En Boston Cap II

..labios mordiéndome suavemente, explorando, su lengua dentro de mí me incita a su juego, sus suspiros ahogados en mi boca. Siento sus dedos en mi nuca tocándome con sus yemas,y otras haciendome una presión leve..

16 Meses antes

Layla

Tres horas libres antes de mi próxima clase. Busco el horario de eventos y ahí veo dos conferencias y varias clases. Las clases quedaban al otro lado del campus.  Mejor voy las conferencias una es sobre el feminismo en el Siglo XVII y la otra sobre la otra sobre MBS y su impacto en la pobreza. Preferiría a la del feminismo pero empieza en dos hora así que será la de MBS además no se ni que es eso, quizás sea interesante.  Me siento en la última fila, me quito el abrigo y lo pongo en el espaldar.  Apenas hay un par de personas  y alguien en el escenario y me dejo llevar por mis pensamientos.  Esta es mi manera de escapar, estudiar otra maestría, lejos de mi casa, de mi  familia que me ahogaba a pesar de que los quiero, de las obligaciones, las convenciones, de mi novio. Mire al frente y sin distinguirla bien, veo una mujer joven arreglar el proyector, la laptop, me vi en sus movimientos eficientes, pero al mismo tiempo suaves, femeninos.  Y ese era mi mayor problema, me gustaban las mujeres, siempre me han gustado, no sé si soy lesbiana, quizás bisexual, con mi novio lo disfruto, como se disfruta estar en la playa o tomarse un vino y a veces hasta menos, pero más nunca.

En casa, ese lado de mi no existe, soy cuidadosa de no mirar a nadie demasiado de no delatarme, de que nadie se dé cuenta, acá mientras estudio cosas que son interesantes pero que nunca ejerceré soy libre de mirar a una mujer, de admirarla, de desearla, incluso de más. Aunque nunca me he atrevido. Me da miedo que pueda descubrir, de cuanto me puede gustar.

Menos aquella vez, el primer año de universidad en que insistí a pesar de las negación de mi padre que quería comprarme un apartamento, al final prevalecí, y pude quedarme en el Dorm,  compartía el cuarto con  Casey, llevábamos una relación buena, amigable, nunca fuimos las grandes amigas y nunca la vi como mujer. Hasta ese día, llego llorando porque había terminado con su novio, empezamos a beber y no sé cómo paso pero empezamos a besarnos, a tocarnos, y al otro día, cuando desperté estábamos en mi cama desnuda. Me vestí y salí de aquel cuarto, cuando regrese ella actuó como si nada hubiera pasado y yo hice lo mismo. De lo que más me arrepiento es que no recuerdo nada, solo esos besos que nos dimos  y que me hicieron sentir como que mi piel se quemara, y una desesperación casi animal, salvaje que nunca había experimentado.  El segundo año de universidad mi padre me compro el apartamento.

Faltaban 30 minutos para empezar, así que deje mis cosas en el asiento, me encamine a la maquina al baño, fui hasta el baño más lejano porque le tenía fobia a estar cuando estaba lleno de personas. Abrí la puerta, y escuche unos sollozos, una voz hablando entrecortada…tanto que apenas se le entendía.

-          Se fue hace una semana – susurraba entre sollozos, me sentí como una intrusa invadiendo su intimidad pero ahora no sabía cómo salirme sin hacer ruido- No, ella solo dijo que no me amaba….. y, y ….- estallo en llantos descontrolados y vi cómo se cayó el teléfono al piso , y las rodillas o el cuerpo en el piso.  Cerré la puerta del baño principal, y no sé porque ni como, solo abrí la separación, levante el teléfono, del piso .

-          Hola, mira no creo que pueda hablar en este momento, está muy mal- dije rápidamente- creo que en realidad no debería estar en la universidad. Deberías venir por ella. O decirme donde vive y la llevo. – dije mientras la veía ahí sentada en el piso meciéndose a ella misma sin mirarme y llorando.

-          No, voy por ella- dijo con un acento pronunciado- Joder! – oi que exclamaba- eres una estudiante? – pregunto y antes que contestar – no importa, mira ve y busca a Jake a su asistente de clase (TA) y dile que de la conferencia él y que luego le llamo para ver cuando ella vuelve – me colgó antes de que pudiera pronunciar ni una palabra.

Pensé en salirme del baño e ir por este famoso Jake, pero ella seguía allí en el piso, sollozando de una manera que partía el alma. Me senté en el piso y la mire. Tenía el pelo negro, brillante, sedoso, con unas hondas suaves que le llevaba casi a mitad de la espalda, vestía  ahora toda de negro, pantalones y un cuello tortuga.  La toque en la rodilla.

-          Tranquilízate, si- dije suavemente- levante su cara de sus rodillas. Y me sorprendí, tenía los ojos profundos y tan verdes que parecían del color de la hierba. Una cara ovalada, que me pareció tierna y perfecta, una nariz respingada, unos labios carnosos y delineados aunque finos. Y aunque sus ojos estaban llenos de lágrimas y su cara rojo de llorar, me pareció una muy mujer hermosa- La ayude a pararse, la tome de la cintura, era un poco más alta que yo, delgada, con unos senos medianos y una cola pequeña pero paradita.  y la lleve al lavamanos.

-          Preciosa, no te vayas a caer, si? -Tome un papel, le limpie las lágrimas, mientras la sostenía, se veía muy frágil, su piel era ligeramente más oscura que la mía, morena clara, su cara era  ovalada y en ese momento se veía muy joven

-          Cómo te llamas? – le pregunte suavemente, pero a ella solo se le llenaban los ojos d lágrimas y le corrían por sus mejillas – Anda, no llores más respira – toque su  cara con mi palma y la sentí muy fría- no te me vayas desmayar, preciosa, si? Que estas flaquita pero no te voy a poder cargar....- hice la broma esperando una reacción pero sus ojos estaban desenfocados y su piel fría.  Paso ratos así, yo sosteniéndola, hablándole cosas de las cuales ella no reaccionaba ni contestaba y ella solo llorando en silencio, creo que o se daba cuenta siquiera que lo hacía.

De repente entro una mujer, alta, pelo castaño, ojos miel, se notaba que estaba furiosa.

-          Mírate, como estas?- dijo tomando a la mujer por la cara y abrazándola fuerte—Te dije que no salieras de tu casa, te lo dije pero eres necia como una mula. – se la llevo y solo me miro y dijo-Gracias, busca a Jake.

Que podría causar que una mujer como esa, hermosa, exitosa, obviamente si era profesora en esta universidad, de economía, se pusiera así? Me limpie las manos, Salí del baño y regrese al salón donde iba a ser la conferencia.

-          Alguien acá se llama Jake?- pregunte- un muchacho se levantó, le conté que la profesora se había puesto mal y que se la habían llevado y que le pedía que diera la clase y que después se comunicara con ella para coordinar.  Fui por mis cosas, tome el folleto del seminario y Salí del salón. Leí su nombre, Alexandra Lucas, PhD Economía.

Me fui al mi apartamento, tome un carboncillo y un cuaderno, y la dibuje, igual como la había visto pero esta vez hubiera querido con una sonrisa,  y no con lágrimas. Por las siguientes semanas,  sin saber porque estuve pendiente de si la veía, pasaba por sus clases pero sus TA casi siempre daba las clases. Hasta que un día, la vi, tenía un abrigo de piel negra, un gorrito negro, una bufanda color crema, guantes negros. Decidí ir a ver si daba clases, y me senté en la última fila y me fije como se quitó el abrigo y los guantes pero se dejó el gorro y la bufanda, llevaba un sweater del mismo color de la bufanda y botas de piel negra.  Se veía increíble.

Escuche su clase, su manera de moverse, cuando se emocionaba en un tema movía las manos con vehemencia, y su cara se iluminaba, era simpática y sarcástica, sonreía de medio lado y a veces de manera casi imperceptible,  siempre buscaba que los estudiantes participaran, que la contradijeran, para que sacaran sus propias conclusiones, a veces no entendía el tema de que hablaban, pero observaba las discusiones tan apasionadas e intensas que me daban ganas de aprender.  Se me convierto en hábito ir  a sus clases cada vez que tenía un periodo libre y coincidía. La dibuje muchas veces, pero nunca como quería. Así me entere que era lesbiana, y que había tenido una pareja estable por mucho  y que había terminado. No era un secreto su condición sexual ni ella lo intentaba ocultar.  Recordaba ese día en el baño y como era tan diferente allí, tan confiada, fuerte, segura de sí misma y ese día en el baño tan vulnerable, tan frágil.

Un día estaba sentada, terminado algo para las clases. La vi llegar con una mujer alta, pelirroja, vi cómo se despedían con un beso en los labios, y como la pelirroja la hacía reír. La seguí con la mirada, mientras buscaba mi celular, que sonaba. Conteste sin mirar la pantalla, mientras las observaba  hablar, sonreír, y tocarse  con esa complicidad que daba la intimidad.

-          Hola hija- escuche la voz de mi padre en el teléfono.

-          Hola papa, como estas? – pregunte todavía viendo cómo se despedían, y ella caminaba al edificio.

-          Tienes que regresarte, tu mama tuvo una recaída y te necesita- dijo muy serio. Un frio me recogió  el cuerpo y me quede estatice.

-          Está en el hospital? – pregunte intentando que la voz no me temblara.

-          No, Dr. Castellanos  dijo que podía quedarse, pero a mí me parece que lugar es  junto a la familia, cerca- dijo en ese tono tan blando que escondía la firmeza en sus palabras.

-          Iré hablar con el Rector y con registración para pedir la autorización de faltar y regresar después para terminarlo- dije resignada.

-          Okey avísame y mando el chofer por ti al aeropuerto- me dijo sin más- avísame si necesito hablar directamente con ellos.

-          Okey, papa – suspire- dale un beso a mama.

-          Lo hare bye- dijo colgando.

Regresar.  Eso era lo que menos quería, luego pensé en mi madre, sintiéndose débil, enferma, la culpa me invadió y me levante para hacer mi deber. Como siempre.

Pero ahí estaba, con mi madre, mis hermanas y sus esposos, mi padre, mis compromisos, y mi novio y sus compromisos. Mi vida era un cumulo de “debo” “tienes” “no puedes” y nada más. Los únicos momentos que disfrutaba era sentada con mi madre en la cama, acariciándole el pelo, y le decía que me contara de cuando se enamoró de mi padre, de sus fiestas de juventud, de sus locuras, nos reíamos como cómplices y olvidamos la monotonía de la realidad y el miedo a un futuro que no la incluyera. Así se me pasaron los meses entre acompañar a mi padre o Alberto a sus reuniones, y otras salía con él a cenar, al teatro o  a su departamento. Es como si mi vida fuera solo un cumulo de momentos, de hoy, de presentes, sin ningún plan Mío, sin ninguna pasión mía,  sin nada que pudiera decir, eso me pertenece a mí, solo a mí, y lo amo.  Cuando deseaba eso.  Pensaba eso tirada en la cama, dibujando con el carboncillo, lo que sea…y  añorando mi vida en Boston donde al menos me sentía menos asfixiada. Y en esos momentos, ella se me colaba en la mente, esa mujer en el baño o en el centro del pódium del salón caminado, hablando de esa manera tan suya. Pensaba en la gente que tenía pasiones, obsesiones,  y quería eso para mi

Mi madre estaba cada día mejor, y pronto acabarían sus tratamientos. Estábamos sentadas en la cama, cuando me llamo Alberto, a recordarme el cocktail de esta noche.  Lo confirme con desgano y seguí ahí hablando con mi madre.

-          Que te pasa con Alberto?- dijo de la nada, mirándome recostada con las almohadas.

-          Nada, solo me cansan las fiestas- dije encogiéndome de hombros. Me tomo de la mano y me la apretó.

-          Yo sé que a veces te sientes atrapada aquí – dijo dulce pero agarrándome las manos firmemente- con demasiadas responsabilidades, deberes y seguramente piensas limitaciones. Pero la vida te ha dado muchas bendiciones y esas vienen de la mano con las otras. Alberto te quiere, es la mano derecha de tu padre en el grupo financiero, lo conoces desde siempre, porque a veces siento que todo te fastidia? – dijo sin soltarme.

-          No es eso, no me fastidia, Alberto es maravilloso – dije- todo está bien. Solo que quiero terminar esta maestría.

-          Bueno está bien- dijo- te vas en dos semanas para Boston, y la terminaras. Y después qué?

-          Después regresare a la casa-dije sin cambiar la expresión- y nada más.

-          Ok,  hijita – dijo no muy convencida- bueno ve arreglarte y no dejes a tu papa muy solo, mira que yo todavía no estoy para ir todavía.

Me vestí con un vestido negro, de tirantes, suelto, que me llegaba a mitad de los muslos, sandalias y el pelo suelto. En el cocktail se la pasaron hablando de trabajo todo el tiempo o de cosas tan triviales que sentía que me estallaba la cabeza, quería salir de allí. Pero Alberto me sostenía de la cintura y mi padre sonría y yo solo me sentía presa de mis propias barreras, de mi propios cariños.

-          Te pasa algo, Layla? – dijo Alberto sosteniéndome el mentón – haz estado callada, distraída.

-          No me pasa, nada- dije entre dientes- solo tengo muchas cosas que preparar antes de irme a Boston.

-          Quiero que hablemos de eso – empezó a decir y sentí como me tensionaba – Cuando terminas? Quiero que empecemos a pensar en nuestro futuro, mi amor- dijo besándome suavemente los labios.

-          Me falta mínimo un año Alberto- dije sonriendo- podemos hablar de ese futuro entonces?

-          Pero, Layla, yo quiero que vivamos juntos, amanecer a tu lado- dijo acariciándome los hombros.

-          Sabes bien como es mi familia -dije moviéndome un poco- si nos vamos a vivir juntos no me la acabaría.

-          Yo no estoy hablando de eso- dijo sonriendo- estoy hablando de casarnos.

Ahí estaba, lo que presentía llegar inevitablemente,  me acerque a él, le di un beso suave en los labios.

-          Cariño, podemos hablar de eso cuando regrese?- dije susurrando en su boca y acariciando su nuca.

-          Pero Layla…- me dijo lo bese más profundamente.

-          No, me presiones, si? – dije sonriendo – sabes que eso está escrito en nuestro futuro, pero por ahora….- lo bese de nuevo- seamos libres…

Mi padre se nos unió junto con otros de sus socios, y empezaron a hablar de un nuevo proyecto que quieren comercializar en la bolsa, y como aumentaría el capital, liquidez, que las condiciones estaban dadas para que el país pueda usar el sistema de ABS y que solo necesitaban montar un equipo para desarrollar el marco legal  y asesoría.  Se dibujó una sonrisa.

-          Deberían contactarse con la Dra. Alexandra Lucas- dije dirigiéndome a mi padre y Alberto.

-          Quien es, mi amor? – pregunto Alberto.

-          Es una economista, que ha publicado mucho sobre libre comercio, libre flujo de capitales y también sobre ABS y MBS – dije con cierto aire de desinterés  – creo que realmente es una de las expertas más prominentes en el tema.

-          Y tú de donde la conoces, hija? –dijo mi padre

-          Es una profesora de la universidad, con mucho prestigio- dije- la  he visto en alguna que otra conferencia.

-          Bueno pero será que estará interesada en colaborarnos y ser consultora?- dijo uno de los socios de mi padre.

-          Tengo entendido que a veces trabaja con el Boston Consulting Group- dije

-          Ah, Alberto- dijo mi padre – ahí no trabajaba es socio el hijo de Bonetti?

Empezaron a hablar del proyecto. Porque hable de ella? Obviamente sería una oportunidad de quizá tratarla un poco. Pero si conoce a mi familia y a Alberto, solo será eso. Conocerla y satisfacer mi curiosidad.  Esa noche fuimos al departamento de Alberto, hicimos el amor y luego me llego a mi casa. Los siguientes días pasaron volando,  luego de hacer sus contactos se pudo concertar la cita con Alexandra y mi padre y Alberto viajaron conmigo.

Llegue a mi apartamento, y me respire hondo. Saque mis carboncillos, mis pinceles, y me recosté en el sofá, respirando el aire, mirando la luz, disfrutando de la libertad.  Me senté en la ventana, dibuje el paisaje de la cuidad que se veía, el parque los niños corriendo, los perros, el tendero del deli afuera.  Después de unas horas, de solo perderme en el paisaje, en los colores, en la vida. Camine a la universidad me reinscribí en la maestría con los cursos ofrecidos que todavía tenían cupos para el verano. Cuando termine apenas eran las 3 de la tarde. Tuve tentación de ir a ver si Ella estaba dando clases, pero me contuve.  Agarre el tren hasta llegar al Rowes Whalf donde camine  sin pensar en nada más que en aspirar el olor del mar, ver las rocas, los botes, la gente. Sentirme ahí pérdida entre desconocidos ahí me sentía más cerca de mi misma.   Me provoco ir a Haymarket y tome el tren de regreso, dibuje un poco en el tren y luego camine el Farmers Market escuchando la sinfonía de la cuidad, admirando, disfrutando del olor  vivo del mercado, del fulgor de  las frutas, los vegetales, las flores en las cajas.  Hice mis compras y fui de regreso al apartamento. En el camino, me llamo Alberto para contarme que habían llegado a un acuerdo con Alexandra fingiendo desinterés, le pregunte si iría  al cocktail del viernes, cuando me lo confirmo sentí como una emoción me corría el estómago.  Alberto sugerí que cenáramos juntos, pero argumente estar cansada, hoy solo quería disfrutar de mi espacio, de mi apartamento y olvidarme de todo menos de aquello me naciera hacer.

Por fin llego el viernes, y yo nerviosa como si realmente tuviéramos una cita.  Los días anteriores había hecho un desastre de mi casa sacando todo de mi armario, tirando todo en montanas sobre la cama, hasta que me di por vencida y Salí en busca de algo. Me bañe, me seque el pelo dejándome lacio, y me puse el traje que me había comprado. Un pantalón blanco, a la cintura, sin botones, ni adornos, de corte recto y sencillo, una chaqueta blanca, de dos botos que llegaba apenas a la cadera y debajo un cami color piel bastante bajo que parecía que no estuviera, el traje se me ajustaba al cuerpo, realzando mi feminidad. Alberto paso por mí y ahí estábamos en esos cocktails que tanto me aburrían, pero estaba vez era distinto. El tiempo pasaba y no la veía llegar así que fui al bar pedí una copa de vino y unos canapés.

Cuando voltee, ahí estaba. Sentada a unos pasos de mí, distinta, bellísima, con ese traje sencillo, muy elegante, sensual, suave.  Tan diferente que en la universidad, la vi distraída buscar a gente con la mirada, tomar su copa, comer sin hablar con nadie, solo observando, sus ojos verdes parecían que  irradiaban luz, casi se había acabado todos bocadillos, y a veces murmuraba o gemía suavemente de placer con alguno en particular, Yo sin saber de dónde saque valor ni  cómo le ofrecí traerle más. Ella giro sorprendida, y sonrió. Sentí como coqueteaba conmigo, me tocaba a veces levemente, sonreí, reí y me hacia reír, hacia cometarios con doble sentido, picaros  y yo ahí descubrí a la otra parte de esa mujer, recordé la del baño llorando desconsolada, la otra que caminaba por el pódium , escribía cosas, hacia preguntas incisivas y a veces sarcásticas, se apasionaba, y ahora está , esta mujer femenina, suave, tímidamente coqueta, que en unos momentos parecía desinhibida, sutilmente agresiva, y en otros, se ruborizaba,  de nada.  Yo solo quería conocer las otras facetas de esa mujer, sumergirme en ella y olvidarme de toda esa vida que se me empeñaba en abrumarme.

Cuando llegaron Alberto y mi padre a hablar de negocio, me incomode porque sentí que invadían nuestro espacio, pero calle,  como siempre. Sentí su mirada inquisitiva sobre mí, sus dudas, sus preguntas silencios, y hasta un poco decepción. Sentí que de repente la noche pasaba infinitamente lenta y otras que volaban las horas. Al final se despidió, y dejándome llevar por el instinto, la acompañe. Podía tonar el contoneó de sus caderas al caminar delante de mí.  Al llegar al lobby, nos íbamos despidiéndonos, le acomode el pelo, la abrace, sentí todo su cuerpo pegado al mío, su calor, bese su mejilla, rozando casi sus labios. Y me fui.

No sé por qué mi terquedad en este juego, no sé qué me pasa. Quizás el saber que mi vida, ya estaba trazada para mí, que era inevitable, que ya no existían maneras de posponer, escapar, inventarme más estudios.  Sabía que en un año y medio como mucho estaría haciendo eso que todos esperaban de mí, siendo la esposa perfecta, la hija abnegada, la anfitriona siempre graciosa y atenta, esa mujer que todos veían, pero que no era yo. La que yo era, nadie la conocía, tan escondida estaba que a hasta a mí misma me sorprendida cuando  se me asomaba. Y por lo menos un poco quería verme a mí misma, permitirme ser yo.

Me gire y la vi alejarse, así que tome mi celular y tome una decisión.

-          Hola, amor- dije en el teléfono, mientras salía del salón- mira, te aviso que me voy a mi apartamento, me siento cansada, me duele la cabeza y me voy a dormir.

-          Ay Layla, pero espérame y te acompaño…- empezó a decir- no ya conseguí un taxi y tú tienes muchas cosas que hacer ahí, te llamo después, no te preocupes por mí. Besos – colgué y la  vi alejarse caminando lentamente. Aumente el paso, y cuando estaba cerca, toque su brazo con mis dedos.

-          Ah!! – dijo dando un salto- me miro, respiro hondo- Layla. Casi me matas de un susto.

-          Perdón – dije sonriendo y tocando sus mejillas con mis yemas- no fue mi intención.

-          Que haces acá? – dijo inclinando su cabeza de lado, ligeramente- se me quedo algo? O me necesitan Alberto o tu padre?

-          No- dije – solo quería acompañarte a tu casa, o al tren, o donde vayas.

-          Acompañarme? – levanto las cejas, y  frunció el ceño- no entiendo..

-          Solo quiero acompañarte – dije tocando su antebrazo, no podía dejar de tocarla aunque fuera así- no hay nada que entender.

-          Pero….- bajo la mirada a mi dedos en su antebrazo, que lo rozaban ligeramente. Levanto la mirada y me miro con esos ojos verdes, mas oscurecidos, penetrantemente, inquisitiva, con una duda y una curiosidad clavada en ella- y que pasa, con Alberto?

Quizás fue mi imaginación, pero en ese Alberto, escuche una pregunta silenciosa. Encogí los nombres y empecé a caminar a su lado.  Ella me miro, y camino a mi lado.

-          Mi casa está en el South End- susurro- pensaba ir caminado, disfrutar de la noche...

-          Te acompaño- dije rozando mis dedos con el dorso de su manos mientras caminábamos –esta bonita la noche? Fresca.

-          Layla….- dijo mirándome- …si esta bonita la noche.

Caminamos así por 15 minutos, parándonos de vez en cuando, veía como se relajaba, y sonreí me mostraba casas, jardines  o callejones y algunos parques que le gustaban.  Yo la escuchaba hablar, su acento tan extraño, veía como movía las manos, o como le brillaban los ojos. Me sentía excitaba, expectante. Roza su piel con cualquier descuido y ella se dejaba hacer… no iniciaba el contacto, ni lo mantenía, pero me lo permitía.

-          Y has vivido con alguna mujer, alguna vez? – dije de improviso.  Quería saber la historia de ese día en que la vi destrozada en el baño.

-           Jajjaja – se rio y me miro sorprendida- no sabía que sabias que era lesbiana. Me miro curiosa- quien te lo dijo?

-          Pues ya sabes, en la universidad – dije sonrojándome un poco, sintiéndome incomoda, era obvio que no recordaba nada de ese día- no creí que te incomodara la pregunta, todos dicen que eres abierta sobre eso – dije encogiéndome los hombros- disculpa, si te incomode.

-          No, no me incomoda- dijo girándose para mirarme parando de caminar- pero, es como que yo te preguntara, cuando fue la última vez que tuviste sexo con Alberto? – dijo con un tono relajado con una media sonrisa- eso no es de mi incumbencia, lo mismo con mi sexualidad, soy libre de vivirla, no la publicito pero no me oculto, solo vivo, espero la misma privacidad que esperarías tu o cualquier otra persona heterosexual sobre el mismo tema – su noto no era molesto, más bien parecía como si dijera algo filosófico solo enfatizo lo de heterosexual

-          No, quise molestar…- dije sintiéndome una chismosa.

-          No me molestas, si viví con una mujer por varios años. – dijo- y tú, vives con Alberto?

-          No, mi familia cree que estamos en el siglo XVII todavía – dije -  a mi padre le daría un infarto. Además, vivo acá en lo que termino esta última maestría. Él se está quedando en el Ritz.

-          Ah, ya…- dijo mirándome- entiendo – me tomo la mano por primera vez, entrelazando sus dedos con los míos, apretándola suavemente- a veces es más fácil traicionarse uno mismo, que a los que uno ama – me miro y sonrió- Mira, Stella’s se me antojo un canoli, quieres uno, o un biscotti y no lo comemos mientras llegamos a mi casa- dijo.

-          No, gracias, estoy bien, quede muy llena con todos esos bocadillos que comí – dije sonriendo.

Entro al restaurante, lo  pidió se lo trajeron en una bolsita blanca, pago y volvimos a caminar en menos de 5 minutos.

-           Ya casi llegamos, dos calles a la derecha y otra a la izquierda- dijo sacando el canoli.

-          Quieres? – le dio una mordida y sonrió- Está buenísimo  - me lo acerco a la boca- pruébalo.

-          Está muy rico- le di una mordida pequeña. Lo guardo de nuevo en la bolsa y caminamos.

-          Ese es mi brownstone – dijo señalándolo- Y ahora, que hacemos? Me voy a preocupar de que como te regresaras a tu apartamento – dijo.

-           Llamemos a un taxi - marco, dio la dirección, y colgó. Todo muy rápido y al punto - Llegará  en alrededor de 10 minutos – dijo.

Se sentó en los escalones, saco el canoli, lo mordió y me lo ofreció. Me senté junto con ella. Y entre  mordidas compartimos el canoli.  Mi corazón latía tan fuerte que todos los ruidos de la cuidad dejaron de existir, solo estar así con ella, mirarla tan cerca, sentirla, despertaba mi piel de manera que  su respiración se convertía en la más suave de las caricias. La humedad entre mis piernas que había estado latente toda la noche, se extendió aún más.

-          Tienes crema – acerque mi pulgar a sus labios, quite ese pequeño punto de crema, mientras la miraba sus ojos que me mataban, tan verdes y oscuros como un bosque. Acaricie sus labios con mi dedo. Ella solo se dejó hacer.

-          Layla, estás jugando…- dijo apenas en un susurro. Mirándome- y te puedes quemar….

No dije nada solo la mire y dibuje con mi yema sus labios.  Puso su mano en mi nuca, y me acerco a ella, cerré los ojos esperando sus labios, deseándolos. Sin embargo, sentí como desfilaba sus labios, su lengua por mi mandíbula, y bajaba con su boca abierta, besando mi cuello, suavemente, formando con su lengua un camino hasta mi oreja.

-          Mírame – susurro tomando mi lóbulo entre sus dientes.

Abrí los ojos, ella me miro. Sonrió, y acerco su boca a la mía, sin dejarme de mirarme, atenta, a mis ojos. Entreabrió mis labios con los suyos, su lengua acaricia mis labios, su boca atrapa mi labio inferior un poco, jalándolo….

-          Layla- susurro contra mi boca, acariciándome con mi nombre, con su aliento mi boca. Cerro los ojos y busco mi lengua con su lengua, explorándola, buscándome y encontrándome. Sus labios mordiéndome suavemente, explorando, su lengua dentro de mí me incita a su juego, sus suspiros ahogados en mi boca.  Siento sus dedos en mi nuca tocándome con sus yemas, y otras haciendo una presión suave, llevándome con ella. Mis pezones se endurecen, siento como mi humedad amenaza a mis muslos.  Se separa de mis labios. Baja el ritmo y toca con su lengua mi labio superior. Vuelve dentro penetrándome con su lengua para después solo rozar sus labios contra mis labios. Baja por mi cuello mordisqueando suavemente, lamiendo, besando hasta encontrar ese pequeño hueco en la base de mi cuello donde mete su lengua y me besa haciéndome temblar. Su boca toma el camino de regreso a mis labios, besándome profundamente, haciéndome gemir en su boca, pegarme más a ella, mientras su lengua no para de enloquecerme. Beso mis labios tiernamente, y luego mi nariz. Sonrió.

-          Eso se siente besarme a mí – dijo – No a una mujer. Solo a mi. - Se paró me dio un beso en la frente- Ahí está el taxi, cuídate, Layla la exploradora. Se rio y abriendo la puerta del edificio, desapareciendo dentro.