En brazos de mi cuñado
Un distanciamiento con mi marido permitió a mi cuñado meterse en mi cama.
Este es un relato basado en hechos reales y aunque no me ocurrió a mí puesto que no estoy casada, voy a contarlo en primera persona como si me hubiese ocurrido, ya que me parece que es mucho más directo. Así que allá voy…
Me llamo Merche y soy una mujer casada. Tengo una preciosa niña de seis meses y un esposo al que por razones de trabajo solo veo los fines de semana. Pero no me importa porque nos queremos y aprovechamos como nadie el poco tiempo que pasamos juntos.
Mantenemos una relación muy estrecha con mi cuñada y su marido, hasta el punto de que él, muchas tardes, aprovechando que solo trabaja de mañanas, viene a acompañarme a llevar a la niña a pasear por parque.
Un día me enteré que mi marido me engañaba. Me sentí muy dolida y creí que el mundo se me venía encima. No sabía que hacer ni a quien acudir, así que eche mano de quien tenía más cerca; mi cuñado.
No sabía como decirle lo que me pasaba porque temía que él lo contase y que terminase enterándose mi marido, al cual yo no le había dicho que sabía lo de sus deslices extra conyugales. Me armé de valor y se lo conté de forma directa y sin tapujos. Él me escucho muy atento sin decir ni una sola palabra y cuando terminé y rompí a llorar me abrazó de una forma tan especial que pude sentir su cariño. A partir de ese momento se convirtió en mi confesor personal y privado, en el confidente al que le contaba todo, incluso los más íntimos detalles de mi vida sexual, la cual por cierto había decaído de una forma sorprendente como consecuencia de lo que estaba sucediendo.
Una tarde como tantas otras llegó a mi casa, esta vez antes de lo esperado y me pilló en la ducha. Me cubrí como pude con la toalla y salí a abrirle. Con las prisas no cuidé demasiado en taparme y enseguida me di cuenta por su mirada que mi sexo quedaba perfectamente visible. No le di demasiada importancia al detalle y me di media vuelta rápidamente para volver a la ducha. Entonces comprendí que si por delante la toalla dejaba ver mi sexo, por detrás mi trasero también quedaría expuesto ante sus ojos. No pasaba nada, tampoco iba a avergonzarme por que me viese desnuda alguien que conocía todos mis secretos.
Terminé de ducharme y esta vez, antes de salir tuve mucho más cuidado a la hora de cubrirme con la toalla para no dejar ver nada.
- Perdona por recibirte así pero es que no te esperaba tan pronto.
- La culpa es mía, debía haberte avisado.
- No pasa nada, aunque tendrás que esperar un poco a que me arregle.
- Tu no necesitas arreglarte, así es como estas más guapa.
Sus palabras me desconcertaron. No sabía si aquello era un halago o escondía otra cosa. Ya había notado desde hace tiempo que en sus miradas había algo más, sobre todo cuando le hablaba de mi vida sexual. Lógicamente estaba despertando su deseo masculino. Aunque si he de ser sincera, ese juego provocador también incitaba en mí cierta excitación, sobre todo desde que mi marido ya no me hacía caso en la cama. No solo me encontraba falta de cariño y atenciones, también necesitaba gozar de ese sexo al que me había acostumbrado y del que había disfrutado tanto hasta hace poco.
- Agradezco tus palabras, pero no debo ser tan atractiva cuando mi marido ya no me hace ni caso.
- Tu marido es un idiota y tú lo sabes. Puedes tener a tantos hombres como quieras y todos quedarían rendidos ante tu belleza. Se merece que le pagues con la misma moneda.
Si no me sintiese tan perdida ya hubiese tomado la decisión de devolverle “el favor”, pero si encima se enterara de que le engaño, las consecuencias podrían llegar ser desastrosas para mi. Salvo a mi cuñado, a nadie le había contado lo que sabía. Me faltaba valor para pagarle con la misma moneda.
- No digas tonterías, ¿con quien iba a engañarle si casi no salgo de casa ni conozco a nadie?
- Conmigo
Su respuesta tan rotunda me dejó por un momento sin saber como reaccionar, aunque en el fondo no me extrañó esa respuesta, no tan directa quizá, pero de alguna manera la esperaba.
- ¿Contigo?... ¿tu estas seguro de lo que estas diciendo?
- Completamente seguro y tú lo sabes. ¿Por qué crees que te acompaño todas las tardes? Que haya sido en todo momento respetuoso contigo no significa que no te desee.
- Calla, por favor, no me digas esas cosas…
- ¿Qué sentido tiene ya seguir disimulando? Ahora ya te lo he dicho y ya lo sabes. Si quieres, aquí me tienes.
- No seas malo, por favor, no me pongas en esta tesitura…
Su abierta declaración de intenciones ya no me dejaba margen para seguir llevando la situación controlada. Por un lado el miedo a lo que pudiese suceder me atenazaba, pero por otro, quien mejor que mi cuñado para mantener en secreto esta infidelidad. Y yo también necesitaba satisfacer mis forzosamente reprimidos apetitos carnales.
Durante unos segundos permanecimos en silencio, mirándonos, como evaluando la posibilidad de liberar nuestros deseos sin generar otro problema mayor. Él rompió el silencio.
- No llevas el sexo depilado
Instintivamente traté de cubrirme y comprobé si la toalla se había movido y dejaba ver mi sexo.
- Tranquila, ahora no enseñas nada. Lo vi antes, cuando abriste la puerta tan sexy. Me llamó la atención pues me habías contado que a tu marido le gusta que te rasures y que por eso siempre vas depilada.
- Es verdad, pero eso era antes. Ahora ya no tiene sentido si no me hace caso. No me dice nada, no me presta atención, le da igual que me rasure o no.
- Pues a mi también me gusta más rasurado. Podías depilártelo ahora.
La situación me estaba excitando. Cada vez me apetecía más la idea de tenerle dentro. Esta vez, en lugar de reprochar su comentario le sonreí con malicia.
- Espera un poco.
Y me fui al baño a depilarme.
Deje la puerta entreabierta por si quería mirar pero fue prudente. Precisamente esa prudencia de la que había hecho gala durante tanto tiempo fue la que nunca me hizo pensar en que pretendiese algo más de mí, y por tanto yo tampoco me planteé acercarme más a él para que sucumbiera en mis brazos. Era extraño, parecía como si en un solo segundo se hubiese derrumbado un muro que nos separaba y ocultaba nuestros más íntimos deseos, para que de repente aflorasen, al menos para mí, las más escondidas pasiones. Ya no lo veía como un familiar, de repente se había convertido en un potencial amante.
Cuando salí del baño, él permanecía sentado en la misma posición en la que lo dejé. Parecía tranquilo, muy al contrario de cómo yo me encontraba. Me había depilado para él, porque él me lo había pedido y ahora debía enseñarle mi sexo libre del vello que antes lo cubría. Pero así y con todo me resultaba difícil hacerlo.
- ¿Ya te has depilado?
- Si, completamente
- ¿Y no vas a enseñármelo?
- Si, claro…
Muy despacio, separé los extremos de la toalla por debajo para que pudiese contemplar el resultado de la depilación. No dijo nada. Simplemente miró.
- ¿Te gusta?
- Me encanta, y me encantaría poderte ver totalmente desnuda. He soñado con tu cuerpo desde la primera vez que te vi en biquini, sobre todo con tu precioso culo.
Le sonreí. Le noté excitado pero sincero y eso me excitó también a mí. Dejé caer la toalla hasta los pies quedando completamente desnuda ante sus ojos. Busqué su entrepierna con la mirada y pude apreciar que los pantalones a duras penas podían contener su evidente excitación. Curiosamente yo ya le había visto desnudo en unas vacaciones en la playa, mientras se duchaba en el patio trasero de un bungalow que compartíamos, pero desde luego nunca empalmado.
- Date la vuelta –me dijo-
Y me giré para que pudiese admirarme también por detrás, para que viese “mi precioso culo”. Curiosamente mi marido y mi cuñado coincidían en gustos; el sexo depilado, mi culo… ¿también tendrían las mismas preferencias en la cama? Yo le había hablado de mi vida sexual, pero él nunca me contó sus historias de cama.
- De verdad que eres preciosa. El idiota de tu marido se merece una paliza por no hacer caso a una belleza como tú. ¿Qué puede haber encontrado que compita contigo?
Y se puso en pié.
- Ahora desnúdame tú a mí.
Me coloqué frente a él. Desabroché su cinturón, le quité el botón y le bajé la cremallera. Tiré de la cintura de sus pantalones y éstos cayeron al suelo. Su pene completamente erecto se marcaba bajo sus calzoncillos a punto de escaparse de ellos.
- ¿Sigue sin gustarte chuparla?
- Lo que no me gusta es que se corran dentro de mi boca, me da mucho asco, no lo puedo evitar.
- Pues me encantaría sentir el calor de tus labios sobre mi polla.
Inmediatamente me puse de rodillas mientras le quitaba los calzoncillos. Nada más ver su pene no pude evitar compararlo con el de mi marido y este era bastante más grueso y más bonito en su conjunto. No estaba depilado del todo pero si se notaba que se lo había arreglado mucho. Así parecía más grande y era estéticamente más apetecible. Lo cogí con ambas manos y acerque suavemente mis labios hasta rozarlo sutilmente. Estaba caliente, muy caliente, y duro, muy duro. Lo introduje en mi boca y lo chupé lo mejor que fui capaz, con el temor de que en cualquier momento pudiese derramarse en mi boca.
- No te corras mientras te la chupo, por favor, estropearías este momento.
- Tranquila mujer, no haré nada que tú no desees. Además, todavía queda mucho por disfrutarte como para venirme tan rápidamente
Ese momento se me hizo interminable. Mi marido ya se hubiese corrido con todo lo que le estaba haciendo, pero él seguía aguantando y parecía disfrutar mucho con mi mamada. Pero yo también quería disfrutarle, así que interrumpí la felación y le dije,
- Quiero que me la metas
- Por supuesto, ¿qué postura prefieres?
Me coloque de rodillas sobre el sofá y apoyé la cara sobre el respaldo para que me penetrase por detrás, a lo perrito. Se colocó tras de mí y me la metió sin más preámbulos. Estaba muy mojada por lo que entró con suma facilidad. A pesar de ser notablemente más gruesa que la de mi marido, se hizo hueco dentro de mí sin mayor problema.
Hace una hora esperaba la llegada de mi cuñado para que sacase a pasear por el parque a su sobrina y ahora tenía su polla entrando y saliendo incesantemente de mí, haciéndome disfrutar ansiosamente de un sexo que ya casi había olvidado y que necesitaba volver a sentir imperiosamente. No quería que parase, no quería que disminuyese su frecuencia ni su intensidad, deseaba sentirlo muy dentro, encajándose con cada empuje entre mis húmedas paredes vaginales y sentir el roce interno de su polla con cada movimiento. Mientras me penetraba yo me masturbaba por debajo acariciándome el clítoris con mis dedos, tratando de alcanzar lo antes posible el éxtasis de un orgasmo tan deseado.
Me hablaba, pero no le oía. Mis oídos zumbaban y mi cuerpo se estremecía como presagio de lo que de forma inminente me iba a ocurrir. Lo sentía nacer desde dentro, como una olla que va alcanzando su máxima presión hasta que rompe a escapar el vapor por la válvula. Me aferré a sus piernas y tiré de ellas frenéticamente para que acelerase el ritmo justo en el momento en el que mi cuerpo se agitó para explotar de placer. Fue un orgasmo intensísimo y las cosas parecían suceder a cámara lenta, percibía todo lo que me estaba sucediendo con una claridad nunca antes experimentada. Debí gritar como una posesa pero ni eso era capaz de controlar. Finalmente, exhausta de placer, me abandoné a mi suerte dejándome follar pasivamente hasta que él decidiese correrse. En ese momento no me importaba que no usase condón, estaba tomando anticonceptivos y no me iba a quedar embarazada. “Haz conmigo lo que quieras”, pensé, y como si me hubiese oído, dijo,
- En la boca no quieres que se te corran, pero en el culo si te gusta ¿verdad?
Yo le había contado que como no permitía que mi marido se corriese dentro de mi boca, en compensación le dejaba penetrarme analmente y que en cierto modo me gustaban las especiales sensaciones de hacerlo por ahí, ya que mi esfínter era muy elástico y dilataba fácilmente por lo que no me resultaba para nada doloroso. Era obvio que lo que le conté le dejó huella y que ahora no iba a dejar pasar la oportunidad de su vida.
- Puedes meterla por donde quieras - le dije- pero ten cuidado porque mi marido no la tiene tan gruesa como tú.
- ¿Tienes vaselina o alguna crema lubricante?
- No, pero puedes usar el aceite corporal de tu sobrina.
Al momento estaba de vuelta con el aceite que había cogido del cuarto de María.
- Ya está. Tranquila, la niña duerme.
Esta vez si que fue distinto a las anteriores ocasiones con mi marido. Aunque el aceite facilitó que entrase con suavidad, el tamaño fue algo que pude sentir de forma especial. Su grosor estaba exigiendo a mi esfínter más de lo habitual.
- ¿Te duele?
- No, pero ve con cuidado. La tienes demasiado gorda para mi pobre culito.
- Ya lo sé, lo mismo me dice tu cuñada, pero ella no me deja.
Estaba teniendo mucho cuidado y cada vez que intuía que podía molestarme, paraba de inmediato y preguntaba. Me gustaba su forma de hacérmelo, tan tierno y delicado y tan preocupado por mi. Sentía que merecía que yo le hiciese disfrutar.
- Me gusta como me lo haces… así… despacito… sin prisas
- ¿Te gusta? ¿de verdad? ¿qué sientes?
- Te siento a ti
- Ya, ¿pero que se siente cuando la tienes en tu culo?
- Ahora no es momento de hacer preguntas, me gusta y eso es lo que importa. Disfruta y no te preocupes de otra cosa.
Mientras su polla entraba y salía lentamente de mi culo, me masturbaba aprovechando mi estado de excitación y lo extremadamente sensible que estaba para tratar de llegar a un segundo orgasmo, el cual sentía inminente.
Estaba llegando a un punto en el que a mi mente le resultaba muy difícil pensar de una forma racional y lo único que deseaba era sentir placer, cuanto más mejor, y con la acción combinada de su polla y mi mano lo estaba consiguiendo. Él también parecía estar por la misma labor pues cada vez sus embestidas eran más impetuosas y profundas, muy lejos de aquel cuidado con el que comenzó. A estas alturas estaba tan dilatada que ya no sentía su presión y parecía que toda la vida lo hubiese tenido dentro. Sus continuos golpes de pelvis en mis glúteos eran cada vez más rápidos e intensos, provocando un sonido cada vez más fuerte.
Finalmente mi cuñado ya no pudo aguantar más y se corrió con una furia como nunca antes había visto. Podía sentir sus interminables espasmos mientras se vaciaba dentro al tiempo que con cada descarga emitía un gemido de inmenso placer. No parecía acabar nunca y eso me dio tiempo para que yo también lograse alcanzar el deseado segundo orgasmo.
Rendido y exhausto, mi cuñado se dejó caer sobre mi espalda.
- Gracias Merche
- No tienes nada que agradecerme, esto es cosa de dos
- Ya lo creo que si. No sabes el tiempo que llevaba soñando con este momento. Hasta ahora habías sido la protagonista de mis mejores pajas y hoy, por fin, he podido tenerte en carne y hueso y me has dejado disfrutar de ese culo que me volvía loco.
- Si, al que por cierto has llenado con semejante corrida, ¿siempre eyaculas tan abundante?
- Si, mis orgasmos son muy intensos y largos, aunque el de hoy ha sido especial.
Tras unos segundos de pausa para recobrar el aliento, pensé que lo mejor era ducharme para limpiarme de todo lo que me había depositado.
- ¿Que tal si sales de mi culo y nos damos una ducha?
- Si, ja, ja, claro… es que se está tan bien aquí dentro…
Aquella fue la primera vez de otras muchas que vinieron después, hasta que un día mi marido decidió volver a prestarme atención y yo decidí no continuar viéndome con mi cuñado para evitar que mi marido se pudiese enterar, ahora que volvían a estar bien las cosas entre nosotros.
Se que probablemente fui injusta con mi cuñado, pero yo seguía enamorada de mi esposo y lo principal para mi era poder recuperar mi matrimonio y darle un hogar estable a mi preciosa hija. A pesar de que se sintió engañado y de que pensaba que lo había utilizado en mi propio beneficio, nunca intentó obligarme y aceptó y respetó mi decisión, guardando solo para nosotros el secreto de nuestra excitante relación.