En el aeropuerto

De vuelta de las vacaciones, en el aeropuerto...

Estaba con mi pareja en el hotel ya cerrando las maletas cuando recibí un whatsapp. «Quiero que vayas a recepción; tienes un regalito de mi parte». Me excité inmediatamente, y decidí pasar a recepción.

  • Te espero abajo, cariño.

En recepción ciertamente tenían un paquete para mí. Quise ver qué era. En una relación D/s sabes que no será un regalo sin más, así que me aparté a un rincón para abrir la cajita con discreción. Era un plug anal y un pequeño bote de lubricante. Mi excitación se acentuó. Envié un mensaje dando las gracias por ese regalo, y no tuve que esperar tres segundos para recibir respuesta: «Quiero que lo uses YA.». Me sonrojé, pero sentía mi cuerpo caliente como un volcán y unas ganas inmensas de insertarme ese plug en mi querido trasero. Entré en el baño y me lubriqué mi ano y mis dedos; poco a poco, entró uno de mis dedos, y jugando en círculos empecé a abrir más y más mi trasero. Entró mi segundo dedo y seguí jugando con mi ano. Me lubriqué de nuevo, seguí con mis dedos y tras un ratito entró un tercer dedo. Me excitaba y estaba a punto de empezar a aullar de placer. Me estuve follando con tres deditos un ratito y luego lubriqué el plug. Entró primero sin problemas, la parte más estrecha, pero poco a poco se hacía más ancho, más gordo, y lo sentía más y más en las paredes de mi ojete. No conseguí que entrara totalmente, era bastante grande. Nunca me había entrado nada tan grueso por el culo, francamente. Lubriqué de nuevo y, finalmente, conseguí insertármelo. Me sonreí: era como una victoria. Me limpié bien y mandé un mensaje dando cuenta de ello. «Bien, así me gusta. Que seas obediente. Espero no enterarme que me has engañado».

Cuando salí del baño mi pareja me estaba esperando ya en la recepción.

  • Qué hacías?

  • Nada, estaba en el baño.

  • Eso ya lo sé. ¡Has estado un buen rato!

  • Sí, me sentía un poco revuelto...

Nuestras vacaciones habían acabado ya y era la hora de partir hacia el aeropuerto. El taxi nos llevó del hotel al aeropuerto y media hora más tarde nuestro avión despegaba. Todo ese rato, en el taxi, en el aeropuerto... y luego en el avión, yo no me podía sacar de la cabeza ese plug insertado en mi culo. Cómo olvidarlo: lo sentía perfectamente dentro de mí! Cerré los ojos, intentando relajarme, disfrutar de esa sensación... y evitar así que mi pareja me diera conversación, pues me ponía de los nervios dada la situación.

Al llegar al aeropuerto de Barcelona, aún en el aeropuerto, pasamos por un puesto de seguridad, donde estaba la policía, o aduanas, o qué sé yo. Dejé mis pertenencias en la cinta trasportadora y pasé por el arco, sin ningún problema, pero por alguna razón me llamaron a un lado. En un primer momento fuí distraído, pero poco a poco los nervios se hicieron presentes y creo que no los podía disimular. Fuera o no por eso, llamé su atención y me hicieron pasar a una salita, tras unos vidrios de cristal. Desde fuera no se veía adentro, però desde dentro sí se veía afuera: la multitud de gente que iba pasando por el arco, mi pareja que había visto todo y tuvo que esperar fuera, frente a los cristales.

Aparte de mí había un hombre y una mujer. El hombre era muy alto, fuerte. La chica, más pequeñita pero con una mirada dura.

  • Desnúdate —dijo ella, secamente.

  • ¿¡Perdón!?

  • Que te desnudes, venga —sentenció el hombre, rudo.

  • Esto es un abuso...

  • Qué abuso ni qué perro muerto: tenemos que registrarte. Y ahora, si no es molestia...

¡Claro que era molestia! Pero estaba claro que no tenía otra opción. Yo temblaba. Y recordaba ese plug en mi culo y me enrojecía. Me quité toda la ropa quedándome en ropa interior.

Se quedaron mirándome intensamente, de forma intimidante. Sentía un calor dentro de mí... el plug, esa situación, mi casi total desnudez y esos ojos clavados en mi cuerpo vulnerable. Pasaron unos segundos que se hacían eternos...

  • ¡Venga! ¡¿Qué parte de «desnúdate» no entendíste?!

  • ...

  • Venga, ¡TODO fuera!

Qué humillación... quería ponerme a llorar... mis ojos —enrojecidos como mis mejillas— se humedecieron... Me quité toda la ropa, quedando en una desnudez absoluta frente a su mirada.

  • Separa las piernas —ordenó el hombre, con voz firme— y pon las manos en el cristal.

Separé un poquito mis piernas y apoyé mis manos en el cristal. Del otro lado del cristal, justo enfrente, estaba mi pareja junto a otros policías y viajeros que iban pasando frente a mí. Por suerte ellos no me veían, pero me sentía en una situación de puro exhibicionismo. Y no me exhibía, es cierto, ante miles de pasajeros, pero sí ante esos dos policías.

La chica me dió una patada y me separó las piernas, dejándolas muy abiertas, en una situación muy incómoda, y con el culo en pompa hacia ellos.

  • ¡¿Qué eso eso!?

Mierda: habían visto la base del plug. Noté unas manos en mis nalgas, buscando en el ojete... Enseguida escuché una carcajada, las risas de los dos.

  • ¿Es lo que creo...? —preguntó riendo el hombre.

La chica se reía.

  • Siii, es exactamente lo que crees —contestó la chica, sin parar de reír.

  • ¡¡Qué putón!! Jajaja

Al cabo de un rato de risas decidieron seguir con su registro. Noté unos guantes de latex acariciando mi trasero, hacia el plug; noté como sus dedos se hacían con la base del plug y empezaba a tirar, y mi culo se abría para dejar paso a la parte más ancha del plug. Me cayó alguna lágrima. Me dolió pero intenté no quise darles el placer de escuchar mi dolor. No sé si lo conseguí.

Entonces pude darme cuenta que estaban los dos viendo el plug y comentando, entre risas, cosas sobre el plug, que si era grande, que si menudo culo tragón... Me pareció muy poco profesional que se recrearan en eso, pero no estaba yo ya en situación de recriminarles nada.

  • ¿Qué escondes ahí? —preguntó ella.

  • ¿Cómo?

  • Que qué escondes ahí...

  • ¡¡Nada!!

Me había incorporado y de un empujón me dejaron otra vez con el culo en pompa, apoyando mis manos en el cristal. Sentía de nuevo esos dedos enfundados en latex entrando en mi culo, primero dos dedos —sí, ¡empezaron directamente con dos!—, luego tres... girando en círculo, entrando bien adentro...

  • ¿Encuentras algo?

  • De momento no... pero a saber, quiero inspeccionar más a fondo.

Temblé. Noté entonces un cuarto dedo, los cuatro dedos hasta el fondo, y los empezó a girar y girar dentro de mi culo. Me dí cuenta que seguramente tenían un lubricante para estas inspecciones, porque noté el frío y la humedad de ese lubricante en sus dedos. Entonces, noté como intentaba ponerme el quinto dedo y me estremecí. Estaba apretando y a mí me caían ya las lágrimas, resbalando por mis mejillas. Noté como finalmente mi culo se abría más y más y conseguía insertar la mano entera dentro de mi; cerraba mi ano en su muñeca. Noté sus cinco dedos explorando mi interior... Finalmente, retiró su mano —aquí, de nuevo me dolió, al sacar su racimo de cinco dedos—.

  • Pues nada, parece que no llevaba nada.

  • Pues mira, por lo menos nos hemos echado unas risas jajaja

  • Jajaja Sí, ¡eso ya no nos lo quita nadie!

Quería morirme, desaparecer de allí. Me incorporé, però seguía de espaldas al par de policías. Temblaba. Y ellos aún tenían ganas de humillarme más.

  • ¿Qué hacemos con esto? —me dijo ella, pasando el plug por delante de mis narices.

  • ¿Te lo llevas a mano o te lo quieres llevar puesto?

Por dios, yo solo quería que acabara aquello. Pensé en un segundo. Había entrado solo con lo puesto; ¡no podía salir con un plug empapado en mis manos!

  • ¿Qué dices? ¿Te lo quieres llevar puesto, putón? —dijo él.

Respondí casi sin voz, con timidez:

  • Sí...

  • Sí ¿qué?

  • Me lo llevaré puesto...

Se rieron a carcajadas de nuevo. Ella me dió el plug, me puse en cuclillas, y me lo introduje. Esta vez sin más complicación, por como de manoseado me habían dejado el culo ya entonces. Cuando me levanté el hombre se me acercó muchísimo, pegado a mí, y pasando una mano por mis muslos, me dijo:

  • ¿Te gustaría que te folle este culito algún día, putita?

La chica se reía. Yo no decía nada.

  • ¿Queréis que os deje a solas? —dijo ella entre risas.

  • ¡No no! —dije yo, provocando de nuevo sus risas.

  • Ahora se hace como que no ha roto un plato en su vida... Si se te ve en la cara las ganas de polla que tienes... —decía él.

Los dos se seguían riendo de mí. Yo solo quería irme.

  • ¿Pue-puedo vestirme?

  • Bueno, si no quieres que te folle aquí mismo...

Por supuesto me hice con mi ropa y me vestí enseguida, con sus risas de fondo. Cuando se habían calmado y yo me había vestido salimos afuera.

  • Todo correcto, puede irse —dijo ella muy formal.

Me junté con mi pareja y nos fuímos del aeropuerto. Ella me había preguntado qué había pasado, pero yo no quise dar muchas explicaciones. Le dije que me habían registrado y que estaba todo bien, pero que tenían que hacer papeleo y por eso estuvieron tanto rato. No le dí más señas de ese registro, así que ella pensaría que no había sido tan a fondo...

  • Pero he oído muchas risas...

  • Sí, bueno, mientras hacían el papeleo se íban contando sus cosas, anécdotas... estaban de cachondeo...

  • ¿Qué contaban?

  • Nada, yo qué sé... tampoco estaba atento a las tonterías que dijeran...

Por suerte se lo creyó todo. Subimos a un taxi y fuímos a casa.