En el bar de la 53

Ven - me dijo viéndome penetrantemente – Quiero que me tomes ya.

Caminé cien pasos hacia tu cuerpo y en el último de ellos detuve mi marcha. Entre tanta gente te escondías, entre tanta gente te escuchaba.

-       Tuve que mentirle – mis oídos no daban crédito a sus palabras – No supe qué decirle. Sabes, creo que el amor está muriendo entre nosotras pero no me imagino terminándole, después de tanto tiempo me  parece inhumano decirle que no va más la relación.

-       ¿Qué más queda? No deberías retenerla. Cada día enamorándose más de ti y haciendo planes de aquí a 20 años. Mejor sería decirle la verdad.

-       Duele, Silvia. Pero duele lo que yo siento no lo que ella puede sentir. Me aburrí, no quiero estar a su lado. No deseo verla ni escucharla. Simplemente me aburrí de la relación. Silvia… - se dirigió a mí con un gesto de picardía.

-       ¿Qué pasó?

-       Tengo la solución. Le meteré a alguien más por los ojos, así será ella quien me termine o en todo caso me dará la puerta para mandarla al diablo por una infidelidad. ¿qué te parece mi idea? – una sonrisa se dibujó en sus ojos con un brillo intenso-

-       Estás loca Rebeca. ¿Cómo se te ocurre semejante cosa?

-       Es una idea sensacional! Es más… te designo a ti para ser esa nueva mujer en su vida. Sólo serían unos acostones. Anda! Anímate! Eres mi amiga o no?

Guardé silencio. No creía lo que Rebe me decía. Sonreí porque aún siendo increíble lo que me pedía, resultaba gracioso. En realidad, ya no quería estar con Jimena. Ellas llevaban una relación de 2 años. Rebeca, que era una espectacular mujer de metro 75, con tez blanca, cabellera negra y unos ojos miel impactantes, esbelta figura, siempre con tacos altos que la hacían pasar del metro 80. La verdad era una chica impresionante. Cuando conoció a Jimena se encaprichó con ella. Jime se hacía la difícil ante los coqueteos de Rebeca, a lo mejor porque conocía que era una mujer que no se conocía por su fidelidad, en otras palabras, no era de una sola mujer. Jimena, castaña, piel siempre bronceada, ojos verdes. 2 años mayor que Rebeca y unos centímetros más baja. Con aspecto calmo, de muchos amigos. Pareja dispareja. Cuando empezaron era un juego de conquista para Rebe, pero con el tiempo se enamoró de Jimena Korzac, hasta que volvió a las andadas y empezó a conquistar a diestra y siniestra de nuevo. Entonces Jimena se convirtió en una atadura para mi amiga y eso nos lleva hasta la plática que sosteníamos en aquel bar de la 53.

-       ¿Entonces Silvia? Anda, no te hagas de rogar. Acepta y sé una buena amiga.

-       Me pides que conquiste a tu novia…

-       No, no. Te pido que la seduzcas, no que la conquistes. Anda amiga, sólo unos acostones y ya. No te hagas que sé que te gusta Jime.

-       ¿te sentirías bien sabiendo que me acuesto con ella?

-       Claro! Es eso lo que quiero

-       ¿celos?

-       Nada de celos… gratitud!!!! Amiga, gratitud eterna por que me la quites del camino.

Hecho el trato. Todavía no entiendo por qué acepté el trato de Rebeca. Jimena era bellísima, hipnotizante. Muy segura de sí y verla ejerciendo era excitante. Era una abogada respetada y cotizada. Trabajaba como socia junior del bufete Hill & Rubio. En ocasiones me presentaba en las audiencias públicas que ella tenía con tal de verla en acción. No éramos amigas íntimas y allí radicaba la dificultad de lograr llevarla a la cama. Le era fiel a Rebeca y no sucumbía ante nada que fuera en contra de sus rectos principios.

Animada una mañana, más bien presionada por Rebe para iniciar el plan, me presenté en los juzgados donde estaría Jimena ese jueves. A las 10 en punto dio inicio uno de los juicios que defendía. Serena y decidida ella, muy sensual con ese tono de voz elegante y seductor. Dominó de inicio a fin los interrogatorios, intimidó a los testigos de la fiscalía hasta poner en duda sus testimonios desvirtuando sus aseveraciones. Yo sonreía al verla.

Luego de 3 horas de intenso caso, el juez dio por finalizada la jornada de ese día. Esperé afuera del recinto hasta verla salir con ese andar sensual. Vestía un traje sastre oscuro con una falda sexy que caía unos cuatro centímetros por debajo de sus rodillas, vaya que acentuaban muy bien sus piernas definidas. Era ajustada y su parte trasera se veía extremadamente apetecible…

-       ¿Vienes por una noticia Silvia?

-       Hola Jimena, pues más o menos. Vine por otro caso y me enteré que estabas por acá. Pasé a saludarte – esa era mi profesión, periodista investigativa del área judicial -

-       Pues hola. – dijo con un tono seco mientras tomaba su ataché y se dirigía a la salida del edificio – Cuídate, si.

-       Espera, espera! Es hora de comer algo, no te parece? Vamos a Fabio´s? tienen un especial de focaccia que no puede ser despreciada. Deliciosa rellena con queso suizo y pastrami de pavo.

-       Jajajaja pues ve y aprovéchala.

-       Esperaba que me acompañaras. No me gusta comer sola.

-       Que yo sepa, tú casi siempre comes sola – me había descubierto. Pues que más, en mi profesión la soledad era mi novia eterna –

-       Ya, anda. No seas así. Acompáñame.

-       Invitas tú. No dispongo de mucho tiempo así que apresura la marcha.

Sin más, retomó el camino a la salida. Llegamos al restaurante cada una en sus vehículos. La primera en entrar fue ella, así que pude mirarla caminar con esa sutil sensualidad. Se sentó en una mesa y se quitó su chaqueta. Dejó a la vista una blusa negra y sus senos redondos ocultos en aquel escote que los botones de su blusa dejaban ver. Me distraían mucho. Asumo que lo notó y los tapó ligeramente en un movimiento de manos con el que corrigió la posición de su blusa. Levanté la mirada hacia sus ojos y le sonreí en complicidad.

-       ¿Veías algo interesante? – preguntó sin más –

-       Sí – respondí segura – pero ya no tengo la misma vista – dije sonriendo-

-       ¿Dónde has dejado a tu amiga? No me responde las llamadas.

-       Ah? ¿Te refieres a Rebe?

-       ¿Tienes más amigas? Es la única que conozco.

-       Pues… no sé dónde anda. Creo que tenía una sesión de fotos por hacer.

-       A ver, respóndeme algo. ¿te ha mandado a distraerme mientras ella está con alguna de esas modelos?

-       ¿qué? No! Cómo crees eso. – en realidad me mandó a seducirte. Pensé, mientras me bebía el agua que había pedido recién al llegar-

Mientras seguía pensando en eso y bajo su mirada inquisitiva llena de incredulidad, sonó mi celular. Era Rebeca.

-       ¿Me disculpas un momento? Debo contestar esta llamada.

-       Claro, adelante. Mientras respondes la llamada, decidiré mi almuerzo.

Caminé hasta uno de los patios del restaurante para responder la llamada lejos de Jimena.

-       Aló.

- Cuéntame traviesa, ¿cómo va nuestro plan de seducción?

-       Bien, supongo. En realidad ni he empezado. Estamos en Fabio´s almorzando. Me pregunta dónde estás porque no le respondes las llamadas.

- Estoy con Marissa, por supuesto que NO LE PUEDO RESPONDER jajajaja.

-       Marissa, ¿la modelo de los trajes de baño? Oye! Tú no dejas nada para las demás!! No seas grosera amiga!

- Claro que te dejo postre!! Ahí tienes a Jimena. Disfrútala. Debo colgar, alguien me está esperando para continuar con “la sesión de fotos” jajaja.

-       Deja la payasada Rebe. ¿quieres que siga con el plan? ¿en verdad quieres eso?

- Claro que sí! Anda y deja de perder el tiempo. Ciao.

La llamada finalizó. Entre la gente veía a Jimena. Me remordió la conciencia. Pero en el fondo quería seguir con el plan. No perdía nada pues Jimena no era en sí mi amiga y pues si tenía que acostarme con ella, salía ganando con creces. Siempre me había gustado, pero esta vez no sabía qué tácticas utilizar para seducirla. Si ella fuera otra chica… pero era Jimena.

-       Disculpa la demora.

-       No te preocupes. Vinieron a tomar la orden y no sabía si te tardarías. Así que ordené por ti. Te pedí una focaccia como querías.

-       Gracias – empecé a sonreír inconscientemente sin un aparente motivo-

-       Fue una buena llamada la que recibiste.

-       ¿Disculpa? – sacudí levemente mi cabeza y la miré con extrañeza pues no entendía su comentario-

-       Lo digo porque desde que te sentaste de nuevo no has dejado de sonreír.

-       Sonrío por ti. – dije en voz alta sin pensarlo –

Ahora la extrañeza estaba en su rostro. Hubo un silencio entre nosotras hasta que un mesero se acercó a servirnos el vino ordenado. Menos mal, no sabía cómo salir de esa situación. Me sentía nerviosa y eso es extremadamente raro en mí. Pero Jimena tenía algo que me intimidaba. Una energía extraña que me hacía sucumbir ante ella y enmudecer totalmente.

Poco a poco, el ambiente se transformó en una plática cordial. Ella me platicaba de sus experiencias en los tribunales y de su ideal por ser socia senior de su bufete. Yo por mi parte le platicaba de cada aventura vivida en los 12 años de mis 32 que llevaba ejerciendo el periodismo.

-       ¿cuándo te animarás a publicar un libro? – dijo – ummmm esta focaccia está excelente! Tenías razón.

-       Te lo dije!

-       Muy buen gusto. Desconocía que te gustara la comida italiana. En realidad desconozco muchas cosas de ti. Entonces…

-       ¿Entonces qué?

-       ¿Cuándo publicarás? Con todo lo que cuentas tienes buen material para una novela de suspenso.

-       ¿tú crees? La verdad jamás había considerado escribir una novela ni nada que no fueran los reportajes para el periódico.

-       Pues deberías, escribes muy bien.

-       ¿Has leído alguno de mis reportajes?

-       Ummmmm! Insisto, esto está exquisito! – su rostro me causaba gracia, se veía irradiando una ternura particular. Con razón siempre se rodeaba de gente, con esa sonrisa magnética era imposible no caer a sus pies. – Claro, leo tus reportajes, después de todo debo estar enterada de lo que los medios dicen sobre algunos casos y recibir de ustedes nuevas pistas para preparar deposiciones y defensas. Lo haces muy bien.

Aunque los leyera por trabajo, me había provocado una sensación de alegría saber que lo hacía. Y sonreí de nuevo sin quererlo.

-       Huy! Ya es tarde y debo regresar a la oficina. ¿Pedimos la cuenta?

-       Claro – dije mientras llamaba con mi mano al mesero.- segura que tienes que irte? Podemos pedir un postre o algo más.

-       No! Tranquila. De verdad que debo irme.

Al llegar el mesero nos entregó la cuenta, ella sacó su tarjeta de su cartera.

-       ¿qué haces? – pregunté-

-       Pago.

-       No! Recuerda que yo invito. – sin más, pagué la cuenta y salimos del lugar –

-       Bueno Silvia, gracias por el almuerzo. Te veo por ahí. – se despidió con una sonrisa –

-       La próxima vez, ¿salimos a cenar? Es más, podemos ir esta noche por unos tragos. Es viernes y no hay excusa. ¿qué dices?

-       ¿qué digo? Pues que necesitas amigos Silvita. Y hoy tengo planes con los míos. Otra vez será.

-       Llévame contigo entonces.

-       ¿qué? ¿adónde?

-       A tu salida. Vas con tus amigos y yo no tengo jajaja. Matamos 2 pájaros de un tiro, salimos y conozco más gente. ¿qué dices?

-       Que no. Ciao, te cuidas.

Se subió a su carro y emprendió camino. Me dijo que no. No quería que la acompañara con sus amigos… pero no dijo que yo no podía ir por mi cuenta. Tomé el celular.

-       Contéstame Rebeca!!!

Después de llamarle en 3 ocasiones y que me redireccionara a la casilla de voz, le envié un mensaje: ¿En qué lugar se reúne Jimena con sus amigos?

Regresé al periódico y luego de dos horas obtuve la respuesta de Rebeca en un texto: “En el bar de la 53”

Faltaban unos minutos para las 6 de la tarde. Me quedé una hora más sumida en la redacción de una entrega para la mañana siguiente y luego fui a mi casa a refrescarme y a embellecerme un poco. Esa noche iría al bar de la 53 y sorprendería a Jimena.

Pasadas las 9 pm llegué al bar. Viernes es sábado pequeño así que el sitio estaba lleno. Me dirigí a la barra. Ahí estaba Miguel el barman que ya me conocía. Desde que me vio me sirvió una margarita, después de todo era clienta frecuente y ya conocía mis gustos. Muchos dirán que soy predecible. A lo mejor es cierto. Pero es mi personalidad llevar cierto orden y control en algunas cosas. Jamás he cambiado mi tono natural de cabellera, soy una rubia de ojos claros mido metro 70 centímetros. No tengo un cuerpo atlético pero soy delgada, con muy buena complexión. Alguna vez jugué volley, alguna vez fui seleccionada nacional de baloncesto… alguna vez. Pero eso fue hace más de una década antes de lesionarme en las estatales del 98. Iniciaba apenas mis estudios universitarios en periodismo. Luego de eso me dediqué tiempo completo a la carrera y a las mujeres. Sin distinción, simplemente me gustaban y si les gustaba… nos gustábamos y ya.

Recorrí el bar con mi vista hasta encontrarla. La vi con sus amigos en una mesa al fondo del lounge VIP. Estaba sonriendo y bromeando con ellos. Terminé mi margarita para tomar el coraje que me hacía falta al hablar con Jimena. Me acerqué hasta ellos. Al llegar a su mesa, me aproximé a su oído ante la mirada de sus acompañantes.

-       Caminé cien pasos hacia tu cuerpo y en el último de ellos detuve mi marcha. Entre tanta gente te escondías, entre tanta gente te escuchaba. – susurré en su oído. Creo que ella se estremeció y abrió con impresión sus bellos ojos -.

-       ¿qué haces aquí? – preguntó consternada –

-       Vine por unas copas. Vaya sorpresa encontrarte aquí! – dije con suficiente cinismo para ocultar mi mentira -.

-       ¿No nos presentaras a tu amiga? – dijo uno de los presentes, que por su pinta, era algún colega abogado de Jimena. Lo miré con una sonrisa fingida ante el iluso aire de coqueteo de ese tipo -.

-       Este… ella es Silvia Rocha, una amiga de Rebeca.

-       Mucho gusto - dijeronalgunos mientras otros solo asintieron –

-       Bueno Silvia, mucho gusto. Soy Mario Espíndola. Por favor acompáñanos. ­– se puso en pie ofreciéndome su asiento. La verdad es que parecía un don Juan sin sabor, pero caballeroso al fin.

Tomé asiento a unos tres asientos de distancia de Jimena, quien me veía como queriendo decirme que me fuera. Por supuesto ignoré sus gestos y entablé plática con sus amigos. Los tragos seguían llegando y la verdad sus amigos me parecieron divertidos… salvo Mario quien con sus infructuosas coqueterías, me estaba cansando.

Laura, una de las chicas que estaban en el grupo me pareció sumamente atractiva y al parecer había cierta química entre nosotras. ¡Bella mujer! Cabellera oscura, piel bronceada, sonrisa hermosa que exhibían sus labios carnosos. Llevaba una mini falda blanca pegada a su cuerpo, en esas curvas seductoras, un top negro con el que sus senos se veían tan exquisitos.

-       ¿quieres comértela? – escuché a Jimena. No me había percatado de que había cambiado lugar con uno de los chicos y ahora estaba sentada a mi izquierda.

-       ¿a quién??? - Preguntéhaciéndome la desentendida -.

-       Ay, por favor! No te hagas. Al parecer ella tiene el mismo interés en ti. Sólo ten cuidado, no pasarás de un acostón con ella.

-       Vaya, te preocupas por mi!

-       Supongo que en algún momento vas a dejar las andadas y centrarás tu cabeza. No creo que quieras estar sola toda la vida.

-       No estoy sola, simplemente no busco una relación fija. Es elección, cero compromisos, cero molestias…

-       Cero amor – interrumpió-

-       ¿tú nunca has tenido una relación así de superficial? Deberías, es rico eso.

-       ¿Qué te hace pensar que no la he tenido? ¿Tan aburrida me crees? Sí las he tenido, las he disfrutado. Es más, sería interesante tener una más.

Su respuesta me dejó fría. Pensaba que estaba enamorada de Rebeca y ahora resultaba que quería una aventura más.

-       Me sorprendes. Pensé que estabas bien con Rebe.

-       Claro que estoy bien. Pero no soy tonta, sé que ella tiene sus aventuras… y que tú se las guardas. Creo que tengo el derecho de divertirme también.

Dio un sorbo a su bebida de lo más tranquila. No habría imaginado jamás que ella gustaba de relaciones así de superficiales.

-       Me cuentas esto sabiendo que soy amiga de Rebeca. Pareciera que quisieras que ella supiera.

Me miró con sus ojos penetrantes y me sonrió sin preocupación.

-       A lo mejor no es que quiera que sepa. A lo mejor es porque no creo que se lo quieras decir.

-       Pero es mi amiga y su novia me confiesa que quiere una aventura. Sería lógico que se lo dijera.

-       Veamos algo. ¿Y si yo quisiera que mi aventura fuera contigo? ¿se lo dirías?

-       Vamos a bailar Jimena – apareció uno de sus amigos inoportunos –

Ella pasó el resto de la noche bailando y hablando con todos menos conmigo. Su pregunta me había dejado con incertidumbre. El hecho de saber que ella quería una aventura conmigo se me hacía excitante. Deseaba que no fuera mentira ni un juego.

Entre baile y plática, Jimena empezó a pasarse de copas. Algunos amigos prestos se ofrecieron a llevarla a casa. No me pareció la mejor idea. No quería que alguno se quisiera propasar y esa impresión me daba. Decidí llevarla yo. Nos fuimos en mi carro y dejé que Miguel, el barman, guardara su auto en uno de los estacionamientos privados del bar.

Al llegar a la casa que compartía Jimena con Rebeca, me percaté que ella no estaba. Eran las 3 am. No podía dejar a Jime sola y por lo visto Rebeca no llegaría hasta el siguiente día. La llevé al sofá. Ella se acomodó en el. De a poco se incorporó.

-       Rebeca regresará el domingo. Anda en una “sesión de fotos” en Costa San Pablo – dijo con sarcasmo –

-       Bueno, trabaja arduo.

-       Deja de decir tonterías! Sabes que no es así.

Se puso en pie con dificultad. La tomé entre mis brazos al ver que casi cae de bruces sobre la mesa de centro.

-       No has respondido mi pregunta Silvia.

-       ¿cuál pregunta?

Se alejó de mí despacio quitándose la blusa lentamente.

-       ¿qué harías si quiero una aventura contigo?

Mientras hablaba se desabrochó el jean. Su ropa interior era de encaje blanco. Mi respiración se agitó al instante. Ella se acercó de nuevo a mí. Llevó su boca a mi oído y susurró con voz sensual:

-       Dime ¿qué dirías si quiero acostarme contigo?

Se pegó a mi cuerpo, sentí como su lengua recorría mi oreja y mi cuello. Me tomó de las manos y las llevó atrás de mí. Yo sucumbí a ella. Empecé a mojarme desde que la vi quitarse la blusa. Así de débil era por ella. Me despojó de mis ropas tan sensualmente, rozando mi cuerpo. Quería tocarla y no me dejaba. Tenía el control sobre mí. Me dio la espalda y se despojó de su jean rozando su trasero en mi sexo. Debí haberla mojado, lo sentí así. Su equilibrio parecía haber mejorado mucho. La tomé por la cintura y besé su nuca, despojé su cuerpo de su sostén dejando descubierta su piel. Besé su espalda, la rocé con mi lengua. Mis manos recorrían sus piernas y sus senos. La escuchaba gemir despacio. Pasé mi mano por sobre su panty, estaba mojándose muy deliciosamente. Quería tocar su sexo desnudo pero ella se dio vuelta y puso sus labios en mi boca. Su forma de besar era con una pericia increíblemente seductora. Introducía su lengua y jugaba con la mía. Acariciaba mientras su espalda. La marcaba con mis uñas debido a la excitación que me provocaban sus besos. Me llevó hasta el sofá, se sentó en él. Vi entonces sus senos firmes y muy bien cuidados. Sus pezones erectos. Al sentarse abrió sus piernas suavemente. Me ofrecía tan delicioso manjar.

-       Ven - me dijo viéndome penetrantemente – Quiero que me tomes ya.

Me hinqué en el piso abrazándome a su cuerpo y reposando mis labios en los suyos. Me rodeaba con sus piernas desnudas. Bajé mi boca a sus senos, pasando mi lengua en ellos. Sabía tan delicioso y con cada uno de sus gemidos me excitaba más. Me agitaba desbocadamente, me ponía ansiosa. Su sexo en mi abdomen me mojaba la piel, sólo nos separaba la tela de su panty. Nuestros besos ahogaban nuestras ansias, eran apasionados y enérgicos. Yo estaba dócil a ella, me tenía prisionera. Bajé desde su boca por su clavícula, por sus senos, por su abdomen… sentí el aroma a mujer tan rico en ella. Me abrí paso y llegué a su sexo. Lo mordí suave sobre la ropa interior haciendo que ella arqueara su cuerpo, apretaba mi cabeza y la pegaba a su sexo. Gemía riquísimo… el ruido de un auto detuvo su trance e hizo que se incorporara inmediatamente moviéndome con brusquedad. Se levantó y empezó a vestirse con prisa.

-       ¿qué haces ahí? Vístete!!! Es el auto de Rebeca!