En busca.
Estaba segura que debía encontrar pronto un hombre con quien experimentar todo aquello que estaba en mi mente.
Vivía sola desde hacía unos meses, era satisfactorio después de tantos años de estudio poder pagar mi propia casa y lujos. Mis esfuerzos habían dado frutos, me encantaba mi empleo y tenía una buena remuneración económica. No tenía pareja ni hijos así que todo lo que tenía era tiempo y dinero para mí. Vivía plena a mis 25 maravillosos años.
Bueno, no todo era tan perfecto como se los cuento, la cuestión estaba en el tema del sexo. Desde mi ex novio siempre fue un problema, él solo quería llegar a la habitación, tumbarme en la cama y penetrarme, así con la ropa puesta. Yo apresuraba mi supuesto orgasmo para poder llegar antes o a la par del suyo y listo, era todo. Un beso profundo, un gracias suyo mientras se subía el pantalón y corría al baño.
Al principio no me molestaba pues vivíamos ambos con nuestros padres y el tiempo para follar no nos sobraba, pero con el paso de los meses esperaba algo más de variedad. Y claro que se lo pedía, algunas veces que podíamos tener la casa sola yo trataba de cambiar la rutina, de al menos quitarnos la ropa, de cambiar de posición pero siempre su respuesta era “¿A caso no te gusta así?” Yo por no herir su ego contestaba que sí y me dejaba hacer.
No me malinterpreten, no era un desastre total, sin embargo yo quería más. Buscaba nuevas sensaciones, sé que ambos éramos jóvenes y aunque no era su primera vez, yo no tenía experiencia antes de él así que no insistía por vergüenza. Los dos años de relación pasaron sin pena ni gloria, hasta que un día nos dimos cuenta que era más costumbre que cariño y decidimos dejarlo por lo sano justo después de terminar la universidad.
A partir de ahí los cuatro encuentros que tuve no variaban demasiado. Era salir con mis pocos amigos a bailar un poco, y a pesar de que no me considero una mujer que destaca por su belleza casi siempre conocía a algún chico casi de mi edad que ya iba entrado en copas, una canción o dos y ya podía sentir su cuerpo pegado al mío o al tipo buscando mis labios. Una vez pasados de los besos suaves a los apasionados me proponían ir a algún otro lugar, terminábamos en su cuarto y la rutina comenzaba.
Nos quitábamos la ropa con desesperación, pegábamos nuestros labios y la pregunta que no faltaba:
-”¿Te gustaría chupármela?”
La primera vez me sorprendí y para ser sincera aunque lo disfruté, la noche fue un fiasco. Él estaba tan borracho que se quedó dormido después de haberse corrido mientras pasaba mi lengua por su polla. No pensaba esperar a que despertara así que me fui a casa.
Las demás ocasiones solo lamía y chupaba unas cuantas veces para no volver a correr con la misma suerte. Cuando les pedía que ellos hicieran lo mismo por mí, veía que sacaban el condón y se lo ponían argumentando que ya querían estar en mi interior porque toda la noche los había estado calentando y no podían soportar más.
Casi todos duraban poco o tal vez era mi percepción, y aunque lo disfrutaba nunca terminaba por satisfacerme. Uno de ellos me preguntó si ya estaba por llegar y aunque pedí que aguantara para cambiar de posición, mis palabras no fueron escuchadas y sentí como se contraía su cuerpo anunciando su orgasmo. Casi inmediatamente de que salían de mi interior, tiraban el preservativo y directo a dormir, al menos me deseaban una linda noche. Nunca pasaba la noche en sus apartamentos y regresaba a casa reflexionando lo ocurrido.
Llegué a la conclusión de que era el efecto que causaba el alcohol en su organismo. Así que decidí no volver a aceptar ir a casa con un hombre que conocí en un bar.
Era una de esas tardes de domingo, estaba recostada en mi sofá favorito. La serie que veía ya había terminado temporada y buscaba otra con la que entretenerme, ninguna me convencía. Buscaba recomendaciones en algunos foros cuando la foto de uno de los usuarios me llamó la atención.
En la imagen se podía ver a una mujer con medias, un tanga de encaje y un corsé que dejaba sus senos casi al descubierto. La chica pelirroja estaba recargada en una pared y tenía los brazos sujetos por encima de su cabeza por un hombre sin camisa. Se podía ver que la boca de él se encargaba del pecho izquierdo mientras que con la mano libre le apretaba el otro pecho y con una de sus piernas mantenía separadas las de la pelirroja haciendo presión justo entre ellas.
Pero lo que más me llamó la atención de la imagen fue la cara de ella, con los ojos totalmente cerrados, la boca semiabierta y sus mejillas ruborizadas podía verse el placer reflejado. No podía dejar de verla, quería sentir ese placer.
Comencé a imaginar que yo era aquella mujer, sintiendo la lengua de aquel hombre rodeando mi pezón por encima de la fina tela, mientras que tomaba entre sus dedos el otro y lo jalaba lo suficiente para que mi cuerpo se elevara dejándome parada solo en las puntas. Casi podía sentir cómo su pierna iba ejerciendo cada vez más presión sobre mi monte de Venus y las caricias de su lengua hacían que mis gemidos fueran cada vez más sonoros.
No paraba de pensar en cómo sus manos recorían mi cuerpo, en como sus besos iban subiendo por mi cuello hasta llegar a mi oído para decirme que no bajara las manos dejándolas libres. Su cuerpo emprendía el camino hacia abajo, rozando con su lengua mi torso y acariciando firmemente mis costados, dibujando la silueta de mi cuerpo hasta llegar al tanga y con un movimiento feroz se deshacía de este.
Percibir su aliento entre mis piernas y como sus dedos buscaban abrir mis húmedos pliegues me hacía estremecer, deseaba sentir su inhalación profunda absorbiendo el aroma de mi sexo. Podía notar como brazos pasaba por detrás de mis piernas y con mucho cuidado pero con un movimiento seguro levantaba mis piernas del suelo para dejarlas recargadas sobre sus hombros, quedando solo mi espalda pegada a la pared.
-”Abre las piernas.”
Me ordenaba con esa voz ronca y la idea de sentir vibración de sus palabras en mi coño provoca que mi piel se erice. Obedecía al instante, y lograba sentir su lengua que pasearía desde mi clítoris hasta la entrada de mi coño una y otra vez, haciendo el amago por entrar cada vez más, haciendo que pierda el control y grito de placer cuando pone entre sus labios ese enorme botón en que se ha convertido mi clítoris, succiona y masajea con su lengua a la par. Una sensación nueva, como electricidad me recorre desde el vientre hacía cada parte de mi cuerpo y me dejo llevar, muevo las caderas en busca de que esa sensación no se acabe nunca, aprieto las piernas, cierro los ojos y dejo que me invada el placer.
Tengo la respiración acelerada y las piernas cruzadas cuando abro los ojos. Lentamente regreso al mundo real, y me llevo una gran sorpresa al ver la mancha en mi ropa por la cantidad de flujo debido a mi orgasmo. Estaba segura que debía encontrar pronto un hombre con quien experimentar todo aquello que estaba en mi mente.