En el baño de discoteca
Eran demasiadas las ganas como para esperar más...
Esa noche encontraba más receptiva a Sara después de tantos días tonteando, de tantas ganas contenidas de ir más. Un poco bebida, lo que frenaba su deseo parecía haber desaparecido, se podía notar en la forma en que me miraba. Ambos sabíamos lo que queríamos, solo que esa noche ella dejo de contenerse y se dejó llevar.
En medio de la pista comenzamos a besarnos. Por fin podía sentir sus labios junto a los míos, su lengua jugando con la mía. Pero al ver sus ojos supe que aquello no iba a ser todo lo que pasaría esa noche. Su mirada lasciva me decía que quería más y enseguida me lo demostró. Me cogió de la mano y atravesando la discoteca nos metimos en el baño de hombres.
Ignorando a los que allí había, fuimos directos a una de las cabinas tratando de contener la risa por la locura que estábamos haciendo, pero en cuanto cerramos la puerta, su cara volvió a cambiar. Ahora era deseo lo que mostraba, unas ganas incontrolables de follar conmigo en aquel baño.
De nuevo nuestros labios se juntaron, pero esta vez con más intimidad, nuestras manos no se estuvieron tan quietas. Enseguida estaba agarrándome a su culo mientras ella echaba mano al bulto de mi pantalón, que no dejaba de crecer. Fui un poco más abajo para colarme debajo de su vestido y pasando una mano por delante, comencé a acariciar su coñito por fuera de la tela de encaje. En ese momento ella ya se había librado de mi cinturón y sin perder un segundo me la estaba sacando, agarrándola con fuerza en un movimiento delicioso. Pronto quiso agacharse y no la detuve, ya que las ganas que tenía de meterla en su boca eran casi tan grandes como su hambre de polla, porque en cuanto la puso entre sus labios me demostró su experiencia chupando.
Disfruté de esa deliciosa mamada hasta se levantó a besarme, momento que aproveché para agarrarla y darla la vuelta. Quedando con las manos apoyadas contra la pared, saqué sus tetas con una mano mientras que con la otra me colé esta vez dentro de su tanga para empezar a masturbarla. Su coño me recibió empapado y no tardó en correrse sin preocuparse de quien pudiera oírla gemir. Pero eso no iba a ser suficiente para mí.
Con el vestido arrugado en su cintura solo tuve que echar el tanga a un lado, apuntar a su coño y empujar fuerte. Estaba tan mojada que mi polla se deslizó hasta el fondo, quedando totalmente empapada. Ni siquiera nos habíamos parado a pensar en el condón, por lo que nada separaba su cuerpo del mío.
Agarrado a sus tetas, enterraba mi polla en su coño haciendo sonar mi cuerpo contra el suyo. Sus gemidos ya no eran ahogados sino incontrolados, lo que delataba los orgasmos que estaba teniendo hasta que ya, sin poder controlarlo, mi polla se hinchó y agarrándola de las caderas la atraje contra mi cuerpo para soltar una corrida masiva en lo más profundo de su coño. Cuando por fin se la saqué, enseguida llevó su mano al coño para comprobar que eso que salía sin parar era semen. Creo que fue en ese momento cuando se acordó del condón...