En el asiento de atrás mientras mi marido conduce
Juerga con amigos en la playa. Regreso a casa sentada en el regazo del mejor amigo de mi marido mientras él conduce y...
Me llamo Eva. Tengo 28 años y soy una mujer realmente ardiente. Me encantan los hombres, disfruto excitándolos y despertando en ellos el deseo. No soy una calientapollas, ya que si pongo a un hombre cachondo me gusta complacerle posteriormente. Creo que soy la mujer más afortunada del mundo en lo que al sexo y a la relación de pareja se refiere.
Me explico: como cualquier mujer de verdad tengo la cabeza llena de fantasías de lo más morbosas y viciosas. Las mismas que casi todas las mujeres tenemos y que casi ninguna se atreve a confesar a su pareja. Pero ahí radica precisamente mi suerte. Mi pareja y yo tenemos exactamente las mismas fantasías.
Lo descubrimos meses después de estar juntos, durante una noche de juerga en la que nos pusimos hasta arriba de coca, ya sabéis, la droga de la verdad. Te desinhibes y parece que puedes contar cualquier cosa como lo más normal del mundo. Bueno, al grano. A mí pareja le encantaba fantasear con la idea de que yo me lo hiciera con sus amigos -siempre con su complicidad- pero a menudo la fantasía pasaba porque esos amigos no se enteraran de que él estaba al tanto de todo. A partir de aquel momento empezamos a follar como locos, mientras él me relataba su última fantasía mientras echábamos un polvo.
Me pedía que me imaginara poniendo cachondo a mengano o a fulano, follando con ellos a escondidas en un baño, enseñándoles el coño en un bar. Yo me ponía como loca. En una ocasión, tras una noche de juerga con amigos hicimos el reparto de cada uno en nuestro coche. Yo había estado de lo más cachonda durante toda la noche y me tocó sentarme sobre las piernas de uno de los chicos en el asiento de atrás de nuestro coche, mientras el que hoy es mi marido conducía.
Al chico se le puso dura y a mí me excitó, pero la prudencia impidió que ocurriera nada de lo que me pudiera arrepentir. Sin embargo, al llegar a casa le conté lo sucedido a mi marido y aquello lo puso como una moto. Fantaseamos sobre aquello durante largo tiempo, hasta que agotamos la fantasía y pasamos a otra. Sin embargo, un año más tarde ocurrió lo inevitable: que una de nuestras fantasías fuera más allá. Ocurrió durante las vacaciones de verano. Coincidimos tres parejas amigas en un hotel de playa durante un fin de semana. Salimos de juerga, copas, baile, coca y final en la playa para bañarnos desnudos a la luz de la luna. Un juego excitante pero sin mayores consecuencias. De vuelta de la playa nos metimos todos en el Twingo alquilado. Mi marido conducía y yo tenía que sentarme en el asiento trasero sobre el regazo de su mejor amigo. Antes de entrar crucé una mirada vidriosa por el alcohol pero de clara complicidad con mi marido. Su amigo me había estado observando con deseo, aunque con cautela, toda la noche. Y yo por fin di un paso más.
Contando con la supuesta aprobación en la mirada de mi marido me subí al coche con mi pequeño vestido de verano, ajustado y cortísimo, y sin bragas. Esto último sólo lo sabía yo. El resto de los chicos vestían exclusivamente sus calzoncillos. Nos pusimos en marcha por un camino de tierra que conducía desde la playa hasta la carretera, con la música a tope y la oscuridad más absoluta. Yo iba sentada sobre las piernas de Sergio con el cuerpo hacia delante, haciéndole mimos a mi marido y besándole la oreja. El camino estaba lleno de baches y en uno de estos mi cuerpo quedó completamente encajado sobre el de Sergio. Todos cantaban al ritmo de la canción del verano que sonaba en la radio pero hubo algo que a mí me obligó a guardar silencio. Teníamos cerca de media hora hasta el hotel y la polla de Sergio se había endurecido de una forma escandalosa. Noté que se sentía violento, pero no se atrevía a hacer un sólo movimiento. Se había puesto cachondo involuntariamente. Para mí, la sensación de excitación fue incontrolable, y además yo sabía que no llevaba nada bajo el vestido.
Comencé a mojarme inmediatamente pero tampoco me atreví a hacer un solo movimiento. Yo seguía inclinada hacia delante y empezaba a sobar los hombros de mi marido con fruición y a besarle el cuello. El notó enseguida que algo estaba ocurriendo y se limitó a decir: "ponlo a cien, diviértete, pero no te pases". ¿Qué significaba aquello? Yo tenía que sacar mis propias conclusiones. Sin dejar de acariciar el cuello de mi marido terminé de acomodarme lo más disimuladamente posible. Miraba al resto de los amigos y todos parecían estar absortos cantando excepto la novia de Sergio, que se había dormido a su lado. Es decir, tenía vía libre. Saqué valor de mi propia excitación y haciendo ligeros y discretos movimientos logré que la polla de Sergio quedara perfectamente encajada entre mis piernas, abrazada por mis nalgas y mi coño con el único impedimento de la tela de sus calzoncillos, que se habían empapado con mis flujos. Sergio empezó a percatarse de que yo era consciente de la situación y la estaba aprovechando, y tuvo el valor de hacer el también sus discretos movimientos para colocarse de la manera más cómoda posible. Entretanto, yo continuaba sobando a mi marido cada vez más intensamente y él se volvió ligeramente para pedirme por favor que le contara qué estaba ocurriendo. Se lo resumí como pude, ocultándole el detalle de que no llevaba bragas. Es decir, él era consciente de todo excepto del hecho de que mi coño estaba en contacto directo con el calzoncillo de su amigo.
Miré hacia el calzoncillo de mi marido y la polla estaba a punto de salírsele. Le pregunté que si quería que continuara, y me dijo que si me gustaba que siguiera adelante, pero que por supuesto ya sabía dónde estaba el límite. Habíamos hablado de llevar a cabo fantasías en más de una ocasión y yo sabía que el supuesto límite estaba justo antes de la penetración, eso era tabú y exclusivo de nuestra relación. Yo le dije que por supuesto, que no estaba loca... pero en aquel momento sí que lo estaba. A todas estas Sergio se movía ya con más descaro y había posado sus manos en mi trasero. Luego se aventuró a levantar mi vestidito y fue ése el momento en que se dió cuenta de que no llevaba nada debajo y de que lo que había empapado sus calzoncillos no era mi bañador mojado... Ya no había nada que ocultar. Si ya la tenía grande y durísima, esto hizo que creciera aún más y que empezara a sentir espasmos dado que no podía mover sus caderas. Empezó a sobarme el culo y yo, ya incontralada, metí mis manos por debajo de mi vestido y empecé a sobarle la polla.
Al principio por encima de la tela, pero inmediatamente busqué la abertura del calzoncillo y se la saqué. Creo que no he estado más excitada en mi vida. Me di cuenta de que mi marido reclamaba mi atención y llevé mi mano izquierda otra vez a su cuello. Empecé a practicar en su cuello con una mano los mismos movimientos que estaba efectuando sobre la polla de Sergio con la otra. Mi marido sabía lo que estaba ocurriendo, de hecho él se estaba tocando la polla con su mano izquierda y sólo me dijo: "No te pases, ya sabes hata dónde puedes llegar". Mi respuesta fue la misma de antes: tranquilo, no estoy loca. La polla de Sergio era enorme. Había soñado con ella en más de una ocasión ayudada por las fantasías de mi marido, pero creo que no me la había imaginado tan grande. No soy de esas mujeres que prestan importancia al tamaño de las pollas pero en aquella ocasión no me quedaba más remedio que hacerlo. Fundamentalmente por lo que ya pueden imaginar. Yo ya había decidido metérmela, pero sobresalía tanto por delante de mi coño y estaba tan hinchada que no sabía cómo arreglármelas para poder llevarla al interior de mi coño sin tener que levantarme descaradamente arriesgándome a que alguien se diera cuenta de lo que ocurría en aquel rincón del coche.
Sergio se percató de mis intenciones y se hizo para atrás cuanto pudo. Yo me incliné más incluso sobre mi marido hasta el extremo de que pude tocarle su polla con mi mano izquierda. En el momento en que metí mi mano bajo su calzoncillo para tocarla directamente y de oir un suave gemido de mi marido Sergio hizo un movimiento brusco y logró colocar su polla en la entrada de mi coño. Justo en ese momento me incorporé hacia atrás y sentí como aquella enorme polla se deslizaba suavemente por mi interior.
La penetración no es mi ejercicio sexual favorito, pero aquella situación estaba marcando un antes y un después en mi vida sexual. No pude reprimir un gritito por lo que mi me preguntó si me estaba corriendo, pensando que sólo estaba jugando a los roces. Sin embargo, me conoce lo suficiente para saber cómo respondo a los estímulos y me preguntó: "¿No te lo estarás follando?". Yo tardé un poco en poder hablar y lo negué como siempre: ¿Te crees que estoy loca?. Pero él no era tonto, de manera que me dijo que lo disfrutara pero que disimulara para que no se diera cuenta nadie. Y añadió un lacónico "ya hablaremos", al mismo tiempo que continuó tocándose la polla, ahora ya con descaro y fuera del calzoncillo. En aquel momento ya se habían dormido todos los pasajeros excepto nosotros tres. Sergio, sin embargo, creo que continuaba ignorando que mi marido estaba al tanto de todo pues estaba en las nubes con los ojos cerrados. Una vez que comprobó que todos dormían llevó las manos a mis tetas y palpó los pezones durísimos y que tantas veces había mirado con deseo y, estoy segura, tantos celos habían provocado en multitud de ocasiones en su novia. Ya sabéis que las mujeres odian a las chicas que tenemos pezones muy pronunciados, pues sabido es que es una de las imágenes que más cachondo pone a cualquier hombre.
Apretándome los pezones Sergio empezó a mover ligeramente las caderas, al tiempo que yo hacía lo mismo encima de él mientras con una mano me acariciaba el clítoris y con la otra jugueteaba con la boca de mi marido, que no hacía más que chuparme los dedos del mismo modo que yo le chupaba a él la polla. Sergio no pudo aguantar más y empezó a tener espasmos dentro de mí. Yo me recliné hacia delante y le cogí la polla a mi marido. Ambos se corrieron simultáneamente. A continuación lo hice yo, y ya no me corté nada. Cabalgué sobre Sergio y sobé con fuerza la polla de mi marido y su cuello. En aquel momento ya llevaba todo mi vestido abierto por delante con las tetas fuera. Estábamos a punto de llegar al hotel y me abroché el vestido pero en ese momento se despertó la novia de Sergio y no pude hacer el movimiento para sacarme la polla que llevaba en mi coño.
Mi marido paró el coche en el parking, abrió la puerta y se bajó para permitir que bajáramos los pasajeros del asiento trasero. En ese momento, y ya con todos esperando salir del coche me incorporé lentamente, sabiendo que mi marido se daba cuenta de la situación y que según me iba levantando me iba sacando de mi coñito aquella enorme polla, aún dura, sin que la ingénua de la novia de Sergio se diera cuenta de que el semen de su novio estaba resbalando por mis muslos. Sergio hizo lo que pudo para guardársela tapándose con una toalla, seguramente pensando lo mismo de mi marido que yo de su novia. Según puse un pie fuera del coche, sujetándome la falda para que la novia de mi reciente amante no se diera cuenta de mi desnudez, no pude evitar lanzar un pequeño gemido de placer al notar mi coño y mis piernas empapadas y el vacío de mi coñíto. La novia de Sergio preguntó: "¿te has hecho daño?".