En casa de Vanessa. (2)

Tras su primera noche con Vanessa, Bruno empieza a descubrir algo de lo que le espera en aquella casa del placer. Basado en hechos reales

Continuación del relato “Primera noche con Vanessa”

Entraba ya algo de luz de la mañana por las ventanas. Me desperté en el sofá sobresaltado, con la polla flácida, pero dentro de la boca de Vanessa, que había sido más madrugadora que yo. Su lengua me lamía el glande, aún muy sensible desde el polvo de la noche y mi verga rápidamente respondió creciendo progresivamente en el interior de su boca. Se retiró su larga melena castaña de la cara y me sonrió dándome los buenos días. Ella estaba de rodillas en el sofá y se había acomodado entre mis piernas para tener buen acceso a mi polla; seguro que la vista desde atrás de su culo y su coño era deliciosa.

Superado el sobresalto inicial, relajé mi cuerpo y me dispuse a disfrutar de la sabiduría de aquella extraordinaria mujer. Me volvía loco la forma en que masajeaba mis huevos mientras lograba mantener mi polla clavada hasta su garganta. En esa placentera postura estábamos cuando alguien entró al salón. Yo me asusté, creyendo que sería su marido; pero se trataba de su ama de llaves.

-                     Buenos días señorita Vanessa, ya veo que lo está pasando muy bien – saludó.

Vanessa sacó mi polla de su boca y saludó – Buenos días Teresa. Este es Bruno. ¿Por qué no nos vas preparando un desayuno mientras termino con él?

Teresa salió del salón, pero antes pude observarla un poco. Era una hembra impresionante: alta, delgada, con una larga melena rubia, labios rojos intenso, y unas tetas descomunales, seguro que operadas con dos o tres tallas más de lo que hubiera sido recomendable. Vestía un uniforme de sirvienta corto, con una minifalda negra que dejaba ver el borde de sus medias de rejilla y un escote excesivo y muy deseable. Más que un ama de llaves, parecía una actriz porno.

Vanessa aprovechó la interrupción para sentarse sobre mi polla y metérsela hasta el fondo de su húmedo coño. Me olvidé al instante de la interrupción y me agarré con ambas manos a su culo, y ella apoyó sus manos en mi pecho pero no empezó a moverse. Tan solo contraía sus músculos vaginales con intensidad y a mí me invadía una ola de placer con cada contracción.

-                     Bruno, quiero que seas mi empleado, mi mayordomo.

No supe bien qué responder y ella vio mi extrañeza en la mirada mientras tenía mi polla clavada hasta el fondo de su coño.

-                     Aquí vas a gozar tanto como quieras mientras estés a mi servicio y tú quieras seguir. No te arrepentirás.

-                     ¿Y tu marido? – acerté a preguntar.

-                     Ese imbécil cada vez viene menos, pero cuando esté aquí actuarás como un mayordomo normal. ¿Qué me dices?

-                     No estoy en disposición de negarme Vanessa, deseo follarte y darte todo el placer que deseas.

-                     Ahora vas a empezar a descubrir a qué te has comprometido – me contestó con cierta intriga – e hizo sonar una campanilla. Teresa se presentó de inmediato.

-                     ¿Qué desea señorita?

-                     Enséñale a Bruno, nuestro nuevo mayordomo cómo se trabaja en esta casa. Quiero veros.

Vanessa se levantó, y ante mi sorpresa y mi erección se sentó en un gran butacón frente a mí. Abrió sus piernas para que pudiese ver ese jugoso coño con todo lujo de detalles. Teres se acercó a mi sofá y antes de que me pudiese dar cuenta se había metido mi polla en su boca. Vanessa nos observaba y se acariciaba el coño.

Teresa era realmente buena con la boca, casi tanto como su jefa y me estaba haciendo una mamada deliciosa. Me lamía el glande haciendo círculos, bajaba por la verga, ya totalmente erecta, con su lengua hasta los huevos y volvía a empezar. Estaba en la gloria, disfrutando de aquella golosa boca y con la visión de Vanessa metiéndose un par de dedos en el coño.

El ama de llaves en ese momento se levantó, se subió la faldita del uniforme hasta la cintura. No llevaba nada debajo y me enseñó su coño totalmente rasurado. Entonces cambió de postura y se tumbó sobre mí para tragarse de un solo bocado mi polla mientras abría las piernas y me dejaba a mi disposición su coño para hacer un fabuloso 69. Obviamente no desaproveché la ocasión de devorar aquel coño mientras esa mujer engullía una y otra vez mi verga.

Se lo lamí con verdadero placer mientras nuestros cuerpos se movían al ritmo de su mamada. Su clítoris se escondía entre unos enormes labios menores y era muy jugoso. Seguro que disfrutaba de mi lengua, porque con cada lengüetazo que le dí ella respondía abrazando mi polla con sus labios.

Antes de lograr que se corriera con mi lengua, Teresa decidió que era hora de probar mi polla de otra manera. Se levantó y se quitó la blusa. Sus tetas eran descomunales, parecían inflamadas, como balones. Había visto algunas así en las pelis porno y siempre pensé que eran de mentira. Me pidió que me sentara en el sofá mirando de frente a Vanessa, y ella se sentó sobre mi polla para que su jefa pudiese ver perfectamente como mi verga se empotraba en su coño.

Aquello me encantó, mi polla se clavó sin ningún problema hasta el fondo de aquella fabulosa mujer. En esta posición además pude agarrarla por las tetas desde detrás y eran como imaginaba tensas, duras, como pequeños balones. Su pezón era grande como una nuez y duro como un diamante. Empezó a gemir y a moverse, permitiendo que saliese y entrase de ella en cada movimiento, desde luego era una gran folladora. Su larga melena rubia caía sobre mi cara y la aparté. En ese momento pude ver a Vanessa a escasa distancia, se estaba metiendo un enorme dildo rosa en el coño que sujetaba con ambas manos, mientras no miraba fijamente como mi polla se enterraba una y otra vez en el coño de Teresa. Aquella visión estuvo a punto de provocar que me corriese, pero logré controlarme.

Justo entonces, el ama de llaves emitió un agudo grito muy prolongado y detuvo su movimiento. Supe que se había corrido porque me empapó los huevos con una oleada de flujo vaginal. Pellizqué un poco sus pezones y su cuerpo tembló. Sin cambiar de postura se levantó un poco, se inclinó hacia atrás y con su mano se llevó mi polla a la entrada de su culo. Abrió mucho las piernas para que Vanessa no se perdiera detalle de la sodomización. Tenía el dildo chorreando y muy adentro

Mi verga estaba tan húmeda que entró sin dificultad en aquel glorioso culito. Teresa empezó a subir y bajar sin miramientos, gozaba tanto como yo, que agarraba sus tetas y seguía el ritmo de las sucesivas penetraciones anales de aquella diosa del sexo. Vanessa se metía y sacaba su gran dildo a un ritmo frenético encantada con la deliciosa visión de cómo Teresa me estaba follando por su culo.

Casi de manera simultánea ambas mujeres gritaron de nuevo en un espectacular orgasmo mientras se miraban una frente a la otra. Aquello ya fue insoportable para mí y mi verga empezó a latir dentro del culo de Teresa. En ese momento se levantó de mi verga y se arrodilló frente a ella para recibir su premio. Lo que no me esperaba es que Vanessa hiciera lo mismo. Ambas mujeres empezaron a lamerme el glande hasta que exploté de placer. Mi corrida no fue tan abundante como la de la noche, pero aún así ambas mujeres tuvieron una generosa dosis. Llené las caras de ambas y la leche caía hasta sus tetas. Tragaron tanta como desearon. Cuando lograron exprimir todo el contenido de mis huevos se besaron en la boca mientras sus pechos, empapados de mi semen, se aplastaron mutuamente. Casi lograron que volviera a tener otra erección.

-                     Ahora Teresa te enseñará tu cuarto, Bruno. Luego ella y yo nos vamos a duchar. Te veré dentro de dos horas en este salón para enseñarte la casa y explicarte tus obligaciones y cuáles serán tus retribuciones.

Continuará