algo en una bolsa que él tenía preparada, Montse no se movió en ningún momento, ni siquiera hizo ningún intento de cerrar la piernas. Él saco unos trozos de cuerda de la bolsa y le ato los tobillos fuertemente a las patas de la mesa y los muslos a la parte superior, debía tener experiencia, porque para mantenerle las piernas inmóviles hizo un complejo nudo con el que sujetaba cada muslo a la pata contraria de la mesa, quedando así Montse completamente inmóvil de cintura para abajo.
-Que alguien le sujete los brazos, -pidió- mientras se remangaba las mangas de la camisa.
Era un hombre grande, con una barriga prominente, con unas grandes manos, peludas como sus brazos.
Empezó a acariciarle las nalgas y a separárselas dejando a la vista su ojete sonrosado, pasaba de una nalga a otra acariciándolas con suavidad, hasta que de golpe le dio un fuerte manotazo a una de ellas. Montse se agito y lanzo un gritito, pero estaba completamente inmóvil y no podía hacer nada, él siguió acariciándola hasta que de pronto volvió a darle un manotazo en la otra nalga, mi mujer volvió a lanzar un gritito, pero era más un gemido que un lamento, el hombre siguió con su tratamiento alternando las caricias con las palmadas, Montse no podía saber cuándo le caería la palmada o la caricia, se le estaba poniendo el culo rojo como un tomate.
Estuvo dándole este tratamiento casi durante diez minutos, con lo que podéis imaginar cómo estaba su culo, además me daba la impresión de que las palmadas eran cada vez más fuertes. Ella se agitaba a cada golpe, gimiendo, con cada uno su culo temblaba como si fuera gelatina.
Paro y poniendo unas de sus manos sobre su culo dijo.
-Me encanta sentir el calor de un culo rojo.
Le llevo la mano al coño, completamente abierto por la postura y las cuerdas y le dijo a Pepe.
-Ya te dije que por lo que me habías explicado le gustaría el tratamiento, mira que mojada esta la muy puta.
Pepe se acercó y empezó a tocarle el coño, metiéndole un par de dedos.
-Ufff –exclamo- está completamente empapada!!!!
El hombre de las palmadas desato a Montse haciendo incorporar, ella a duras penas se podía mantener en pie. Le dio la vuelta a volvió a ponerla sobre la mesa, esta vez con la espalda y el culo pegadas a ella.
-Ayudarme -pidió- tenemos que ponerla de manera que su culo quede un poco fuera de la mesa, dos que le separen bien las piernas y que alguno la sujete por los brazos.
Mientras sus instrucciones eran seguidas él rebusco algo en la bolsa y saco una especie de vara de madera, de unos seis o siete centímetros de ancho y muy flexible.
Los hombres ya habían preparado a Montse para lo que le esperaba, tal y como estaba sobre la mesa, casi todo su culo estaba fuera de la misma lo que hacía que su pubis se arqueara hacia el suelo quedando completamente expuesto.
Mi mujer siempre ha tenido el coño con los labios de la vulva hinchados y carnosos, la verdad es que tiene un coño precioso y así expuesto a las miradas de todos me gustaba mucho más y se veía abierto y mojado, muy mojado.
El hombre se acercó a ella dándose sonoros golpes con la vara en los pantalones, mientras iba diciendo.
-Algunos sabéis que soy gallego, y a los gallegos nos gusta mucho el pulpo, ¿pero sabéis que hay que hacerle al pulpo para que quede tierno y listo para comérselo?-pregunto- exacto, darle una buena azotaina y no os preocupéis que yo os voy a dejar este coño en su punto.
Y dicho esto le soltó un sonoro golpe de vara en toda la vulva!!!! Mi mujer se retorció en sobre la mesa y soltó un grito, pero nada comparable con lo que tenía que haber chillado si estuviera completamente consciente.
La vara o plancha estaba hecha a conciencia, tenía el ancho justo para abarcar toda la vulva de una mujer y su clítoris, y él había dado el golpe muy plano sobre ella y además por la posición en el que el la había hecho colocar el golpe abarcaba tanto el ancho como el largo, por decirlo de alguna manera, de su vulva, nada quedo fuera del alcance de la plancha.
El golpe también había pillado por sorpresa a los hombres que mantenían separadas las piernas de Montse y al moverse ella bruscamente se les había soltado.
-Sujetarla bien, coño, esto no ha hecho más que empezar. –Les dijo-
Los hombres sujetaron con fuerza los muslos de Montse e incluso le separaron todo lo que pudieron las piernas.
El hombre limpio la plancha con una servilleta y volvió a darle con fuerza en la vulva, un sonoro “plaf” se escuchó en toda la sala, ella se retorcía como un gusano, pero esta vez los hombres la tenían bien sujeta, su vulva se estaba poniendo completamente roja, no menos su clítoris, que sobresaliendo como un pequeño pene, también se llevaba sus planchazos, pero lo espectacular, además del color, era que se le podía ver en coño rezumar de sus flujos y como palpitaba, supongo que motivado por la mezcla de placer y dolor, pero su coño parecía la boca de un pez fuera del agua, abriéndose y cerrándose como su buscara agua.
Un golpe y otro se repitieron hasta que conté diez de ellos sobre su palpitante vulva, eran fuertes, sin contemplaciones y todos perfectamente dirigidos a su coño y clítoris.
-Por hoy ya tiene suficiente, -Dijo el hombre-
Se acercó a su rojo coño y cogió entre sus dedos el clítoris de Montse que por el color debía estar hipersensible y vi como lo apretaba fuertemente entre ellos a la vez que estiraba de él, no sabía cuánto se podía estirar un clítoris antes de hacerle algún tipo de lesión, pero el tío parecía que se lo quisiera arrancar, el clítoris de Montse, aunque siempre sobresale de sus labios, no es demasiado largo, como cinco milímetros y cuando el hombre finalmente lo soltó, lo tenía a más de dos centímetros de sus labios vaginales.
- Ya le tenéis a punto, ale, disfrutarla, ya me lo agradeceréis. Dijo riéndose.
Pepe se acercó a mi mujer para ocupar el lugar de honor que le correspondía como dueño no solo del local sino también de mi mujer y pude escuchar como el gallego le comentaba.
-Tenemos que hablar de esta putita que te has buscado, tiene mucho juego.
-Y tanto, no te preocupes ya hablaremos. –Le contesto él-
Pepe se había quitado el pantalón y los calzoncillos quedando desnudo de cintura para abajo y el resto de hombres estaba o completamente desnudo o sin pantalones. Pepe presentaba una erección considerable se acercó a Montse que continuaba abierta de piernas sobre la mesa blandiendo la polla como si fuera un ariete y empezó a frotar el capullo entre sus labios vaginales.
Entonces mirándome me dijo:
-Ven aquí que vas a ayudarme a que me folle a tu mujer.
Era la segunda vez que se dirigía a mí en toda la noche y era para pedirme ayuda para follarse a mi mujer, pero solicito, me acerque hasta él que ya estaba entre las piernas de Montse, completamente espatarrada esperando la primera polla de la noche.
-Cógeme la polla y llévamela hasta el coño de tu mujer. –Me ordeno-
Era la primera polla que tocaba que no fuera la mía, la cogí y separando yo mismo los labios de ella la metí entre ellos.
-Frótala un poco majete.-Volvió a ordenar-
Separe los labios vaginales de mi mujer y yo mismo empecé a frotarle el capullo entre ellos, Montse levantaba el culo para que se la metieran, pero él solo le metía un poco el capullo dentro.
-Mirar cómo quiere rabo. –Dijo Pepe-
-Que no se preocupe que tendrá más del que puede tragar. –Respondió otro-
Yo seguía a lo mío, frotando aquel rabo contra el coño de mi mujer, era la primera vez que veía tan de cerca como se la metían y estaba encantado.
Pepe se la empezó a meter más a fondo, pero no me aparte de mi lugar de privilegio así que podía ver como su polla entraba cada vez más profundamente en Montse hasta que se le hundió hasta dentro empezando un mete saca con un ritmo bastante alto, le cogió las piernas y se las coloco sobre sus hombros mientras la seguía follando a fondo y yo solo veía hipnotizado aquel trozo de polla entrando y saliendo del coño de mi mujer, que solo rebotaba y gemía con las embestidas de él.
Estuvo un buen rato bombeándola, tenía un aguante de miedo, hasta que se la saco y me dijo con urgencia:
- Acabalo tú, haz que me corra. –ordeno-
Le cogí la polla y empecé a meneársela con suavidad, estaba a punto de correrse así que enseguida note las contracciones en la polla y de inmediato un largo chorro de leche cayó sobre la barriga de mi mujer, con cada palpitación de la polla un nuevo chorro se derramaba sobre ella, su barriga, su pubis…. Hasta que él me hizo soltar la polla y se retiró. Yo veía a Montse llena de la leche de aquel tío, su coño abierto y palpitante deseando que una nueva polla se metiera dentro de él.
Alguien me hizo a un lado y se colocó entre las abiertas piernas de mi mujer, sin decir una palabra le metió un dedo en el coño, luego dos y finalmente un tercero, el hombre hacia movimientos de rotación en su coño, pero se veía como a la vez lo estaba dilatando, abriendo con ganas su vagina, cuando el hombre saco los dedos su coño parecía la entrada a una cueva.
- Prefiero su culo, dale la vuelta. –Dijo-
La cogimos entre los dos y le dimos la vuelta sobre la mesa quedando su culo a su disposición. Él separado sus nalgas y apunto su capullo al rojo ano de Montse y empezó a apretar, pero en eso momento Pepe le dijo.
- Toma esto, -mientras le lanzaba un bote de lubricante- esta vez estamos preparados.
El hombres su unto con profusión la polla dejándosela reluciente del lubricante, volvió a apuntar el capullo sobre su ano y todo seguido y sin parar se la metió hasta los cojones, Montse solo lanzo un suspiro, como si se le hubiera escapado el aire de los pulmones con el puyazo que le acababan de clavar.
Él le mantenía las nalgas separadas, así que todos podíamos ver como su polla entraba y salía del culo de mi mujer, se la sacaba hasta que solo la punta quedaba apuntando su ano y después se la metía todo seguido hasta que sus cojones chocaban contra mi mujer.
El hombre la incorporo de la mesa apoyándosela contra su pecho y sin sacarle la polla del culo se giró apoyándose entonces él en la mesa, era bastante más alto que mi mujer, así que las piernas de ella quedaban colgando, sin llegar a tocar el suelo, a los lados de las de él, era toda una invitación a que se la metieran y así fue, otro se metió entre sus piernas y poco a poco se la fue metiendo, aunque Montse ya estaba muy dilatada el tener ya un polla en el culo debía hacer que su coño fuera bastante estrecho, pero ni así el hombre tuvo demasiadas dificultades para metérsela entera.
Mi mujer estaba siendo penetrada por dos tíos a la vez, una polla en el culo y otra en el coño, era increíble, al estar entre medio de los dos no podíamos ver las pollas clavadas en sus entrañas, pero mientras el que la tenía en el culo no se movía, el de su coño le daba fuertes golpes de cadera sacudiéndola toda ella, el tío le cogió los pezones entre sus dedos y se los iba estirando y retorciendo mientras se la follaba, el hombre empezó a dar gritos a la vez que estiraba de los pezones de Montse, por un momento me vino a la memoria la imagen de la película “Un hombre llamado caballo” de lo estirados que los tenia, el tipo se corría dentro de mi mujer dando, como digo, grandes gritos y estirándole los pezones, por un momento perdió el equilibrio y salió de golpe de Montse que expulso de su coño un chorro de lefa caliente. El tío se retiró bamboleante, como si le fallaran las piernas, mientras el otro mantenía la polla clavada en el culo de mi mujer, él la cogió por las rodillas y le levanto las piernas hasta su pecho y ahora sí, ahora podía ver la polla clavada en su culo, este al contrario se corrió sin grandes aspavientos, le dio un par de golpes de riñón algo más fuerte y pidió que la levantaran, así lo hicieron un par de ellos y al quedar ella de pie veía como salía la lefa de su culo y su coño resbalando por sus muslos.
Durante un par de horas los tíos se la fueron follando por donde quisieron y como quisieron, Pepe había traído un colchón y la habían puesto en él para estar más cómodos, se corrieron en su culo, su boca, su coño, sobre ella, alguno directamente se masturbo sobre su cara, vamos hicieron con ella lo que quisieron.
A medida que se cansaban de follar los hombres se iban marchando, así que al final solo quedamos en el bar los tres, Pepe, Montse y yo.
-Te ayudo a llevarla a casa. –Me dijo Pepe-
Yo se lo agradecí y empecé a buscar su camisa.
-A saber dónde estará. –Dijo él- la llevaremos en pelotas.
Y así fue, la levantamos entre los dos y salimos a la calle, yo la sujete como pude mientras Pepe bajaba la persiana del bar y nos fuimos a casa, afortunadamente era muy tarde y no nos encontramos con nadie ni por la calle ni en la escalera.
Entramos y Pepe me dijo que me ayudaría a bañarla, me pareció muy amable por su parte y la llevamos al baño principal, tenemos una habitación tipo suite y el baño está integrado en la misma, además, hacía algún tiempo que habíamos cambiado la bañera por una de estas nuevas duchas que ocupan todo el espacio de la bañera, así que solo tuvimos que estirarla en el suelo de la ducha.
Regule la temperatura del agua bien caliente y con la máxima presión y fui retirando toda la lefa que tenía por el cuerpo, tuve que estar un buen rato con el chorro de lo pringada que me la habían dejado.
Iba a sacarla de la ducha cuando vi que Pepe se había sacado la polla del pantalón y me decía.
-Espera maridito, me gusta marcar mis posesiones.
Y dicho esto empezó a mear sobre Montse, meo sobre su coño, sus pechos pero sobre todo sobre su cara y dentro de su boca que se mantenía entreabierta, veía sus meados rebosar de su boca, seguro que una buena parte iba a su estómago. Cuando acabo me indico que volviera a limpiarla y después la llevamos a nuestra habitación.
La tumbamos sobre la cama y vi como Pepe se estaba desnudando completamente, le separo las piernas a mi mujer y sin ningún miramiento se la metió de un solo golpe, se la follaba con fuerza, casi con rabia, dándole fuertes golpes de polla, se puso sus piernas sobre los hombros y también de golpe, con violencia se la metió por el culo, iba alternando su coño y su culo y se la estaba follando sobre nuestra cama de matrimonio, demostrándome lo que era suyo, apoderándose de lo que desde ese momento iba a ser de su propiedad, incluida nuestra cama.
Estuvo así un buen rato, aunque con lo dilatado que Montse tenía todos sus agujeros no creo que ya ni lo notara, hasta que dio un par de golpes de riñón y se corrió dentro de ella.
Se incorporó y vistió y sin decir una sola palabra se fue, dejándome solo con ella en nuestra habitación, mientras ella inconsciente se mantenía abierta de piernas sobre nuestra cama de matrimonio y un hilillo de lefa salía nuevamente de su coño.
Para los que habies llegado hasta aqui os regalo unas fotos REALES de la protagonista, disfrutarlas.