En casa manda papá 1

Rafael pilla a sus niños en una situación indecorosa. Parece que va a salir escarmentado, pero acaba dándole una lección a su hijo.

A Rafael la vida no podía irle peor. Su querida mujer acababa de fallecer después de años luchando contra una enfermedad. Tocado por el suceso, hacía lo que podía por mantener una cierta normalidad en casa, más que nada por sus dos hijos mellizos. Clara y Diego, "los niños" apodo que usaban Rafael y su mujer para referirse a ellos de forma cariñosa a ellos, tenían 18 años por aquel entonces, una edad ya de por sí difícil.

Eran buenos chicos, pero la muerte de su madre junto con la adolescencia les había dotado de un carácter complicado. Sobre todo a Diego, quien estaba siempre de mal humor, irascible y, a veces, hasta violento.

Los días para Rafael pasaban como un borrón. Gracias a la rutina y el cansancio del trabajo y las labores de casa podía dormir tranquilo. Ni siquiera se molestaba en hablar durante la cena, la única comida del dia que hacían en familia, porque Clara pasaba de él totalmente y a Diego le temía. Sabía que tenía que hacer algo al respecto, pero no sabía el qué.

Una noche Rafael se desveló al oír un fuerte golpe. No sabía si había sido en su casa, fuera o lo había soñado. Como no escuchó nada más, el sueño regresó a él. Pero antes de caer rendido oyó unas voces y esta vez supo que provenían de dentro de su casa, puesto que eran de sus hijos. Ya totalmente despierto suspiró, se giró y miró la hora en el reloj que tenía en la mesita de noche. Las 3:18 de la mañana y los gritos seguían. ¿Pero qué estaban haciendo sus hijos a esas horas?

Resignado, se levantó y fue a ver qué pasaba. Cuando salió de la habitación ya no se oía nada, asique se dirigió primero a la habitación de Diego. La puerta estaba

cerrada y cuando la abrió allí no había nadie. Fue entonces a la habitación de Clara, y se arrepintió de abrir la puerta. Diego estaba sentado en la cama de su

hermana, apoyado contra el cabecero. Clara, que solo estaba en bragas, se encontraba sentada en las piernas de su hermano, en frente de él. Tan centrados estaban en su conversación que ni oyeron ni vieron a su padre.

Clara: "Así no debe ser Diego, porque no noto nada y encima me estás haciendo daño"

Diego: "Anda Clara, no pretenderás que te crezcan las tetas en tres noches, ya te he dicho que esto lo he visto yo en las porno y funciona así"

Clara: "¿ Y por qué a los chicos les funciona en segundos según tú?"

Diego: "ya te lo he dicho Clara, los chicos ya tenemos la forma hecha, y a nada que nos toque un poco de saliva la polla nos crece sola"

Clara: "Bueno, sigue otro poco, pero intenta no hacerme daño con los dientes que ya tengo los pezones muy sensibles"

Rafael, aún de pie en la puerta, no daba crédito. Su hijo se estaba aprovechando de la inocencia de Clara. Se quedó dónde estaba, inmóvil y sin saber qué hacer, mientras veía a Diego como sacaba la lengua y la posaba en uno de los rosados pezones de su hermana. ¿Y ahora qué les decía? No solo no lo sabía sino que temía a la reacción de su hijo, pero no podía hacer como que no hubiese visto nada. Respiró hondo, hizo acopio de fuerzas y dio un paso adelante.

Diego, que ya había visto a su padre, ni se inmutó. Animado por la inactividad de su padre y los jadeos de su hermana, arremetió con más ansias contras los

pequeños pechos de su melliza, mordiendo y pellizcando, mientras la apretaba contra su duro falo.

Rafael, ante la actitud de su hijo, entró a la habitación aún más decidido:"¿qué estáis haciendo? Parad ahora mismo". Clara, avergonzada, se puso roja al instante e intentó taparse con un pico de la colcha de su cama, aunque el resto estaba debajo de su hermano: "Papá, no es lo que piensas, te lo podemos explicar, díselo tú Diego".

Diego siguió sentado, impasible ante la situación, y no abrió la boca.

"Clara, métete en la cama, mañana hablaré contigo. Y tú, Diego, ven conmigo ahora mismo".

Clara obedeció al instante, poniéndose su camiseta de dormir lo más rápido que pudo. Su hermano, sin embargo, parecía que todo le daba igual, y se levantó de

la cama con toda la parsimonia posible.

Rafael esperó hasta que Diego salió de la habitación y cerró la puerta, mientras le iba echando la bronca a su hijo: "Diego, no puedo creer esto de ti, te estabas aprovechando de la inocencia de tu hermana, es increíble, y encima te da igual. ¿No piensas decir nada? ¿Pero a ti que te pasa?". Llegaron al salón y su hijo seguía sin decir palabra, le miraba entre aburrido por la bronca y divertido por la situación.

Rafael, lleno de rabia por la actitud de su hijo, se acercó a él y le empujó, cayendo este sentado en el sofá. La cara de Diego se transformó de inmediato, y arremetió contra su padre, al cual tiró al sofá también y acto seguido se subió encima de él para inmovilizar los brazos de su padre con sus piernas. Estaba tan furioso que pensó en pegarle, y así creyó Rafael que iba a ocurrir, pero había una emoción en Diego más fuerte que la ira, la excitación.

Diego empezó a bajarse el pantalón del pijama, sacó su polla tiesa por el lateral de su slip y decidido, se la puso en la boca a su padre. "Abre la boca y chúpala" le dijo a Rafael. Su padre, que ahora estaba acojonado, solo decía que no con la cabeza. "Hazlo o voy a la habitación de Clara y le obligo a ella".

Rafael supo en ese instante que su "niño" estaba fuera de sí y que era capaz de eso y mucho más, asique resignado cerró los ojos y abrió la boca. Diego no perdió ni  un segundo y le empezó a follar a su padre la boca con una fuerza bruta "he visto cómo se te ha puesto la polla al vernos, la tenías tiesa, te mereces esto porque eres un guarro y te gustó ver cómo le comía las tetas a Clarita". Rafael no podía hablar con el miembro de su hijo en la boca, y tenía los brazos inmovilizados a los laterales del cuerpo por las piernas de su hijo.

Diego, cansado de la postura, sacó el falo de la boca de su padre y se lo paso por la cara. Se incorporó y se dio la vuelta, poniendo el culo en la cara de Rafael "chúpamelo" dijo a lo que Rafael hizo caso, y comenzó a dar lengüetazos al anillo más oscuro de su hijo mientras este jadeaba excitado. Diego le bajó los pantalones a su padre y le sacó el miembro "Dios papá, estás durísimo, te voy a devolver el favor" y dicho esto se metió la enorme polla de Rafael en la boca, aunque tenía que hacer esfuerzos por llegar a la mital de su largura "vaya anaconda, casi no me entra en la boca. Esfuérzate más, méteme la lengua en el culo, quiero sentir como me penetras con ella cerdo".

Rafael no lo podía negar, estaba excitado y disfrutaba de la boca de su hijo, y, aprovechando que Diego también lo estaba disfrutando sacó los brazos de debajo de sus piernas y lo penetró con un dedo. Diego pegó un alarido de placer y engulló con más ganas la polla de su padre. Rafael, envalentonado, pensó en que esta situación, aunque peculiar, podría ser la única oportunidad que tenía de domar a su hijo, asique se levantó, colocó a su niño a cuatro patas y le acercó el glande a su entrada ya lubricada. No intentó ser delicado, Diego se merecía sufrir un poco por ponerle en esta coyuntura, por lo que de una fuerte estocada le introdujo todo el miembro hasta los huevos. "Que apretado estás, chss, cálmate, ahora se pasa"

Diego intentaba quitarse, estaba muy dolorido por el empellón e intentaba sacarse ese pedazo de falo de dentro. "Tranquilo hijo, dale un segundo, ahora se pasará. ¿No es lo que querías? Pues ahora te vas a aguantar". Rafael comenzó a salir suavemente del estrechisimo canal, mientras le sobaba la polla a su hijo.

Estaba disfrutando muchísimo, hacía muchos años que no la metía en caliente y llegó un punto de su vida en el que dejó hasta de masturbarse. Diego empezó a disfrutar, su culo latía por la enorme dilatación y empezó moverse contra el miembro de su padre "sí, así, papá me está gustando muchísimo, no voy a aguantar más". Rafael sacó su miembro e hizo a su hijo ponerse boca arriba, le volvió a penetrar con fuerza mientras le masturbaba. "Ya verás, vas a tener doble premio, te voy a llenar el culo de leche y te vas a correr mientras apunto hacia tu boca". Ambos excitadísimos ante la idea no aguantaron más y se corrieron con un enorme orgasmo.

Diego hizo lo que pudo por comerse su lefa, pero algún disparo cayó en su pecho, por lo que los cogió con los dedos y se los metió en la boca. Rafael, espectador de esta escena, le dio un beso con lengua a su hijo y ambos probaron así su semen.

Después de un rato y ya más calmados se separaron. "Hijo, mañana te va a doler el culo y lo tienes merecido. Cuando volváis de la escuela te echaré una pomada, hablaré con tu hermana y le pedirás disculpas".

"Si papá, pero que sepas que fue Clara la que me obligo a chuparla, lo que pasa es que después me gustó y ya no supe pararla"

Ambos estaban muy cansados, se dieron las buenas noches y se fueron a dormir. Rafael pensó que a pesar del desenlace de la noche no podía irse a dormir más contento. Solo esperaba que la paz con su hijo durase mucho tiempo.

Continuará...