En el bar de la 53. Parte 2

¿por qué lloras? – le dije mientras limpiaba sus mejillas con una caricia.

Muchas gracias por sus comentarios y por sus valoraciones. Acá la segunda entrega de En el bar de la 53. Espero que sea de su agrado. A quienes quieran agregarme al MSN está en mis datos de usuario. Gracias a quienes ya me enviaron invitación, ya las agregué XOXO!


Jimena estaba muerta del miedo, se vistió con celeridad. Cada prenda mía que encontraba me la lanzaba. Me dijo que me cambiara en el baño. Yo estaba más excitada que temerosa pero creo que a Jimena ese temor le quitó el deseo y cada gota de alcohol que llevaba en su cuerpo.

La puerta se abrió segundos después de que yo entré al baño. Desde dentro escuché la voz de Rebeca.

-       ¿Jimena?

-       Hola mi amor! Te hacía en Costa San Pablo.

-       Sí, para allá voy pero me dejé unos objetivos de la cámara. ¿Silvia está aquí?

-       Ah, sí mi amor. Me la encontré en el bar y me acompañó a casa.

-       ¿y dónde está mi amiga?

-       En el baño amor. Ya se tardó, ve a ver si está bien. Bebió de más, no sea que se haya desmayado allí dentro. ­– yo? Bebida? Por favor! Si la ebria era ella! –

-       Silvia, ¿estás bien?

-       Hola Rebe, sí claro. Ahorita salgo, bueno.

Salí luego de unos minutos. Debía dejar que el rubor se me fuera del rostro. Salí y no las encontré en la sala. Escuché ruidos en la cocina y asumí que estaban allí. Al aproximarme lo que escuché eran gemidos leves y respiraciones agitadas. Caminé unos pasos más hasta la entrada y allí las vi. Rebeca tenía a Jimena dándole la espalda, apoyada con sus manos en la orilla del desayunador. Jimena estaba a medio vestir, su cuerpo sudaba y uno de sus senos estaba descubierto. Rebeca tenía su mano debajo de ella, estimulando su clítoris, mojando su mano con la lubricación de Jimena. Sus gemidos ahora eran más intensos y profundos. Inclinaba su trasero hacia el cuerpo de Rebeca, mientras era halada por los cabellos un tanto fuerte. A ella parecía gustarle.

Quería irme de allí, pero mi cuerpo estaba como pegado al suelo. Cuando al fin pude moverme, di unos pasos hacia atrás. Mi corazón corría a mil por hora, no de excitación sino de una extraña sensación de dolor y celos. Hace unos minutos Jimena casi había sido mía y ahora era Rebeca quien estaba dándole placer.

Me dirigí a la sala en busca de las llaves de mi carro. Cuando al fin las encontré vi entrar a Rebeca. Se acercó a mí y me dijo al oído.

-       ¿Tan difícil es hacerle el amor? No me decepciones… amiga. – su tono era burlón y con aires de prepotencia. Fue desagradable. Al terminar de decir eso, se despidió de Jimena quien luego de un rato llegó hasta la sala. Se despidieron con un beso apasionado en la puerta de la casa. Los celos se apoderaron de mí.

-       Es tarde ya. Deberías irte Silvia – Me dijo Jimena sin verme-

-       Claro, buscaba mis llaves – le respondí mostrándoselas con mi mano –

No dijimos nada más. Me fui de allí con un sabor agridulce, con una mezcla de frustración y rabia. No debía molestarme pues eran pareja, pero la verdad es que me enfureció verlas juntas.

Pasaron un par de días más. Rebeca me llamaba para que diéramos la gira de juerga usual pero le esquivaba las salidas. No quería verla, me enfurecía tenerla cerca.

Debía ir a cubrir un juicio. En los pasillos del tribunal me encontré con la mujer que me dolía hasta los huesos… Jimena. Venía acompañada de una chica que me parecía muy familiar.

-       Silvia, hola. ¿cómo estás? – me dijo con una naturalidad como si nada hubiera pasado entre nosotras –

-       Hola Jimena, yo estoy bien.

-       ¿Recuerdas a Laura?

Claro! Laura. La chica que estaba con ella en el bar la otra noche. No la había reconocido. Se veía muy diferente, vestía de una manera más recatada pero igualmente atractiva y sensual.

-       Silvita!!! Hola! – como detesto que me digan “Silvita” –

-       Laura, mucho gusto en verte de nuevo. – Jimena se ausentó para contestar una llamada. ¿sería Rebeca? Laura me hablaba pero yo estaba pendiente de Jimena. La veía sonreír con el celular en su oreja –

-       Entonces quedamos para este viernes – En ese momento reaccioné y miré a Laura –

-       ¿viernes qué? – Le dije con extrañeza –

-       Me acabas de decir que quedamos para viernes. Una salidita por ahí.

-       ¿Yo dije eso?

-       Te pregunté y respondiste que sí. ¿dónde tienes la cabeza?

-       Ummm…

Jimena se incorporó a la plática en ese momento. Seguía sonriendo con ese bello rostro, lo único malo es que no sonreía por mí.

-       ¿qué cuentan? – Dijo guardando su celular –

-       Pues que Silvia se nos une a la salida del viernes.

Jimena levantó su rostro con rapidez viéndome con una cara de impresión total.

-       ¿perdón? ¿el viernes? ¿con nosotras? No creo que Silvia pueda, a lo mejor ya tiene algún compromiso. ¿verdad… Silvia? ­– Sus ojos reflejaban súplica porque dijera que estaría ocupada y me negara a ir –

-       NO! Para nada! – respondí con una sonrisa malévola – estoy totalmente disponible para el viernes y ya que Laurita me invitó a acompañarlos, pues yo encantada.

-       Bueno, pues ya está. Nos vemos el viernes entonces. – dijo Laura-

Ambas se despidieron de mí. Jimena apenas y se despidió con su mano. Laura se acercó para darme un beso… ¡atrevida! Me lo dio en la comisura de los labios. Luego me recorrió hasta mi oído y me dijo:

-       Y es Laura, no Laurita.

Claro!!!! Ella me podía decir Silvita y yo a ella no le podía llamar Laurita. Aunque la verdad, Laurita no sonaba tan imponente ni sensual.

El miércoles por la tarde me reuní al fin con Rebeca. La acompañé a una sesión de fotos en el estudio de la calle Estévez y Juárez. Entré y había modelos por todas partes, técnicos, maquillistas, vestuaristas, escenógrafos y demás. Busqué con mi mirada a Rebeca pero sin éxito hasta que me indicaron que estaba en los camerinos. Me dirigí hasta ellos ¿y dónde la encuentro? Pues fajándose a una rubia de piernas sensualonas, voluptuosa, muy bella en verdad. Salí y la esperé  en el foro.

-       Amiga!!!!! Pensé que te habían asesinado o secuestrado jajajajaja. ¿Dónde te metes?

-       Pues te diré que no he estado fajándome modelos. – mi tono más molesto salió -

-       Oye!!! Jajaja ¿me reclamas? Yo te emparejo con cuanta modelo quieras, hay para todas.

-       No seas cínica Rebeca. ¿qué pasa con Jimena?

-       ¿cómo qué pasa? Pues te di la misión y no la has cumplido.

-       Pero mira cómo eres! Hace unos días estabas fajando con ella y ahora me dices eso.

-       Hace unos días y hoy por la mañana también jajajaja con ella ya solo es sexo, no puedo negar que está como quiere y eso se aprovecha. No seas ingenua. ¿la defiendes ahora? ¿te gusta tanto?

Su comentario me ruborizó completa. Ella sabía que Jimena me encantaba, a lo mejor incluso sospechaba que no solo me atraía.

-       ¿cómo va el plan?

-       No quiero seguir con eso. Si no quieres seguir con ella termínala de una vez por todas pero no metas más.

-       Ya! Oye, tranquila pues. Está bien, no lo hagas. Ya encontraré a alguien más para eso.

Ese comentario me molestó aún más. No quería que alguien más estuviera con Jimena, pero no podía tomarla sólo porque sí. Era demasiado mi sentimiento por ella.

El viernes llegó. A mediodía recibí una llamada a la oficina. Era Laura recordándome la salida de la noche. Estaba indecisa en ir. Me hubiera gustado que fuera Jimena quien me hiciera el recordatorio.

Viernes a la noche, me presenté en el bar de la 53 como habíamos acordado. Ahí estaban todos. Jimena lucía bella como suele ser y aún más.

-       Hermosa, luces perdida. Gracias por venir. ­– Así me recibió Laura, tomándome por la cintura y diciéndome eso al oído. No me di cuenta que estaba justo detrás de mí. – vamos a la mesa, los demás ya están ahí.

Saludé a los presentes. Jimena apenas y me respondió. Su actitud me dolía. Pasó la noche ignorándome o siendo grosera al dirigirse a mí. Contaba a sus amigos historias increíbles de mis conquistas, no sabía que ella pensaba que yo era una cualquiera.

-       ¿En serio eres así? – me preguntó Laura con una sonrisa de picardía. – es algo que sería interesante probar.

-       ¿quieres probar? – dije dejando que la rabia por los comentarios de Jimena me hicieran actuar así-

-       Por supuesto que quiero probar – deslizó sus dedos por la parte interna de mis piernas-

Me levanté tomándola de la mano, no me importó nada ni lo que pensara Jimena. La llevé conmigo hasta el baño. Llegamos y estaban unas chicas dentro. Me coloqué frente al espejo simulando retocar mi maquillaje mientras Laura se lavaba las manos. Segundos después nos quedamos solas. Laura se dio vuelta quedando recostada en el lavabo. La vi por el espejo. Era sumamente atractiva, pero no quería estar con ella. ¿Cómo me echaba para atrás?

Me le acerqué y concentrada en cualquier tontería, la besé apasionadamente por unos minutos o así me parecieron… una eternidad.

Entramos a uno de los cubículos cerré la puerta tras de mi y nuevamente caí en su boca. Levanté una de sus piernas haciendo que la mini falda que llevaba se corriera hacia arriba. Me dejé llevar por la tersa piel que tenía. Cerré mis ojos sin quererlos abrir, porque si lo hacía el deseo hubiera desaparecido. La tocaba por todas partes y la escuchaba gemir. Su respiración acelerada me hacía hervir la sangre. Para ese momento en el que me perdí en sus senos ya imaginaba que era Jimena a quien tenía así. Pero no era igual, no era lo mismo. Forcé más mi concentración. Pronunció mi nombre y le pedí entonces que guardara silencio.

La topé a una de las divisiones del cubículo, su pelvis se pegaba a mi. Sin preguntarle me fui directo a tocar su sexo ya mojado. Sentí su mano sobre la mía.

-       No vayas tan de prisa – llevó mi mano a su senos, pero no hice caso. Bajé de nuevo tocándola con rabia y excitación. Callé su voz con otro beso apasionado y mordiendo su labio inferior.

Ella estaba tan excitada para entonces como yo.  No opuso más resistencia. Moví su panty a un lado, dejando suficiente espacio para introducirle dos de mis dedos. La entrada resultó fácil. Empecé el mete y saca con fuerza y rapidez. Ella ya gritaba ahogándose por ratos entre gemidos, quien estuviera afuera seguramente escuchaba todo. La sujeté por la cintura, la embestía más y más. Bajé mi otra mano para estimular su clítoris. Ella mojaba mis manos y se abrazaba a mi. Arañó mis brazos y espalda con fiereza. Era la señal de que estaba pronta a venirse intensamente y así fue.

Soltó un grito mudo que poco a poco se hacía audible. Al acabar se colgó de mi cuerpo, buscó mi boca e introdujo su lengua. Su beso fue apasionado y yo la dejé. Parecía que quería más, pero yo solo quería salir de ese lugar.

-       Regresemos con los demás – le dije separando sus brazos de mi cuello-

-       ¿tan pronto? Espera, no me dejes así. Vamos a mi depa y continuemos esto.

-       No, no quiero que tus amigos hablen de más. – repliqué apelando a su conciencia y pudor. Fracaso total, esa mujer era una leona insaciable-

-       No me importa lo que digan, yo quiero más. Toda la noche… - dijo suave y seductoramente a mi oído-

-       No. Regresemos con ellos. No quieras todo en una sola vez. Dejemos para otro rato.

Me miró con molestia palpable en sus ojos. Se separó de mí y salió del cubículo. Solo escuché cerrarse la puerta con violencia.

Salí luego para refrescarme. Estaba frente al espejo intentando reconocerme. Pensaba en Jimena y la imaginaba allá afuera sonriendo, ajena a lo que acababa de suceder, feliz de la vida y siempre enamorada de Rebeca.

Mi visión se realizó. Tras de mi salió de un cubículo Jimena. Me miraba con una mirada extraña.

-       ¿Jimena? – dije entrando en pánico-

Se dirigió a mi yo me di vuelta y de pronto un calor impresionante recorría en mi mejilla. Cerré los ojos, ella me propinó una cachetada monumental.

-       Eres una cualquiera igual o peor que Rebeca!

Estaba molesta y yo internamente buscando mi dentadura, apostaba a que me había descolocado unos cuantos dientes.

No pude pronunciar palabras. Mis ojos se llenaron de lágrimas pero no dejé caer ninguna. Ella salió de los baños. Me incorporé y salí a buscarla. Al llegar a la mesa me dijeron que se había marchado unos minutos antes. Me abrí paso entre las personas y fui al parqueo, su carro ya no estaba.

-       ¿todo bien? – Laura de nuevo. Me había seguido.-

Ni siquiera le dirigí la mirada. Fui por mi carro y conduje directo a la casa de Jimena. Al llegar vi su carro estacionado junto al de Rebeca. Luego de unos minutos fuera decidí ir para hablar con ella. Toqué el timbre y Rebeca abrió la puerta.

-       ¿Sil? ¿todo bien?

-       Ummm… sí. – no sabía qué decirle. Quería hablar con Jimena pero no contaba con que Rebeca estuviera allí. – ¿ Jimena está? Necesito… ummm, hablarle de unos casos.

-       ¿Tan tarde? Tienes suerte, acaba de llegar. Está en el patio pero no sé si quiera recibirte. No sé qué le pasó pero vino vuelta rabia pura.

-       Bueno, déjame intentar. Es que me urge.

-       Pasa, pero si te manda al carajo no me culpes. Cuando está así yo ni me le acerco.

La dejé hablando y fui hasta el patio. Allí estaba ella con una copa de vino, de pie viendo al cielo.

-       Jimena. – dije con voz suave pero segura-

-       ¿y tú qué haces aquí? ¿te dejaron agotada? Pensé que seguías con “Laurita”.

-       ¿eso te molesta?

-       No juegues, claro que no.

-       Y la cachetada que me diste… ¿fue por eso?

-       Claro que no! Estás loca. Pero eres una cualquiera.

Me acerqué a ella. Me puse de frente a su rostro. Ella no me veía.

-       No sé por qué lo hice. En realidad no quería.

-       Claro, no querías. Así se escuchaba – ahora su tono era sarcástico-

Dio un sorbo a su copa y se giró para darme la espalda y entrar a la casa. La tomé por el brazo suavemente para que me mirara. Me acerqué a ella lentamente. Pegados nuestros cuerpos. Sentí su corazón acelerado. Eso me dio valor y la besé. Rocé sus labios, al principio no me correspondió pero lentamente bajó la guardia y se dejó llevar. Soltó un leve gemido. Una lágrima suya llegó hasta nuestros labios. Me separé para verle a los ojos.

-       ¿por qué lloras? – le dije mientras limpiaba sus mejillas con una caricia-

-       Vete. Rebeca está aquí. No sé por qué te besé, creo que ya bebí mucho. – su voz era dulce, muy tierna.

-       No quiero irme Jimena, dime por qué estás así conmigo. ¿son celos?

-       No seas tonta Silvia. Mejor vete. No quiero problemas con mi novia.

De nuevo la tomé entre mis brazos y la besé con la mayor ternura que pude. Fue entonces cuando sentí su mano acariciar mi rostro. Sus labios, su sabor entre alcohol y vainilla, eran adictivos para mí.

Escuchamos los pasos de Rebeca que se aproximaba.

-       ¿todo bien?

-       Si mi amor, todo bien.

-       ¿Ya tienes tu información? – me interrogó Rebeca-

Jimena me miró extrañada pero asumo que entendió que esa era la excusa para que a Rebeca no le fuera raro que yo estuviera hablando con ella.

-       Aún no la tiene toda. Pero si te quedas un poco más te la doy. – me miró con complicidad. Caminó adentro de la casa y Rebeca tras sus pasos-

-       Bueno. – dije nada más-

-       Te quedas a serenarte o entras – me dijo Rebeca- estaré en el estudio escogiendo unas fotos. No tarden, mira la hora y debes atravesar la ciudad para tu casa.

-       Pues si nos tardamos te quedas mejor. Te preparamos el cuarto de huéspedes. – esto que dijo Jimena me pareció genial –

-       Bueno, pues tiene razón Jime, si se hace tarde ahí está el cuarto.

No era la primera vez que me quedaba en su casa, así que no parecía raro si esta vez me quedara.

-       Bueno, avancemos entonces. Sacaré el material que necesitas. – subió Jimena a su habitación supongo-

-       Sírvete algo de beber, estás en tu casa. Yo voy a trabajar aún. A propósito… este fin de semana saldré contigo ok.

-       ¿Conmigo? ¿dónde iremos?

-       A ningún lado. Yo sí, pero tú dirás que vas conmigo por si Jimena pregunta. Ya sabes código 7 – Rebeca me guiñó un ojo. Código 7 entre nosotras quería decir que se perdería el fin de semana en la playa con alguna de sus chicas-

-       Ok, está bien. Así será.

Di algunas vueltas por el living, miré algunas fotos de Rebeca junto a Jimena. Había unas donde estaban abrazadas, jugueteando o alguna payasada. Ese espíritu jovial de Rebeca era lo que le había llamado la atención a Jimena, eso la atrajo. Era como la chispa que le hacía falta a su seriedad.

-       ¿Te sirvo una copa? – susurró Jimena a mi oído mientras deslizaba su mano por mi espalda –

Me di vuelta, la vi sonriendo. Me besó de nuevo con mucha más ternura, acariciando mis labios con sensualidad.

-       Esta noche te quedarás aquí. – dijo abrazándome por la cintura – serás mía, te enseñaré cómo es hacer el amor… el verdadero amor.