En el baño de un bar
Aquella noche no tenía ganas de salir. Mi novio me había dejado hacía 48 horas y me dejé convencer por mis amigas para salir a tomar algo. No podía imaginar como acabaría la noche... ni que llegaría a casa pringosa de leche...
Aquella semana había sido particularmente dura. Para empezar las largas horas pasadas en la facultad, siguiendo por otras tantas horas dedicadas a terminar el trabajo de fisiología que tenía que entregar en unos días. Pero el remate final a una semana horrible vino dado cuando Jesús, el tío con el que llevaba un tiempo saliendo me dejó. Cierto es que no llevábamos mucho tiempo saliendo, apenas unos cinco meses, pero hay que reconocerle que no lo hacía nada mal en la cama, y que ciertamente, conseguía hacerme reír.
Por eso me quedé disgustada cuando me comunicó que nuestra relación se había terminado. Mis dos mejores amigas decidieron que nos fuésemos a cenar por ahí ese sábado, para animarme, pero no tenía ganas de nada, por lo que les dije que mejor lo dejábamos para otro día. Sin embargo, Laura, tan pesada como de costumbre me llamó dos o tres veces a lo largo de la tarde del sábado, y me vi obligada a aceptar el plan sólo para que me dejase tranquila.
Ya puestos, una vez aceptada la invitación, decidí aprovechar la salida y disfrutar de la noche, por lo que me vestí de forma sexy tal y como me gusta hacerlo. Me puse una camiseta roja de tirantes, que dejaba ver mi buen escote con una minifalda vaquera que llegaba unos 4 centímetros por debajo de mi culo. Mi vestuario se completaba con un sujetador y un tanga de encaje negros a juego y unos zapatos de tacón rojos. Cuando mis amigas me vieron, sonrieron y me dijeron que estaban encantadas de que mi verdadero yo hubiese vuelto a salir con ellas.
Fuimos a cenar a una pizzería a la que solemos ir, que queda bastante cerca de la zona de copas a la cual solemos ir. Para acompañar a las pizzas, decidimos beber la sangría de sidra especialidad del local. Nos gusta bastante, pero el mayor problema que tiene es que entra suave pero pega duro. Serían en torno a las once y media cuando salimos de la pizzería y nos fuimos a un bar.
Pedimos una ronda de mojitos y empezamos a bailar mientras bebíamos poco a poco. No había pasado mucho tiempo cuando noté la primera mano que de forma inocente (según quería hacerme creer su propietario) rozar mi culo. No le di más importancia, ya que son cosas que suelen pasar en los bares nocturnos. Durante el tiempo que estuvimos en aquel bar, nos tomamos un segundo mojito y fueron varias las ocasiones en las que note como mi culo era sobado.
Tras salir del bar, nos fuimos a mi bar favorito. Está situado en una casa antigua y tiene varias alturas y ambientes. Cuando llegamos allí había poca gente, pero sabíamos que eso duraría poco, ya que cuando el resto de bares cerraban, este era uno de los poco que seguían abiertos. Nos pedimos otra copa, y nos pusimos a bailar nuevamente. He de reconocer que me lo estaba pasando bien y que no me había acordado de mi ex en toda la noche.
En torno a las cuatro de la mañana, un tío vino a invitarme a bailar. No estaba nada mal, tenía unos ojos verdes que destacaban frente a su piel y pelo morenos. Era apenas más alto que yo, pero tenía un muy buen cuerpo con unos músculos trabajados de gimnasio que la camiseta ajustada que llevaba hacia resaltar. Decidí aceptar su invitación y comenzamos a bailar. Bailamos una salsa, una canción que me encanta: Mi libertad, de Julio Voltio. Hay que reconocer que sabía moverse, me llevaba bien haciéndome girar al son que a él le daba la gana. Tras esa canción, la siguiente que sonó fue una bachata. Sin preguntarme nada, dando por supuesto que seguiríamos bailando juntos se apretó contra mí y comenzamos a bailar. Noté sus manos en mi espalda, y le sentí comenzar a acariciarme el trozo de piel que quedaba al aire entre mi camiseta y el borde de mi falda. Se acercó más a mí, haciendo desaparecer el espacio que existía entre nuestros cuerpos y llevó sus labios hacia los míos.
Me sorprendió que fuese tan directo y, sin darme cuenta, abrí mis labios recibiendo su lengua dentro de mi boca. Nos comenzamos a besar con pasión y las manos que acariciaban mi espalda bajaron unos centímetros hasta apretar mi culo. Podía notar como cada una de sus manos estrujaba mis nalgas apretándome más y más hacia él, con lo que pude sentir como su polla empezaba a ponerse dura dentro de sus pantalones. No sé cuánto tiempo seguimos así, besándonos y sobándonos. Él estaba excitado, con su polla durísima pugnando por salir de su pantalón y yo no me quedaba atrás, ya que notaba mi tanga empaparse por segundos.
A todo esto, aún no sabía su nombre cuando me cogió de la mano y me sacó de la pista de baile, llevándome hacia uno de los baños del bar. En aquel momento estaba libre y nos metimos allí dentro, cerrando la puerta con el cerrojo después de entrar. Una vez cerrada la puerta, volvió a besarme con ansia, besando mi cuello y sobándome las tetas. Me llevó hacia la pared presionando mi cuerpo con el suyo y llevo sus manos a mi culo, metiéndolas por debajo de mi falda haciéndome estremecerme al notar lo frías que las tenía en contacto con mi piel desnuda. Apartó hacia un lado mi tanga y llevó un dedo hacia mi coño que entró con facilidad lubricado. Llevé mis manos hacia su paquete y le desabroché el pantalón, introduciendo mis manos dentro de sus calzoncillos y pudiendo tocar por primera vez aquella polla que llevaba rato notando contra mí.
Me acuclillé ante él llevando su polla hacia mi boca, deteniendo a lamérsela antes, deslizando mi lengua por su tronco bajando hasta los huevos, justo antes de comenzar a subir de nuevo hasta cubrir completamente su polla con mi saliva. Comencé a meterla profundamente en mi boca, hasta lograr introducirla entera. Era del tamaño justo para mi boca, llegando su capullo justo hasta el fondo de mi garganta y empecé a mover mi cabeza arriba y abajo sobre su polla. Él agarro mi cabeza empujándome fuerte contra ella, clavándola hondo en mi garganta, follándose mi boca.
Me tuvo aproximadamente cinco minutos en esa posición, acuclillada delante de él mientras se follaba mi boca, cuando no pude resistir más. Me saqué su polla de la boca y le supliqué que me follase. Me puse de pie y él me subió la falda apartando mi tanga totalmente empapado hacia un lado y comenzó a meterme el dedo en mi coño. Su dedo quedo totalmente impregnado de mi flujo y comenzó a meterme un segundo y un tercer dedo. Sin embargo eso no era suficiente, yo quería más y no me iba a conformar con sus dedos, por lo que agarré su polla y la dirigí hacia mi entrada chorreante.
Noté su empujón que hizo que su polla se ensartase de golpe hasta los huevos dentro de mí. Casi me corro en aquel momento del gusto que me dio sentirle dentro de mí. Comenzó un mete saca lento, haciéndome notar como cada centímetro de su miembro entraba y salía, llenándome completamente.
No pude resistirme más y empecé a jadear a cada una de sus sacudidas, más fuerte cada vez hasta llegar a sentir uno de los orgasmos más intensos que había disfrutado en el último año, mientras él seguía follándome cada vez más rápido.
No podía creerme como estaba trascurriendo la noche. Pasé de no tener ganas de salir con mis amigas a tomar unas copas a estar follando en el baño de un bar. En ese momento, recordé que llevados por el calentón del momento, no estábamos usando condón. Se lo dije, y pensé morirme de la desilusión cuando me contestó que no tenía, ya que yo tampoco llevaba. Tomo la píldora, por lo que el riesgo del embarazo estaba prácticamente descartado, pero no quería tampoco que un tío que no conocía de nada me llenase el coño de leche.
Me dijo que no me preocupase y sacó su polla de mi coño. Un gran disgusto pasó por mi cuerpo en aquel momento, sin embargo, al segundo me hizo darme la vuelta y me empujó contra la pared. Colocó su polla entre mis nalgas y comenzó a frotarse contra mí. Sentía como aceleraba cada vez más sus movimientos y su respiración empezaba a acelerarse. Llevó sus manos a mis tetas estrujándolas con fuerza, llegando incluso a hacerme daño.
Comenzó a jadear, y empecé a notar un calor sobre la piel desnuda de mi culo. Uno, dos, tres perdí la cuenta de los trallazos de semen caliente que estaba derramando sobre mí. Sentía mi culo pringoso de su corrida y su leche empezaba a escurrirse por mi pierna.
No pude dar crédito a lo que pasó después. Tras haberse corrido dejándome toda pringosa con su leche, se vistió, abrió la puerta del baño y se fue dejándome allí sola.
Me sentía totalmente humillada. Había empezado a bailar con un tío y acabe con mis nalgas llenas de leche. Intenté arreglarme lo que pude, colocando mi ropa en su sitio y busque papel higiénico para limpiarme la corrida, pero solo encontré el canutillo de cartón.
Me tocaría irme a casa con el culo lleno de leche