En casa del abuelo Lauro
Una joven tiene un pacto de lujuria y sexo con su abuelo...
EN CASA DEL ABUELO LAURO
En los días de verano desde hacía tal vez tres años, mis padres me enviaban sola a la casa del abuelo Lauro.
A mi me encantaba ir desde siempre y a medida que fui creciendo me gustaba mucho más.
El abuelo Lauro vivía con un hijo y nadie más. La abuela había muerto hacía muchos años.
Era regla también desde ese tiempo en que iba sola, que debía andar sin ropas por la casa. La casa era grande, tenía dos plantas. Un enorme patio con árboles y flores y una piscina enorme que siempre estaba limpia y preparada para entrar, en cualquier momento del día.
__¡Oye cariño, he estado pensando!__ dijo un día el abuelo Lauro
__¿Qué cosa abuelito?__ así lo llamaba siempre o casi siempre
__¡Creo que deberías andar sin ropas por la casa!
__¿Cuando?
__¡Siempre!__ dijo el atrayéndome hacía el y estampándome un beso en la boca. Sonoro y mojado.
Desde ese momento fui hasta mi cuarto y me saqué la ropa frente al gran espejo que tenía y observé mis tetas creciendo en punta, con los pezones gruesos y siempre ardiendo. Mi cola redonda y dura, bien marcada. Mi cintura delicada. Unos muslos gruesos y potentes, firmes.
Ese año en que llegué a la casa , la indicación de Lauro, mi abuelo, era que debía andar con una pollerita. Así es que fui a la habitación y tenía de varios colores y modelitos, todas eran muy cortas y apenas tapaban mis glúteos y los remarcaban más aún. Eran a cuadritos.
Elegí la que me mas me gustó en ese momento. También tenía un hermoso envase que contenía lubricantes de sabores exóticos y rabiosos. Unte febrilmente en mi ojetito y en mi conchita que ya parecían aguas de manantiales, a rabiar, chorreaban entre mis piernas los jugos mas íntimos.
Bajé las escaleras contoneándome bien putita, como le gustaba al abuelo. Me movía de un lado a otro, mis pechitos se balanceaban turgentes y sentía que mi piel ardía de los pies a la cabeza.
No andaba el abuelo por ahí, así que fui hasta la cocina y allí estaba sentado en la mesa, mirando hacia el ventanal grande que daba a la mesada. El sol entraba por allí fuertemente.
__¡Hola abuelito!__ salude
__¡Hola belleza!__ dijo abriendo sus ojos en forma desmesurada. Sé que su calentura creció a tope. Yo me servía un jugo moviendo mi cola y sabiendo que el tenía una vista privilegiada hasta de la rajita carnosa y de mis labios vaginales hinchados.
__¿Te gusta tu ropita?__ preguntó. Yo gire moviéndome como una modelo sensual.
__¡Claro abuelito me encanta!
__¡Ven, ven aquí!__ dijo el y fui a sentarme en sus piernas. Suspiro gimiendo caliente. Beso mis orejas, lamiendo suave. Sus manos acariciaban mis muslos fibrosos y potentes. Me olía. Me hocicaba. Pellizcaba mis carnes.
__¡Ohh que rico hueles mi vida!!
__¿Te gusta abuelito?
__¡Me pones muy caliente!¡No sabes lo que te extraño cuando te marchas!¡No veo la hora de que llegue el verano!__ gemía frotando ahora mis pechitos haciendo que mis gruesos pezones se pusieran duros y rocosos.
Con la otra mano bordeaba mi vagina palpitante y mojada. Rozaba mis labios externos, y de vez en cuando rozaba mi clítoris erecto y febril.
Yo sentía su dureza acrecentándose lentamente. Me gustaba mucho poner asi a los hombres, sobretodo si eran mayores.
Buscó de pronto mis nalgas, se entretuvo con ellas, sobándolas, pellizcándolas y manoseándolas a placer, a gusto, tomándose su tiempo.
Luego con un dedo entró en mi ojete cerradito todavía. Empezó a meter y sacar aquel dedo y luego lo llevo a mi boca para que lo chupara. Así lo hice gimiendo, lo mamé un buen rato, pasando la lengua varias veces y sintiendo el sabor de mi propio interior, luego el abuelo volvió clavarlo en mi culito que ya se abría de forma brutal y entraban dos dedos en el.
__¡Ay abuelito, como me gusta!!
__¿Te gusta mi putita?
__¡Sí si, ay, ahhh, me encanta, sigue, sigue!!
__¡Siempre supe que eras una putona calentona, mi amorcito, bebe, ame tu lengua, dámela!!__ así entonces la boca del abuelo se hundía en mi boca abierta y caliente, babeando, Los dedos aumentaban el frenesí en mi colita abierta. Yo gemía chorreando saliva.
Nuestras lenguas se chocaban en un torrente de frenesí y lujuria explosiva. Con mis manitos aprese la serpiente del abuelo que bailaba dura y elástica fuera de su short.
La masajeaba indómita, furiosa, caliente. Gruñía el abuelo Lauro mordiendo mi boca con pasión y salvajismo. Sin dejar de meter los dedos en mi cola hasta el fondo. Yo había tenido ya un par de orgasmos increíbles, explotando jugos por todas partes, mojada por completo.
Chupaba mi lengua, insaciable, yo apretaba y meneaba aquel pedazo de carne firme y sabroso. Sopesaba sus bolas gordas y llenas de leche para mi, sabiendo que sería toda para mi, que el quería dármela a beber y que deseaba tanto, sabiendo que aquello acabaría así.
__¡Sabes lo que quiero abuelito, ohhh, ahhh!!
__¿Qué quieres mi putita, dile a tu abuelito, qué quieres?
__¡Quiero tomar tu lechita espesa, ahhh!!__ los dedos se clavaban fuertemente en mi cola. Estaba tan abierta, sentía hormigueos en mi piel. Mi paja iba creciendo en intensidad. Me aferraba a la vara gruesa y potente, bajando y subiendo aquel perno adorado por mi.
__¡Me estas ordeñando, ohhh, que salvaje eres, ohhh, si, sigue, sigue!!__ decía el abuelo mientras me mordía el cuello, lo obsceno de la situación me calentaba tanto que no nos habíamos movido del lugar inicial, todo ocurría en la silla y en las piernas del abuelo, llegando a ser un poco incomodo, pero la calentura era tal que aquella acabada sería en ese lugar, solo que esperaba hasta el final para ponerme de rodillas y recoger el néctar que me daría aquel hombre ardiente.
__¿Vas a beber tu lechita?
__¡Sí abuelito, claro!
__¿Vas a tragar hasta la última gota?__ decía aguantando y gruñendo bestial
__¡Si, sí abuelito ohh, claro!!!__ yo aceleraba la masturbada. El abuelo se retorcía gimiendo acalorado, revolví sus huevos gordos. Los apretaba, llegando a rozar el perineo, para que vibrara y se sacudiera de forma extraña, de forma fantasmal.
Se puso cada vez más tenso. Sus venas se hinchaban un poco más así como su serpiente gruesa.
__¡Ohh ya viene amor, ya viene!!
__¡Oh si dámela abuelito dámela!!__ rápidamente me hinqué de rodillas frente a ese aparato hermoso al que yo adoraba, le di unas cuantas masajeadas , esperando que saltara aquella bebida caliente, espesa y salobre que tanto me gustaba beber.
Abrí la boca y recibí los escupitajos con tanta presión que fueron directo al fondo de mi garganta. Varios chorros golpearon el interior de mi boquita glotona. Tragué y luego de comer todo lo que aquel hombre, mi abuelo, me había obsequiado, empecé a lamer y chupar, hasta dejar muy limpio y brillante aquel pedazo de verga que buscaba reposo, por unos minutos, besé alrededor de aquel animal alicaído.
Luego me puse de pie. Bese la boca del abuelo y moviendo mi cola abierta por los gruesos dedos, muy caliente aún, lo mire
__¡Voy arriba y allí te espero!!__ dije y empecé a retirarme sin dejar de menear mis caderas, mientras oía la respiración agitada de aquel hombre.-