En busca de una aventura (1)

Resumen: en esta primera parte describo unas vacaciones de aventura, acompañada por mi madre, que participa de ella. Conocimos a tres chicos, jóvenes; yo conseguí lo que quería, tener sexo. Ella, se enfrasca en un pasaje de seducción lleno de conflictos emocionales, que luego de unas horas, logra fi

Resumen: en esta primera parte describo unas vacaciones de aventura, acompañada por mi madre, que participa de ella. Conocimos a tres chicos, jóvenes; yo conseguí lo que quería, tener sexo. Ella, se enfrasca en un pasaje de seducción lleno de conflictos emocionales, que luego de unas horas, logra finalmente vencer, y se anima.

Advertencia: el relato es muy largo y por ello se dividió en dos partes, que podrán ser leidas juntas o de manera pausada, como mejor le parezca al lector.

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Luego de mi divorcio, andaba yo muy “apachurrada” (deprimida, decaída) – aunque también muy caliente por la falta de sexo. Mi mamá también andaba mal, pues aunque tenía su pareja, esta no le hacía mucho caso, desde el punto de vista sexual.

En esos días nos reunimos para tomar un café y platicar. Salió lo anterior y yo le dije que quería pedir una semana de vacaciones en el trabajo para distraerme.

Convencí a mi mamá que me acompañara y que nos fuéramos a Cancún una semana. Quedamos en eso y nos fuimos un domingo al mediodía. Llegamos al hotel de Cancún alrededor de las 2 de la tarde, nos registramos; era un hotel “all inclusive”, en los que se tiene todo pagado: bebidas, comidas, diversiones, etc.

Nos fuimos a nuestro cuarto a cambiar. Al estarnos desnudando vi a mi mamá en pantaletas, unas blancas, clásicas, pero muy cachondas, semi-transparentes, caladas: se le notaban fácilmente sus vellos púbicos; hacían juego con su brasier, del mismo tipo y tela: se le miraban muy fácilmente sus pezones, sus areolas y todos sus senos, que son de muy buen tamaño. Le comenté:

  • ¡qué cachonda te vistes mami…!,

& pues…, es para ver si así se anima Arturo* a llegarme, pero…, ¡ni así…!, me tiene en ayuno desde hace ya un buen…

  • Arturo es el “pareja” de mi mamá.

Mi mamá es una señora de 43 años, 1.61 m de estatura, blanca, cabello marrón obscuro, ojos bonitos, de buenas tetas y buenas piernas, algo “llenita”, cara agradable, conservadora, con unas nalgas muy ricas, paraditas, levantadas, ¡de concurso!, con la que siempre he tenido muy buena comunicación y confianza; nos decimos todo, hasta lo más íntimo y comprometedor.

Yo tengo 25 años y me acababa de divorciar de un señor que me lleva 9 años y con el cual había estado saliendo desde antes de terminar la carrera. Me casé con él hacía menos de un año, pero no funcionó.

Me quité la ropa y me puse un bikini – tanga, color rojo encendido el brasier y negra la tanga, que se me hundía entre mis nalgas, dejándolas completamente libres y a la vista de todo mundo.

& ¿y qué me dices de ti…?, ¡qué cachonda tanguita trajiste…!, ¡se te miran todas las pompas…!.

  • Pues…, es para ver si ligo yo algo…, a ver si alguien se fija en mí y…, ¡mejor si me hace el favor…!, que lo ando necesitando con ganas…

& ¡Mírala descarada…!. ¡Todo mundo se va a fijar en ti!, ¡seguro!.

  • pues…, con al menos uno que se anime…

& ¡se van a animar un montón…!,

  • ¡los que sean…!, ¡para todos tengo!, ¡ando bastante dispuesta!..., ¿tú no…?. ¡Olvídate de prejuicios…, déjate ir…!.

& ¡cómo crees…!; ¡yo ya no estoy para esas loqueras…!. Te dejo a todos pa’ ti…

Me contestó, riéndonos, mientras se colocaba un traje de baño de una sola pieza, negro, que hacía resaltar más su piel clara. Era de licra, autoajustable al cuerpo, y se le marcaba su pubis, formándole una prominencia muy fuerte, con una rajadita en el centro, de lo que los gringos le llaman el “camel-toe”. Sus senos también se le notaban muy bien, grandes, formando un canalito en medio de ellos y rematados en dos prominencias, que eran sus dos pezones.

& ¡vámonos a comer…!, que me estoy muriendo de hambre…,

  • ¡vámonos a ver qué ligamos…!, que me estoy muriendo de ganas…,

le dije, mitad en broma, mitad en serio.

Nos fuimos hacia la playa, ¡hermosa!, arena blanca y fina, un mar con muy poco oleaje y a lo lejos su color verde turquesa contrastando con el cielo azul profundo.

Nos instalamos en una palapa y de inmediato llegó un mesero a ver qué se nos ofrecía. Yo pedí una cerveza, mi mami una “piña colada” y pedimos también de comer.

Al lado de nosotros, había una pareja de gringos, como de 50 años, aunque ella parecía más joven que él, ambos ya maduros. Del otro lado estaban tres muchachos, jóvenes, que de inmediato nos saludaron y se presentaron con nosotras; estaban tomando cerveza, lo mismo que yo.

Eran Hugo, Paco y Luis:

  • Yo soy Mari…, ella es Carmen, mi compañera…

Comenzamos de inmediato a platicar y a “ligar”: ellos a nosotras, yo a ellos. Mi mamá casi no platicaba, nada más sonreía y contestaba con monosílabos.

Nos dijeron que eran compañeros de la universidad, que acababan de terminar la carrera y se habían conseguido un paquete “3B” en este hotel: bueno-bonito-barato y acababan también de llegar, al igual que nosotras, por 8 días.

  • ¡Ah…, pues nosotras nos tomamos una semana de vacaciones pues estábamos cansadas de trabajar…, somos compañeras de trabajo, en un banco…,

y las dos andamos sin “chavo”: yo me acabo de divorciar y Carmen ya tiene más rato divorciada, así que nos hacía falta un poco de “distracción”…,

les dije, de manera franca y abierta.

Hugo era un chico grande, de 23 años, lo mismo que Paco. Los dos eran delgados y altos, de 1.77 m y 1.75 m, respectivamente (después también supe que eran primos ellos dos); eran claros, así como mi mamá. Luis, el más joven, de 22, era también el moreno del grupo y el menos alto de ellos, de sólo 1.70 m. ¡Los tres eran altos para nosotras!; yo mido 1.64 m, morena clara, apiñonada, delgada pero nalgoncita y con tetas grandes, bonitas, cabello y ojos negros, grandes.

De inmediato Hugo se apuntó conmigo y Luis se puso a platicar con mi mamá, Carmela. Paco comentaba con las dos parejas y hacía bromas con ambas, pero luego de un rato se fue por otras cervezas, siguiendo el onceavo mandamiento de: “no estorbar”.

Hugo en ese momento se puso al ataque y, tomándome de la mano, me dijo:

= tienes una mano muy delgada, parece muy frágil…, igual que tú…, se me imagina que cuando haces el amor te andan rompiendo todita…

  • ¡ja, ja…, cómo crees…!. ¿Lo quieres investigar…?

le dije, desafiándolo, y él aceptó el reto.

Nos fuimos, tuvimos relaciones – que tanta falta me hacían – y cuando regresamos a la playa (ya estaba pardeando lo tarde), encontramos a mi mamá “acaramelada” con Luis, en la alberca. Me pidió que la “acompañara al baño” y ahí le confesé que:

= ¡ya me cogí a Hugo…!,

y le conté.

Ella a su vez me cuenta de Luis; me contó de sus “avances” con él:

“Luego de que se fueron, Luis quiso romper de alguna manera nuestra tensión y:

= ¿quieres algo de tomar?

  • pues…, una piña colada…, sin alcohol…

= ¿quieres que vaya por ella, esperamos al mesero, me acompañas al bar…?

  • pues…, si quieres vamos al bar…

= vamos pues…

Y nos dirigimos hacia la zona del bar, que estaba detrás de la alberca.

El chico me tendió su mano y…, lo pensé un instante pero…, le di la mía y…, tomados de la mano, nos fuimos caminando hacia el bar. ¡Me sentía…, muy nerviosa…, la verdad…, ¡me daba algo de pena y vergüenza que me pudieran ver con ese muchacho!, ¡por la diferencia de edades!, ¡era más joven que mis hijas!. ¡No…, no podía ser…, estaba yo loca…!, ¡le llevo más de 20 años a ese chico…!, ¡qué cosas andaba yo haciendo!, ¡tomada de la mano de ese muchacho…!.

Pedimos mi bebida; él pidió otra cerveza y, cuando nos las dieron, me preguntó:

= nos sentamos aquí…, o prefieres en la alberca o…, regresamos a la “palapa”…

  • eh…, mejor en la palapa,

le contesté, nuevamente turbada, distraída, pensativa, reflexionándome, regañándome a mí misma por mis “loqueras”.

El me extendió su brazo, me ofreció su mano y…, me tomé de ella: ¡otra vez a lo mismo!. ¡Me temblaba la mano!, ¡estaba nerviosa!.

Nos fuimos tomados de la mano hasta la palapa, llevando en la mano libre nuestra bebida.

Nos sentamos en sillas de playa, vecinas. Yo recargué mi cabeza en la recargadera de la silla, sin reclinarla, pues no me recosté, sino que quedé sentada, con las piernas separadas a cada lado de la silla. Él se sentó también sobre de la silla de playa, sin reclinarla, mirándome mientras platicábamos, aunque yo estaba un tanto distraída, con mis remordimientos y mis dudas, de si “dejarme ir”, como opinaba mi hija o ser recatada, como me señalaba mi educación.

Brindamos y el muchacho se dedicó a piropearme: ¡era bastante galán!; ¡me gustaba ese chico!, aunque se me hacía bien chavito y eso me tenía presa de remordimientos; seguía en la misma disyuntiva, “dejarme ir”, de manera alocada e irreflexiva o seguirme comiendo las ganas, yo sola.

Él me preguntaba cosas de mí, pero yo siempre me salía por la tangente, le daba respuestas muy vagas o le respondía con otras preguntas, hasta que se acabó su cerveza y me dijo que fuéramos a buscar otro trago.

Le dije que sí y nos fuimos por otra cerveza. Nos levantamos y de inmediato, al pararme y comenzar a caminar, sentí cómo me abrazaba pero…, lo peor del caso fue que…, no le dije nada, no protesté porque me abrazara.

El chico me abrazaba y jalaba hacia él haciéndome temblar y vibrar al instante. ¿Cómo era eso posible?, ¿que fuera yo caminando abrazada por ese muchacho?, ¡que era mucho más jovencito que yo y más joven también que mis hijas…!.

Me temblaban las piernas, pero le echaba la culpa a la arena y…, así caminamos hasta llegar hasta el bar; yo pedí una botella de agua y él me preguntó si quería que fuéramos a comer algo al buffet, que aún estaba servido, aunque ya eran más de las seis de la tarde.

Le dije que sí y nos fuimos a la zona del buffet. Yo tomé unos camarones, que son mis favoritos; él tomó otros camarones y algo más y nos fuimos a comerlos a la palapa.

Al estar comiendo, vi la mano del chico dirigirse a mi cara y acariciarme mi mejilla. ¡Me sentí que fundía!, pero se la quise retirar y él me dijo:

= ¡me gustas mucho…, eres una señora bonita…!.

y tomándolo de su mano, le dije:

  • ¡también tú…, eres un muchacho muy guapo…!,

y se la solté.

Luego de eso, platicamos de nuestros gustos, aficiones y más. Me dijo que su familia tenía un rancho ganadero, que él quería administrar y por eso lo habían mandado a estudiar, a prepararse.

Luego volvió a la carga, a preguntarme de mí, mientras me estaba tomando mis manos con sus dos manos. Me preguntaba por qué le tenía miedo o a qué le tenía yo miedo. Me preguntaba mi edad,

  • Tengo 43…

y ahí le volví a recalcar mis temores:

  • Soy mucho más grande que tú…, por eso mi miedo…,

me preguntaba mi estado civil,

  • estoy divorciada…, pero vuelta a casar…, ¡soy casada…!, por eso mi miedo…,

me preguntaba sobre mi familia,

  • tengo dos hijas…, ¡qué son de tu edad…, bueno…, algo mayores que tú…!,

por eso mi miedo…,

me preguntaba sobre mis gustos, aficiones, amores y…,

  • ¡estoy casada!, ¿no entiendes?,

le dije, casi enojada, casi gritando de la desesperación que me causaban esas preguntas, pues me hacían caer en remordimiento y…, me volteé hacia otro lado, hasta que él me tomó de la cara y en cierta forma, y con razón, me reclamó, de manera fuerte pero diplomática:

= a ver señora…, ¿me va a contestar?. Le hablo y me da la espalda, se voltea…,

¿no quiere que platiquemos?.

  • ¡No Luis…!. Bueno…, la verdad es que…, ¡me da mucho miedo!,

le dije esto, levantándome al mismo tiempo de mi silla y lléndome a recargar al palo central de la palapa, hasta donde llegó él, colocándose detrás de mí, tomándome mis hombros con sus manos, acercando su cuerpo a mi cuerpo, ¡semidesnudos los dos!, tan sólo con los trajes de baño. Su cuerpo estaba pegado a mi cuerpo, su torso a mi dorso.

  • ¡De verdad Carmelita…, me gustas muchísimo…!, ¡créemelo…, por favor!.

El muchacho estaba exactamente en mi espalda y me introdujo su muslo hasta el contacto con mis glúteos y entre mis muslos; ¡pude sentir su calor,  y su excitación...!. ¡Lo tenía muy parado!. El contacto de su pene con mi trasero, aunque fuera por encima de aquellos trajes de baño…, me había excitado completamente.

Mis manos sudaron y mi vulva se llenó de una humedad muy intensa. Trate de decirle que se quitara de ahí; trate de quitarme de ese lugar, pero no hice ni uno ni otro, me quedé sin moverme, sintiendo el atrevimiento del chico y, por supuesto, sus “atributos”, a su máxima expresión. Quise decirle algo pero…, no pude decirle ya nada, tan solo me mordí el labio inferior, ¡señal de que andaba caliente…!, ¡exageradamente caliente…!.

= ¡Déjame darte un besito, Carmela…!,

me dijo, cuando ya me estaba besando mi cuello.

Un orgasmo tremendo se me presentó, aun estando de pie, así que…, me separé de su lado y le tuve que decir a Luis que nos metiéramos a la piscina, para ocultar mi “venida”, y ahí…, el condenado muchacho, se aprovechó y me abrazó por detrás nuevamente, jalándome hacia él.  Me estuvo acariciando, los senos, las piernas, las pompas… ¡Me sentía muy a gusto a su lado, ignorando nuestra diferencia de edades!.

Sentí que me besaba de nuevo mi cuello.  No le dije nada y lo dejé que me "besuqueara" a su gusto, pero me quiso también besar en la boca y lo rechacé: ¡mis remordimientos volvieron a aparecerse!.

  • ¡No Luis, por favor..., no...!.

Pero Luis, ansioso de besarme, me insistió:

= ¡ándale, dame un besito nada más!

  • ¡no, no!,

= bueno, ¡deja que yo te lo dé!,

  • no Luis, estate quieto. ¡Soy más grande que tú..., ¡por favor...!,

¡Luis, Luis..., Luuuuuiiiisss...!.

Yo me quería separar de su lado, pero él me rodeó por el talle y me atrajo más hacia él. Volvió a besarme el cuello, a estrecharme contra su cuerpo. Yo protestaba cada vez más débilmente:

  • ¡no, no, no...!, Luis, no...!, ¡soy casada…!, ¡soy más grande que tú...,

¡por favor...!, ¡Luis...!, ¡ya..., por favor...!.

El muchacho me insistió tanto y yo estaba tan "caliente" que... disminuí lentamente mi resistencia y me dejé dar un beso, para corresponder a ese chico:

  • ¡pero uno solo!, ¿está bien...?.

Ese beso me puso tremendamente caliente y.., sin poderme aguantar, yo misma le ofrecí mi boca a su boca. Estábamos besándonos parados dentro de la alberca, sin importarnos el mundo. Me embarraba su cuerpo contra mis senos y su muslo contra mi sexo.  Estuvimos "fajando", hasta que sentí que me llegaba otro orgasmo, ¡tremendo!, que no le pude ocultar y…

  • ¡Por eso es que te tengo miedo…!,

le grité, muy enojada conmigo misma, y me separé de su lado, pero él se me acercó nuevamente y…,”

fue donde tú me encontraste.

  • así que…, no perdiste tu tiempo, ¿verdad sinvergüenza?.

¿y lo piensas aceptar, si se anima…? ¿lo vas a hacer con él…?

& ¡No lo se…, de verdad…, estoy muy confusa…!; mis principios me dicen que no,

pero mi cuerpo me dice que sí…, ¡mi sexo me pide a gritos que lo haga…!.

¡No se…!; me hace mucha falta sexuar…, pero…, él está muy chiquito…,

muy jovencito…, me da…, no se qué…, ¡es más jovencito que tú…!.

  • ¡ay mami…, qué tanto te estás fijando…, ignora su edad…, no se van a casar,

ni a formar una familia…, ni a formar pareja…, ni a tener hijos…,

¿qué te puede importar…?. Lo quieres para que…, “te haga el favor”, así que…,

¡no te fijes…!, ¡cógetelo Carmela…, ya no te hagas más bolas en tu cabeza…!,

“¡let it be…!”.

Se hizo una pausa, y después le hice una confesión:

  • Sabes…, tengo muchas ganas de mirarte cogiendo…, ¡no te puedo ni imaginar!,

¡se me hace terriblemente cachondo…!, verte y oírte cogiendo, gritando, pujando, gimiendo, revolcándote, mamando, que te lo mamen, ver cómo te lo meten…,   ¡se me hace bien “locochón”…!, ¡completamente “riconcio”…!. ¿Nos vamos…?.

& ¡De verdad que estás desquiciada …!,

me dijo, sonriendo, y sin nunca negarse a aquella loco-aventura.

Nos salimos del baño y nos regresamos para la palapa, en donde estaban los tres galanes en espera de sus damiselas.

En cuanto llegamos, mamá se puso al lado de Luis, quien de inmediato le pasó su brazo derecho por encima de sus hombros y mamá le tomó su mano con su mano derecha; entonces Luis, muy seguro, la jaló contra de él, contra de su cuerpo, pegándose costado a costado, juntando sus caderas: derecha con izquierda. Mamá lo volteó a ver, él la volteó a ver, se sonrieron y entonces Luis bajó su cabeza y le dio un “pico” a mi mami, que se lo contestó. Se quedaron sonrientes, mirándose así por unos instantes, en que yo creí que hasta había visto a mi mami pegársele más a ese chico, recargándole su cabeza en el hombro y a Luis el deslizar su mano derecha hasta la pompa derecha de mi mamá, dándole un apretoncito de nalga que hasta la hizo brincar, volviéndose a sonreír, nuevamente.

Yo me acerqué hasta donde estaba Hugo y Paco; me puse enmedio de los dos y los tomé de la cintura a ambos. Paco me echó el brazo por encima de mis hombros y Hugo me acarició mi cabeza y cabellos.

En ese momento también, mi mamá le propuso a Luis que fueran de nuevo a la alberca, y se fueron, muy abrazados los dos.

Nos quedamos Hugo, Paco y yo:

= ¡es fabulosa esta chica!,

le dijo Hugo a Paco:

# se ve…, se ve…

= y lo que no se ve…, ¡te lo recomiendo!.

# muy bien…, convencido…, pero tenemos que salir…, unas horas…,

= ¿Nos vemos para la cena…?.

Me preguntaron, y les dije que sí:

= a las nueve, ¿está bien…?. Nos vemos en el restaurant…,

y entonces Hugo se despidió, dándome un beso rápido en la boca, un “pico”, y Paco también lo imitó, dándome otro “pico” en la boca, y después de eso, se fue caminando, siguiendo unos pasos detrás a Hugo, sin embargo, en un “in prontu” se regresó hacia mí y tomándome de la cintura me besó con pasión en los labios, diciéndome:

# ¿nos vemos más tarde…?, ¡tengo muchas ganas de ti…!.

Me dio risa su atrevimiento, y me sonreí.

Se fueron y me fui para la alberca, en donde vi a mi mamá abrazada de Luis, retozando, riendo, “fajando”, abrazados:

  • ¡Hey…, los “tórtolos”!,

les grité, pues se encontraban ajenos a todo lo que no fueran ellos dos:

  • ¡Voy a salir…!, nos vemos en la noche…

Y entonces sí se me acercó mi mamá. Me acercó su mejilla para despedirnos de beso y aproveché para preguntarle al oído:

  • ¿te lo vas a coger…?

& ¡sí…!,

me contestó con una sonrisa muy linda, de oreja a oreja, con sus ojos muy entornados.

Me subí hasta nuestro cuarto: ¡tenía muchas ganas de espiarlos!, ¡de mirar a mi madre coger!.

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Nota: Se puede continuar con la segunda parte de manera inmediata o dar una pausa, como mejor le parezca al lector.