En cuarentena con la madura bereber

Una bereber trabaja en mi casa como doméstica y un accidente la lleva a quedar postrada en la cama, y ya se sabe el cariño y el roce...

La madura bereber

Mi madre que es una bendita de Dios, le recomendaron que hiciera una obra de misericordia y contratara para las labores de la casa a una mujer marroquí (bereber), viuda y camino de los 50, y tirando a gordita, la cual era vecina de un pueblo barrio apartado de la capital  y por tanto, podría venir muy bien para eso de tener la casa en condiciones.

Mi madre como buena empresaria que es, digamos que como tal pues está poco en casa, y lo del orden y  la limpieza  como que le resbala un poco, y dadas sus múltiples ocupaciones pues tiene poco tiempo para atender  la casa, y como no para pelear con un hijo camino de los treinta que hace de la casa y su habitación un pandero y además ahora mi madre se iba unos tres meses a Australia.

Pues bien, todo eso de la anarquía festivalera de la casa, concluyó cuando hizo su aparición por casa la madura bereber: Guraya, la cual con el beneplácito de mi madre impuso la ley y el orden en el hogar materno en el que resido.

De buenas a primeras, mis prendas íntimas, o seas las usadas fueron colocadas en un cesto para su posterior lavado, y por más que yo las dejaba esparcidas por la casa y la habitación llenas de lamparones, estas aparecían pulcramente depositadas en el cesto, al igual que las sábanas, las cuales para fastidiarla me entretenía en dejárselas a Guyara como unas importantes escrófulas a modo de huevo frito.

Aparte de este juego de provocación, digamos que Guyara no era nada más en mi esquema mental y habitacional  que una forma de entretenimiento y provocación.

El famoso cesto de la ropa sucia, pasó al baño común para que al menos dejase de dar mal olor y mi habitación presentase una mejor estética, y ahí arrancó todo, pues Guyara que viste un gran sayal negro o azul, o sea  una especie de  caftán sobre sus otras ropas,  y todo el día con  la cabeza envuelta en  un pañuelo que llama tahruyt , lo cual me repite a cada momento  puesno habla muy bien castellano, y se empeña en que yo aprenda el idioma bereber.

Para que me deje tranquilo le pregunto cómo se llama en su dialecto el tobillo, la rodilla y cómo voy subiendo pierna arriba, pues me deja por imposible.

Hemos tenido la suerte o la desgracia según como se mire que nos ha cogido la pandemia del CVOVID-19 en todo este trasunto, y aquí la tengo instalada, pues es complicado que ande viajando y al ser mi persona de riegos por temas inmunosuficiencia, pues mi madres le pidió que se quedase en casa y que le subiría el sueldo, y aquí la tengo instalada en casa en la habitación de mi madre.

A lo que iba un día de estos, la pillé sentada en el baño, sin que apenas le pudiera ver nada, pero me sorprendió verla oliendo mis gayumbos, y creo que me vio o se imaginó que algo podía a ver visto, por lo cual me evitaba, pero a la vez se mostraba amable, en cuanto a mi esa estampa me empezó a sugestionar, y empecé a intentar ver su figura, sus formas, sus tetas, su chumino… bien cuando iba a la terraza a soleyarse.

Cierto es, que de las tribus bereberes poco fotografías existen de sus mujeres en pelota, amén de lo bonitas que son algunas de ellas,  y por cierto que  Guyara lo era, su cuerpo no responde al patrón europeo, pero su belleza y sus ojos sí que desprendían hermosura bereber , y tal vez por ello empecé a obsesionarme con ella, y dedicarle la mayor parte de mis pajas, amén de dejarle ver o insinuar  que tenía un buen mango si un día quería darse un festín, pues procuraba dormir la siesta en el sofá medio desnudo y  poder así destaparme cuando la sentía al salón o a mi habitación a despertarme, y procuraba dejarle ver parte de mis badajo  para que de este modo pudiera apreciar las formas de un buen partido para su chumino.

Poco a poco le fui dejando libros de eroticos abiertos, fotos varias de pollas, manchurrones, y hasta el ordenador abierto con una peli de  guarras árabes chupando gruesas pollas,  ya saben por aquello del cebo y por si picaba.

Las semanas fueron pasando y esta ultima se empeñó Guyara en hacer limpieza en camas y armarios, y allá un dia la encontré subida a una alta escalera, limpiando armarios y bajando  y subiendo cajas, algunas veces se quitaba el caftán para estar más cómoda, quedando en camiseta y con su  horrible pantalón de chandal, dejando ver retazos de su piel morena.

En  otra ocasión  la encontré de rodillas con la cabeza metida en  las baldas y con el culo en pompa, digamos que estaba como para bajárselo y darle un buen repaso, pero me pudo el miedo y lo más que hice fue rozarle el pollón, aduciendo que la iba ayudar pues se le venían encima unas cajas, ante el roce dio un respingo al sentir en la raja del culo mi culebrón, y estoy seguro que le gustó, aunque huía de situaciones de proximidad.

Otor día al ayudarla con unas cajas y moviendo unos muebles, ya le dije que no podía coger esos pesos de aquella manera pues podía hacer daño, como así sucedió al encontrarla empotrada una tarde entre un sofá que intentó mover sola, ante su estado la ayudé a salir del trance y me ofrecí para darle crema por los brazos dado el resbalón que tuvo con el mueble que se le vino encima.

Le dije si quería que le mirase el pecho y las piernas  por si tenía moratones, y que de no examinarla no podria estar en casa por las posibles consecuencias  y  por lo que pudieran decir los posibles médicos si tenía que ir al hospital o su propia familia, me dijo que era viuda hacia 5 años, y que no tenía hijos y que vivía con una amiga del pueblo. Además, me dijo

  • ¡Usted lo que quiere, es verme las " ثديي (tetas) y verme desnuda, como estan esas pelandruscas de las fotos ¡
  • Pues la verdad es que sí le contesté, que la tetas parecen de buen tamaño, y yo podría dejárselas suaves…

Me echó a un lado y quiso seguir trajinando por la casa, aunque se quejaba de vez en cuando, al cabo de un par de horas me la encontré desmayada, la llevé como pude hasta el sofá aprovechando para tomar medias y palpar volúmenes.

Del sofá, cuando se recuperó del desvanecimiento la ayudé a ir hasta la cama de mi madre le hice levantar la camiseta, y ví el desastre: un hombro y media espalda rasponeada, en esa inspección pude percibir también la dimensión de sus tetas, tirando a  grandes pero tersas, y con pezones de buen tamaño, y tiesos como banderillas y de intenso color negro.

Tras mucho insistir le hice bajar los pantalones, y lo cierto es que se había hecho mucho daño, viendo las rojeces y los rasponazos que tenía por medio cuerpo, llamá a mi madre que pronto avisó a un médico amigo suyo, y al punto examinó al buena de Guayara que se dejaba hacer, pues según el galeno en bastante mal estado, pero no eran nada más que golpes y raspones y me recomendó unas cremas, aceites y unas pastillas para el dolor y para que pudiese dormir, y que no debería moverse mucho, me dijo el médico guiñándome el ojo.

Le di las noticias a Guayara de su estado y le puse al teléfono de mi madre que ya había hablado con su amigo, y se quedaría en esa cama hasta que o bien ella se pudiese valer o que mi madre regresara despues e la pandemia.

Encontré a Guayara bajo el apercibimiento de mi madre de obedecerla y obedecerme, pero advertida de que yo tenía las manos muy largas, amén de otras cosas…le dije que no se preocupara que la cuidaría hasta que mi madre regresase o pudieses regresar a casa, le di crema por todo el cuerpo, pese a que sujetador  y la braga de blonda no dejaron de estar donde debían de estar, un  par de somníferos y poco de te caliente,  y tal y como me recomendó mi madre  la dejé dormir hasta que reclamase mi atención.

Esa noche pude hacerme la idea de la golosina que tenía en casa, tras irme  a la cama, me sobé la polla un buen rato, pero cuando me levanté a beber sentí a Guayara hablar entre sueños, me acerque y allí estaba rotunda como ella sola, la sobé un poquito lo justo, y le dí un poco de mi particular biberón que acerqué a sus grandes labios, lo cierto es que sentir algo fresco al meterla en un vaso de agua hizo que sorbiera con ganas y fruición en medio de su ensoñación, tanto fue así que no había manera de quitarle la chupeta y me corrí entre sus labios, fue un poema limpiarle tanta lefa.

La pobre Guayara estaba para el arrastre, y tanto era así que se dejaba coger o tocar con tal de ser ayudada a cambiar de postura, o hasta el punto de quitarse la ropa íntima que ya empezaba a oler, de esta manera la tuve como dios la trajo al mundo, pudiendo admirar un felpudo selvático de primer orden, unas tetas que eran un primor y un culo que tendría que desvirgar no tardando mucho. Su amiga no estaba en casa hasta dentro de dos dias,  para al menos  poder traerle ropa y la de mi mami no era de sus talla , o sea que hasta que fuese lavada y secada su ropa  debería estar en la cama desnuda, lo cual me ponía a cien…

Seguí dándole crema cada cuatro horas, cada vez con más brío y acercamientos a las zonas sensibles, ante lo que hubo cierta negación, aunque ante el dolor y el evidente placer hizo que ganase esta partida y pronto sus soberbias ancas de mujer trabajadora fueron pasto de mis masajes, incluida su regaña que dejaba aflorar un buen ojete, que me guiñaba el ojo cada vez que pasaba por encima.

  • ¡Cuidado con esas manos y con lo otro! aunque ya me dijo su madre que no había mucho peligro ¡

O sea que mi madre ya le había advertido que era estéril, y que se podía jugar con mi pirulón sin quedar por ello preñada, como tal hacía mi madre cuando un día descubrió la talla que gastaba su hijo en medio de un pajote que me estaba haciendo.

  • ¡Tranqui Guayara, ya sé que eres santa, pero también por el placer se llega al cielo ¡
  • ¡Yo lo que quiero es llegar a mi casa, no al cielo¡,

No te preocupes Guayara que será tu Rajá, y la ponía panza abajo para poder darle las friegas con la crema desde la nuca hasta los tobillos, con especial aplicación a sus opulentas nalgas, y entre las zonas internas de los muslos, entreverando mis manos por entre aquella pelambrera que subía culo arriba, su olor era que me ponía cien.

A la noche otro par de pastillas y dejarla sedada, esa noche me apresuré a hacerme resbalar por el canal de culo hasta correrme como un auténtico marrano, la limpie como pude y le la puse de lado para que durmiera mejor en ello estaba cuando la muy aprovechada no se como se hizo con mi polla y modo de biberón allí me tuvo dale que te dale, hasta que caí redondo tras una buena corrida.

Dos dias más tarde, tras una tarde soleada Guyara estaba encima de la cama panza abajo y el culo pompa, pronto aproveche la postura para darle una vez más crema por la espalda, mientras me iba quitando los gayumbos y dejarle el largo  pirulón encima de la canal de su culo, fue sentirlo y ver que me echaba encima de ella, y empezar a querer volcarme de encima, lo cual nos encendía  a los dos, cuando se quiso dar cuenta, yo ya estaba amarrado a su buen tetamen que sobresalía de su espalada y le apretaba los pezones, y fue como encender la radio, se resistió pero de aquella manera, y pronto mi cañoto se fue dejando caer hasta encontrar en medio de la pelambrera el caliente agujero de coño.

Apenas si me día cuenta, pero en un santiamén me resbalaba toda la polla dentro, siendo absorbida de una manera singular sin apenas movimientos externos, pero la muy bruja sabía utilizar su chumino esas rosadas paredes, que pronto se vieron inundadas de abundante lefa.

Se dejó hacer la cabrona, sintiendo como el gran gusano se jalaba pro entre sus pringosos labios hasta llegarle a lo  más hondo, cuando hube recuperado el resuello, sin sacar la pija del corchete, se colocó a cuatro patas, para que la encalomara de nuevo, yendo al ritmo que ella me  marcaba cogiendo la base de la olla por entre sus muslos, sentir su sensible chocho y su mano marcando el zumba, zumba encima de aquel espléndido nalgatorio, en ello estaba en plan suave dandole al cimbreño, pero fue ponerle el pulgar encima del ojete, para que el rito y las ganas de ser penetrada se acrecentaran hasta el infinito. De nuevo me corrí como como un berraco y quedé encima de ella, mientras iba pensando en que menuda cuarentena tenia por delante para darle a la bereber lo suyo.

Venía entrenada me dijo, pues su marido era un virguero de la cópula, y aunque no se bajaba al pilón, no por ello dejaba de llevarla al paroxismo más sensual, y ella me prometía que iba a sr mi maestra en lo que nos restaba de cuarentena.

Gervasio de Silos.