En el baño de vapor
No siempre logro relajarme tanto en el vapor coo esta ocasión en que un delicioso osezno hizo delicias con sus manos sobre mi cuerpo caliente.
No hay nada que me caliente más en un día común y corriente que ir al baño de vapor. Sobre todo cuando he pasado un día difícil. Es una manera de relajarme.
Me excita tremendamente ver tantos cuerpos desnudos, de todos tamaños, colores y seguramente sabores: hombres jóvenes, de mediana edad y maduros muy apetecibles. Me encanta ver las vergas flácidas o erectas que se exhiben como trofeos integrados. Es delicioso un sitio con tanta verga a la vista.
Por lo general, en los baños Capri de Monterrey todas las personas son sumamente prudentes, porque hasta que están seguros de que quieres algo, es cuando empieza el flirteo. Seguramente es la mirada la que habla antes que los labios.
Me dirijo al bar, pido mi cerveza de lata, ando totalmente desnudo, mostrando también mis atributos, paseo por los corredores fumando placenteramente un cigarrillo y cuando lo termino, entro a las salas de vapor.
Hace dos semanas que me "descolgué" por allá, estaba en el cuarto de vapor seco, transpirando casi exageradamente y se me acercó un muchacho de unos 30 años, con una figura de osezno espectacular, grueso, peludo, barba cerrada, unas tetillas con pezones duros y gruesos, su verga muy gorda, aunque no muy larga, incircuncisa, se balanceaba altanera a cada paso de su peludo dueño.
Me saluda amablemente y me pregunta si me gustaría que me untara de aceite, que eso ayuda a disfrutar más el vapor, que es energizante y varias maravillas más. Yo ni tardo ni perezoso acepté y entonces, mi osezno amigo me pidió que me recostara sobre la banqueta, boca abajo y fue cuando empezó a frotar sus manos aceitosas desde la base de mi cuello hasta mis pies. Cada frotada era como una caricia electrizante.... en realidad, me estaba relajando más de lo esperado.
El caso particular, fue que sus dedos recorrían la zanja que separa mis nalgas, cada vez que pasaban por el sitio y en una de ellas, abrió mis nalgas y metió sin aviso un enorme y gordo dedo..... luego fueron dos y llegué a aguantar tres, pero no le pedí que parara, porque me estaba gustando el "masaje relajante".
Cuando me pidió que me diera vuelta, observó asombrado mi verga durísima y sin avisar, empezó a frotar con aceite mi barriba, mi pubis y la cara interna de mis muslos, igual que mis huevos, pero de pronto, su boca se posesionó de mi tranca y me propinó una mamada de campeonato. Le pedí que parara, lo invité a las salas de casilleros, a descansar.
Nos dimos un duchazo ayudándonos mutuamente a retirar el aceite de nuestros cuerpos, salimos por separado, pedí dos cervezas y me dirigí a mi vestidor. Encendí un cigarrillo y él llegó todavía con la verga dura, entró, cerró la puerta y me dijo que tenía qué terminar el trabajo empezado. Me dio dos tres lametones, retrajo mi prepucio y lengüeteó la cabezota de mi tranca, luego la metió totalmente en su boca y al cabo de unos cinco empujones, le solté mi carga de mecos.
Este osezno se tragó todo mi néctar, algunos hilillos pendían de su bigote y barba, pero los limpió sobre mi peludo pecho. Fue delicioso el roce de su áspera barba en mi sensible piel.