En directo (2)

Capítulo 2 de 3. Alison, la actriz porno, invita a Jonathan a una actuación muy caliente en la que él vive la mejor experiencia de su vida.

Las historias se empiezan por el principio .

Eran las 4:00 de la madrugada, la noche tan oscura como mis reforzados deseos por Alison y, en la cercana lejanía de la curva, aparecía su Jeep Cherokee blanco. Saqué de mi mochila su tanga negro con rosas doradas bordadas, lo preparé dejándolo sobre mis piernas y me armé de valor para pedirle una cita e invitarla a cenar. La deseaba como a pocas mujeres he deseado.

Habían pasado tres días desde que descubriese a qué se dedicaba, desde que la vi follar a cinco metros de mi cara de asombro en un espectáculo porno. Aquella noche, nada más llegar a casa, me hice una paja de órdago pero no fue suficiente, era como si toda la excitación que me produjo verla no se disipase con tan solo una gayola, y el menor estímulo bastaba para ponerme nuevamente a cien porque, no es que cualquier cosa me recordase a ella, es que no paraba de acordarme de ella, de su cuerpo, sus gemidos, sus movimientos sobre aquella polla. Esos dos días libres que tuve por delante, mis actividades siguieron este orden: masturbarme, volver a masturbarme, masturbarme otra vez, masturbarme una vez más, comer, masturbarme, volver a masturbarme, masturbarme de nuevo, masturbarme una vez más, cenar, destrozarme la polla, volver a destrozarme la polla, destrozarme la polla otra vez, asesinar mi polla, dormir, resucitar mi polla… Llegó un momento que en vez de semen, lo que salía por la uretra cuando me corría eran lamentos agónicos. Debí perder unos kilos y me tuve que poner hielo. Menudo genocidio llevé a cabo con tanto esperma desperdiciado.

  • Buenas noches- me saludó cuando llegó a la ventanilla- Ya me han arreglado el coche. ¿Sabes qué era?

  • ¿El qué?

  • La bomba de inyección- y tras responder se echó hacia atrás para coger el bolso del asiento trasero.

  • Con razón no di yo con la avería; ni si quiera sé lo que es.

Miré la propina blanca de encaje que esa noche me ofrecía entre sus piernas con la minifalda en su cintura, pero ya no era lo mismo. Sabiendo lo que había debajo, después de ver su vulva atravesada por la enorme verga de su compañero, digamos que sus braguitas me sabían a poco. Cuando ella sacó el dinero de su monedero y levantó la vista, se quedó de piedra cuando vio que mis manos estaban sujetando por los extremos del elástico el tanga de la actuación del miércoles pasado. Al principio no sé dio cuenta, pero pronto reconoció que esa prenda era o, mejor dicho, había sido de ella.

  • Pero… pero ¿de dónde…?

  • Pues es que salí a tomarme unas copas por Madrid con unos amigos y entramos en un local donde anunciaban un espectáculo- le mentí para que no pensase que no tenía vida social aunque casi fuera así- y me quedé alucinado cuando te vi salir al escenario. La sorpresa que yo me llevé fue mayor que la que te acabas de llevar tú ahora mismo, créeme- se lo fui a devolver- Tómalo.

  • No, no, quédatelo como recuerdo. Seguro que todavía huele a flujo, jajaja- me dijo cambiando de repente su cara a una más simpática y acorde con la mía y pagándome- Bueno, ¿y qué te pareció?

  • ¿Me creerías si te dijese que ayer mi pene murió?- y estalló en carcajadas mientras recogía el cambio.

Me acababa de declarar como un pajillero salidorro delante de una chica con la que pretendía salir; guay.

  • Jopé, ¿ese es el efecto que causa el porno en ti?

  • No es el porno el que causa ese efecto en mí- le contesté- eres tú.

¡Toma ya! Después de ese piropo, de esa sonrisa ruborizada que afloró en sus labios y esos ojillos azules que me puso cuando le dije eso, era el momento ideal para pedirle una cita… pero me acojoné. Solo había salido con dos pibas anteriormente. A los 16 años con una chica de mi clase y se lo pedí a través de un amigo: "Pregúntale a Laura si quiere salir conmigo"; y con Gertru, aunque a decir verdad, con ella no sé cómo fue. La noche que nos enrollamos por primera vez iba mamadísimo y al día siguiente me desperté en la cama de mis padres, que estaban fuera, con una resaca de cojones y una novia sin sus grises pantalones. La resaca se me pasó, la novia no. Y a los 6 meses se me ocurrió la genial idea de hacérselo a pelo, pero lo mejor de todo fue que eyaculé dentro y la dejé preñada. Fue culpa de mi amigo Juanma, que estaba empeñado en cumplir años todos los años, y un cumpleaños, sin un buen pedo, no es un cumpleaños. Todo empezó con una litrona y una vomitona… la vomitona a los 6 meses.

El caso es que yo no tenía experiencia en ligar, nunca me había enfrentado a una chica y le había pedido salir directamente, así que me sentía como un novato en su primer día de instituto: cagado de miedo. Cuando no te atreves a declararle tu amor, o tus ganas de follar, a una muchacha, siempre se suele decir eso de que el no ya lo tienes, pero es mentira. No tienes el sí, por supuesto, pero tampoco el no, y eso es precisamente lo que da miedo, que ella te lo dé.

  • Bueno, hasta mañana- se despidió.

La barrera estaba levantada y se iba a ir.

  • ¡Alison!- dije sin pensarlo para retenerla y no se fuese sin haberle pedido la cita, y ella me miró soltando el volante y posando de nuevo sus manos en sus muslos, al final de los cuales, podía ver su pubis entre los encajes que hacía llegar a mi cabeza flashes de cierta penetración- Quería preguntarte algo.

  • Dime- me dijo ella cuando veía que yo no hablaba presa del nerviosismo.

  • ¿Te corriste?

  • Jajajaja… sí. Algunas veces no lo consigo con tanta gente pendiente de lo que estoy haciendo, pero la otra noche sí, me corrí.

Vaya un capullo estaba hecho. Cuando se fue, comencé a darme cabezazos contra la mesa por enésima vez en lo que llevaba cobrándole el peaje a esa rubita escocesa. ¿Por qué cada vez que hablaba con ella le terminaba soltando alguna burrada? Ya me lo dijo Laura cuando tuvimos la bronca con la que cortamos: "Cada vez que abres la boca es para decir alguna estupidez, gilipollas. ¿A ti qué coño te pasa, malnacido de mierda?" Tenía que haber dejado embarazada a esta, no a Gertru, y también tenía que dejar la costumbre de vituperarme a cabezazos de esa manera o terminaría rompiendo la mesa… la mesa o mi cabeza, porque era de metal.

De todas formas, conseguí una cita, aunque no la que yo deseaba.

Varios días después, a media tarde, fui a la consulta del médico para que me diera los resultados de unas pruebas que me hago anualmente. Al salir del dispensario, me llevé una gran sorpresa cuando vi a Alison en la sala de espera fornicando con un viejo. Que no, es broma, pero ahí estaba sentada leyendo una revista distraídamente mientras esperaba.

  • ¿Qué haces aquí, muchacha?- le dije con una enorme sonrisa que no cabía en mi cara ni en la sala de espera, que el viejo que no estaba follando se tuvo que salir porque estaba espachurrado entre mi labio inferior y la pared.

  • Anda, Jonathan.- me contestó y se levantó para darme dos besos- He venido a recoger unos resultados.

  • ¿Te pasa algo?- me interesé sentándome a su lado.

  • No, es que cada tres meses me tengo que hacer análisis y una revisión ginecológica por mi trabajo… ya sabes. ¿Y tú? ¿qué haces?

  • Yo he venido también por unos resultados. Es que soy muy aprensivo y me gusta llevar un control de la salud por si detectan alguna enfermedad o indicios de cualquier otra cosa, poderlo tratar a tiempo.- le expliqué.

  • ¿Y qué tal han salido?- me preguntó.

  • Pues estoy muy sano.- y me callé durante unos segundos- Pues qué coincidencia; los dos venimos por lo mismo, el mismo día, a la misma hora y a la misma doctora.

  • Debe ser el destino- me dijo ella con un poco de picardía dejándome ver sus dientes blancos y dándome dos palmaditas en la espalda.

  • Bien…- suspirando- Me alegro de haberte visto por fin fuera del trabajo.

  • Fuera del trabajo ya me viste una vez- me hizo recordar la actuación que presencié guiñándome un ojo.

  • La verdad es que no fue fuera del trabajo… tú estabas trabajando- ambos reímos- Me alegro de haberte visto por fin fuera del trabajo y vestida. Te quedan muy bien estos pantalones, pero me gustas más con falda.

  • Alison Monnar- anunció la enfermera de la Dra. Navarro desde la puerta del consultorio.

  • Bueno, me toca- levantándose y echándose el bolso al hombro- Nos vemos esta noche.

  • Alison- se detuvo antes de pasar- ¿Te apetece tomar un café?- ella ensanchó su sonrisa en señal de aceptación.

Sí, lo había conseguido, por fin pude decirle algo que no indicase que puedo ser un enfermo sexual, un maníaco asesino, un marciano o Pocholo. Salió enseguida y tomamos sitio en la terraza de la primera cafetería que encontramos. Comentándome sus resultados fue inevitable hablar de a lo que se dedicaba y asediarla con preguntas, principalmente por curiosidad, aunque, ¿por qué no decirlo?, también me daba cierto morbillo.

  • Cada tres meses tenemos que llevar un informe médico con una analítica completa y, en el caso de las chicas, una revisión ginecológica. Son muy estrictos con eso de la salud y la higiene. Ten en cuenta que la mayoría de las enfermedades de hoy en día se contagian por contacto sexual; el sida, la sífilis… y algunos no usan condón, como Ovidio y yo.

  • ¿Ovidio es tu compañero?- le pregunté, a lo que ella asintió mientras le daba un sorbo a su té y volví a preguntar- ¿Y siempre es él o cambias de vez en cuando?

  • No, no, siempre es él. Es fundamental conocer bien a tu pareja y tener mucha confianza. Empecé con otro, pero a los cuatro meses se casó y su mujer le obligó a dejar el trabajo, y es comprensible. A mí no me gustaría estar con otra persona y saber que todas las noches se folla a otra tía.

  • Dímelo a mí que fui un feliz cornudo. Y el número, ¿es también siempre el mismo o cambiáis?

  • Eso sí lo solemos cambiar cada cierto tiempo porque nos cansamos de hacer siempre los mismos personajes. Ahora estamos haciendo de jefe y secretaria, pero otras veces hemos hecho el típico del señor y la criada, el policía y la chica multada, el explorador y la salvaje, el profesor y la colegiala… cosas sencillas.

  • Ese sí que me hubiera encantado verlo; el de la colegiala. No sé qué tienen las mujeres vestidas con las falditas de cuadros y las calcetas que a todos los tíos nos ponen, y a mí… ufff, ni te digo.- y agité el cuello de la camiseta como si me hubiese entrado un calor repentino.

  • Es la inocencia.- contestó ella- Las niñas en edad escolar son muy inocentes y una imagen típica de una niña es el uniforme del colegio, por eso a los tíos os mola tanto, por la apariencia inocente y virginal.

  • Oye, ¿y cómo termina una chica como tú, es decir, una chica normal y corriente, aunque muy guapa y con buen cuerpo, jeje, haciendo porno?

  • Como te puedes imaginar no fue por gusto, aunque ahora mismo, no lo cambiaría por nada.

  • Seguro que el que no lo cambia por nada es Ovidio. Vamos, tener sexo contigo todas las noches es como ir a trabajar al cielo.

  • No te creas, eh- me advirtió- Hay parejas que solo trabajan los fines de semana, pero nosotros preferimos que nos den más fechas para ganar más dinero, y, aunque no lo creas, puedes acabar muy quemado. Hay días que no estás en plena forma o no estás con ánimos, pero tienes que hacerlo. Se necesita mucha concentración, sobre todo Ovidio porque tiene que saber sujetar el orgasmo para que el espectáculo tenga cierta duración y algunas veces se tiene que correr dos veces en una noche, porque los fines de semana actuamos en dos sitios, y tiene que tomar un suplemento alimenticio para aumentar la producción de esperma.

  • Supongo que también tendréis que hacer deporte para manteneros en forma y todo eso, ¿no?- le pregunté ya completamente interesado por el fascinante mundo del porno en directo.

  • Bastante ejercicio hacemos ya todas las noches- comentó riendo- Pero sí, yo por las mañanas voy al gimnasio, llevo una dieta sana y tomo pastillas anticonceptivas, que evitan el embarazo y regulan la regla, y eso es muy importante, porque los días que estoy con el periodo me los tienen que dar libres. ¿Recuerdas que este mes estuve varios días sin pasar por el peaje? Pues fue por la regla. Luego, por las tardes, estudio un curso CCC de peluquería para obtener un diploma, porque no puedo estar toda la vida currando en lo mismo, seguiré dos o tres años más y después, con lo que habré ahorrado, podré poner mi propia peluquería.

Lo peor de este trabajo es el verano porque la gente sale más por ahí y, además, nosotros en julio, agosto y septiembre nos vamos a Ibiza y no te imaginas cómo es eso. Se gana un mogollón de pasta, un mogollón- enfatizó- pero cuando hemos vuelto yo he tenido que tomar cápsulas para poder dormir de la cantidad de anfetas que me he tenido que meter para aguantar ese ritmo. Es que no paramos de follar. Hemos decidido no hacerlo este verano porque ya es demasiado y no queremos volver a meternos en un ambiente tan narcotizado y degradante.

El tiempo pasaba velozmente llevando consigo las palabras de Alison, que, afiladas por su acento británico, se clavaban en mis oídos como sus ojos, del color del cielo sobre nuestras cabezas, se clavaban en los míos. Era la primera vez que no veía una sonrisa en su cara. Era extraño, pero parecía como si lo que me contaba le causara algún dolor. Quizás el porno tenga otra cara que la gente de a pie no conozca. Sentía que debía protegerla, alejarla de esa angustia y, en ese momento, mi pecho se llenó de cariño ante ella. Volvió a pedir otro té helado y yo café con hielo para acompañar su historia.

  • Mis padres se divorciaron cuando yo tenía 14 años y durante los dos siguientes mi abuela paterna y mis dos tías no dejaron de acosar a mi madre, de insultarla y de amenazarla.- comenzó a contar- Le hicieron la vida imposible, así que harta de esa situación, decidió que nos fuéramos de Edimburgo lo más lejos posible. Ella estuvo dos años estudiando en Madrid cuando era joven y le encantaba la ciudad, así que nos vinimos a vivir aquí. Ella era profesora de inglés en una academia y yo iba al instituto como cualquier chica de 16 años.

Tiempo después, cuando yo ya tenía casi 18 años, una noche veraniega, estábamos quitando la mesa después de cenar y a mi madre se le debió caer algo de agua en el suelo al retirar la jarra, y al volver a recoger los platos, se escurrió y se rompió el hombro.

  • ¡Hostia! Eso duele un montón.- exclamé.

  • Pues sí. Yo me asustaba de los gritos de dolor que daba. El caso- continuó- es que la dieron de baja y no podía ir a trabajar. Teníamos algunos ahorros, pero con lo que cuesta un alquiler en Madrid, solo íbamos a poder pagar dos o tres meses, así que me puse a buscar trabajo.

Un día, bajando por Atocha, pasé por delante de un sex shop y vi un cartel en el que pedían un dependiente. Me faltaban solo dos meses para ser mayor de edad, así que el gerente hizo un chanchullo y empecé a trabajar sin contrato hasta mi cumpleaños. La verdad es que no ganaba mucho dinero y el jefe me ofreció trabajar en las cabinas. Ya sabes, esas donde la gente paga 1 € para ver durante un minuto a una chica hacer

  • Sí, sí, las conozco.- la hice saber sin dejarla terminar su frase.

  • Primero me tuve que inscribir en una agencia de modelos. Se llama así, pero de modelos, poco. Es igual que los clubes sociales. Los clubes sociales no son, ni más, ni menos, burdeles. Pues empecé a trabajar ahí. Al principio me costaba mucho, porque no era solo que me desnudara, que eso, al fin y al cabo, es algo natural y no estoy mal.

  • Estás para follarte hasta que se le caiga a uno la polla a cachos- pensé.

  • Lo difícil- prosiguió- es que me tenía que masturbar con un vibrador. Poco a poco fui perdiendo la vergüenza y comencé a soltarme más. Tú no ves a los tíos que están al otro lado de la ventanilla, solo ves espejos, y eso ayuda a relajarte bastante y a concentrarte. Quizás te parezca raro, pero con el tiempo empecé a disfrutarlo realmente y me excitaba que los tíos se corriesen viendo como me acariciaba y me tocaba. Les estaba dando placer a esos hombres mientras yo me daba placer a mí misma y muchas noches me venía hasta dos o tres veces pajeándome con un vibrador delante de ellos y sus atentas miradas.

El semblante de Alison poco a poco iba cediendo a la apatía, al igual que mis vaqueros al avance de la dureza que se desperezaba en mi entrepierna.

  • Un día pregunté en la agencia qué otras cosas tenían. Me dijeron que podía hacer un casting para azafata en un concurso de la tele, pero me atrajo más la idea del porno en directo. Si gozaba masturbándome en una cabina, follando sería mejor, ¿no? La verdad es que no sabía donde me estaba metiendo, pero como te digo, no lo cambio.

Mi primera pareja artística fue Davor, un balcánico que estaba saliendo con una chica de la agencia con la que se casó. Una semana antes de comenzar a trabajar, follé con él un par de veces en su casa para… digamos, entrenar, ver la com… penetración que teníamos, coger confianza…- moviendo la mano de la misma forma que se mueve una espátula para batir un huevo; o los dos en mi caso, que ya se derretían- Poco después fue cuando mi madre lo supo. Yo le había dicho que bailaba en discotecas por las noches, vestida, claro, pero cuando se enteró, que fue cuando me operé el pecho porque tenía unas tetas muy pequeñitas y cuando te dedicas a esto, cuanto más excitante sea tu cuerpo, mejor; estuvo cuatro meses sin hablarme. A una go-go no le pagan tanto, porque nosotras pudimos dejar el piso de Madrid y comprarnos una casa mejor aquí, en Arganda. Luego ya, cuando lo dejó Davor, me pusieron con Ovidio y ya son casi tres años.

  • ¿Davor la tenía tan grande como Ovidio?- y de repente me di cuenta de cómo había sonado esa pregunta.

Sí, calladito estoy más guapo, pero al menos ella rió y eso compensó un poco el ridículo y el gay que hice. Acercándose a mí, me contestó susurrando en mi oído: "la primera vez que Ovidio me la metió por el culo en un escenario, tuvimos que suspender la función por el daño que me hizo". Ese susurro tan cándido y sensual me produjo una eyaculación mental. Me puse nervioso y solo pude contestar: "Sí… sí, pa… parece que hoy no va a llover" a lo que ella respondió: "¿Seguro…? Porque yo me estoy mojando". Iban a reventar mis pantalones.

  • Es muy tarde ya; me tengo que ir- dijo apurando su té.

  • Espera un momento, Alison.- respiré hondo y que fuese lo que la buena fortuna quisiera- Me gustaría tener una cita contigo alguna vez.

  • Esto ya es como una cita, ¿no?- y sienta como una patada en las tripas que te rechacen queriéndote decir que, con ese simulacro de cita, ya han tenido suficiente.- ¿Qué tenías pensado?- me dijo con una sonrisa radiante nuevamente dándome a entender que había sido una broma y que aceptaba salir conmigo.

  • Pues había pensado llevarte a cenar a un restaurante que conozco en Madrid que se come de maravilla y a buen precio- le contesté con otra sonrisa y más contento que unas castañuelas- y luego ir a algún sitio a tomarnos algo y tú bailar y yo darte vergüenza ajena a ti y a todos los que vean cómo me muevo en una pista.

  • Me gusta ese plan, pero tiene que ser un día que los dos libremos y va a ser entre semana, porque yo todos los findes follo… quiero decir, trabajo.- se confundió aposta y sacó una agenda de cuero marrón.

  • Qué suerte, yo solo follo cuando emborracho a alguien.

Yo conocía a la perfección los sucesivos días en el cuadrante y sabía que mis próximas libranzas eran los siguientes sábado, domingo y lunes y coincidió con que ella ese mismo lunes también libraba. Esa sí era la cita que yo deseaba.

La noche indicada me vestí informal con unos vaqueros y una camisa blanca, me di un poco de gomina en el pelo y me eché un poco de colonia Axe, a ver si es verdad lo que dicen en el anuncio de la tele y nada más subir al coche se me tiraba encima. A las 22:00 en punto llegué a su casa, un modesto chalecito, y llamé al portero automático. Me contestó que ya salía y, unos segundos después, a través de la verja la vi salir con unos pantalones negros ajustados con un cinturón blanco a juego con una camiseta de tubo, de esas que no tienen mangas ni tirantes ni nada que la quedaba de miedo, quizás porque no llevaba sujetador y se marcaban sus pezones. Esas camisetas a algunas chicas les aplastan los pechos y se los deforman, pero a ella, quizás por la redondez y la dureza de sus senos debidas a los implantes de silicona, le quedaba genial y se los resaltaba. Me dio dos besos y le abrí la puerta del coche como un caballero, donde pude apreciar su culo marcado.

Al ser lunes y, el siguiente, martes laboral, no tuvimos ningún problema para tener una mesa disponible sin esperar. Ella pidió espárragos con mayonesa y, de segundo plato, emperador a la plancha; y yo guisantes con jamón y un chuletón de ternera, todo ello con agua simplemente porque ella no bebía alcohol, así que la elegancia del vino, y también el precio, se quedó para otra ocasión. Sé que todo esto no os interesa, pero a mí tampoco me interesa saber qué cojones comieron, cenaron, desayunaron y merendaron durante tres días los invitados a la boda del príncipe y doña Letizia, con Z, pero la vida es así.

Durante la velada hablamos de diversos temas y supe muchas más cosas de ella y ella de mí, como lo que sufrí por mi divorcio y lo que todavía seguía sufriendo sin saber nada de mi hijo.

  • Y el tío se llama Ulises. ¿Qué puede haberles hecho a sus padres un niño recién nacido para que le pongan ese nombre?

  • No me parece tan raro, yo también conozco a uno que se llama así- dijo ella- Es un fan mío que está loco por mí y conoce a mi representante en la agencia, así que siempre se entera de donde actúo y va a verme casi todas las noches- tragó el trozo de pescado que tenía en la boca- Me acosa y me ha llegado a ofrecer hasta 5.000 € por acostarme con él. Está completamente grillado- se llevó otro trozo de emperador a la boca- Tiene también 40 y tantos años y ya sabes que a la gente de esa edad fácilmente les ponían nombres tan feos. Ya nadie llama a sus hijos Severino o Conrado o Casio

  • Hombre, yo preferiría llamarme Casio antes que cuarzo suizo- bromeé.

  • Pero sigo alucinada con lo que te hicieron. ¿Cómo le pueden negar a un padre el contacto con su hijo?- preguntó retóricamente con indignación- Se merecen lo peor.

Después decidimos ir a la sala Moby Dick para charlar un poco mientras nos tomábamos algo y escuchábamos buena música, pues todos los lunes tocan Moby Dick Club Band, que hacen versiones de pop y rock de los ´70 y ´80. Son muy buenos y a mí me encantan. El caso es que yendo en el coche hacia allí, Alison dijo: "Estoy empachada, la tarta de moras estaba buenísima" y se soltó el botón de su pantalón y se bajó la cremallera dejando a la vista una fina tira de pelo púbico rubio oscuro como si fuese un caminito de hormigas hacia el hormiguero que más abajo se escondía de mis miradas furtivas y de un posible accidente como siguiese sin prestar la atención debida a la carretera. Carlos Sainz no hubiera ganado ni un solo rally con un copiloto como ella.

Primero sus pezones notándose a través de su camiseta durante toda la cena dejando constancia de la dureza de sus pechos y ahora este gesto… Me pasé el resto de la noche preguntándome si eran insinuaciones suyas para terminar la cita como lo hacen las grandes citas: en la cama; o si, por el contrario, eran cosas que hacía sin ninguna segunda intención porque era así de natural y espontánea y para ella no significase nada, aunque supiera perfectamente que esas cosas me encendían y lo tomase como el juego de enseñarme las braguitas cuando pasaba por el peaje.

A las 3:00 llegó el momento que tanto temía, el de dejarla en casa. ¿Qué debía hacer para despedirme? ¿besarla? ¿preguntarle si quería una última copa en mi casa? ¿decirle simplemente "adiós"…? Joder, qué pardillo era. Claro, tampoco quería que creyese que me la quería llevar a la cama porque pensase que al ser actriz porno no me fuera a decir que no. A mí me gustaba por su manera de ser, desenfadada y atrevida, y me daba igual que fuese actriz porno o monja, aunque sí, me la quería tirar.

  • Me lo he pasado genial- me dijo quitándose el cinturón de seguridad y poniendo una mano en el tirador de la puerta- Ha sido una de las mejores citas que he tenido.

  • Yo también me lo he pasado muy bien- le contesté nervioso.

  • Gracias- y me dio un suave beso en los labios que me dejó perplejo y fuera de juego- Mañana nos vemos- me dijo ya fuera del coche por la ventanilla abierta.

Me fui a mi casa feliz porque lo que había conseguido con Alison podía ser el principio de algo más que una amistad. Estaba eufórico, exaltado, y podía que ella esa noche hubiera empezado a sentir por mí algo parecido a lo que sentía yo. Por algo me había besado, ¿no? Vamos, de un simple amigo no te despides besándole la boca.

Me senté en el sofá con una cervecita y rememoré los dulces momentos que pasé con ella esa noche. Tenía que parar eso como fuese; desde que la conocía me había hecho más pajas que en toda mi adolescencia.

Me estaba quedando sopa en mi cabina del peaje cuando apareció Alison. Después de pagar, me preguntó cuál era el siguiente fin de semana que libraba, y haciendo cálculos y mirando un pequeño calendario que tenía pegado en el cristal de la puerta de mi cabina, le dije que el viernes 3 de agosto, el sábado 4 y el domingo 5. Sacó su agenda e interpeló si aquel sábado podría ir a una discoteca de Leganés, donde el monstruo, a verla actuar.

  • Es que quiero hacerte un obsequio.- justificó.

  • ¿A mí?- pregunté sorprendido- ¿Y a qué se debe?

  • Es una manera de darte las gracias por la cita de ayer.

  • Pero, mujer, no tienes que darme las gracias por nada. En todo caso, debería dártelas yo a ti. Hacía muchísimo tiempo que no salía con una chica y me lo pasé de puta madre- le dije intentando omitir el detalle del beso para que no pensase que quizás fue lo que más me impresionó, que así fue.

  • Verás, a mí en las citas me pasan siempre dos cosas. Una es que cuando el hombre descubre a qué me dedico, me deja, y lo entiendo. Y, lo peor, es que si el tío sabe cual es mi trabajo, piensa que debo ser ninfómana o que va a ser muy fácil echarme un polvo, y va a lo que va. La mayoría solo salen conmigo porque lo único que buscan es sexo- miró hacia abajo un instante- Pero contigo fue diferente. Tú ya sabías a qué me dedico y aun así me pediste salir, y luego, durante la cita fuiste todo un caballero y lo más que me tocaste fue la cintura cuando te pedí bailar la canción de Richard Marx en la Moby Dick. No sabes lo que significa eso para mí. Eres encantador- y me dedicó una sonrisa tan dulce que en Gertrudis hubiera sido impensable e hizo que me hinchase de orgullo.

  • Me alegro- le contesté- La verdad es que yo te deseo, pero porque seas una actriz…- me costaba decir "porno" tratándose de ella- bueno, ya sabes… Por eso no creo que seas una chica fácil, todo lo contrario. Para mí es más importante el respeto que el sexo, y más cuando se trata de ti.

  • Gracias. Puede que sea lo más bonito que me han dicho en mucho tiempo- me dijo y se mordió el labio inferior mirando hacia abajo- Bueno, pues ya sabes, el sábado a las 0:00… y trata de ponerte en primera fila. Tienes mi número de teléfono, ¿no? Pues si no puedes ir o cualquier cosa, me llamas, ¿vale, corazón?

El día antes, cuando ella pasó por el peaje, me lo recordó, aunque por nada del mundo me lo hubiera perdido, y a la hora indicada estaba en primera fila con una cerveza en la mano y un pie apoyado en una de esas vallas amarillas que suelen poner en las obras, que separaba al público del improvisado escenario al fondo y oculto con una cortina, creando un espacio de seguridad en el que había dos seguratas vestidos de negro con gesto inalterable. Era una de esas típicas macro discotecas de moda de los 40 Comerciales, canción del verano, escotes casi obscenos y tíos con camisetas ajustadas acentuando sus pectorales; más conocidos como metrosexuales o, simplemente, gays.

Diez minutos sobre la medianoche, aparece sobre el tablado un hombre con un traje color teja. Recoge un micrófono del suelo y empieza a hablar sin que apenas se le oiga. Cuando se da cuenta, lo enciende y le dice a uno de los seguratas: "Hernán, comprueba si los micros están encendidos, si no los del final no van a oír nada". Mientras Hernán comprueba unos micrófonos que hay en el suelo al borde del escenario para la ambientación, el hombre presenta el espectáculo. "La semana pasada fueron nuestras go-go´s las que subieron la temperatura. Hoy, os vais a quemar con lo que os hemos preparado. Señores y señoras, con todos ustedes… ¡Alison y Ovidio!" La ovación fue casi ensordecedora. El organizador se fue hacia un lado, cogió el telón y él mismo lo descorrió.

A la izquierda del escenario, la mesa de oficina de la primera actuación que presencié, y unos pasos más atrás y centrada, una pizarra con patas en la que Alison estaba escribiendo repetidas veces: "Al profesor no se le chupa la polla". Su indumentaria era una camisa blanca con dos botones desabrochados mostrando un poquito un sujetador blanco de media copa y un nudo en la parte baja dejando al descubierto el ombligo; una corbata verde, una breve faldita escocesa también verde y a ras del culo, unas medias blancas por debajo de las rodillas, deportivas, dos coletas a ambos lados de su cabeza, la gargantilla y la cadenita dorada del vientre de la vez anterior y, como pude apreciar tiempo después, uñas negras y pestañas postizas. Estaba de espaldas y el solo hecho de llevar las braguitas blancas a la altura de las rodillas, fue suficiente motivo para que la gente, enloquecida, se fuera contra las primeras filas tirándome la cerveza y casi derribando las vallas protectoras que, por fortuna, estaban ancladas de alguna manera al suelo.

El regalo que Alison me quería hacer era el número del profesor y la alumna que en nuestra cita tanto le dije que me gustaría ver.

El silencio se fue haciendo poco a poco mientras ella escribía en la pizarra. De pronto paró, miró hacia el escritorio y rápidamente se subió las braguitas, lo que pareció desilusionar un poco al público masculino. Ovidio salió a la palestra por el lado de la mesa, dejó el maletín que portaba sobre ella y, abriéndose la americana, cruzó por detrás de Alison para quedarse a su izquierda.

  • Señorita Alison, me han contado lo que ha sucedido al finalizar las clases- dijo poniendo los brazos en jarra y con autoridad, lo cual resultaba gracioso por su acento cubano- No me gusta nada que las alumnas ofrezcan favores sexuales a los profesores para aprobar. Eso es motivo de expulsión.

  • No, por favor, señor director- suplicó ella- Si me expulsa mis padres me matarán. Haré todo lo que quiera, pero no me expulse, por favor.

La verdad es que Alison, como actriz, no ganaría ni un premio Razzie, pero se la perdonaba por cómo follaba.

  • ¿Lo que sea? Bueno, quizás podamos llegar a un acuerdo- le propuso Ovidio mientras abría con un dedo el escote de la blusa de ella para mirar en su interior y luego acariciaba su pelo.

Desató el nudo de la camisa que dejaba ver brillar la cadenita con las luces del escenario y comenzó a desprender los botones en sentido ascendente. Ella se aflojó la pequeña corbata para que cuando Ovidio hubiera desabotonado completamente la blusa, la levantara del cuello para que se deslizase por sus brazos hasta el suelo. Le bajó una copa del sostén apareciendo el pezón rosado de mi bella escocesita para besarlo y succionarlo. La gente pareció animarse y los piropos aumentaron y subieron de tono. Debo confesar que no fue envidia sino celos lo que sentí cuando ella, en clara señal de gozo, ladeó la cabeza y empezó a acariciar la del rapado mulato corpulento, que descubrió el otro pezón y le dedicó la misma atención que al vecino.

Alison se llevó las manos a la espalda cuando su compañero se separó de sus tetas minutos después y se quitó el sujetador. "¿Cómo son tus braguitas?" preguntó Ovidio, y ella, tímidamente y con carita de niña buena, levantó su breve faldita para mostrarle al director sus braguitas blancas de algodón, con letras dibujadas, castas e impolutas, que debía ser lo único casto en ella. Él, acercándose de nuevo a mi musa, se puso a morderle y besarle el cuello mientras ella continuaba sujetando el borde de su prenda inferior para que el público tuviera una perfecta visibilidad del dedo masculino estimulando su clítoris por encima de las bragas con movimientos discoidales hasta que decidió quitársela también quedando casi desnuda del todo y mostrando la mariposa que tenía tatuada en la cadera.

Durante ese rato, me di cuenta de que recorría con la mirada al gentío que presenciaba su actuación hasta que sus ojos, perfilados y con su color azul intensificado por su sombra en los párpados, se encontraron con los míos. Me estaba buscando y, al encontrarme, me sonrió, yo le lancé un beso y ella me hizo un guiño. Luego, suspirando, se encaramó al cuerpo de Ovidio mientras este seguía con su labor de humedecer el coño del que todas las noches disfrutaba. Los primeros quejidos de Alison hicieron aparición como suspiros silbantes.

  • Ahora vas a ser una buena alumna y vas a cumplir el castigo que te imponga ¿verdad, putita de colegio?- dijo el director mientras sacaba de su pantalón su mayor cualidad para ser actor porno.

  • Pero eso no debo hacerlo- contestó ella apuntando con un dedo a la pizarra donde había parte de su castigo previo poniendo una voz tan infantil como excitante.

  • Sí, ya lo sé, pero si no eres una alumna buena y no haces lo que se te ordene, yo te puedo expulsar del colegio, ¿recuerdas, golfilla?

Fueron las palabras para que la buena colegiala se arrodillase y, lentamente, empezar a tocar con sus deditos largos y finos el mérito de Ovidio que hace que los demás hombres sobre La Tierra nos sentamos insignificantes. Su puño intentó rodearla sin conseguirlo pero cogiéndola bien, y sus labios brillantes y, aparentemente, mojados por la barra labial atraparon a continuación la cabeza de esa bestia negra. Poco después, abrió la boca todo lo que pudo, y, despacio, como una oruga adentrándose en un agujero, el público vimos de perfil, expectantes y casi hasta emocionados, cómo iba entrando ese monstruo en la garganta de Alison. Hubo un momento en que esa incursión tuvo que finalizar para que no muriese ahogada. Los labios de mi escocesita se plegaron sobre la verga que no les dejaba unirse, quedando parte de la misma fuera de su cavidad, pues la boca de la muchacha tiene fondo, paladar, campanilla e incluso cuerdas vocales de arpa. El júbilo de los asistentes hacía vibrar la discoteca entera. "¡Eso es, preciosa!" gritó a mi lado un tío borracho, empastillado y/o anormal… vamos, un bakaluti.

Con la misma parsimonia que introdujo el pene de Ovidio en su boca, lo fue sacando brillante hasta que solo un hilo de saliva lo dejó unido al labio inferior de ella. Su pecho se hinchó varias veces antes de volver a comérsela. Cada baza que lo hacía, aumentaba la velocidad hasta que se convirtió en una mamada en toda regla con la corbatita verde yendo y viniendo colgando del cuello de Alison. Se detuvo.

  • Ufff- bufó el director- No me extraña que siempre saques matrícula de honor… Madre mía, creo que voy a necesitar ayuda para darte lo que te mereces, putita barata. ¿Por qué no bajas a buscar a algún compañero tuyo para que me eche una mano para dejarte bien follada?

  • Sí, señor director- obedeció poniendo voz melosa.

Con la cadenita de su vientre emitiendo destellos al igual que lo hacían sus labios, llevando todavía sus graciosas coletas y sus calcetas blancas hasta las rodillas, se acercó al borde del escenario, se pasó un dedo por las bragas siguiendo su rajita, que a través de la tela se marcaba, y cogió un micrófono dejando ver el bamboleo de sus tetas y de su corbata.

  • Vamos a hacer algo especial que nunca hemos hecho y solamente lo vamos a hacer esta noche- anunció mientras se encaminaba a una escalerita que había a un lado para bajar- Un afortunado- continuó diciendo- se va a convertir por una noche en actor porno para follarme.

La propuesta fue celebrada por miles de gargantas y el clamor de la multitud era ensordecedor. Al paso de la británica acompañada por Hernán para no sufrir ningún percance, los espectadores, al otro lado de las vallas, estiraban sus brazos para intentar tocarla y meterla mano, lo cual hacían cuando se acercaba a algún tío para preguntarle.

  • ¿Cómo te llamas?- acercándole el micrófono a la cara mientras cien manos recorrían hambrientas, sobre todo, sus pechos, su culo y su coño.- Eh, ese dedo…- le dijo a otro.

  • ¡Alberto!- gritó el aludido.

  • Y ¿quieres follarme, Alberto?

  • ¡Sí!- volvió a gritar con más entusiasmo agarrando con fuerza el micrófono y la mano de ella, quien apretó su paquete en el momento que decía- ¡Estás buenísi…!

  • Buena polla, sí señor- le halagó y siguió andando.

Preguntó a dos más y, cuando se plantó delante de mí, una avalancha de gente ansiosa de sus atributos, se vinieron contra la primera fila y me aplastaron contra la valla de protección, aunque en esos momentos, lo de "protección" me sonó a coña. Alison había perdido las braguitas y la cadena con tanto magreo y era la primera vez que su blanquecino cuerpo desnudo estaba tan cerca de mí. Parecía una antigua estatua romana de mármol blanco, con una figura de tal firmeza y palidez.

  • ¿Cómo te llamas?- me preguntó poniéndome el micrófono.

  • Jonathan- le respondí con orgullo pues yo conocía a esa preciosidad.

  • Y ¿quieres follar conmigo, Jonathan?

  • ¿Por qué no?- respondí con tranquilidad fijándome en su sonrisa, en sus largas pestañas postizas y perdiéndome en el mar cristalino de sus iris

Me puso la mano en los genitales y los apretó un poco. Es algo que me esperaba, pues lo había hecho con los tres pibes anteriores, pero aun así me sobresalté.

  • Parece que aquí hay algo… ¿Me dejas verlo?- coño, ¿me estaba diciendo que me la sacase delante de todo el mundo?

  • ¿Aquí?- pregunté sorprendido.

  • No- uf, menos mal- en el escenario- ¡qué?

Pues parece que sí, delante de todo el mundo. Me acababa de decir poco menos que me quedaban unas horas de vida. El borracho baboso que tenía a mi lado, dejando de toquetear a Alison como otras dos docenas de manos estaban haciendo, me echó un brazo por el hombro como si fuéramos grandes amigos y dándome palmaditas en el pecho, me dijo: "Eres un tío con suerte. ¡Jódela duro!"

Seguro que muchos pensaréis qué suerte tuve al ser yo el elegido, aunque, vale, no fue una cuestión de suerte, ella lo tendría todo planeado y ese debía ser realmente el regalo que me prometió. ¿Cuántas veces habría deseado ser actor porno para cepillarme a tías buenas en un mundo de lascivia y lujuria? Pues, como gran parte de los tíos, muchísimas veces, pero cuando se te presenta la oportunidad como me pasó a mí, lo ves distinto. En ese momento estaba acojonadísimo porque, además, me iba a ver en pelotas toda una discoteca entera llena de tías cañón. Y ¿si no daba la talla? ¿Qué pasaría si por el nerviosismo eyaculo enseguida o, pero aún, no se me levanta? Por otro lado, ¿no era cierto que quería tirarme a Alison? Pues sí, claro que quería tirármela, pero no ahí, no así. Lo que más soñaba era poseerla, hacerla mía entre mis brazos y amarla con pasión. Se me presenta la oportunidad de realizar dos sueños, el de millones de hombres y el mío particular con mi musa, y lo único que quería en ese instante era desintegrarme.

Entre Hernán y ella misma me ayudaron a saltar por encima de la valla. La escocesa me llevaba de la mano hacia la escalerita mientras le rogaba: "Alison, por favor, no me hagas esto. ¿Estás loca?" Iba mirando como se movían sus nalgas con cada paso que daba y maldecía a dios y al cielo por la maldita suerte y por la maldad con que la naturaleza había dotado a ese súcubo. ¿No podría haberlo hecho como si fuéramos dos personas normales en mi casa, por ejemplo, que la teníamos totalmente a nuestra disposición? Cuando llegamos a la ya mencionada escalerita, se giró y, mirándome profundamente a los ojos, me dijo: "Sé que quieres follarme" y sonrió "Confía en mí y disfruta el momento" y me dio un pico suavecito como el de la cita.

Me dejó en mitad del escenario. Aterrorizado, no veía al público por un foco que me daba de lleno en la cara. La gente gritaba, vitoreaba, loaba y, sobre todo, no se perdían lo que ocurría sobre el escenario. Vi a Ovidio que se había desnudado mientras Alison bajó a buscarme y solo le quedaba puesto sobre su musculoso cuerpo un tanga negro. Ella, tras dejar el micrófono de nuevo en el suelo, me agarró por la nuca y me metió la lengua hasta el estómago. Otra vez la multitud rugió. El beso fue magnífico; largo, efusivo y muy, muy húmedo. Intenté dulcificarlo, pero ella parecía que me quería comer los labios, pues me los mordía, y no dejaba de oír su fuerte respiración. Creo que nunca me habían besado así; me dejó sin aliento.

Colaboré alzando los brazos cuando me quitó la camiseta, pero mis músculos se tensaron cuando se agachó y empezó a desabrocharme, primero, las zapatillas para quitármelas; y, después, el cinturón, el botón de mis vaqueros y su cremallera. Metió la mano bajo mis boxers y cogió mi polla con sus dedos de largas uñas negras postizas. "Vaya, pero ¿qué tenemos aquí?" dijo con alegría, y mientras la movía un poco, con la otra mano me fue bajando los pantalones y la ropa interior, que llegada a mis tobillos, con mis propios pies me la quité. Tampoco era plan de hacer más el ridículo pareciendo un anormal con la ropa así.

"Es más bonita de lo que me había imaginado" y sin más palabras, le dio un lametón al glande. O sea, que, por lo menos, ya se la había imaginado una vez. Si supiera cuántas veces me la había imaginado yo también pero dentro de su coño… Levantó mi polla y comenzó a lengüetear mis testículos, para introducirse uno en la boca y succionarlo igual que hiciera con el otro. Por fin la tenía arrodillada ante mí. Seguidamente, pasó toda la extensión de su lengua por la uretra hasta el capullo, el que se dedicó a lamer del mismo modo que siguiese haciendo por ambos lados de mi pene, hasta que Ovidio se puso delante mío, al otro lado de Alison, que sacó la verga de Ovidio y ya sí que hice el ridículo.

Una vez superado el miedo inicial, gracias en parte a que mi polla reaccionó, quedando solamente el miedo de la continuación, mi afán era no ponerme al lado de Ovidio, porque las comparaciones son odiosas, sobre todo cuando tú llevas las de perder, pero si Alison quería hacer una mamada a dos bandas, no me quedaba otro remedio que aceptar que, por mucha distancia que hubiera entre él y yo, la mía iba a seguir siendo la picha más pequeña. Quién iba a decir que el lomo ibérico iba a ser de un cubano y no de un español. Es que ese tío no podía ser humano, con ese pedazo de tranca tenía que ser un Terminador.

El caso es que Alison se metió en la boca todo lo que le cupo de la polla de su compañero sin ningún preámbulo y comenzó a mover la cabeza hacia atrás y hacia delante mientras a mí me la meneaba con su mano tan hábil como la de un quinceañero. Se me antojaron sus pechos y llevé una mano a uno de sus senos. Siempre pensé que las tetas operadas eran muy duras, pero, para mi agradable sorpresa, son mucho más blandas de lo que la gente suele creer y perfectamente moldeables.

Después, el trabajo manual se lo comenzó a hacer a Ovidio y el oral a mí, tragándose toda mi verga y haciéndome delirar. El calor de su boca y su humedad me llevaron al cielo. Se notaba cual era su profesión porque conocía los puntos perfectos para dar placer a manos llenas y solo era el principio. En esos minutos de gloria, mi británica me hizo olvidar donde estaba, y la paz interior que sentía y el gozo, me dejaron por fin disfrutar de lo que me estaba sucediendo, algo que jamás imaginé.

Las papilas gustativas de Alison volvieron a cambiar de sabor, pero esta vez, en lugar de pajearme para que mi pene no perdiera dureza, aunque os aseguro que hubiese sido muy difícil que eso ocurriera cuando el temor se había convertido ya en un morbo que se hacía querer; ella levantó su culo apuntando a mí y la mano libre la apoyó en el suelo mientras seguía comiéndosela a Ovidio. Estaba absorto viendo como su potorro abierto y con su rosado interior lubricado, destilaba flujo. Creía que las actrices porno, al menos las de las películas, lo tenían seco porque ya estaban acostumbradas y la excitación poco hacía en ellas. Por otro lado, la mía aumentó más si cabe cuando llevó la mano en la que se apoyaba a su vulva dejando el pecho en el piso, se abrió los labios vaginales y, mirando hacia atrás mostrándome la lujuria en sus ojos, me preguntó: "¿Cuándo vas a entrar?"

Se la iba a meter, por fin se la iba a meter. Con mi mano izquierda apreté una de sus nalgas carnosas y prietas y la otra, que vi cómo temblaba, la acerqué a mi pene para colocarlo en la entrada de su coño. La penetré despacio por si me venía la eyaculación de repente, pero eran tantas las ganas de follarme a esa chica que llevaba todo el verano volviéndome loco, que enloquecí de veras cegándome y comenzando a bombear con una fuerza y un ansia quizás desmesuradas. Los gemidos de Alison rompían como olas contra la polla de Ovidio y dudo que los concurrentes pudieran percibirlos, al contrario que los golpes que mi pubis y mi bajo vientre daban contra sus glúteos. Era una máquina fuera de control, un bólido sin frenos, y no paraba de acometer con fuerza contra su trasero como queriendo llegar a su útero sin darme cuenta de que yo no era su compañero de trabajo. La cosa empeoró para mí cuando se introdujo en el ano el dedo índice, y, cuando este estuvo dentro, el dedo corazón.

La proximidad de mi orgasmo me hizo despertar de mi obnubilación. Alison sujetaba el pene de su compañero, pero la cabeza la tenía gacha, mirando hacia abajo con su melena dorada haciendo de muro para su rostro y liberando gemidos demasiado enérgicos. Me calmé todo lo que pude tragándome mi ansiedad y cobrando un ritmo dinámico pero no salvaje para aguantar.

Cuando cambiamos de postura, le pedí perdón por el salvajismo por el que me dejé llevar y solo me cogió de nuevo de la nuca con las dos manos y me volvió a dar un morreo de órdago. Si me volvía a besar así, dudo que pudiera desengancharme de sus labios brillantes. A continuación, obedecí otra de sus órdenes que me daba en voz baja para que los micrófonos de ambiente no los recogieran, y esta era que me tumbase en el suelo siendo los pies lo más cercano al borde del escenario.

Mirando al público, se inclinó para subirse las medias blancas, que con tanto trajín se le habían bajado un poco, y se las volvió a subir hasta las rodillas mientras mis ojos se recreaban en su chocho llorón de labios rosados, sus nalgas pálidas y, entre estas, su ano que permanecía dilatado debido a los dos dedos que ella misma se había introducido. Después, se acuclilló con un pie a cada lado de mi cintura y, con mi polla en su mano, la dirigió hacía su pequeño orificio trasero. Creía que la penetración sería por delante, pues, que yo supiese, en sus shows no había sexo anal al igual que tampoco había cunnilingus, aunque esto era porque el público no podía ver bien como su compañero le metía la lengua en su almeja; pero me sorprendí cuando empecé a notar en el glande una presión que fue en aumento mientras entraba en el recto de Alison.

Empezó a hacerme daño en el capullo y, al parecer, a ella también porque se puso en pie y, doblándose otra vez por la cintura, pero ahora al revés dejando que fuera el público, que manifestaba su excitación con gritos y piropos obscenos, la mayoría dirigidos a la actriz; quien se regocijase con sus dos agujeros vecinos; dejó caer saliva en cierta abundancia sobre mi pene y volvió a intentar la penetración anal, la cual fue efectiva con menor dolor, más lentitud y una sexy oscilación del culo de la muchacha mientras me metía en ella hasta el tope.

Una vez con sus esfínteres presionando mi polla, ofreciendo a los espectadores su gruta abierta por cuyo agujero se podía ver un poco algunos pliegues interiores, comenzó el típico movimiento de manera tímida, cadenciosa e, incluso, casi diría que indecisa. No sé ella, pero al bajar me hacía daño al tirar del frenillo, pero, por otro lado, esa estrechez dificultando el paso y el morbo añadido de estar sodomizando a mi preciosa británica, me daba un placer inmenso. La lentitud me hacía retrasar el orgasmo, pero poco a poco el ano se distendió un poco más permitiendo una penetración más ligera sin llegar al frenesí de cuando la tuve a cuatro patas. No era lo mismo su culo, que normalmente era una salida y estaba más cerrado, que su coño, por el que la mayoría de las noches entraba la mazorca del cubano.

Y hablando de semejante cipote, Alison ya succionaba con deleite el glande mientras botaba sobre mí. Retiré la corbatita verde que pendulaba rozando sus pechos con cada brinco para que fueran mis manos quienes los acariciaran recorriendo su tórax, sus mamas y sus pezones duros con su sudor y, ese estímulo, lo prolongué con mi mano derecha hasta su clítoris hinchado y resbaladizo. Sus caderas, cada vez iban más rápido y, para tortura de mis huevos, que estaban deseando descargar, se detuvo.

Apoyó sus codos a ambos lados de mi cara y, casi tumbada sobre mí, dejando entre nuestros cuerpos una pequeña separación para que corrieran entre ellos nuestra sudoración y el calor que nos daban los focos que nos iluminaban, abrió más las piernas, tanto como las de Ovidio para que, al echarse sobre ella, la concurrencia viera perfectamente como ocupaba el agujero contiguo al mío.

Mi penetración se quedó en suspenso pues no podía moverme, y Alison menos todavía al estar como el embutido de un bocadillo entre los dos varones, con mis manos todavía en sus duras y compactas tetas. Aun así, debo confesar que las arremetidas de Ovidio, no solo a ella le complacían. Jamás pensé que diría que la polla de otro tío me daba placer, pero así era, estaba gozando con su fricción por la delgada separación que había entre mi pene y su herramienta de trabajo.

El bombeo de Ovidio se convirtió en un dime y direte continuo y rápido de nuestros orgasmos. Por el cansancio, la espalda de una Alison derrotada se unió a mi pecho. Sus gemidos se impregnaban con los destellos del brillo acuoso de sus labios, bendita Margaret Astor cuyo brillo de labios no desparece; al contrario que sus coletas, que estaban deshechas y se habían reducido a unos mechones aun recogidos por las gomas. Sobre mí, con un brazo por encima de su cabeza, rodeó mi cuello y se acomodó en mi hombro para quedar cara a cara. Una dulce frescura se apoderó de mí gracias al frío azul de sus ojos cuando los míos se fijaron en ellos, y mordiendo sus gritos orgásmicos, fui yo quien la besó absorbiendo su labio inferior y aspirando el olor de sus cabellos mientras era penetrada.

La magia despareció cuando la dije que me iba a correr. Le dio un tortazo a Ovidio en el brazo y sentí como si una explosión dividiese y separara de mí dos partes de mi cuerpo en décimas de segundo. Alison, de rodillas otra vez y otra vez chupándosela a Ovidio, esperó a que yo me levantara para ponerme a su lado. Fue coger mi polla y retraer la piel, que mi semen comenzó a salir impactando en su cara y en su boca abierta. El primer chorretón la cruzó de mejilla a mejilla, sacando la lengua y recogiendo con ella el hilo que unía las comisuras de sus labios, y los excedentes de mis últimas convulsiones mancharon sus pechos que se inflaban con el oxígeno que los llenaba. Volvió la cabeza para continuar mamando la verga oscura hasta que esta empezó a escupir leche también. En su tez, el semen de ambos se mezcló embadurnando su rostro claro y un grueso chorro del cubano escurrió por su mejilla hasta que también enlodó sus tetas y la corbata verde.

Se cerró el telón y Alison se dejó caer hacia atrás quedando tumbada con evidentes signos de agotamiento, lo que también hizo Ovidio y yo imité, porque las piernas me temblaban y apenas sostenían mi cuerpo por la culminación de tanto placer recibido esa noche gracias a la amabilidad y arte de mi diosa escocesa. Después de semejante polvo, la ascendí de musa a diosa.

  • Jonathan, este es Ovidio; Ovidio, Jonathan- nos presentó como corresponde y, girándome hacia un costado, por encima del vientre liso de la chica, nuestros cinco chocaron para volver a echarnos mirando al techo y a los focos que vertían su calor encima nuestra como si no hubiésemos sudado ya lo suficiente.

Después de que el organizador hablase para los asistentes, pasó a nuestro lado de la lona para felicitarnos.

  • ¡Fantástico, qué bárbaro! Chicos, habéis estado geniales- exclamó mientras nos daba la mano, la que yo aproveché para ponerme de pie rendido- Espero que podáis venir otra vez para las Fiestas del Pilar.

Alison preguntó, alzando la mano, quién la ayudaba a levantarse, a lo cual me presté. Recogimos nuestras ropas y salimos por un hueco que había en la pared por detrás de la pizarra. Había un pasillo que era una parte cerrada de la discoteca para el espectáculo por cuya derecha nos dirigíamos al servicio de caballeros.

  • Has triunfado. De aquí al estrellato- me dijo la única estrella que ahí lucía- Y me ha gustado mucho, ya habrás visto como estaba de mojada.

  • Alison, ese es el servicio de hombres, el de mujeres está por allí- le dije señalando en dirección contraria.

  • No voy al servicio de hombres, voy al camerino- me contestó.

En el servicio vi sobre los lavabos su estuche de maquillaje, un par de cepillos, algún que otro bote… y en el suelo dos mochilas con ropa. Ella se quitó las pestañas postizas, las uñas y lo que quedaba de sus coletas para lavarse y desmaquillarse y Ovidio refrescó su cara con el agua mientras tanto yo fui a hacer pis. No me gusta hacerlo en los urinarios de la pared porque salpica mucho, así que me metí en un excusado.

Estaba en mi labor cuando alguien entró y su familiar voz tronó en mi resentimiento.

  • Has estado genial, como siempre, Alison.

  • Joder, ¿otra vez te has colado?- preguntó ella un poco enojada.

Me asomé discretamente y, aunque ese hombre me daba la espalda, vi su perfil a través del espejo sin ninguna dificultad.

  • Estas flores son para ti- y le entregó el ramo- He llegado tarde y te he visto desde muy atrás. ¿Sabes que el chico que has subido al escenario se parecía mucho al cornudo ex de mi esposa?

  • Ulises, sal de aquí, por favor- le pidió Alison.

  • ¿Has recapacitado sobre la oferta que te hice el otro día? Son 5.000 €.

  • Pero… ¿cómo me puedes ofrecer esa cantidad?- dijo ella incomodada y enfadada- Te he dicho que no soy una prostituta. De hecho, las prostitutas son más baratas. Dales tu dinero a ellas, que lo necesitan más.

  • Ninguna se puede comparar contigo y no te preocupes por mi dinero, soy jefe de sección en una multinacional y tengo mucho. Te podría pagar lo mismo veinte veces.

  • Vete, Ulises, por favor- le pidió nuevamente- Vete.

  • Ya la has oído- intervino Ovidio y le acompañó hasta la puerta.

Salí del retrete.

  • ¿Ese era Ulises? ¿el Ulises que te acosaba?- pregunté, y Alison, flipando extrañada como lo hacía su compañero, afirmó- Ese es el cabrón que me arrebató a mi hijo y me robó la vida.- y las caras de ellos se tornaron en asombro.

"It´s time to pack my bags, it´s time to just move on

She sang: ‘Johnny, I´m gone, gone, gone’

And she was gone"

(Jon Bon Jovi – "Queen of New Orleans")

La tercera y última parte estará en 10 días como máximo.