En casa...
Me limpié la mano en su pantalón, sin dejar de mirarle me puse en pie y me fui a mi habitación, dejándole allí debatiendo con sus demonios...
Seguía discutiendo con mi madre al teléfono, esta vez no iba a convencerme, esta vez y de esta iba a salir sola. A pesar incluso de la cuarentena en la que estaba sumida medio mundo.
No podían seguir organizando mi vida, admito que no todos mis errores, eran culpa de los pobres, pero si un poco me había dejado arrastrar por lo que todos querían, por lo que siempre se esperó de mí. Como casarme con el idiota del hijo del mejor amigo y socio de mis padres.
—Cariño, pero aun estas a tiempo de volver a casa, piensa que durante días apenas vas a poder salir de casa, y ahí estás sola…
—Vivo en el mismo edificio que el tío, no estoy sola, si necesito algo recurriré a él. ¿No puedes confiar en que sea capaz de hacer nada por mí misma?
A pesar de darme la razón en el divorcio y terminar admitiendo que necesitaba alejarme, no me dieron opción de elegir, y terminaron por convencerme una vez más, para terminar aceptando un trabajo en la empresa del hermano de mama y hasta vivir en un apartamento en su mismo edificio. Por suerte lo que ellos no sabían, es que ni en el trabajo, ni en el edificio apenas le había visto dos o tres veces, en los dos meses que llevaba allí.
—Vale nena cuídate, y llámame cada día –no le quedó otra que claudicar
Al principio trabajamos con medidas de seguridad, pero pasados los primeros días, nos informaron, que iban a procurar trabajar desde casa, y hacerlo casi todo telemáticamente, para lo que iban a prepararnos.
—Alejandra, necesitamos que subas a dirección –me dijo una de las secretarias al teléfono.
Una vez allí, me explicó que ella iba a darse de baja, ya que estaba embarazada, prefería aislarse, y habían pensado que al vivir en el mismo edificio que mi tío, yo podría ayudarle con todo lo telemático, y el papeleo ya que era la solución más cómoda para todos.
—Si me explicas un poco… -dije, algo asustada por mis nuevas tareas…
—No te preocupes, él lo controla todo, solo necesita un poco de ayuda con la organización, y demás, tu tío ira guiándote, es consciente que nunca lo has hecho –dijo la amable mujer
Ni siquiera ese día hable con él, pero quedé con su secretaria, que al día siguiente bajaría a las nueve a casa de mi tío, y allí nos pondríamos de acuerdo con las tareas de la empresa.
Descarté el traje chaqueta con el que siempre acudía a la oficina, aunque solo fuera la recepcionista, siempre cuide mi imagen al máximo, opte por un más cómodo dos piezas de camisa y pantalón anchito, y subí al ático de mi tío.
—Buenos días Alejandra, sé que apenas hemos tenido tiempo de charlar desde que has llegado, y siento meterte en este embolado, pero no me apetecía nada tener a extraños por casa, y aunque no tengamos mucha relación, eres familia y creo que será más llevadero. Aunque si crees que no vas a poder…
—Claro que si tío, nunca me importó empezar desde abajo, como le dije al teléfono cuando me ofreció el puesto de recepcionista, pero estoy capacitada para esto y espero poder demostrarlo.
—Gracias de antemano sobrina, pasa te enseñaré el despacho.
Pasamos por un amplio salón con unas preciosas vistas, ni siquiera parecía estar en el mismo edificio en el que vivía yo.
— ¿Qué te parece, si fijamos un poco de horario para que estos días no se hagan tan pesados?
—Lo que le parezca bien
—Entiendo que en la oficina no quieras parecer la enchufada, pero soy tu tío, tutéame chiquilla
Decidimos dos turnos de trabajo de nueve a una y de tres a seis, de lunes a viernes. Los dos primeros días, me hice con el sistema de trabajo, a finales de semana ya trabajaba sin apenas supervisión, y él podía hacer lo suyo.
—Estás haciendo una labor extraordinaria Alejandra, no sé cómo me habría adaptado sin tu apoyo –dijo unos días después
—Mañana como no trabamos voy a hacer la compra, ¿necesitas algo?
—Surtí la despensa al máximo el lunes, al igual que la nevera, pero un par de cosas te aceptaría, solo con la condición de que si tú vas a hacer la compra, yo cocino y subes a comer.
— ¿Cocinas?
—Bastante bien según dicen
—Entonces, me veo obligada a aceptar, yo no paso de lo básico y me muero por comer algo decente –le dije con una sonrisa.
Llené el maletero con la compra y subí todo a casa, antes de colocar las cosas subí los encargos de mi tío.
—A las dos estará lista la comida.
Bajé a colocar la compra, me di una larga ducha, me dediqué más de una hora a mimos varios, y luego me puse un cómodo vestido cortito para subir a comer.
—He puesto la mesa en la terraza, hoy hace un solecito primaveral estupendo…
—Dios mío, qué bueno estaba todo tío…y el vino exquisito…yo friego –le dije, cuando se levantaba
—No, eres mi invitada
—Ni lo sueñes, yo he comprado, tus has cocinado y como mucho los dos recogemos…
Aceptó a regañadientes y dejó que le ayudara a quitar la mesa, a poner el lavavajillas y mientras el preparaba unos cafés…
— ¿Seguimos al sol? –asentí
Y fuimos a otro de los perfectos rincones de esa amplia terraza, donde había dos sillones balancines, separados por una mesita donde dejo los cafés. Me senté en uno desde el que se veía todo el paisaje…
—No vives nada mal tío…
—Uno hace lo que puede, sobrina
Como no, el café también estaba espectacular, al igual que ese rincón, el mullido balancín…
Podía notar el sopor apoderarse de mi cuerpo y poco a poco me quede dormida. Fue un dormitar extraño, en el que todo el tiempo que duro, me sentí extrañamente febril, pero curiosamente desperté de lo más relajada.
—Vaya, has dormido media tarde –dijo mi tío
—Lo siento –dije, notando que me había tapado con una manta fina
—No lo sientas, yo también me he relajado un ratito –dijo pasándome un refresco
El domingo, básicamente arreglé mi casa, vi tele y descansé, para el lunes estar de nuevo al pie del cañón.
—Buenos días, Alejandra…ayer le di vueltas a un tema, y he pensado que puesto que no te gusta cocinar, y yo odio comer solo, cocinaré para ambos si tú friegas, y recoges después. –dijo sabiendo, que eso terminaría de convencerme para aceptar
—Expuesto así, no puedo negarme, si dejas que paguemos a medias la comida…
—Por ahí no paso sobrina…te explotaré más en el trabajo, y ya está –dijo con una sonrisa.
Las nuevas normas eran las siguientes, trabajamos a tope hasta las doce, entonces él se iba a cocinar y yo me quedaba trabajando, hasta que me avisaba para poner la mesa, comíamos y luego tras un breve descanso volvíamos al trabajo un par de horas.
—Tomate una copita anda... –sugirió a mitad de semana
—No, el vino como ya viste el sábado me deja cao, y hay que seguir
—Venga a este asadito le va…
Acepté a regañadientes una sola copa de tinto, que como el sábado estaba exquisito, y además no parecía menguar mi copa, durante toda la comida.
—Todo riquísimo tío –le dije poniendo el lavavajillas
—Puedes descansar un ratito en el sofá del salón, yo tengo que hacer unas llamadas
Me sentía demasiado aturdida para bajar a casa a hacer algo, como hacia los mediodías durante esa hora de descanso, y acepté ese sofá sin rechistar, me eché la fina manta por encima y me dispuse a dormitar, en la penumbra del salón mientras le oía hablar en la oficina.
Antes de abrir los ojos volvía a sentirme como el sábado, tenía la sensación de haber tenido un sueño agitado, febril…pero en cambio al abrir los ojos y sentarme en el sofá me sentía relajada y pletórica.
Dejé la manta plegada al ver lo tarde que era, y abandonando todo pensamiento para volver al trabajo, al despacho donde él ya trabajaba con ahínco.
—Deberías haberme despertado, es tardísimo
—Tampoco estamos en la oficina, relájate sobrina –dijo con una sonrisa, volviendo a sus quehaceres
Esa noche volví a pensar en lo sucedido tras mi siesta, en casa del tío, mientras me desnudaba para darme una ducha, y para mi sorpresa note algo raro, un mancha en mi sujetador, miré la camisa y esta estaba impoluta…y no dejé de preguntarme el resto de la noche con curiosidad, como me había echo esa mancha, porque la única posibilidad, es que ya estuviera al vestirme, pero entonces la habría visto…y no encontré razón alguna.
No volvió a convencerme para beber vino en toda la semana, el sábado fui a la compra y esa vez, había quedado en recogerme en la puerta, ya que esta iba a ser mayor y aunque me negué mil veces, el terminó pagando hasta lo que compré para casa, alegando que ya le hacia el favor de comprar yo.
—Alejandra menos mal de ti, yo soy de pocos amigos, y pocas palabras, pero tú eres la compañía perfecta en este encierro. Aunque tú lo llevaras peor sin ver a tu gente –dijo después de que hiciéramos una videoconferencia con mis padres, dejando a estos más tranquilos.
—Aun no conocía a casi nadie, y del resto necesitaba un descanso, por lo que este encierro me está dando un respiro. Además me gusta más este trabajo que el que desempeño en tu empres... –le dije dejando que hoy si llenara mi copa
Disfruté como siempre de su comida, y del suave vinito rosado, aunque ese día fui yo la encargada de reponer las copas, y preferí no rellenar la mía, con tanta frecuencia como supongo que lo hacia él, mientras hablábamos sin ser conscientes.
— ¿Tomamos café no?
—Claro
De nuevo, nos dispusimos a dormitar en los cómodos sillones de la terraza, tapados con las mantitas, mientras terminábamos el café. Cerré los ojos relajada, pero sin sueño, había dormido mucho la noche anterior.
Habrían pasado diez minutos, cuando de repente con los ojos cerrados, noté como alguien bajaba un poquito la manta, y me quedé paralizada, cuando una mano empezó a acariciar con delicadeza mis pechos sobre la tela de mi camiseta; solo podía ser mi tío. No era capaz de mover un solo musculo, mientras esos dedos estimulaban mi pezón sobre la tela, este se puso duro, sin que yo pudiera hacer nada para remediarlo. Tras unos minutos, agarró la tela de mi camiseta y fue subiéndola lentamente, descubriendo mi pecho solo cubierto por mi escueto sujetador, y ahora acariciaba mis pechos, con ambas manos sobre el sujetador, sus caricias eran casi imperceptibles, mientras yo seguía completamente paralizada. Poco a poco sus dedos fueron agarrando con más fuerza, esas puntitas que ya había puesto durísimas, y las pellizcaba dándoles pequeños tironcitos, y de repente tuve que contener un jadeo, noté como mis braguitas se humedecían sin control por la excitación de sus caricias.
Tras comprobar por minutos que mi cuerpo seguía inerte, dormitando, apartó la tela y un segundo después, note el calor de sus labios succionando mis picudos pezones, al momento la humedad de su lengua lamiéndolos, el roce de sus dientes…joder estaba empapada y supe en ese instante, que eso era la sensación que tenía desde el sábado, esa agitación que sentía al despertar…No podía creerlo, estaba a punto de correrme, mientras mi tío me comía las tetas con auténtica maestría, y de nuevo me quedé helada, cuando su boca dejó mis pechos, y oí un ruido a mi lado, abrí un poco el ojo viendo cómo se ponía en pie y seguía masturbándose, como debía haber estado haciendo mientras me lamia, ahora a toda prisa. Jadeando se inclinó ligeramente y frotó su glande húmedo en mis pezones, hasta llenarlos de semen mientras se corría. Estaba súper excitada, sintiendo la tibieza de su semen en mis pechos, mientras el recomponiéndose sacaba un pañuelo, y empezaba a limpiarlos con mimo con una mano, mientras metía la otra dentro de mi pantalón deportivo y bajo mis bragas…joder mi tío iba a terminar la faena masturbándome…dos minutos después, me corría en sus dedos y sacándolos pringosos los pasó por su polla aun fuera del pantalón, llenándosela de mis jugos antes de lamérselos con gula. Luego colocó mis ropas, la manta y se fue dejándome allí alucinada.
Acaba de vivir el momento más erótico de mi vida, y había sido con mi tío.
Cuando desperté apenas fui capaz de mirarle a la cara y pase el domingo dándole vueltas al tema con una sola idea en la cabeza…quería más.
El lunes, seguía el confinamiento y como ya era costumbre, me preparé para subir, pero ese día elegí unos leggins, que se pegaban a mi cuerpo, marcando mis piernas y mi culo a la perfección, arriba me puse una camiseta holgada, hasta justo la cintura, de esas que caen a un lado, dejando un hombro descubierto, zapatillas de deporte, y me recogí el pelo en una coleta alta sin maquillaje.
—Buenos días, Alejandra
—Espero que no te importe, que me haya puesto ropa más cómoda
—Estamos en casa, aquí no hay porque seguir ningún protocolo, si así estas más cómoda, por mi está bien –dijo, mirando mi hombro desnudo.
Ese día, pude notar como mi tío miraba mi culo, cada vez que aprovechaba para exhibirme, yendo a la impresora o hacer cualquier cosa, también me di cuenta de sus miradas a mi escote, cuando me inclinaba ligeramente, para que pudiera ver por el escote, de mi amplia camiseta el interior de esta, o sea mi pequeño sujetador. No sabía cómo, no me había dado cuenta todos esos días, de esas miradas que ahora me encendían, pero a pesar de ello rechacé como siempre hacia, el vino en la comida.
A mitad de semana, aprovechando que ya empezaba a hacer más calorcito, cambié los leggins por un pantalón cortito tipo falda, calzado deportivo y camiseta del mismo estilo. Me encantaban sus miradas lascivas, cuando creía que no le veía.
—Hoy he vuelto a preparar asado, podríamos trabajar un rato más, mientras se acaba y luego descansamos esta tarde.
—Como quieras tío
Puse mesa casi a las tres, y el abrió una botella de vino, mientras tomábamos un aperitivo.
—Me estas malcriando tío
—De vez en cuando hay que darse algún capricho
—No me dejes beber demasiado, he tomado unas pastillas para el dolor de espalda y temo que me dé más sueño que de costumbre
—No te preocupes, total ya te he dado la tarde libre –dijo llenando mi copa
Mientras comíamos, relajadamente me dijo:
—Si quieres, luego podemos ver una película, no me pasan las horas aquí encerrado
—Bien, yo también me aburro como una ostra en casa sola
Después de comer, como siempre en la terraza, tomamos café en el salón, porque a pesar del solecito, empezaba a refrescar.
—Quizás he sacado demasiado pronto el pantalón corto, ahora hace frio
—Ahí tienes la mantita –dijo, señalándome el sofá
— ¿Y tu tío?
—Yo voy a sentarme aquí, puedes tumbarte, es grande –dijo, señalando la parte corta del sofá en “L”
Elegimos una peli, mientras tomábamos el café, y nada más empezar, yo me tumbé y tapé, colocando los pies casi junto a sus piernas.
—Tapate también tío, o cogerás frio, yo ya tengo los pies helados. No creo que vea mucho, entre el vino y las pastillas, ya se me cierran los ojos…
Tiró de la manta, se tapó y para mi sorpresa mientras yo ya bostezaba, agarró mis pies y sonriéndome dijo:
—Estírate, no me molestas –y empezó a frotármelos para calentarlos
Yo me relajé, me estiré y fingí otro bostezo, mientras él mirando la pantalla, seguía masajeando mis pies distraídamente.
Quería más, y empecé a respirar más pausadamente, fingiendo que me había quedado dormida, y sus manos apretaron más mis pies, supongo que para comprobar que no me despertaría, al no hacerlo sus manos fueron subiendo por mis piernas bajo la manta. Separó mis piernas, acarició la cara interna de mis muslos, se coló bajo la tela y sus dedos terminaron sobre mis bragas, sus nudillos pegaban la tela contra mi sexo... y de repente paró, creí que iba a cejar en su empeño, cuando me di cuenta que se levantaba.
Se puso a mi lado y moviéndome ligeramente me dijo:
—Alex ¿duermes, estas dormidita pequeña? –se estaba cerciorando que no iba a despertar fácilmente
—Ummm que pasa, tengo sueño tío, deja que duerma solo un poquito… -dije inconexamente, dejándole claro que estaba grogui, mientras él movía mi brazo inerte
Entonces se arrodilló a mi lado, subió como el sábado mi camiseta lanzándose como un poseso a besar mis tetas, aun cubiertas por el sujetador, mordisqueó y succionó mis pezones ya duros junto con la tela y finalmente la apartó, haciéndome sentir su lengua, su saliva mojándome, sus dientes rozando mi carne trémula…
—Que tetas más ricas tienes sobrina, llevo días loco… -decía, frotando su cara entre mis tetas, con la humedad de su saliva, en mis erectos pezones…
Mientras lamia, su otra mano bajaba por mi torso, se metía bajo el elástico de mi pantaloncito, rozando mi vulvita…
Sus labios febriles bajaron por mi torso, mientras sus manos bajaban con mucho cuidado mi pantaloncito y sus labios cubrían de besos mi pubis sin vello.
—Quiero saborearte Alex… -decía, mientras me quitaba el pantalón, junto con las bragas.
En esos momentos, nada parecía importarle cuando separando mis muslos...por fin sus labios besaron mi vulva, lamieron los labios de mi vagina y mientras sus dedos recorrían mi rajita empapada, su boca buscaba hambrienta mi botoncito, lo lamió con gula, chupeteó como un ternero hambriento y lamió hasta que mis juguitos empaparon su cara cuando me corrí. Ni entonces cesó su placentera tortura, dejó mi clítoris para bajar lamiendo mi rajita, por mi perineo, hasta llegar a mi esfínter y penetró con su lengua mi agujerito virgen, relamiéndome con ganas, mientras dos dedos llenaban mi vagina.
—Joder sobrinita, como te mojas cariño…que rica estas, que culito más rico y prietito tienes nena –decía penetrándolo con su lengua, una y otra vez
Sentir como mi tío metía su lengua en mi culo, mientras sus dedos penetraban mi vagina, allí de rodillas me estaba poniendo a mil de nuevo, mi cuerpo entero vibraba y no tarde en volver a temblar corriéndome sin gemir, mordiendo mis labios.
—No puedo más pequeña.
Y de pie a mi lado, se masturbó sobre mi pubis mientras pellizcaba mis pezones, rozaba su balano en mi triangulito mojado de saliva y juguitos, llenándolo al momento de espeso y caliente semen.
Me dormí notando como me limpiaba y desperté una hora después pletórica, con mi tío a mis pies viendo la tele relajadamente.
—No se sobrina, como eres tan reacia a beber vino, si a mí me dejara así de relajado lo haría a menudo, con lo que me cuesta dormir, desde que estamos encerrados…
—La verdad es que estas siestas, me dejan nueva…
—Ahora que los días se han alargado más, y para colmo cada día de encierro pasa más lento, si quieres en vez de empezar a las tres, empezamos a las cinco, así estiramos más el día y no se nos hace tan pesado, además vas a poder descansar más entremedias y no estaremos tantas horas por la noche aburridos luego. ¿Te parece?
—Pues sí, porque de las seis a la hora de ir a dormir, se me hace largo en casa…
Al segundo día del nuevo horario, volví a “quedarme dormida” y volví a disfrutar de las caricias de mi tío. Supe entonces, que por algún tipo de límite autoimpuesto, nunca iba a pasar de ahí, sabía que iba a tener que ser yo quien le hiciera cruzar al otro lado, si quería disfrutar del sexo pleno con mi tío.
—Tío esta noche te invito yo a cenar a casa, hare una piza y así cambias de aire y aunque solo sea por la escalera sales un poco de aquí.
Llego puntual como imaginé, yo ya lo tenía todo preparado y le abrí enseguida.
—Pasa tío, no tiene nada que ver con tu ático, pero para mí me basta –le dije, haciéndome a un lado, pero no lo suficiente para que rozara al pasar
—Yo, a veces preferiría que fuera más pequeño, aunque necesito espacio…
—Claro, con lo grandote que eres –le dije, masajeando sus hombros, tras ponerme de puntillas
Le sorprendió mi acercamiento, y note la rigidez de su cuerpo al sentir mi cercanía.
—Me alegra que hayas bajado tan sport –llevaba un pantalón de deporte una camiseta
—Supuse que si te gusta subir cómoda a trabajar, por casa también y no quise desentonar
—Tú nunca desentonas, aunque aún vestido así, parece que vas a un coctel –dicho eso, acaricié su pecho un segundo, dejándolo desconcertado en salón
Desde la cocina abierta, le dije que se sentara donde prefiriera, y al volver con dos copas le cedí el destapador del vino, él se había sentado en el sofá, yo lo hice en la mesa frente a este, rozando mis rodillas desnudas con las suyas.
—Yo sujeto las copas, tío –le dije, al ver de nuevo como mi cercanía le ponía rígido
Mientras servía el vino en ambas copas, le dije que acaba de apagar el horno, pero que había que esperar un poquito a que se enfriaran…cuando saque las pizas ya habíamos bebido media botella de vino.
—No te lo digo por quedar bien sobrina, jamás había comido una piza tan rica, ¿de verdad has hecho hasta la masa?
—Cierto tío –le dije, terminándonos el vino
Mientras nosotros hablábamos dentro animadamente, fuera se desataba una buena tormenta, él esperaba aun esperanzado, que el vino me adormilara
— ¿Quieres que veamos un poco la tele Alex, o prefieres que me suba para irte a dormir?
—Es pronto tío, podemos ver la tele
Él se colocó en el borde del sofá y cuando me dijo que podía tumbarme, le sorprendí haciéndolo al revés que en su casa, coloqué mi cabeza en su regazo, y los pies hacia el otro lado.
—En este, estaré más cómoda así, si no te molesto tío
—No –dijo, aun sorprendido
Buscamos algo que ver, como no sabía muy bien como atacar me dejé hacer, cerrando los ojos. Pronto sus manos acariciaron mi hombro, mi brazo…y sus dedos, trazaron el contorno de mi pecho…no estaba tan seguro como otras veces, pero aun así, tiró un poquito de la tela de mi camiseta de tirantes, por el escote asomó un pezón, sus dedos hábiles enseguida acudieron a rozar la puntita, hasta terminar endureciéndola.
Ya volvía a estar excitadísima, pero es que además esta vez podía ver crecer el bulto bajo su pantalón y eso me estaba poniendo aún más cachonda.
Sus dedos, tironeaban y ya había conseguido sacar mi teta completamente, la acariciaba mientras su respiración se entrecortada y el bulto que mantenían la tela tirante me indicaban que él también estaba muy excitado. Cambio de mano para no abandonar ese pezón, mientras con la del pezón recorrió estirándose un poco de lado mis caderas, bajó por mis muslos desnudos…y suspiró… me moví, sin poder evitar apretar mis piernas por la excitación, entonces él creyendo que despertaba y paró.
No quería que parara, pero era el momento de hacer algo, ya no me bastaba que me masturbara, quería más.
Aún tenía sus dedos presionando mi pezón, cuando le miré, intentó apartar su mano, pero yo volví a dejarla sobre mi pecho.
— ¿Qué pasa si esta vez estoy despierta tío? –le dije, dejándole claro que sabía que no era la primera vez
—Lo siento Alex, ni siquiera sé cuándo se me fue de las manos –dijo, apoyando la cabeza en el respaldo sin mirarme, avergonzado.
— ¿Cómo empezó? –pregunté, sentándome como los indios a su lado, sin buscar la mirada que él me rehusaba
—No sé si esto es lo mejor Alex
—Quiero saberlo tío, me lo debes, quiero la verdad
—Jamás te había mirado como a una mujer, hasta que este puto encierro, me dio una clara perspectiva de tu culo, de tus tetas…y empecé a desear el fruto prohibido. Demasiado tiempo, demasiadas pocas cosas que hacer, tu todo el día por mi casa, regalándome vistas, que me alegraban los momentos de soledad cuando te ibas –se tapó la cara con las manos
—Sigue tío
—joder, ese sábado intenté despertarte, para decirte que ibas a coger frio, no hubo manera…primero ronroneabas…luego tirando de ti intentando despertarse, de abrió ese botón…joder tu piel era tan…
Se calló cuando acercándome, metí la mano dentro del pantalón de deporte, acaricié su polla dura sobre la ropa interior, lentamente bajo las manos que cubrían su cara.
—Era tan…sigue –le dije apartando la mirada de la suya
—Suave, Alex, tu piel era tan suave y tu sujetador tan pequeñito y transparente... –jadeó, cuando metí la mano, bajo la única tela que me separaba de su sexo
Estaba caliente y palpitó endureciéndose aún más en mi mano.
—Alex, no compliquemos más esto…
—Sigue tío, porque ese día “Si” estaba dormida –le dije, masturbándole ya con descaro.
—Me dije que solo iba a rozar tu piel, luego que solo un pezón y sin ser capaz de parar me encontré masajeando tus tetas, lamiéndolas, mordiéndolas, succionándolas…hasta terminar meneándomela dentro del pantalón mientras te sobaba.
—La segunda vez también dormía tío
—Después de la primera, sentí muchos remordimientos, pero no pude controlar de nuevo el deseo, esta vez terminé corriéndome sobre tus preciosas tetas…tienes que parar Alex
—Ahora estoy despierta, desde ese día lo he estado todos los siguientes tío –dije acelerando mi paja
—Para Alex, para por favor… –jadeaba sin convicción ninguna mientras yo seguía masturbándole febrilmente sin escuchar sus suplicas.
Bajó las manos de su cara, cuando su cuerpo rígido tembló sin control, mientras llenaba mi mano y el interior de su ropa de espeso semen caliente, mientras aullaba corriéndose y mirándome por primera vez desde que empecé.
Me limpié la mano en su pantalón, sin dejar de mirarle me puse en pie y me fui a mi habitación, dejándole allí debatiendo con sus demonios, intentando recobrar la respiración.
Cinco minutos después, apareció en el umbral de la puerta de mi habitación
—Lo siento Alejandra…dime algo, sé que lo que hice estuvo mal, eres la hija de mi hermana, mi sobrina…y yo…di algo Alex…por favor dime, que puedo hacer… –dijo, mirándome allí en el centro de mi cama de rodillas, sentada sobre mis pies.
— ¿Solo puedes mirarme y tocarme para correrte después? –le grité con sorna, cuando ya se iba pensando que no iba a volver a hablarle
—Hay líneas que jamás debí cruzar, y merezco tu desprecio por ello… –volvió atrás asomándose de nuevo al oírme
Momento que aproveché, para quitarme la camiseta y quédame completamente desnuda, de rodillas en mi cama, sumisa y dispuesta…
—Tú cruzaste la línea, tú has provocado esto tío… ¿vas a quedarte ahora solo pisando la línea?
—Eres mi sobrina Alex, mi sobrina, la hija de mi hermana –se repetía una y otra vez como si ese mantra fuera a cambiarlo todo
— ¿Crees que eso va a hacer que lo desees menos? Porque yo creo, que tu polla esta un más dura –dije con una maléfica sonrisa en los labios, mordiéndomelos
—No me hagas esto Alex…por favor, sé que no lo merezco, pero ayúdame con esto… -pidió derrotado a los pies de mi cama
Lejos de hacer lo que en realidad pedían sus labios, hice lo que en verdad deseaba y poniéndome a cuatro patas gateé hasta el borde, saqué la lengua y lamí el bulto que mantenía la tela de algodón de su pantalón tirante en la entrepierna.
— ¿Joder Alex que haces? –exclamo sin retirarse
—Lo que me has pedido tío, ayudarte con esto –le dije, bajando el pantalón a medio muslo
Su polla salto ante mí, pero mi lengua fue directa a sus pelotas, las subí meneándolas con la lengua plana, antes de succionarlas y chuponearlas con gula, viendo como su polla aún se ponía más enhiesta. La agarré por la base y apreté con fuerza, viendo encantada como el glande se humedecía, saqué la lengua y relamí las gotitas que lo coronaban, mientras él gemía, entonces besé la punta y dejé que resbalara entre mis labios. Solo el capullo entró en mi boca y empecé a succionarlo haciendo ruiditos, ensalivándolo bien.
—Joder Alejandra, no te pedía esto… -dijo, entre jadeos
Levantando la mirada sin dejar de lamerle, le pregunté con voz suave:
— ¿Entonces quieres que pare tío? ¿De verdad quieres que esto acabe aquí? –pregunté, dejando que su polla llenara mi boca, viendo como su mirada iba de mi boca a mi culo, reflejado en el espejo de la cómoda…
No contestó, pero sus manos acariciaron mi pelo, y presionaron ligeramente mi cabeza hasta que su polla, rozó mi garganta. Intenté hacerle la mejor de las mamadas y no parecía ir mal, por sus jadeos y sus manos presionando mis hombros, mientras yo no dejaba de mover mis labios recorriendo todo ese mástil, recreándome en el balano inflamado antes de volver a recorrer el tronco…
—Alex…Alex…
Dijo justo antes de empujarme con pereza de los hombros, quitándome mi nueva golosina y cuando me quejé, soltó una risa maquiavélica, mientras me daba la vuelta en esa misma postura. Me preparé para recibirle, pero lo que note fueron sus labios en mi trasero, mientras sus manos separaban los cachetes de mi culo y su lengua recorrió mi rajita, incendiando mi carne a su paso, inundando mi sexo…apoyé los codos en el colchón, levantando más el culo, para que llegara desde atrás donde quisiera. Recorrió cada rincón de mi sexo, buscando mi clítoris para estimularlo, hasta que chillé el primer de mis orgasmos. Nada más correrme sin dejar que cambiara de postura, su lengua recorrió de nuevo mi rajita, deslizándose por el perineo, hasta llegar a mi ano y lo penetró hasta relajarlo. Tras un par de minutos se incorporó y agarrándome de las caderas, empezó a deslizarse lentamente por primera vez dentro de mí, haciéndome desear cada centímetro de polla que me metía, haciéndolo desesperadamente lento, mientras yo aullaba como una posesa.
— ¿Qué quieres Alex?…pídemelo sobrinita –dijo con una voz que yo al menos no conocía
—Polla, dame más… fuerte –pedía con palabras entrecortadas, meneando las caderas
—Tranquila pequeña…despacio putita…es toda tuya… -se regodeaba, teniendo allí cachonda perdida
Llegó al final y note sus pelotas, rebotando en la entrada, salió a la mitad y un solo golpe lo devolvió donde estaba, al fondo de mi vagina, grité esperando más, pero de nuevo al salir paró y entonces un dedo presionó mi agujerito inexplorado…
—Voy a darte lo que quieres nena, relájate –dijo penetrándome con su dedo
Cuando me relajé, añadió un segundo dedo abriendo mi culito, no dolía demasiado, pero ardía y entonces, empezó a mover las caderas, su polla empezó a entrar y salir de mi coñito, mientras sus dedos se acompasaban con esta pero en mi culo, el placer era…uff, dos minutos después, mordía la almohada enloquecida, por las sensaciones que recorrían mi cuerpo, mientras me corría, sintiéndome más llena que nunca, y mientras aun temblaba, sacó sus dedos de mi culo y al instante su balano rozó la entrada sin presionar, para a continuación oírle aullar mientras un potente chorro caliente, mojaba mi agujerito lastimadito, mi culo y mis riñones mientras se corría.
Caí de bruces en el colchón, y el a mi lado de costado acarició mi pelo, hasta quedarnos dormidos.
Desperté en mitad de la noche helada de frio, a mi lado estaba él aun con el pantalón a medio quitar, tan dormido como había estado yo. Le quité el pantalón con cuidado y empecé a besar y lamer sus piernas, sus muslos…cinco minutos después cabalgaba sobre mi tío con su polla bien adentro, mientras el sobaba mis tetas.
—Tienes unas tetas espectaculares, sobrina
—Y tu una polla alucinante –dije, afianzando los pies en el colchón, para clavármela ms
—Si nena, dale caña, así más fuerte, me encanta Alex… -dijo aferrándome del culo, dejándome caer con dureza
—Llena mi coñito tío… -exigí, largo rato después de alguna que otra posturita más
—Tómala cielo –dijo, un minuto después del tercero de mis orgasmos de ese polvo
El sábado, dormimos toda la mañana y volvimos a follar por la tarde, antes de que se fuera.
—Será mejor que me vaya, o moriremos en el intento, necesitamos descansar golfa –dijo con buen criterio.
El domingo no subí y como siempre me dedique a mí y a la casa, solo hablamos por teléfono.
—Anda sube y te lo demuestro sobrinita –contestó cuándo le dije si ya estaba repuesto
—No, ya nos veremos mañana tío
—Eres una zorrita, hasta mañana
El lunes subí como siempre a las nueve, cuando intentó besarme le rechacé alegando que estábamos en el trabajo. Durante la mañana volví a apartar sus manos, un par de veces más, quería que estuviera muy cachondo.
—Eres una zorra, si solo pensabas trabajar, ¿porque has subido con esos pantaloncitos y esa camiseta? Joder, me va a estallar la polla, llevo toda la mañana viendo como esos pantalones, apenas tapan ese precioso culazo que te gastas, y no te has puesto sujetador, puedo ver tus pezones, marcarse en es puñetera camiseta…
—Hay que trabajar (dije en tono seco)… ¿de verdad que se me ve el culo? Claro es porque no llevo bragas –le dije inclinándome ligeramente…
—Basta pequeña zorra, llevas toda la mañana provocándome –grito poniéndose en pie y rodeando la mesa, mientras yo andaba hacia atrás pegándome a la pared
—Tío, estamos traba...no puedes –seguía en mi papel con voz temblorosa, mientras subía con furia mi camiseta, como esperaba
Su boca devoró mis pechos, mientras su mano se colaba dentro del pantalón y sus dedos pronto acariciaron toscos, mi vulva inflamada.
—Estas chorreando golfa, voy a darte lo que mereces –volvió chillar metiéndome dos dedos con furia
Mordió mis pechos, succionó mis pezones y mientras sus dedos me penetraban con furia, el pulgar frotaba mi clítoris... me corrí como una loca.
—¡!!Sácala!!! –ordenó, apoyando sus manos en mis hombros haciéndome bajar
En cuclillas ante él, liberé su erección y empecé a meneársela.
—Vamos, quiero una de tus espectaculares mamadas golfa
Y literalmente dejó que se la chupara, hasta que demasiado cachondo parar dejarme seguir, me apartó y llevándome a la mesa, me dobló sobre esta hacia adelante.
—Mira si me han gustado tus pantaloncitos, que voy a follarte con ellos puestos –dijo bajándolos solo a mitad de muslo.
Metió su polla de un solo y profundo golpe en mi vagina y chillé como una posesa.
—Voy a follarte como te gusta putita...
Salía casi por completo y volvía a hundirse...
—Sí, sí, sí –grité al borde del orgasmo
Pero entonces paró y supliqué que siguiera.
—Ya sabes lo que quiero nena –dijo mojando sus dedos en mi coño junto a su polla, sin sacarla
Relajé el culito, mientras un dedo penetraba mi culito y empezaba a moverse, estaba tan cachonda que grité:
—Méteme el otro dedo tío, fóllame duro, quiero correrme
—Si nena, si golfa
Y sus dedos penetraron mi culo mientras su polla avasallaba con dureza mi coñito...
—Córrete conmigo tío...
Y para mi sorpresa, su polla abandonó mi coñito y sollocé, pero al momento tres dedos la suplieron, follándome con la misma intensidad y entonces su glande presionó en la entrada de mi culito dilatado, creí que iba a correrse como la otra vez, sus dedos me enloquecían, el pulgar rozaba ya mi clítoris cuando note la presión...
—Relájate cielo, confía en mi...deja que te folle
Dolía mientras el glande presionaba y vencía entrando, ardía mi culo y mi coño se encharcaba más y más, mientras iba entrando, dilatándome, partiéndome en dos...
—Relájalo...si putita, si, que culo tienes, que culo...
Su polla llenó mi culo, sus dedos entraban y salían, mi cuerpo sentía, volaba, ardía, se encharcaba...me sodomizaba, me poseía...era una locura de placer
—Me corro pequeña, me corro
Y note el calor en mis entrañas, sus dientes en mis hombros...y volé con él como nunca había volado.
Apenas podía respirar aun inclinada sobre su mesa, cuando sonó el portero automático.
—Soy tu cuñado –dijo alguien al otro lado, cuando descolgó sin salir de mi culo creyendo que sería el cartero
Joder, era mi padre quien subía en el ascensor, mientras mi tío acababa de follarse mi culito, pensé intentando recobrar la compostura, y vestirnos los dos a toda prisa para ir a abrirle sin que sospechara nada.
—¿Qué haces aquí papa? –le pedí nada más abrirle
—Ayer traje a un amigo al hospital, lo hice yo porque soy el único que puede moverse un poco por ahí aun, tranquilos no tiene el virus, pero tiene que pasar unos días ahí, por lo que he pensado quedarme con mi hija, para volver a llevármelo al pueblo después sin problemas
—Claro papa -le dije mirando a mi tío.