En Barcelona con Maribel
He clasificado este relato en Fantasías porque se trata de una vieja fantasía mía con una antigua jefa. Narra cómo me habría gustado que transcurriera un viaje juntos a Barcelona. Espero que os guste.
Hola. Me llamo Jorge. Esto que os voy a contar ocurrió hará unos nueve ó diez años, durante un viaje a Barcelona con mi jefa por aquel entonces, Maribel. Ella es, sin duda, la mujer más sexy que haya conocido en toda mi vida. Debe tener como unos diez años más que yo, por lo que en aquella época debía rondar los 35. Llevábamos ya un tiempo trabajando juntos en un proyecto para la filial española de una multinacional, aunque nuestra relación era exclusivamente profesional. No obstante, eso no quitaba para que en más de una ocasión me hubiera masturbado pensando en ella.
Maribel era la típica mujer que no sobresale por ningún rasgo en particular, sin embargo llama la atención nada más verla. Es el conjunto lo que la hace tan especial. Su físico más que sobresaliente para su edad e incluso para varios años menos, su cara atractiva sin ser excesivamente perfecta, su inteligencia y su sentido del humor, que la hacen tan tremendamente irresistible al poco de entablar conversación.
El proyecto en el que trabajábamos por aquel entonces se desarrollaba íntegramente en Madrid, aunque se acabaría utilizando en varias provincias de la península. Fue por este motivo por lo que tuvimos que desplazarnos a Barcelona, para formar a los futuros usuarios de esa ciudad en el manejo de nuestra aplicación. Para ello se programó un viaje de dos días, con estancia de una noche en un hotel de la capital condal. El primer día se utilizaría como toma de contacto con el cliente y durante el segundo impartiríamos el curso.
Nos desplazamos a Barcelona por avión. El viaje duró menos de una hora, aunque aprovechamos el tiempo para charlar de cosas externas al trabajo. Yo le fui contando cosas de mi vida y ella hizo lo mismo con la suya. Descubrimos que teníamos bastantes cosas en común, y cada detalle de su vida que iba descubriendo hacía que me atrajera aún más.
Al llegar al hotel nos instalamos y salimos al poco hacia el centro donde impartiríamos el curso al día siguiente, para conocer las instalaciones y prepararlo todo. Un par de clientes nos hicieron de guía, tanto del centro como de la propia Barcelona. Y es que, tras visitar el centro donde se impartiría el curso, nos llevaron a tomar algo. Durante todo el tiempo que estuvimos con ellos pude observar cómo no le quitaban el ojo de encima a Maribel. Literalmente, se la comían con los ojos.
Al despedirnos de ellos nos recomendaron qué zonas visitar esa noche, puesto que aprovecharíamos nuestra estancia para conocer un poco la ciudad. Así que nos volvimos al hotel para asearnos y prepararos para salir a pasar la tarde antes de acostarnos. Yo me quedé con el traje puesto, ya que se me había olvidado llevar los vaqueros. Sin embargo, después de un rato de espera en el hall del hotel, pude comprobar que Maribel sí se había acordado de cogerlos. Jamás en mi vida he conocido a una mujer a la que le sienten mejor los vaqueros que a ella. Marcan su culo prieto y voluptuoso, sus caderas amplias y sus piernas gruesas y fornidas. Para la parte superior había elegido una camiseta blanca ajustada, lo que resaltaba sus pechos grandes y redondos. Tenía, sin lugar a dudas, un cuerpazo.
Echamos a andar hacia la zona que nos habían recomendado. La fuimos recorriendo tranquilamente mientras charlábamos. Fue una conversación muy amena que nos permitió intimar más aún. Hablamos de todo menos de trabajo, especialmente de temas personales. Aprovechamos para conocernos mejor. Durante la conversación Maribel me preguntó si tenía novia, a lo que yo le respondí que no, que estaba soltero. Ella me contestó que hacía muy bien, que era muy joven y tenía que disfrutar de la vida.
Me contó algunas de sus experiencias de juventud, varias de ellas bastante íntimas y que dejaban muy claro que se trataba sin duda de una mujer muy ardiente y a la que le encantaban los hombres y el sexo. A medida que avanzaba la tarde y la conversación me iba sintiendo cada vez más a gusto junto a aquella mujer.
Sin darnos cuenta se nos hizo de noche y habíamos llegado a la villa olímpica, zona que nos habían recomendado para buscar un sitio donde cenar. Nos decidimos por el Planet Hollywood, ya que en aquella época era una curiosidad aquel tipo de restaurante. Nos sentamos y compartimos varias cervezas y una hamburguesa, en mi caso, y una ensalada, en el suyo.
La conversación siguió su curso, volviéndose cada vez más íntima y sensual. Llegamos a un punto en el que Maribel me contó que su vida íntima era cada vez más aburrida, ya que su marido apenas la tocaba. En un momento dado me dijo:
Está claro que yo lo que necesito es un jovencito que me dé caña y me arregle el cuerpo, que mi marido está ya muy mayor.
Pero si dicen que los hombres mejoramos con la edad.
Pues serán los otros, porque lo que es el mío está hecho una penita.
Aquél era un momento crucial. Podía recoger el envite y jugar mis cartas o dejarlo pasar. Pero, en ese caso, siempre me quedaría la duda de si aquello había sido una invitación para ir más allá o no.
Pues ya ves, a mí sin embargo lo que me hace falta es una mujer madura que me espabile y me haga un hombre. Pero no como el tuyo, ¿eh?
Ja, ja, ja. Tranquilo, tú seguro que nunca serás tan lelo como el mío.
Hombre, lo que sí está claro es que si yo tuviera una mujer tan impresionante como tú la aprovecharía al máximo.
Para eso quiero yo un jovencito, para que me "aproveche" varias veces a la semana, en lugar de una vez al año.
¿Una vez al año? Joder, Maribel, estoy flipando. Una mujer como tú no se merece ni de lejos una vez al año. Más bien una vez al día. O más.
En ese instante vino el camarero a ofrecernos algo de postre. Maribel sugirió cambiar el postre por unas copas en algún garito cercano, lo cual me pareció una idea genial. Aquel era el segundo momento crucial de la noche, ya que rechazar aquella invitación acababa sin duda con todas mis opciones de llegar a algo con Maribel. Si la rechazaba seguramente quedaríamos como buenos amigos, pero nada más. Y, aunque ese día me había permitido llegar a apreciar realmente a Maribel como persona, lo que realmente me apetecía no era ser su amigo sino su amante. Así pues, acepté la invitación.
Nos dirigimos a un lugar cercano del cual nos habían dado muy buenas referencias. Era miércoles, por lo que estaba prácticamente vacío. Nos dirigimos a la barra y pedimos una copa. Charlamos un rato mientras nos la servían y luego nos sentamos en una mesa apartada. Nada más sentarnos Maribel se decidió a pasar al ataque.
¿Así que tú me harías el amor al menos una vez al día?
Bueno, yo no dije exactamente eso, pero sí. La verdad es que eres una mujer excepcional en todos los sentidos. Aunque no tengo muy claro si te haría el amor o te follaría.
¿Y cuál es la diferencia?
Pues lo primero implica que debe existir algo especial entre los dos, mientras que lo segundo es sólo sexo.
O sea, que no estás enamorado de mí, sólo quieres mi cuerpo.
Hombre, eso suena muy duro, pero sí. La verdad es que me atraes muchísimo. Tienes un cuerpo increíble. Nos traes locos a todos los tíos de la oficina.
Vaya, no sabía yo eso.
Pues es así. Cuando se enteraron de que nos veníamos juntos a Barcelona todos me felicitaron porque era mi oportunidad de cumplir el sueño de todos.
Ajá. Así que tú realmente has venido a Barcelona a follarme, ¿no es así?
Si la opción se presentase, desde luego que la aprovecharía, sí.
¿Y crees que se ha presentado?
Pues aún no lo tengo claro del todo, aunque empiezo a pensar que sí.
A ver si esto te aclara las dudas que te pudieran quedar.
En ese momento puso su mano en mi entrepierna y empezó a acariciarme la polla por encima del pantalón. Aquel gesto me pilló tan por sorpresa que no supe reaccionar. Me limité a quedarme mirándola. Ella agarró mi nuca con la mano libre y me acercó hacia ella. Sus labios se posaron en los míos y rápidamente nuestras lenguas se entrelazaron y comenzamos a besarnos con pasión. Agarré uno de sus muslos mientras ella seguía acariciando mi polla cada vez más dura. Lo encontré duro y firme. Lo acaricié recorriéndolo hasta llegar a su culo, que agarré y estrujé con fuerza. De allí llevé mi mano a uno de sus pechos. Me moría por acariciarlo. Era redondo, duro, grande. Lo estrujé y lo recorrí con la mano buscando el pezón. Me costó un poco encontrarlo por culpa del sujetador, pero finalmente lo logré. Jugueteé un poco con los dedos sobre él notando cómo se ponía duro.
Mi polla vibraba en mis pantalones. Las caricias de Maribel eran expertas y sabía cómo provocarme mucho placer. Recorría mi polla con la palma de la mano, estrujando mi capullo entre sus dedos. Yo estaba a mil. No podía más.
Vámonos al hotel.
Me parece una idea genial.
Salimos a la calle y llamamos a un taxi. Una vez a bordo repetimos los besos y las caricias durante el viaje. Al llegar al hotel, y ya dentro del ascensor, continuamos besándonos apasionadamente. Mis manos recorrían por completo aquel cuerpo maravilloso, disfrutando de su tacto firme y duro. Maribel se centraba en jugar con mi polla. Como siguiese así mucho más tiempo era capaz de acabar corriéndome en los pantalones.
Maribel dio al botón del piso de su habitación. Al salir del ascensor seguimos agarrados, besándonos y acariciándonos, hasta llegar a la puerta. Sacó de sus vaqueros la tarjeta de apertura de la puerta y entramos. Seguimos agarrados hasta acercarnos a la cama. La tumbé sobre ella y me eché encima. Seguí besándola mientras sacaba la camiseta de entre sus vaqueros y se la quitaba por la cabeza. Besé su cuello y sus hombros. Bajé hasta sus pechos, besando y lamiendo la carne que sobresalía del sujetador. Metí las manos en su espalda y se lo solté. Sus pechos quedaron desnudos frente a mí. Eran preciosos. Redondos y grandes. Sus pezones eran pequeños y estaban completamente duros. Los lamí y los besé con ansia, mientras le estrujaba los pechos con las manos.
Maribel jadeaba y me acariciaba el pelo.
Sí, jorgito, sigue. Me encanta.
Recorrí con la lengua el camino hasta su cintura. Le desabroché el vaquero y se lo saqué lentamente, junto con las braguitas, acariciándola mientras lo hacía. Ahora estaba completamente desnuda frente a mí. La mujer que tanto deseaba, el cuerpo del que tantas veces había disfrutado al masturbarme, estaba desnudo frente a mí. Lo observé disfrutando de la visión y lo acaricié por completo.
Después de un rato aparté sus piernas. Su coño quedó ante mi vista. Estaba ligeramente depilado, con el vello corto y escaso. Sus labios estaban abiertos y pude apreciar que estaba completamente húmeda. Dirigí la cabeza hacia aquella zona, introduciendo mi lengua en aquella abertura. Maribel respondió con gemidos a mis lametones.
Ah, sí, qué bueno. Cuanto hacía que no me comían tan bien el coño. Sigue, sigue.
Estuve un buen rato disfrutando de su coño, hasta que la oí gritar mientras su cuerpo se sacudía. Seguí un poco más, hasta que volvió a relajarse. Entonces me incorporé y me fui desnudando mientras ella me miraba jadeando. Al bajarme el pantalón mi polla saltó fuera, tiesa como un palo. Ella la cogió con la mano y la acarició.
¡Qué dura está! ¡Qué maravilla!
¿Y cómo quieres que esté si no? Ya te he dicho que eres una mujer impresionante.
Fóllame, jorgito, méteme esa polla dura hasta el fondo.
Me eché encima de ella y empecé a restregar mi polla por su vientre y su entrepierna, tratando de localizar la raja de su coño. Ella me la cogió con la mano y la guió hasta su destino. En cuanto noté que mi capullo acariciaba sus labios empujé con fuerza. Debido a su excitación estaba muy húmeda y mi polla entró casi hasta el fondo. Ella gritó y se aferró a mí con fuerza. Me quedé unos instantes dentro, disfrutando de su calor y su humedad. Luego empecé a entrar y salir con rapidez, follándola violentamente. Ella gritaba cada vez más pidiéndome que no parara y que la follara más rápido y más fuerte.
Su cuerpo estaba empapado en sudor. El pelo se le pegaba a la cara . Tenía la boca completamente abierta en un grito continuo, dejando ver sus dientes blancos. Su cuello estaba tenso sujetando la cabeza, que se sacudía al ritmo de mis embestidas ligeramente echada hacia atrás. Los ojos estaban cerrados a causa del placer. Verla así me enloquecía. Estaba preciosa.
No pares, no pares.
Estaba tan ensimismado observándola que, sin darme cuenta, había parado en mis embestidas. Entonces ella decidió tomar el control y me echó de lado, tumbándome en la cama y subiéndose encima mío. Rápidamente introdujo mi polla dentro de ella y empezó a cabalgarme con fuerza. Sus pechos saltaban arriba y abajo. Sus manos se apoyaban en mi pecho, clavando sus dedos en mi carne. Saltaba con tanta fuerza que su culo chasqueaba con un estruendo contra mis muslos a cada embestida.
La agarré por las caderas tratando de parar la violencia de su cabalgada, pero fue imposible. No paraba de gemir y de gritar mientras me follaba. Parecía estar en trance. El placer era increíble, acrecentado por la visión de aquella mujer espectacular y su evidente disfrute. Si seguía así mucho más tiempo iba a terminar corriéndome en seguida.
Haciendo acopio de fuerzas la saqué de encima mío. Aprovechando su postura me coloqué tras ella, levantando su culo y dejándola a cuatro patas. Juguetee un poco con mis dedos en su coño y luego introduje mi polla hasta el fondo. La agarré por la cintura y empecé a embestirla con fuerza, proyectándola hacia mí en cada movimiento de penetración. Ella agachó la cabeza y volvió a empezar a jadear. Su cabello se le pegaba a la espalda. Los pechos se bamboleaban adelante y atrás. Empezó a gritar con fuerza, insultándome e instándome a follarla con más fuerza.
Estaba a punto de correrme, pero no quería que aquello acabara todavía. Así que paré y cambié de postura para descansar un rato y reponerme. La tumbé boca abajo sobre la cama y le separé las piernas. Puse mis piernas entre las suyas y metí mi polla en su coño, recostándome sobre su espalda. En esa postura mis movimientos eran limitados y no podía penetrarla con tanta fuerza, pero desde luego el placer era increíble para ambos.
Estuvimos así un rato, rozando nuestros cuerpos sudados, gimiendo y jadeando, hasta que noté de nuevo cómo se acercaba el orgasmo. Estaba agotado, así que decidí abandonarme al placer y no tratar de retrasarlo más. Levanté el cuerpo y apreté mi polla contra su coño, penetrándola hasta el fondo, notando como el semen empezaba a brotar a borbotones en su interior. Grité sin poder evitarlo. El placer me atenazaba. Ella apretó su culo contra mí mientras gemía.
Cuando terminó mi corrida me dejé caer sobre ella sin sacar mi polla. Besé su cuello y sus hombros mientras ella acariciaba mis muslos y mi culo. Se giró debajo de mí y me abrazó, besándome con pasión.
Gracias, jorgito, es justo lo que necesitaba.
Por supuesto, aquello no terminó allí. Estuvimos casi toda la noche despiertos follando. Entre polvo y polvo aprovechábamos para charlar de cualquier cosa y conocernos. Vimos un par de películas porno del canal de pago para entonarnos y tomar ideas. Parecíamos dos jovencitos. Fue una noche inolvidable. Al final echamos hasta cinco polvos antes de dormirnos.
A la mañana siguiente algo me despertó. Era una sensación extraña que no lograba identificar. No obstante, no era en absoluto incómoda ni molesta. Más bien todo lo contrario. Cuando finalmente logré abrir los ojos descubrí de qué se trataba: Maribel estaba echada de lado encima de mí. Las sábanas tapaban parcialmente su cuerpo, dejando a la vista sus muslos y parte de sus pechos, que tenía apoyados en mis piernas. Sus manos estaban sobre mis muslos, permitiéndole levantar ligeramente la cabeza. Mi polla estaba dentro de su boca, cuyos labios se cerraban sobre ella mientras sus mejillas se hundían por la succión que estaba realizando. Su cabeza subía y bajaba lentamente mientras su lengua iba lamiendo toda mi verga.
Estaba tan centrada en la mamada que me estaba haciendo no se dio cuenta de que me había despertado. Acaricié su muslo.
Buenos días, Maribel.
Hola, cariño. ¿Qué tal estás?
Genial. Lo de anoche fue increíble. Y no se me ocurre una forma mejor de despertarme después de algo así que esta.
Bueno, quería agradecerte el haberme dado la mejor noche de sexo de toda mi vida.
Volvió a meterse mi polla en la boca. La lamía lentamente, disfrutando de cada centímetro. Sentía su lengua lamiéndola y lubricándola con saliva. Con una mano acariciaba la parte que iba quedando fuera. Era una mamada increíble. De vez en cuando se la sacaba de la boca y la restregaba contra su cara y sus labios, acariciándose con ella.
Después de haber echado cinco polvos seguidos esa misma noche no le iba a resultar fácil conseguir que me corriera de nuevo, a pesar de que la mamada estaba siendo sensacional. Así que me recosté contra la almohada y fui acariciando su cuerpo mientras observaba sus evoluciones sobre mi polla.
Efectivamente, tardé bastante en correrme. Cuando lo hice salió mucho más semen del que habría esperado en aquellas circunstancias. Sin duda ella tampoco esperaba que fuera tan abundante, puesto que no pudo recogerlo todo y parte se esparció por mi vientre. Tragó lo que tenía en la boca y recogió el resto con la punta de la lengua. En ese instante me incorporé y la besé. Había sido una noche increíble, culminada en una mamada aún más increíble. La deseaba con toda mi alma y traté de demostrárselo con un beso apasionado.
Finalmente nos separamos y ella se fue a duchar y a prepararse para irnos al curso. No debíamos olvidar para qué estábamos allí. Yo me quedé un rato tumbado en la cama tratando de hacerme a la idea de que aquello no era un sueño. Era real, muy real. Mi polla dolorida y enrojecida, y el ruido de la ducha en el baño así lo demostraban. Acababa de hacer realidad mis sueños. No sólo había cumplido una de las fantasías de todo hombre, tirarme a mi jefa, sino que además en mi caso ella era sin duda la mujer de mis sueños.
Sin darme cuenta mi polla volvió a endurecerse. La ducha seguía abierta, así que me dirigí al baño. Maribel estaba desnuda bajo el chorro del agua. Su cabello húmedo se pegaba contra su espalda y el agua recorría sensualmente todas las curvas de su voluptuoso cuerpo.
Me metí en la ducha y la abracé por la espalda, apoyando mi polla tiesa contra su culo y agarrando sus pechos. Ella soltó un gemido. Agarré el gel, eché un poco en mis manos y empecé a enjabonar sus tetas, su vientre, su culo y todo su cuerpo. Ella se giró y también recogió algo de gel. Lo esparció por mi pecho y bajó hasta mi polla.
Vaya, ¿todavía tiene más ganas de marcha?
Contigo, siempre. ya te lo dije.
Se rió. Echó más gel en sus manos y empezó a acariciarme la polla tiesa, enjabonándola y lubricándola mientras me miraba a los ojos. Estaba preciosa.
La giré, apoyándola contra la pared. Limpié mi polla de jabón con el agua y agarré su culo, echándolo hacia atrás. Apunté la polla contra su coño y la penetré de una vez. Gritó en seguida con un chillido de placer, mientras recostaba la cabeza contra la pared. Hice acopio de las pocas energías que aún me quedaban para follármela con fuerza. Nos corrimos casi a la vez, aunque ella lo hizo en varias ocasiones.
Nos terminamos de duchar y nos vestimos para ir al curso. Llegamos por los pelos. Mientras Maribel impartía el curso pude observar como, nuevamente, todos los hombres la devoraban con los ojos. Yo me dediqué a hacer lo mismo, recordando su cuerpo desnudo y cómo se retorcía de placer debajo del mío. Ella debió darse cuenta de lo que pensaba porque cada vez que me miraba un brillo extraño aparecía en sus ojos y me sonreía con una sonrisa muy sensual.
Una vez acabado el curso nos fuimos al aeropuerto y regresamos a Madrid. Durante el viaje de vuelta seguimos charlando, besándonos de vez en cuando y metiéndonos mano cuando creíamos que las azafatas y el resto del pasaje no nos veían. Ambos estuvimos de acuerdo en que aquello no debía quedar en un rollo de una noche y que habría que repetirlo. Y cuanto antes mejor.