En casa de Ernesto II

El yerno mayor se suma a la fiesta que su suegro y cuñado habían orquestado

En casa de Ernesto II

Ramón

Ramón se había levantado con un humor de perros. La noche anterior había querido echar un polvo con Paula, su mujer, pero ésta se había resistido, le había puesto como excusa el consabido "dolor de cabeza". Por eso, cuando él escuchó la respiración pausada de su esposa y preguntarle a ella muy quedo "¿se te pasa el dolor?" y no obtener ninguna respuesta, se levantó y fue al cuarto de baño donde se pajeó para bajar la hinchazón de polla y evitarse el dolor de huevos que le empezaba a torturar. Cuando esa mañana su esposa le invitó a que fuera con ella, su suegra y su cuñada al centro comercial, declinó la oferta y salió a hacer unos kilómetros en bicicleta. Estaba pasando unos días de descanso junto con su esposa Paula, en casa de sus suegros Ernesto y Mariana. Este verano también estaban en la casa sus cuñados, Ana, hermana de su mujer y su marido Luís.

Siempre que viajaba de vacaciones llevaba la bicicleta. Le servía para conocer los parajes que rodeaban las ciudades donde veraneaba y, en esta ocasión, descargar el mal humor acumulado. Así pues, uniformado con el equipo idóneo de ciclista, salió por la puerta del garaje del chalecito de sus suegros y se dispuso a hacer la ruta ciclista por los alrededores de la ciudad.

Llevaba ya algo más de una hora pedaleando cuando paró a beber y llenar de agua la botella en una fuente. Iba a continuar la ruta cuando vio la posibilidad de tomar algunas fotografías de aquel paisaje. Abandonó andando con la bicicleta asida por la cruceta del manillar el sendero transitado por los ciclistas y se internó por una vereda que discurría por detrás de la fuente. La panorámica que se divisaba era de su total agrado y tomó varias fotografías del entorno. Cuando se disponía a regresar al camino y reanudar su itinerario, le pareció escuchar como unos gemidos. Provenían desde detrás de unos matorrales cercanos a donde él se encontraba. Se acercó con prisa a ese lugar pues pensó que alguien podría necesitar su ayuda por haberse caído y lastimado, no obstante, aminoró la marcha cuando escuchó: "Dios, Hammed, métemela ya, que no aguanto más".

"¡Hay una pareja follando ahí detrás!" se dijo. Entonces, azuzado por la curiosidad se acercó hacia los matorrales desde donde eran proferidas esas palabras. Cuando llegó al sitio, se percató de que efectivamente, nadie necesitaba su socorro. Un chico rubio estaba totalmente desnudo, tendido de espaldas y con las piernas flexionadas sobre una mesa de madera del merendero que ocupaba esa zona del campo. Otro chico de rasgos norteafricanos estaba abuzado literalmente entre las piernas del chico rubio. Desde su escondrijo pudo distinguir cómo el llamado Hammed lamía intensamente el ojete de su pareja. Pasaba lentamente la lengua por todo el perineo, desde el nacimiento de los huevos hasta llegar al ojete, en donde daba círculos con la punta de la lengua por todo el anillo rosado y palpitante.

Hammed cesó en su lamida, escupió sobre el agujero del chico vencido y le preguntó - ¿Quieres mi polla, Daniel? Pídemelo - y se la restregó por la zona, lubricándola por el escupitajo.

-Sí, quiero tenerla dentro, fóllame. - pidió suplicante Daniel

Lejos de cumplir esos deseos, Hammed se chupó el dedo índice de la mano derecha y lo introdujo lentamente en el recto de Daniel. Éste suspiró de puro placer y se retorció sobre la mesa. A los pocos minutos de mover en círculos ese dedo índice, Hammed introdujo también el dedo corazón en el culo hambriento de Daniel. Éste volvió a resoplar de puro gusto y abrió y cerró el esfínter varias veces, aprisionando esos dedos que tanto placer le estaban dando.

  • ¿Te gusta, eh, putita?

  • Sí, me estás matando de gusto- oía Ramón que contestaba Daniel. - Pero quiero que me taladres con tu verga, cabrón.

Hammed, sonreía. Sus dientes blancos eran acariciados con su lengua. - Aguarda, no seas impaciente. le decía a su amante. -  Se cogió la polla, que ya estaba rezumando precum, con la mano izquierda y fue embadurnando con ella todo el ojete palpitante de Daniel. Luego, sin previo aviso, acercó la punta al agujero e introdujo de un solo golpe el bálano en el ojete.

Daniel soltó un pequeño grito al ser traspasado por la verga del moreno. Hacía varios días que no había sido follado por nadie y su agujero estaba un poco estrecho pese a las caricias de los dedos de Hammed. Éste se detuvo unos instantes en la penetración. Aguardó a que el recto de Daniel se acostumbrara a su ariete. Luego, cuando notó más relajado el cuerpo de Daniel, continuó metiendo su tronco por los intestinos de Daniel.

  • Me gusta, me gusta - oyó Ramón decir a Daniel. - No pares, fóllame.

Hammed, terminó de meter su ariete en la cueva. Se inclinó y dio un largo y húmedo beso a su rendido amante. Luego, separó sus labios y comenzó a meter y sacar su miembro de las entrañas del sumiso rubio.

Ramón, estaba absorto en las embestidas del norteafricano. Su polla, con sus 16 centímetros de envergadura y 4 de diámetro y de la que se sentía plenamente orgulloso, hacía mucho rato que estaba totalmente empalmada. Tanto, que casi le hacía daño aprisionada entre la tela de su suspensorio y mallas de ciclista. Pero no quería pajearse ahí. No deseaba que algún movimiento o gemido involuntarios, interrumpieran el momento mágico que los amantes estaban viviendo. Se recolocó la polla que tenía sobre los huevos, poniéndola ahora pegada al vientre apuntando a su ombligo y continuó contemplando cómo follaban los dos adolescentes.

Hammed tomó las piernas de Daniel y se las colocó sobre sus hombros, así facilitaba la penetración que por momentos se estaba haciendo más rápida. Daniel no paraba de gemir a cada empujón que la pelvis del morenito le daba a su trasero.

  • Dios, qué gustooooo - exclamaba Daniel, y se llevaba las manos a la cabeza que no cesaba de moverla de izquierda a derecha sobre la mesa. Luego, se cogió su polla con ambas manos. Daniel contempló cómo ésta tenía tanta largura como las dos manos del muchacho, lo que le hizo abrir los ojos de pura admiración. Daniel comenzó a pajearse imprimiendo a sus manos arriba y abajo del tronco de su falo el mismo ritmo con el que estaba siendo enculado.

  • ¡Me corroooo, me corrooooo- escuchó Ramón exclamar a Hammed! que sacó el ariete del culo que lo aprisionaba y empezó a expulsar grandes chorros de leche sobre las manos, verga y vientre del chico rubio. Daniel, tal vez excitado por la corrida del morenito, comenzó también a soltar unos trallazos de lefa sobre su vientre.

Ramón notaba cómo su suspensorio y mallas se estaban empapando de precum, continuó impertérrito hasta que los chicos se fundieron en un beso largo y apasionado. Aprovechando los movimientos de ambos para vestirse tras la follada, tomó silenciosamente la bicicleta del suelo y andando abandonó el lugar desde donde había espiado a los amantes. Cuando volvió al camino, montó en la bicicleta y comenzó a pedalear para alejarse del merendero.

Llevaba unos pocos minutos pedaleando cuando notó cierto fresco en la punta de la polla. El precum se estaba enfriando al recibir el aire que su cuerpo cortaba conforme iba recorriendo el camino. Sin dejar de pedalear, Ramón se sacó la parte baja de la camiseta cubriendo así las mallas. También se recolocó la polla con la punta hacia arriba, apuntando al ombligo, pues se le había movido sobre los huevos al subir al sillín. Sacó la mano impregnada de pre semen y se lamió los dedos. Le gustaba su sabor, degustó el néctar y eso provocó que su polla comenzara de nuevo a hincharse. Sin dejar de darle a los pedales, controlando la bicicleta con la mano derecha, dirigió su mano izquierda a su abultado paquete para facilitar que su verga adquiriera toda la envergadura sin que el suspensorio le estorbara. Colocó su vergajo ya bastante empinado de tal forma que el elástico del calzoncillo quedara a la mitad del tronco, y el bálano llegara hasta la goma que ajustaba la malla a la cintura. De esta forma, iba cómodo sin que la polla le doliera por estar tan aprisionada.

Ramón no paraba de rememorar la follada que había estado espiando entre los dos jóvenes, los gemidos de placer de ambos, las pollas expulsando semen, ello hacía que su polla, lejos de apaciguarse, se fuera poniendo cada vez más dura.

El camino comenzó a empinarse, "vaya, - pensó Ramón, - lo mismo que mi troncho", por lo que adecuó los engranajes del cambio de marchas de la bicicleta para afrontar la cuesta del camino. Le costaba cierto esfuerzo pedalear. Entonces, notó una sensación en la que no se había fijado nunca: al mover las piernas para impulsar los pedales: al alzar la pierna izquierda, el testículo de ese lado subía con ella y eso hacía que la polla, impulsada desde el tronco se moviera hacia arriba. Por consiguiente, igual sucedía al mover la pierna derecha. Su polla, bajo estas condiciones, sufría doble frotamiento: el tronco se frotaba arriba y abajo, rozándose entre el cordón de goma del suspensorio y su vientre; el capullo, haciendo tope con el elástico de la malla, no paraba de recibir placenteros masajes favorecidos por el precum que había expulsado minutos antes.

Ramón estaba deseoso por llegar a su casa y pajearse salvajemente. No quería hacer un alto en el camino, apartarse de él y desahogarse tras alguno de los matorrales que crecían en la ribera de la senda. Deseaba llegar a lo alto de la cuesta, recolocarse de nuevo la polla y, a sabiendas que tras esa subida el camino era llano y ligeramente cuesta abajo, imprimió más velocidad a su pedalada. Seguía recordando la follada que había visto entre los jóvenes hacía un rato y, sin proponérselo, adecuó su pedaleo a las imágenes que había contemplado: polla adentro de Hammed, pierna izquierda suya abajo; polla afuera, pierna derecha abajo. Según éste se movía dentro de Daniel así movía Ramón las piernas. El masaje que se estaba propinando a la polla hacía que ésta se enarbolara más.

Piernas arriba y abajo, polla con ese mismo movimiento. Cima de la cuesta cada vez más cerca, polla cada vez más gorda y soltando más lechecilla. Cómo Hammed aceleraba la follada, cómo él movía con más rapidez las piernas, cómo la polla se frotaba con las telas, ¡"ya llego a lo alto, ya llego a lo alto"!, se repetía una y otra vez. Alternaba mantenerse sentado en el sillín, con lo que el recorrido de su polla contra su vientre era más corto y su frotamiento más liviano, con ponerse de pie sobre sus pedales por lo cual ampliaba el desplazamiento del tronco de su verga entre sus calzonas y vientre. Esta alternancia en el ritmo de “paja-pedaleo” hacía que su polla se hinchara aún más de lo que estaba. ¡Dios qué gustazo se estaba propiciando! y aceleraba la pedalada acorde a los recuerdos de Hammed penetrando el culo de su amante rubio

"Ya, Ya, Ya, ya estoy llegando”, se repetía mentalmente Ramón cuando divisó el mojón indicativo de la cima del pequeño puerto que coronaba la cuesta. Cuando Ramón se ponía de pie sobre sus pedales y continuaba con el ascenso de la cuesta, sus piernas hacían que sus huevos y polla subieran y bajaran. Como el cuerpo se balanceaba a izquierda y derecha, conforme pedaleaba su verga se acomodaba a ese ritmo. La respiración de Ramón era cada vez más corta y profunda. ¡Esta pseudopaja era mejor que todas las que se había hecho en su vida!

Ya llego, ya llego”, se auto animaba Ramón quien al final, coronó el alto del camino. “Yaaaaaarrrgggggg” gritó a pleno pulmón ya que, si bien llegó a lo alto del repecho, también llegó al culmen del éxtasis. De su glande comenzaron a salir varios borbotones de semen que impregnaron toda la parte delantera de las mallas.

No tuvo más remedio que parar a un lado del camino y recuperar el ritmo normal de respiración. Dejó la bici en el suelo y se bajó las mallas y el suspensorio hasta las rodillas. Su verga estaba comenzando a desinflarse, pero continuaba soltando hilos de leche; Ramón hizo un pocillo en la mano izquierda para recogerlos y los sorbió. Luego, con la misma mano, limpió como pudo las mallas llenándola completamente de lefa. Pasó la lengua por esa mano y tragó el zumo que tan placenteramente había expulsado su carajo.

Dios, nunca, en su larga trayectoria de ciclista le había ocurrido algo semejante.

Después de los momentos vividos, su pulso y respiración volvieron a sus ritmos normales. Dio un gran trago de agua, se subió nuevamente a la bicicleta y se encaminó hacia la casa de Ernesto.

Entró por la puerta del garaje, en el semisótano del edificio y se desembarazó del equipo de ciclista, quedándose en pelotas. Suponía que en la casa todavía no habría nadie pues se habrían marchado todos al centro comercial. Bajo el chorro de agua del grifo que usaba Ernesto para lavar el coche, enjuagó el suspensorio y las mallas para eliminar los restos de lefa de su corrida y depositó ambas prendas en la máquina lavadora. Luego se encaminó, en cueros como estaba, hacia la primera planta del edificio donde estaba el cuarto de baño para darse una ducha reparadora.

Antes de alcanzar los últimos peldaños de la escalera de acceso a la planta baja de la vivienda, escuchó algunos murmullos provenientes del despacho de su suegro. Guió con recelo su mirada hacia ese lugar (él había supuesto que la casa estaba vacía) y contempló cómo un hombre le estaba comiendo la polla a otro. Cuando reparó en la cabeza de ese hombre, comprobó que ¡era su suegro quien engullía la polla de otro tío!  Al ver esta escena, su polla dio un respingo empezando a elevarse. Veía a su suegro engullir completamente la verga de su acompañante, Era una verga de respetable tamaño pues, cuando su suegro se la sacaba de la boca para poder respirar, veía una polla de tronco recio donde se marcaban unas grandes venas llenas de sangre que propiciaban su empalme. ¿Quién sería el afortunado cuya polla tan hermosa estaba disfrutando de la mamada de su suegro? Sigilosamente y sin dejar de contemplar el espectáculo se fue acercando al despacho de su suegro. Mientras escuchaba los “chups, chups” de la boca de su suegro y los gemidos placenteros del acompañante, vio en el tobillo exterior del pie derecho de éste una cicatriz de alguna operación.  Era idéntica a la que su cuñado Luís presentaba por haberse roto precisamente el tobillo exterior de su pie derecho. "¡Coño - ató cabos Ramón - mi suegro y mi cuñado se están mamando las pollas mutuamente!". Ante esta perspectiva, su verga respondió dando un nuevo respingo y poniéndose tan tiesa que hasta casi le provocaba cierto dolor.

Cautelosamente se acercó a la puerta de la habitación y comprobó que, efectivamente, era su cuñado el que estaba chupándole el pijo a su suegro, ¡y de qué manera!

Luís, al estar echado de espaldas sobre la moqueta, subía y bajaba la cabeza engullendo el también respetable cipote del suegro a la par que le masajeaba el culo metiendo un dedo, lubricado por las babas que recogía conforme se le escapaban por la comisura de sus labios, en el ojete de Ernesto.

Ramón no quiso interrumpirles denotando su presencia. Estuvo contemplándoles cómo se daban mutuo placer. Él, por su parte, se acariciaba su salchichón iniciando una paja. A su cabeza regresaron las imágenes de los dos chicos que había visto follando esta mañana, alternaba las secuencias del folleteo con las con las de las comidas de polla de sus parientes, e imprimió a su mano el mismo ritmo. Paró de masturbarse cuando vio a la pareja acelerar el chupeteo y ver cómo cada uno se tragaba la lefa que el otro derramaba en su boca. Por los espasmos que veía en ambos machos, la cantidad de trallazos de semen debía de haber sido cuantiosa. Notó que de su capullo salían unas gotas de precum que se apresuró a recogerlas con sus dedos y lamerlos para que no cayeran al suelo, tras lo cual, aplaudió a suegro y cuñado cuando éstos, extenuados, se dejaron caer sobre la alfombra.

  • ¡Un buen 69, vive Dios! Menos mal que no habéis llenado la alfombra de lefa, si no, no sé cómo habríais ocultado el cuerpo del delito a las mujeres. - dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Ernesto, Luís y Ramón

El primero en incorporarse fue Ernesto. Dirigió su mirada hacia la puerta y vio a su yerno Ramón enmarcado en ella… ¡totalmente en pelotas! ¡Dios, cómo le ponía de burro el cuerpazo de su yerno mayor! Sus 1,85 m. de altura, complexión recia, ojos marrones de rizadas pestañas, pelo negro, aunque ya con algunas canas apuntando en las patillas a sus 40 años. Siguió remoloneando mientras se levantaba para recrearse en la contemplación de Ramón. Pecho amplio, con dos tetillas de grandes aureolas rodeadas de unos pocos vellos ensortijados. Un reguero de otros tantos pelillos bajaba desde el ombligo hasta el nacimiento de la polla ahora erecta y desafiante, Ahí se expandían y cubrían unos huevos

La situación en la que se encontraban los tres hombres era cuanto menos, insólita. Allí estaban, los tres, en pelota picada, Ernesto y Luís incorporándose desde la alfombra, con las bocas saboreando el esperma del otro y Ramón, con la polla tiesa y rezumante de precum, mirándoles con ojos picarones.

Ernesto fue el primero en hablar. - ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

  • El suficiente para ver cómo os tomabais toda la leche de vuestros biberones y con el gusto que los bebíais - respondió Ramón siempre con la sonrisa en la boca.

  • Espero que no le digas nada a nuestras mujeres- casi suplicó Luís.

  • Bueno - repuso Ramón al cabo de unos segundos - mi silencio, tiene un precio.

  • ¿Cómo? - preguntó Ernesto.

  • ¿Qué quieres decir? - inquirió Luís.

  • Pues que: teniendo en cuenta que llevo varios días sin echar un polvo... que, al veros, mi polla se ha puesto muy dura... que estoy muy caliente…- dijo esto moviendo sus caderas de izquierda a derecha, con lo cual su polla se bamboleaba siguiendo los contoneos de su cuerpo-  y, por último, que he visto que sois unos mamones de campeonato, aquí tenéis mi verga para comprar mi silencio. - dicho esto, se sentó despatarrado en el sofá que había en la habitación. - Además, -continuó diciendo mientras con la mano izquierda tomaba sus huevos y con la otra su polla desde el nacimiento, haciendo un campaneo con ella - no creáis que no he observado cómo miráis mi culo y mi entrepierna en alguna ocasión. Sé que deseáis chuparme mi pija incluso llegar a follarme si se presentara la ocasión. ¿A qué esperáis?, soy todo vuestro.

Ernesto y Luís se miraron a los ojos. Ambos se relamieron por el "bajo precio" del silencio de Ramón, habida cuenta de que éste tenía razón y que para ellos sería un gustazo tener su polla en la boca, o que los follara o que fueran ellos los que taladraran el culo apetecible de su pariente.

Ernesto, no se lo pensó dos veces, se arrodilló entre las piernas de su yerno y tomó la verga turgente de Ramón con la mano derecha. Ramón dejó laxas sus manos a ambos lados de sus piernas y dejó hacer a su suegro. Ernesto se adueñó de los huevos de Ramón y les imprimió un suave masaje. Luego, sacó su lengua y lamió el cálido y turgente capullo de la polla trazando después círculos por todo el contorno del glande, deteniéndose en el nacimiento del frenillo. Esto provocaba que Ramón se retorciera de gusto.

  • Suegro, que bien la chupas, sigue, sigue. ¡ahhhh!  - decía mientras se echaba hacia el respaldo del sofá, arqueando la espalda.

Mientras Ernesto mamaba la verga a Ramón, Luís se arrodilló junto a éste en el sofá pegado a su costado izquierdo; acercó sus labios a los de su cuñado el cual abrió la boca para recibir su lengua. Mientras las lenguas recorrían las cavidades bucales, Luís pellizcaba las tetillas de Ramón, lo que éste recibía con gusto que mostraba echando hacia atrás su cabeza, propiciando que su cuñado cesara en su húmedo beso y le diera pequeños mordiscos en su cuello.

  • Llevaba mucho tiempo fantaseando con estar así. – comentó Ramón

  • ¿Por qué no lo has insinuado al menos antes? Preguntó Ernesto dejando momentáneamente de chuparle la polla de éste de la boca, aunque lo pajeaba suavemente.

  • Estoy de acuerdo con nuestro suegro, - dijo Luís junto al lóbulo de la oreja izquierda de Ramón, mordiéndolo a continuación. Su mano derecha aprisionó la nuca de Ramón y acercó su boca a la de éste, fundiéndose nuevamente en un largo, cálido y húmedo beso. Mientras, su mano izquierda iniciaba un suave camino acariciante desde el cuello de Ramón hacia su entrepierna. Se entretuvo unos instantes en   cada una de las tetillas, amasando los pezones duros y erectos como garbanzos, notando cómo se endurecían un poco más cuando pasaba la yema de su dedo índice por las aureolas. Su caliente mano, al pasar suavemente por el pecho depilado de su cuñado provocaba que la piel se erizara.

Ramón, ante estos estímulos, aprisionó la lengua de Luís entre sus labios y éste inició un suave movimiento de cabeza hacia adelante y hacia atrás como si le estuviera follando la boca.

Ahora, Luís pasaba su mano sobre el estómago de Ramón. Se encontró con unos marcados abdominales que, debido a sus caricias, se pusieron bastante duros. Recordaba los abdominales que mostró Cristiano Ronaldo cuando, tras marcar un gol en un partido de fútbol y celebrarlo con su consabido “SUUUU”, se despojó de la camiseta, importándole poco la amonestación y tarjeta con que el árbitro le “obsequió”. Las imágenes de esa musculatura, fueron el “ leitmotiv” de muchas de sus pajas.

Quiso contemplar los abdominales de Ramón más de cerca y acariciarlos. Sacó la lengua de la boca de su cuñado y la fue deslizando por el cuello; se detuvo unos instantes en las tetillas para chupetear y mordisquear los pezones.

-       Dios, Luís, ¡qué gusto! - Dijo Ramón.

  • ¡Calla y disfruta! - Le conminó Luís - y continuó lamiendo el camino hacia los abdominales que tan poderosamente le llamaban la atención. Al llegar a ellos, comenzó a depositar suaves besos en cada uno de las protuberancias. Cuando llegó a las cercanías del nacimiento del vello púbico de Ramón, se tropezó con la cabeza de Ernesto. Ambos se detuvieron en las maniobras placenteras que le estaban conminando a Ramón y se fundieron en un largo beso.

Ernesto, mientras saboreaba los labios de Luís, no dejaba de recorrer suavemente la polla de Ramón con su mano derecha arriba y abajo. Los dedos, corazón, índice y grueso de su mano izquierda se posaron sobre el capullo de la verga que estaba pajeando y comenzaron a moverse sobre él como si éste fuera un tapón y el resto de la verga una botella. El precum que ya había impregnado la punta del capullo hacía que los dedos resbalaran sobre ese fresón y facilitara el suave masaje.

Ramón no cesaba de retorcerse ante tanto placer que estaba recibiendo. Intentó tomar la cabeza de su suegro para que se detuviera en sus caricias.

  • Para, suegro, para. Me estás matando de gusto.

Luís quiso entonces meterse la polla de su cuñado en la boca, pero su suegro se lo impidió. – Esta polla es hoy para mí. Prepárame el culo que quiero que me preñe – le dijo a éste.

Ernesto levantó levemente sus nalgas y le ofreció a Luís todo su culo. El yerno más joven no se hizo repetir la petición y acercó su cara a esa zona. Su aroma casi le volvió loco. Con ambas manos separó los cachetes de su suegro y aplicó su boca al orto sonrosado que lo esperaba palpitante. Afinó la lengua y la fue introduciendo lentamente igual que había hecho anteriormente con la boca de Ramón.

Ernesto arqueó la espalda al sentir la lengua húmeda en su esfínter y                     continuó mamando la verga de su yerno mayor. Abría la boca y se la metía toda entera hasta que la punta del capullo le daba en la úvula, haciendo que tuviera amagos de arcadas. Entonces, la sacaba lentamente hasta que su garganta se sosegaba y volvía a introducírsela entera, alternando esta maniobra con lamidas a todo lo largo del tronco venoso de la polla de Ramón. Realmente éste tenía una pija deliciosa. Asió la base de ese tronco con la mano derecha y la apretó, propiciando que la verga se hinchara aún más de lo que estaba. Con la otra mano amasó los cojones de Ramón a la par que movía hacia adelante y atrás sus caderas para que la lengua de Luís penetrara más y más en su ojete.

Luís siguió cumpliendo la orden de su suegro de prepararle el esfínter para que Ramón lo empitonara. Cesó de follarlo con la lengua, se chupó el dedo índice derecho y comenzó a hacer circulitos por toda la flor del ojete de Ernesto. En un momento dado, lo introdujo lentamente en el agujero sin cesar de dar esos giros dentro de él. Los cojones de Ernesto se replegaron un poco y la polla se le endureció provocando que de su ojo saliera un hilillo de presemen que se deslizó hasta el sofá. Luís, lo cortó con la otra mano y lo lamió. Con esa mano húmeda comenzó a pajear suavemente a su suegro.

  • No, no sigas con la paja. Sigue dedeándome. Quiero correrme teniendo a Ramón dentro mío. – le interrumpió Ernesto.

Luís escupió al ojete de su suegro y le introdujo el otro dedo índice suegro. Entonces los separó abriendo todo lo que pudo el orto que estaba trabajando y sopló dentro de él. Notó cómo el ojete boqueó, la piel del escroto de Ernesto se arrugó y los vellos del perineo se erizaron. Una sonrisa de satisfacción iluminó su cara. ¡Esa maniobra siempre le había dado buenos resultados con quienes había follado, fueran hombres o mujeres! Volvió a follar con la lengua el orto de Ernesto y ahora fueron las dos parejas de dedos los que entraron en el recto de Ernesto. Escupió entre los dedos y fueron ellos los que comenzaron a moverse dentro del intestino del suegro.

Ernesto jadeaba con el trabajo que estaba recibiendo en su orto. Deseaba ya tener dentro la polla de Ramón. Se sacó de la boca la polla que estaba saboreando, le pidió a Luís que dejara de dilatarle el ojete y se subió al sofá manteniendo las piernas de Ramón entre sus pies. Entrelazó sus manos tras la nuca de su yerno mayor, flexionó las rodillas y se acuclilló como si fuera a sentarse en un asiento imaginario. Sus ojos se enfrentaron a los de Ramón. -Quiero que me folles. Tener tu hermosa verga en mi culo y que llenes mis tripas de tu leche – le dijo y aplicó sus labios abiertos a los de éste.

Ramón recibió los labios de su suegro e inició un beso apasionado. Sus lenguas juguetearon dentro de sus bocas algunos segundos pugnando cada dueño por satisfacer al otro.

Ernesto continuó flexionando bajando aún más el culo, buscando sentarse en la polla de Ramón. Ésta, tiesa como estaba, no logró entrar en el agujero solícito de Ernesto, sino que resbaló mojando con su precum los huevos y verga del que quería ser empalado. El resultado de este patinazo fue que Ernesto se sentó literalmente sobre los genitales del yerno sin lograr el objetivo de ensartarse en la polla tiesa y dura de Ramón.

  • Dios, suegro, que me los aplastas – gruñó Ramón.

  • ¡Perdón, perdón, perdón! - Replicó Ernesto dando pequeños besos a los labios de Ramón.

Levantó de sus nalgas e inició nuevamente la maniobra de meterse en el culo la verga que tanto deseaba. Este segundo intento, tampoco resultó, pues el mástil de Ramón esta vez patinó entre los glúteos de su suegro lo que originó que el culo de Ernesto acabara sobre el vientre de aquél.

Luís no pudo reprimir una carcajada al ver los intentos fallidos de la pareja. – A ver, suegro, levanta el culo.  – le dijo a Ernesto.

Éste le obedeció y entonces Luís cogió la polla de su cuñado y la apuntó al ojete de su suegro. - De algo me tiene que servir el haber estado el verano pasado en una granja ayudando a la remonta de caballos. - dijo -  Aunque será mejor que te arrodilles, así controlarás mejor la follada – le dijo a Ernesto mientras le guiñaba un ojo.

Ernesto siguió el consejo de Luís y cambió de postura. Tuvo que reconocer que su yerno pequeño tenía razón. Aunque realizaba ejercicios regularmente para mantenerse en forma, pudiera ser que el estar acuclillado mucho tiempo le pasara posteriormente factura y no lograra satisfacer las demandas de su culo.

Luís, mientras tanto, seguía con la polla de su cuñado en la mano. A pesar del leve parón no había perdido vigor. Cómo deseaba disfrutar de ella. Cerró los ojos y le imprimió un lento meneo. Notó cómo la verga crecía un poco más entre sus dedos. Aumentó el ritmo del masaje mientras se mordía lujurioso el labio inferior. Un ligero manotazo de su suegro le devolvió a la realidad.

  • Ya me apaño yo solo, gracias –dijo Ernesto cogiendo la verga de Ramón en su mano derecha. La apuntó a su agujero y lentamente procedió a sentarse sobre ella. El boquete estaba muy dilatado gracias a la labor que Luís había realizado. A pesar de ello, no pudo reprimir un gesto de dolor cuando la punta del capullo empezó a horadar su orto. ¡Dios, era más grande de lo que imaginaba!  Descansó por un instante en su empeño, respiró profundamente y volvió a sentarse en el duro vástago. Notó cómo, mientras le iba entrando, el dolor que anteriormente había sufrido se iba tornando en placer. Cuando el vello púbico de Ramón le rozó el perineo supo que sus intestinos albergaban totalmente la pija que tanto anhelaba. Entonces, comenzó un sube y baja de caderas, primero lentamente y luego con más velocidad. La hinchada verga de su yerno mayor se deslizaba suavemente dentro de él resbalando suavemente por sus tripas. La punta del glande chocaba contra su próstata provocándole oleadas de placer.

  • Ramón, qué gusto, qué gusto. Hummmmm  - repetía Ernesto sin cesar mientras subía y bajaba el culo.

Luís estaba muy cachondo contemplando cómo los dos hombres follaban. Su polla estaba a reventar de lo dura que la tenía. No sabía dónde ni cómo ponerse. Se arrodilló entre las piernas de Ramón, le fascinaba ver el culo de Ernesto ensartarse una y otra vez en la pija de su cuñado. Cuando los cuerpos de los amantes se separaban levemente, Luís aprovechaba la ocasión para acariciar con una mano los cojones de su hermano político. Eran realmente hermosos y merced a su masaje, se contrajeron un poco, aumentando su dureza. Su otra mano comenzó a pajearse siguiendo la cadencia de los folladores. Pero él quería más. Necesitaba ser parte activa de la sesión de sexo que estaban teniendo sus familiares. Se encaramó al sofá y aproximó la polla a la cara de Ramón.

Ramón no podía creer lo que estaba ocurriendo. Estaba realmente extasiado sintiendo su polla taladrando el culo de su suegro. Los envites que estaba recibiendo lo llevaban al séptimo cielo. No sabía si aguantaría mucho tiempo en correrse pues Ernesto mientras lo follaba, morreaba sus labios y metía la lengua en su boca recorriéndola por completo.Cuando vio que Luís se había puesto a su lado con la polla tiesa junto a su mejilla izquierda, sacó la lengua y comenzó a lamerle el ojo del capullo del que salía una gota cristalina. La paladeó y después engulló la tranca que su cuñado le ofrecía. Sus labios se cerraron sobre el glande y la lengua trazaba círculos por su perímetro. Luego, continuó metiéndose más la pija en la boca hacia su garganta, hasta que su nariz tropezó con el pubis de Luís. Una ligera arcada le obligó a sacar un trozo de verga de su boca. No supo realmente la envergadura de la polla de su cuñado hasta que no le tomó medida con sus tragaderas.

Realmente estaba disfrutando. No echaba para nada de menos a su mujer. Este par de machos que estaban con él hacían que gozara del sexo entre tíos. Acompasó la mamada al enculado que estaba haciendo, aunque no sabía exactamente si era él quien follaba o él era el follado. Notaba cómo la polla de Ernesto golpeaba su vientre con cada subida y bajada de nalgas. Cómo estaba llenándole de babilla esa vergota tiesa y caliente. Se frotó esa zona extendiendo la babilla y luego llevó la mano a la boca de Luís. Este saboreó el precum de su suegro y arreció con las embestidas a la boca de Ramón.

  • Me voy a correr -, dijo Ernesto, arqueando su espalda y apretando el ojete fuerte contra la verga que lo empalaba.

Ramón, tomó la polla de su suegro y la empezó a menear mientras de ella salían varios trallazos de leche espesa y caliente que le llegaron hasta la barbilla. Como notó que Ernesto al vaciarse había dejado de subir y bajar sobre su verga, el comenzó a subir y bajar sus caderas para seguir follando a su suegro. También aumentó el ritmo de engullir la polla de Luís lo que originó que éste le inundara la garganta de lefa soltando un - ¡me corrooooo!. Tragó toda la leche que pudo y luego sacó la lengua impregnada de semen que Luís chupó con delectación. A los pocos segundos notó cómo su verga se hinchaba y unos espasmos le recorrieron todo su cuerpo. Arqueó la espalda y dio un gran pollazo a su suegro y luego otro, y otro, y otro más. A cada pollazo le correspondía un trallazo de leche caliente que inundó los intestinos de su suegro.

Los tres juntos se dejaron caer exhaustos sobre el sofá.

  • Ha sido estupendo – dijo Luís.

  • Sí, realmente fantástico – replicó Ramón casi al unísono.

  • Tenemos que repetirlo – comentó Ernesto – Haber follado los tres a la vez, ha sido increíble.

  • Sí, ha sido realmente increíble.

La voz de Mariana, la mujer de Ernesto, los dejó petrificados.

  • Pero no se volverá a repetir – continuó hablando Mariana – al menos en esta casa. Hacer las maletas y marcharos. No quiero volver a veros por aquí.