En el autous
Fantasia recurrente en mis ultimas noches de soledad, si algun maduro quiere que la ampliemos juntos, os espero en mi direccion de correo electronico.
Ya estoy en el autobús como cada día. Lo cojo bastante temprano para ir a trabajar, muy pocas personas montan a esa hora, por lo que me siento, en el mismo sitio de siempre, pasado el medio del autobús, y junto a la ventana para apoyarme en ella cómodamente, cojo mi libro y me dispongo a pasar el viaje inmersa en la lectura.
Voy vestida con una falda larga de vuelo y una camisa blanca, en el trabajo no me obligan a ir demasiado arreglada, por lo que prefiero la comodidad de ese tipo de ropa para la oficina.
Soy una chica normal, de las que se definen perfectamente con “del montón”, de estatura media y complexión normal, pero con bastante pecho, que es el rasgo más característico de mi aspecto. Respecto a mi forma de ser, me considero bastante tímida y reservada, aunque también muy alegre y divertida.
Cuando apenas llevamos cuatro o cinco paradas desde el inicio, monta un señor mayor, el autobús está prácticamente vacío, por lo que cuando se dirige a donde yo estoy sentada pienso: “vaya, alguien con ganas de charlar”.
Muchas veces me ha pasado ya, siempre con alguien mayor, que se sienta al lado e intenta mantener una conversación trivial para hacerse el viaje algo mas ameno, aunque yo soy muy reacia a esas charlas, me interesa más el libro que estoy leyendo que cualquier conversación entre desconocidos, por lo que sigo leyendo mientras me muevo un poco para que se siente a mi lado más cómodamente.
Nada más sentarse, pone su mano en mi rodilla, pienso que con el movimiento del autobús habrá tenido que sujetarse, por lo que le sonrío y continúo leyendo a la espera que quite su mano ya que está bien acomodado.
El anciano no quita la mano, es mas, la sube un poco, quitándola de la rodilla y acercándola a mi muslo.
En ese momento, levanto mi mirada del libro muy enfadada, y me dispongo a decirle cuatro frescas a aquel descarado, pero cuando voy a abrir la boca, justo al mirarle a la cara, le observo, mirándome hacia el pecho con una cara de lujuria que me deja completamente sin palabras.
Bajo la mirada hacia mi pecho para comprobar qué mira con tanta insistencia, y me doy cuenta que el botón superior de la camisa se ha desabrochado, por lo que junto a los dos que no había abrochado yo, dan al señor una vista bastante esplendida de mi pecho.
Tímidamente acerco mi mano para abrocharme el botón, cuando oído una voz suave pero firme mi lado:
- Ni se te ocurra hacerlo, se nota que eres de las que les gusta ir mostrando para que los hombres se calienten a su paso, déjalo así para que siga disfrutando de la vista de tus tetas.
Escucharle dirigirse a mi de esa forma tan despectiva, tratándome como un simple objeto, me deja sin defensas, nunca se cómo reaccionar ante las cosas que no espero, por lo que dócilmente bajo mi mano del pecho y la poso nuevamente sobre mi regazo.
- Muévete un poco, seguro que si te estiras se abre mas tu escote.
No se que me pasa, pero lentamente hago caso de lo que aquel hombre me dice y efectivamente, al estirarme hacia adelante la camisa se abre más y deja a la vista el inicio del sujetador.
- Sabía que eras una guarrilla, de las que se dejan hacer de todo y disfrutan del momento.
Me está ofendiendo… debería ser capaz de responderle o al menos de levantarme para cambiar de sitio si no estoy dispuesta a montar un espectáculo, pero no soy capaz de reaccionar.
La mano que tiene en mi pierna continúa su movimiento ascendente, muy despacio acercándose cada vez más a mi entrepierna, y yo sigo dejándome hacer como si no tuviera voluntad propia.
- Como me gustan las chicas como tu, hacer con ellas lo que quiera, me ponéis tan cachondo… que ganas tengo de tocar tu coñito, ya verás lo rápido que se moja cuando lo haga.
Sus palabras, además de molestarme, están consiguiendo que me excite, nunca me había sentido tan humillada, pero extrañamente estoy empezando a humedecerme.
- Abre un poco las piernas, quiero tocarte el coñito.
Esa forma de hablarme me está calentando muchísimo, en ese momento estoy completamente entregada a lo que el me pide, así que abro un poquito las piernas para que el pueda acceder a mi sexo con su mano.
- Deseas que te acaricie, ¿verdad? Sabía yo que eras de esas.
De repente y sin decir nada más sube su mano directamente a mi sexo y lo atrapa completamente con su mano, haciéndome que respingue al notarla allí
Comienza a tocarlo torpemente, sobándolo con rudeza, pero haciendo que me caliente más y más.
- Ábrete más guarrilla, voy a meter mi mano bajo tu falda a ver que me encuentro.
Abro aun más mis piernas y el baja la mano y la introduce por debajo de mi falda, la sube lentamente y la posa directamente en mi sexo y comienza a mover un dedo lentamente por mi rajita, completamente mojada.
- Uhmmm, mira como estás guarrilla mía, completamente mojada y solo te he hablado, seguro que te correrías como una loca si te tocara un poco más, pero no lo voy a hacer si no me lo pides.
Este hombre es un completo pervertido, quiere que le pida que me acaricie, pero no estoy dispuesta a someterme mas aun, así que muerdo mis labios reprimiendo los deseos de gritarle que me de placer.
Continúa unos segundos mas pasándome los dedos por el sexo, pero al no tener la respuesta que espera de mí, deja de hacerlo y me mira directamente a la cara.
- Venga, mi guarrilla, si estas deseando que te acaricie el clítoris, así que no te hagas la remilgada y pídemelo.
No se de donde sale una voz que dice tímidamente:
- Por favor, acarícieme.
Su sonrisa se hace mas pronunciada, y vuelve a hablar.
- Así no me sirve, quiero que me lo pidas mejor, si eres buena te hare sentir el mejor orgasmo de tu vida.
No se que me pasa… pero no puedo contenerme, necesito que siga tocándome, así que repito:
- Por favor, acarícieme, estoy muy caliente y necesito que me acaricie.
Estoy completamente desesperada, quedan muy pocas paradas para llegar a mi destino y me encuentro suplicándole a un extraño que me haga llegar a un orgasmo que deseo con locura.
El hombre vuelve a hablarme:
- Mírame a la cara, quiero que me mires cuando te haga correrte.
Levanto mi mirada y le miro fijamente a los ojos, el sonríe y vuelve a meter su mano bajo mi falda.
Directamente llega hasta mi sexo y con un rápido movimiento retira la braguita e introduce su dedo pulgar dentro de mí mientras con el índice me acaricia el clítoris con suavidad.
No puedo reprimirme y un gemido escapa de mis labios, suerte que el autobús va bastante vacío y que no me escucha nadie.
Se recrea con mi placer, no tiene prisa por darme lo que tanto anhelo, y yo me encuentro completamente entregada a el.
- Por favor… me bajo dentro de dos paradas… necesito que me haga llegar al orgasmo… por favor.
No me puedo creer que esté suplicándole, pero ni yo misma me reconozco en esta situación.
Sonríe con aires de superioridad, y comienza a acariciarme con rapidez, sus dedos rugosos me hacen tocar el cielo y comienzo a gemir suavemente notando la prontitud del orgasmo.
- Venga mi putita… córrete para mi…
Solo el hecho de escucharle decir esa palabra dirigida a mi me hace correrme como una loca, restregándome contra su dedo y gimiendo muerta de la vergüenza por sentir tanto placer.
Cuando con los últimos estertores del orgasmo terminan, agacho la cabeza muerta de vergüenza, pero el retira su mano de mi sexo, la acerca a mi cara y me la levanta para que le vuelva a mirar para decirme:
- Muy bien, guarrilla mía, me ha encantado como lo has hecho, y por lo tanto te has ganado la posibilidad de que juegue contigo a menudo, mañana quiero que montes en el mismo autobús, y en el mismo sitio, eso sí quiero que vayas pensando en este orgasmo que te he dado hoy para que estés bien mojadita ya cuando yo suba estés ya dispuesta a entregarte a mi, ¿entendido?
- Si.
- Además quiero que no lleves bragas, así me demostraras lo guarrilla que eres y las ganas que tienes de mi, ¿lo harás?
- Si…
- Muy bien, putita mía, pues creo que esta es la parada donde tienes que bajarte, ¿verdad?
Galantemente se pone de pie y me deja paso para que salga del autobús completamente avergonzada, pero a la vez satisfecha por el orgasmo que acabo de tener.
Cuando noto el aire en la cara, reacciono por fin, y me doy cuenta de lo que acabo de hacer, me he ofrecido a un completo extraño y le he suplicado para que me acaricie, de pronto vuelvo a ser yo, esa chica recatada que por nada del mundo volverá a dejarse tratar de ese modo.
Desde luego, no volveré a coger ese autobus... ¿o sí?