En bóxer
Un trabajo a domicilio lleva a una placentera experiencia en el caluroso verano de la ciudad. Quién abre la puerta lo único que lleva puesto son sus boxers.
Follando por la mañana.
Has seguido el culo desde la puerta, con los cables y la caja de herramientas colgados del hombro. Lleva un bóxer ajustado de lycra y nada mas. Al principio te ha sorprendido, no es normal que alguien te abra la puerta así. Es su casa y puede ir como quiera, piensas. Pero hace calor, mucho calor, así que es normal, bueno eso puede que no, pero lógico hasta cierto punto.
De hecho tú estas sudando la ropa que llevas. Te estorba, deseas quitártela y quedar como él. Aún más, desnudarte del todo. Dejar que vea tu piel descubierta, que la toque, bese y pase la lengua por tu cuerpo. Ya te estas poniendo cachondo y aún no has empezado a trabajar.
Tocar tú la suya, todo su cuerpo, bajar la poca tela que lo cubre. Descubrir su polla e introducirla en tu boca. Tu lengua paseando por los huevos. La piel tersa suave, depilada que se adivina bajo la ajustada prenda. No dejas de mirarlo de reojo.
No sabes cómo dejárselo claro, cómo pedirle que te arranque la ropa sudada. Al poco de empezar los trabajos le pides permiso para ir al baño, a refrescarte, a enfriar tus ideas revueltas. Puede que a curiosear un poco. No hay por allí productos femeninos, solo los suyos o por lo menos solo de hombre. Que se cuida, hombre atractivo y sexi.
Recordando su culo prieto te estas poniendo aún mas caliente. Te echas agua por el cuello, mojando la camiseta de trabajo, qué mas da. Aflojas un poco el cinturón que te agobia la cintura, casi sin darte cuenta. Se ha fijado en tu camiseta húmeda. Su vista resbala por tu pecho mojado. Te haces ilusiones de que esa mirada ha sido larga, detallada, muy detenida.
Sigues con el trabajo pero no te concentras. Él no tiene prisa por vestirse. De vez en cuando echas un vistazo de reojo a su cuerpo que sentado en un sillón, espatarrado, con un muslo por encima del brazo, marcando paquete. Él está a medias al televisor y a tu ocupación, puede que a tí si tienes suerte.
Ahora tienes que arrastrarte por el suelo a cuatro patas, un cable rebelde que no se deja colocar en su canaleta. El pantalón se te esta bajando pero te da igual que medio culo quede al aire, no te esfuerzas por taparlo, por subirlo. Tu ropa interior ha sido arrastrada por el pantalón y las nalgas están desnudas, la raja sudada, el otro canalillo se ve y eres consciente de ello. Esperas que esté mirándolo. Otra mirada de reojo y lo descubres espiando tu culo.
Le deseas y quieres sus manos sobre tu cuerpo. Te ofrece un refresco. Al ir hacia el frigorífico sus nalgas duras tienen un magnífico balanceo que te hipnotiza. Al volver no puedes evitar mirar su paquete. Te levantas y coges la lata de sus manos, rozándolas y él no rechaza el contacto. Tu camiseta esta tan sudada, mojada y arrugada que le pides permiso para quitártela. Con una sonrisa él te responde que te quites todo lo que quieras.
Tú te habrías desnudado del todo pero solo te quitas eso. Tiras de ella y te secas las axilas con el trapo arrugado en que se ha convertido. También te las has depilado como el pecho y el resto del cuerpo. Te parece que sin vello tu piel se lame mejor. La cintura baja de tus pantalones descubrían tu pubis sin un pelo.
Dejas que él te mire y haces intención de volver al trabajo, para eso debes pasar a su lado, rozándolo y aspirando su aroma. Por fin, te coge de la cintura y te besa en el cuello, ambos os habéis estando señales y él las ha aprovechado primero. Dejas que sus labios recorran tu piel que sus manos te acaricien y lo haces suspirando.
Te aprietas a su cuerpo sintiendo su calor. Tus labios buscan los suyos y su lengua se mete en tu boca jugando con la tuya. Cambias su saliva por la tuya. Intentas recorrer toda su boca, lo más dentro que puedes. Dejas que él acaricié el interior de la tuya. Sacas la lengua cruzándola con la suya fuera de las bocas y dejando que la saliva moje vuestros pechos.
Acaricias su espalda apretándolo contra tu cuerpo febril. Él lame tu cuello y tu mordisqueas el lóbulo de su oreja, lascivo. Mete la lengua en tu oído. Como acabas de beber no piensas que se te vaya a secar la boca y terminar la saliva. Y quieres lamer cada centímetro de su piel, saborear cada poro.
Ha conseguido meter la mano entre vuestros cuerpos pegados y aflojar tus pantalones que caen a tus pies por su propio peso. Tu slip es pequeño y apenas puede tapar la dureza de tu rabo. La dos pollas juntas pétreas, rocosas rozándose separadas apenas por las finas telas de los calzoncillos.
Por fin tus manos pueden tocar su piel bajo el bóxer que tanto te ocultaba, pero ahora su polla dura descubierta está junto a tu vientre. Despacio bajas por su pecho y vientre. Sin separar la lengua de su piel, chupando sus pezones, lamiendo las axilas y el ombligo. Huele a limpio, a recién duchado, no parece que le moleste tu aroma a sudor.
Y por fin te arrodillas a lamerla pasando la lengua húmeda por sus huevos. Mojas su falo de abajo arriba desde los huevos hacia el glande. Te lo metes en la boca intentando no arañarlo con tus dientes. Apretándolo contra el paladar y acariciándolo con la sin hueso.
Con tus manos acaricias la piel de sus fuertes muslos, la cara interna deslizándolas despacio por el perineo entre sus nalgas. Separa sus piernas para dejarte el camino libre hacia el ano. Aprovechas y juegas con su ano, un dedo abriendo el agujerito.
Le oyes gemir por encima de tu cabeza. Sabes que lo estás haciendo bien, que le estás dando placer. No va a tardar en correrse en tu boca. No te lo piensas, sigues hasta que se derrama en tu lengua. Se te ocurre que quieres compartir su sabor. Lo aceptará bien.
Así que te levantas y vuelves a besarlo. No lo has tragado. El semen compartido entre vuestras lenguas, mezclado con vuestras salivas. Se derrama por vuestros pechos. Pero no lo desperdiciais, os agachais a recogerlo con las lenguas aprovechando para lamer más piel y mordisquear pezones.
No os habéis movido del despacho y has conseguido que se corra. Pero deseas más, quieres ese culito, solo has conseguido amasarlo con tus manos y juguetear un momento con tu dedo en su ano. Ahora quieres comerlo, saborearlo.
En el mismo sofá desde donde antes te miraba ahora le pides que se ponga a cuatro patas. El mueble es cómodo, viejo, de un cuero caro agrietado por el tiempo pero a la vez muy sensual donde poner vuestras pieles.
La grupa ofrecída es toda una tentación para ti. Bajando con la lengua pegada a su piel por la línea de la columna. Dejas un suave mordisco en una de sus nalgas antes de separarlas con tus manos. Lo contemplas un momento. Ese oscuro y cerradito oscuro objeto de deseo. Decidido pasas la lengua de arriba abajo por todo el canal. Al principio sin detenerte, pero a la tercera o cuarta vez empieza a parar en el ano. Cada vez mas tiempo clavando la lengua e intentando abrirlo.
Él gime, suspira, te hace saber con sus ruidos guturales que le gusta lo que le haces. No piensas parar. El tiempo se dilata como lo hace su ano. Dejando que un poco más de lengua se deslicé en su interior. Tu polla rocosa desea buscar refugio en esa oscura y caliente cueva que tienes ante la boca. Pero lo haces esperar, quieres que él lo desee tanto como tú.
Te permitirá meter un dedo para seguir dilatando. Para abrirlo más. Tu saliva basta como lubricante y el índice de la otra mano fuerza la entrada. Ya puedes escupir dentro. Lo que antes estaba clausurado ahora ya no se resiste. Tienes que saberlo. Le preguntas si quiere más, si desea tú polla en su interior.
Con todo ese trajín su rabo está volviendo a tomar consistencia. No te privas de acariciarlo. Tocas sus huevos y agachándote un poco más llegas a ordeñar su rabo.
La necesita, ya te dice que lo folles, te lo pide. Se gira lo justo para echar sus babas en tu glande. Ayudando así a la penetración. Y no te haces de rogar más. Te incorporas y diriges tu pétrea herramienta hacia la pequeña diana. Como mantienes el culo bien abierto, bien sujeto con tus manos. Va entrando despacio pero firme solo lubricada con las salivas de ambos.
Ya la tiene toda dentro. Tus huevos han sido frenados por los suyos y tu pubis de apoya en sus nalgas. Es apenas un segundo, para que ambos os acostumbreis. Tú a su estrechez y él a tu grosor. Luego te mueves, despacio para notarlo bien. Tu cadera empieza ese va y viene tan placentero para ambos. La excitación es mucha, no sabes lo que vas a aguantar.
Te agarras a sus caderas para no perder el ritmo. La excitación de ambos os hace acelerar. Vais cambiando la cadencia según lo dicta el deseo. Sabes que él va a manchar el cuero en el que apoya las rodillas. Puede que incluso antes de que tú le llenes el recto con tu lefa.
Ya no queda nada. Entre gemidos ambos os corréis. Tu semen rezuma de su culo y te agachas de nuevo a lamerlo. A recogerlo con la lengua y volver a compartirlo con él. Sabes que van a ser vuestros últimos besos. Quieres que sean especiales. No vas a volver a verlo, a tocar su suave piel. Pero lo habéis disfrutado. Ahora sí que puedes terminar el trabajo más relajado sin pensar en el sexo.