En casa de Juan
Invitación de mi amigo Juan a su casa, dónde su amiga me preparó una agradable sorpresa.
Allí junto a la cama, atado,reventado, recién follado, con los primeros rayos del sol colándose entre las ventanas, me quedé dormido mientras oía el ruido de la ducha de fondo...
Serían las 15’30 del medio día, volvía del gimnasio, después de hacer ejercicio físico, cuando notas tus músculos más duros, muy marcados, sobre tu cuerpo. Me disponía a hacer la comida cuando el teléfono sonó, y después de un par de tonos me decidí a cogerlo. Era Juan que me invitaba a una barbacoa esa tarde-noche en su casa, a regañadientes acepté la oferta, pues me pensaba tomar un día relajado, pero es de esas cosas que no puedes rechazar.
Así que llegaron las 9 y me puse sandalias, unos vaqueros y camisa fresca de verano algo ajustada y con el cuello abierto, ¿pues a quién no le gusta lucir de vez en cuando? Y salí a la calle con el sol de verano que ya se iba ocultando por el horizonte. Llegué al dúplex lleno de cristaleras,con terraza amplia y una piscina de esas con forma de riñón, dónde vivía Juan. Salió pronto a recibirme con su pelo medio largo rubio, su sonrisa blanca y su típico olor a aftershave después de haberse afeitado. “Pasa, pasa, no te quedes ahí pasamado” “Hola tío ¿Pero qué dices? Anda que vaya rapidez para organizar las cosas.” Contesté. “Sí, sí, luego lo entenderás todo, pero es que no podía dejar escapar esta oportunidad”.
Nos servimos unas cervezas y entablamos conversaciones sin importancia mientras iban llegando el resto de invitados. Había muchos y muchas pero yo me centré en un grupo donde Juan con 2 chicas más hablaban entretenidamente. Las palabras se perdían en mi cabeza mientras iba dejándome llevar por el encanto de aquellas 2 bellezas. La primera, María, tenía el pelo moreno, largo y alisado que le caía perfectamente sobre los hombros, luciendo un moreno natural que hacía de su piel algo muy apetecible, daban ganas de sacar la lengua y lamer todo su cuerpo. Un vestido negro con perceptible escote dejaba ver parte de sus senos, haciéndola todavía más irresistible. Bajando por sus caderas terminé de perderme, pues un culo respingón se adivinaba debajo del vestido y unas piernas firmes y sensuales completaban la perfecta figura. Soltando alguna frase y riéndome a la vez que ellos acerté a pasar mi mirada por la segunda de las chicas, Elena. Castaña, con el pelo rizado y ojos rasgados que le daban una expresión bastante morbosa. Aunque tuviera menos pechos que su compañera, llevaba un vestido blanco ajustado que casi llegaba a transparentar pero sin llegar a hacerlo. También estaba morena y ese contraste con el blanco hacía que resaltara más todo su cuerpo. Una pulsera en el tobillo terminaba de completar también un cuerpo digno de mención. Así con esos pensamientos y subiendo el nivel de alcohol en sangre seguimos charlando en la orilla de la piscina. Reímos y se fue haciendo tarde, los planes de Juan quedaron cantados y descubiertos desde el principio, pero eso era obvio. Lo no tan obvio es lo que pasó después.
Ya se había ido todo el mundo cuando nos quedamos los 4 y encima de la mesa una botella de ron...Al final alguien empezó un juego para acabarse la botella, que consistía en decir un número del 1 al 3 y los que coincidieran se tenían que beber un chupito y besarse. Se fue acabando la botella y los besos empezaron a hacerse más intensos, más largos, con más lengua. Incluso aquellos que nos dábamos Juan y yo o María y Elena, tenían el único fin de excitar a los otros dos. Con el último chupito y el último beso, Elena le echó una mirada a Juan, de esas, que te excitan al segundo y seguidamente dejó caer el vestido blanco y se metío al interior de la casa, la vi subir las escaleras con el tanga puesto y moviendo las caderas lentamente al ritmo de sus pasos. Juan salió corriendo tras ella, mientras yo me levanté, me acerqué a maría y le planté un beso en los labios y poniendo mi boca muy cerca de su oído le dije que se viniera conmigo a la habitación de invitados. Mientras yo pensaba que le enseñaba el camino íbamos chocándonos contra las paredes,subiendo la escalera, besándonos en cada escalón, quitándole el vestido, desabrochando mi camisa, dejándola sin sujetador, quitándome los pantalones, besando su boca, su cuello, sus pechos, tan ricos como los había imaginado o más aún si era posible. Calentísimo la tiré a la cama, casí la empujé y me quité los boxers. De inmediató se enderezó mi pene, alegrándose de salir, duro esperando su recompensa. Me acerqué a la cama donde estaba maría sentada y no lo dudé un momento, pasé mis manos por detrás de su cabeza y la acerqué hacia mi miembro. Borracho no tenía mucha intención de entretenerme y la obligué a chupármelo. Resbalaba mi pene dentro y fuera de su boca, haciéndome gozar de placer cuando noté sus manos por mis muslos, y sentí un cosquilleo más placentero aún. Siguieron las llemas de sus dedos posandose en mis huevos mientras no paraba de chupármela. Yo estaba ya gimiendo de placer cuando de repente me agarró más fuerte, apretó está vez haciéndome gritar de dolor. Me pilló desprevenido, sobre todo después de no oponerse a nada, grité “¿Qué se supone que haces?” Entonces llegó su momento. Despegó su boca de mi pene, a punto de estallar, se levantó, me sentó a mí en su lugar, me reclinó hacia atrás y no sé de dónde se sacó un par de esposas y ató mis manos a ambos lados de la cama, dejando mis brazos totalmente extendidos sin poder moverse. Todo esto fue rápido, para mí, casi instantáneo. Entonces se sacó un pañuelo de seda,lo puso alrededor de mi boca y susurró “Te estaba preparando una sorpresa” y me mordió el lóbulo de mi oreja salvajemente, haciendome soltar un grito de dolor. “Ahora me toca a mí disfrutar. ¿Oyes eso?¿Oyes cómo gime Juan?” Entonces me di cuenta, a través de la pared se escuchaba a mi amigo. “Pues no te dé envidia, ahora te toca a ti también.” Se dio la vuelta y puso su culo casi justo en frente de mi cara. Podía olerlo y cuando lo levantaba un poco, podía ver su rajita perfecta, su coño depilado, era todo una delicia a la cual no podia llegar. Mientras ella con sus manos bajaba por mi ombligo acercándose a mi pene, otra vez...pero esta vez no llegaba a tocarlo, no veía más allá de su espalda, pero sentía sus manos acercándose, deslizandose por mis muslos, y tocando mis huevos,las sentía alrededor de mi poya ¡pero no llegaba a tocármela siquiera! Con la boca tapada sólo podía gemir, y rezar por que agarrara ya mi poya de una vez...mi cuerpo se arqueaba, estaba excitadísimo,y ella casi sin tocarme. Si hubiera seguido yo creo que incluso me hubiera corrido. Pero se dio la vuelta, rozó su sexo por mi cara, y puso los labios de su vagina rozando el pañuelo de seda y los labios de boca. Se notaba que estaba también excitada, me agarraba del pelo, haciendo inclinar mi cabeza hacia delante me soltó el pañuelo para que empezara a lamerle. No me quedaba otra opción que la de mover mi lengua, introducirla todo lo que podía. Noté su clítoris, donde me entretuve por obligación haciéndola disfrutar durante un rato apretando y moviendo mi lengua. Luego pasó a más abajo, no paraba, no me dejaba casi respirar. Yo aprovechaba cada momento que podía para tomar aire mientras ella buscaba su orgasmo.Haciendo circulos con mi lengua seguí explorando todo su coño, delicioso, qué bien me sabía. Seguía luchando por respirar y sin que bajara mi erección. Mi lengua se introdujo un poco más, rodeaba sus labios menores y a lametones la hice seguir disfrutando. Me llevó de nuevo a su clítoris, gemía y con cada gemido apretaba más mi cabeza contra ella, para terminar con un orgasmo que la hizo estremecerse encima mío.
Saciada por un momento, se retiró suavemente,puso sus manos en mi cara y me besó en la boca. Mi boca sabía a ella y a ella le excitaba probar su sabor. Después de jugar con nuestras lenguas, María bajó su cuerpo, enredó sus piernas con las mías y decidió acabar con mi “sufrimiento”, eso sí, muy lentamente. Al sentir su sexo casi encima del mío, volvía toda mi sangre al mismo sitio y mi poya se erguía monumental de nuevo. Con su mano me la agarró y se la acomodó para follarme. Podía sentirme dentro suya, a su ritmo al movimiento suave e intenso de sus caderas, era increíble estar dentro de ese coño que había lamido hace nada. Y mientras se movía, me volvió a colocar el pañuelo en mi boca y me volvió a decir “Te has portado muy bien. Para ser tan atrevido al principio luego te dejas dominar fácilmente” cada frase que me decía me iba poniendo más cachondo, más activo y más movía mis caderas para follarmela. No podía responder y ella seguía “Muy bien, así me gusta, que me folles, enfádate conmigo” no sé cómo era posible pero me sugía poniendo cada vez más aún. Ella insistía “¡Fóllame!, que esto es lo que querías desde el principio”. Yo seguía haciéndolo cuando ella se incorporó, con las rodillas abiertas apoyadas en la cama, mientras mi pene seguía dentro suya. Clavó sus uñas en mis muslos diciéndome “Bien, de aquí no te muevas o te vas a hacer daño” a mí me daba igual el dolor sólo quería seguir follándomela, pero fue imposible, apretaba y sus uñas se clavaban en mí, así q decidí parar. “¿Eso es todo? Te voy a enseñar una última cosa, un ritmo más acorde a ti” y empezó a ser ella la que me follaba a mí, la que marcaba el ritmo, con una lentitud que desesperaba y me volvía loco aprentando sus piernas,sintiendo mi pene enorme en su interior, que agradecía cada sube y baja suyo. “¡Sí! ¡Así! quiero que te corras, despacio, a mi ritmo” y me hizo sufrir hasta que ya no aguanté y clavándome sus uñas que aún seguian en mis piernas empecé a ir a más rápido a follármela, mientras mis muslos empezaban a sufrir y mi pene dentro suya, me iba a correr, ya lo notaba, tenía que seguir, pero dolía,!sólo un poco más! Sí, gemía, gritaba,dolía,gemía, gritaba,gemía... y de repente estallé dentro suya......Fue cómo si nunca antes hubiera alcanzado tal “estado” por llamarlo de alguna forma. Y ya no recuerdo si al final grité,lloré,o qué hice. Mi cuerpo dejó de arquearse y quedó tirado encima de la cama,con dolor y placer al mismo tiempo.
Allí me quedé.
Seguía sintiendo pero sin fuerzas para moverme, con los ojos cerrados.
Noté como me quitó el pañuelo de la boca.
Besó mis labios.
“Ahora eres totalmente mío”.
Se levantó, despegándose de mi.
Se oía el sonido de sus pies descalzos andando por el suelo.
Allí me quedé.
Con sus marcas es mi piel.
Y escuché el ruido del agua cayendo en la ducha...