En el autobus (2)
Seguda parte de mi fantasía, espero que me comentéis que os parece.
No… no voy a coger este autobús, pero ¿por qué me he vestido como el señor me dijo? ¿En qué estaría pensando cuando no me he puesto ropa interior, si tengo claro que no pienso dejarme manipular de nuevo?
Mis pensamientos vuelan libremente de camino a la parada del autobús apresuradamente porque llego bastante justa a cogerlo.
No… no necesito cogerlo, precisamente he avisado a mi jefe de que llegaré más tarde… esperaré al siguiente en la parada, tomando un café tranquilamente.
Allí está el autobús, y yo sigo firmemente decidida a no cogerlo, no pienso caer en las redes de ese desconocido.
- Hola encanto, aquí como todos los días, venga sube, que nos vamos.
Sin pensarlo dos veces hago caso al conductor y monto.
No aprendo… llevo desde que me levanté intentando convencerme de no hacer caso a las exigencias del desconocido de ayer y estoy montada en el autobús, vestida como el me exigió, y sin ropa interior, y lo que es peor… estoy excitada esperando llegar a su parada.
Conforme el trayecto del autobús avanza, me encuentro más y más nerviosa, a la espera de verle de nuevo.
Por fin hemos llegado, miro impaciente hacia la puerta conteniendo la respiración… sí, ahí está, subiendo de nuevo, solo el hecho de verle hace que mi respiración se descompase por la excitación del encuentro.
Se acerca por el pasillo sonriente, y yo abro un poco las piernas sin darme apenas cuenta, la excitación que me produce me hace comportarme de un modo completamente ilógico en mí.
Está a mi lado, mirándome sonriente, mientras yo, con la cabeza gacha de la vergüenza deseo que se siente ya a mi lado y me someta.
Pero pasa de largo, no puede ser, me ha visto sentada en el mismo lugar, con la misma ropa…
No me da tiempo a pensar demasiado, una voz justo detrás de mi me hace reaccionar.
- Buenos días, guarrilla, sabía que te encontraría. Me he dado cuenta que me hiciste caso y vas vestida justo como te pedí, espero que también te hayas dejado las bragas en casa, como la putita que me gusta que seas.
Un jadeo escapa de mis labios al escucharle, y una oleada de calor recorre mi cuerpo con sus palabras.
- El caso es que lo voy a saber enseguida, porque te vas a bajar en la primera parada del siguiente pueblo, y vas a ir a la churrería que hay justo entre las dos paradas, pídete un café y acto seguido entra al baño… no enciendas la luz, solo espérame.
¿Qué pretende? ¿No es suficiente con someterme a su antojo en el autobús? Mi mente vuelve a nublarse con sus palabras, y mi sexo comienza a humedecerse con cada palabra que sale de sus labios…
- Es tu parada, venga guarrilla, haz lo que te digo.
Me levanto sin pensar en nada más que en lo que me pide, soy una autómata que sigue sus órdenes al pie de la letra.
¿Qué me pasa? Siempre me he considerado una mujer de carácter, que no se deja manejar por nadie, pero aquí estoy, esperando a oscuras en un baño público a que llegue ese desconocido que me hace perder la razón completamente.
De pronto se enciende la luz, con los nervios no he escuchado la puerta, y el extraño aparece frente a mí.
- Hola de nuevo guarrilla, lo primero es lo primero, y quiero comprobar si me hiciste caso en todo, así que sube tu falda. Eso sí, quiero que no dejes de mirarme a los ojos mientras lo haces.
Mis manos bajan hacia mis muslos y comienzan a subir la falda lentamente hasta llegar con ellas a la cintura, dejando mi sexo completamente depilado y brillante por la humedad expuesto a su mirada.
- Veo que eres muy obediente, y eso me encanta, así que creo que te mereces una recompensa por tu obediencia. Ábrete de piernas, quiero acariciarte.
Hago lo que me pide sin dudar, necesito sentir sus dedos dentro de mí de nuevo, lo llevo deseando desde que bajé del autobús el día anterior.
Su mano se posa directamente en mi clítoris, con dos dedos lo coge firmemente y comienza a pellizcarlo con rudeza, haciendo que mis primeros gemidos escapen de mis labios.
- Como me gusta que seas tan calentorra, siempre dispuesta a recibir placer, ¿verdad?
No puedo hablar… estoy completamente concentrada en el placer que estoy sintiendo.
- Vaya, veo que hoy no quieres hablarme, está bien. Pero si no eres tu quien me pide caricias, no seré yo quien te las dé… no me gusta aprovecharme de jovencitas como tu.
Su mano se retira de mi sexo, aun quiere someterme mas, quiere que sea yo quien le ruegue por caricias, pero necesito tenerlas, así que mi voz apenas audible sale de mis labios.
- Por favor, se lo ruego señor, acarícieme.
- Jajjaja, mira mi putilla, caliente como una perra implorando por las caricias de un viejo.
- Si, señor… se lo pido por favor, tóqueme, estoy muy caliente y necesito sus caricias.
- Gírate y ponte frente al espejo, quiero que veas la cara de vicio que tienes cuando te acaricio.
Me giro sin duda, y me miro al espejo, mis labios húmedos, mis mejillas sonrojadas, mis ojos entrecerrados… estoy completamente entregada.
- Ábrete bien, voy a volver a acariciarte.
Abro las piernas todo lo que puedo, el se pone justo detrás de mi y con las dos manos abre mi sexo completamente, con una de sus manos comienza a tocar de nuevo de clítoris hinchado y duro de la excitación y con la otra comienza a introducirme dos dedos rápidamente.
- Así me gusta, putita mía… que desees tanto mis caricias que no pienses mas que en mis dedos.
No deja de masturbarme con fiereza, metiendo los dedos cada vez más profundamente y separándolos un poco al sacarlos para que los sienta hurgar dentro de mí. Empiezo a moverme contra su mano sin parar de gemir, sus sabias manos hacen estragos en mi sexo y siento la prontitud del orgasmo.
- Venga guarrilla, córrete para mi…
Volver a escuchar su voz hablarme con ese desprecio me hace llegar a un orgasmo feroz, mis piernas tiemblan mientras sigo buscando con mis caderas sus dedos en mi sexo que no paran de moverse mientras gimo con desesperación con los estertores de un orgasmo maravilloso.
- Muy bien, putita… mañana habrá más. Pero solo si tú lo deseas. ¿Qué me dices?
- Si señor… deseo ser suya de nuevo, quiero que me haga lo que le plazca, estoy dispuesta a cumplir todos sus deseos.
- Poco a poco… mañana te espero aquí de nuevo. Ven vestida como quieras, espero que me sorprendas.
Sin mas palabras sale del baño, dejándome aun temblorosa por el orgasmo que acaba de producirme y avergonzada por mi forma de comportarme con el.
Qué tarde se me ha hecho… me arreglo como puedo y salgo presurosa a coger el siguiente autobús para llegar a tiempo a trabajar, pero antes tengo que pagar el café.
- No se preocupe señorita… el café lo ha pagado un señor hace un momento. Me ha pedido que le diera esta nota de su parte.
Me entrega una servilleta con unas cuantas palabras escritas con letra pulcra y elegante: “Mañana será mucho mejor… seguro”
Solo leer esas pocas letras, me hace humedecer de nuevo… mañana será mejor.