En Aquellas Aguas Cristalinas

El agua era fría y transparente. El sonido de la cascada dificultaba escuchar lo que decía. Mejor era no hablar. Ella se sumergió y nadó de un lado a otro del charco de forma transversal a donde yo estaba, luego nadó al lado opuesto de donde yo estaba. Se puso de pie y sacó sus senos del agua.

Hace más de 20 años que visito una tienda de dulces tradicionales de Santo Domingo y en ella conocí a una joven que atiende allí desde hace unos seis u ocho años.  Hace mucho que me dí cuenta de que ambos nos vemos mutuamente con agrado, lo digo porque me alegro al verla y percibo su reciprocidad cuando llego a la dulcería y saludo.

Ella tiene un cuerpo precioso, una sonrisa y una mirada con picardía para conmigo.  En ocasiones cuando me pasa algún dulce de los que pido le he sostenido su mano mientras le digo algo y eso me ha gustado mucho, pero nunca había pasado de ahí, hasta que un día me estacioné al frente del local y alcancé a verla limpiando el local.  Estaba de espaldas y el movimiento de su cuerpo me despertó el morbo hasta el punto de estallar, así que busqué un papel de una factura que tenía en el vehículo y anoté el número de mi móvil.  Cuando entré, ella estaba de frente a la puerta pero tenía la cabeza hacia abajo.  Saludé y vi su rostro iluminarse cuando levantó la cabeza y me vio.  De inmediato le pasé el papel con mi número de teléfono y le dije “Llámame tan pronto tengas un momento para que hablemos” .  Su cara se transformó, dobló el papel cerrando rápidamente su puño, pude notar cómo mi acción la había enfadado.  Pedí lo que quería a la otra empleada que estaba de turno y salí del local despidiéndome medio avergonzado.

Cuando arrancaba la marcha de mi vehículo sólo atinaba a pensar, “Coño, metí la pata, no le gustó.” Veía en mi mente una y otra vez la imagen del cambio en su cara y prestaba atención a cada uno de los gestos que había hecho ella cuando vio que le había dado mi teléfono y que le pedía que me llamara. Estaba seguro de que le había molestado mi solicitud de que me llamara y habláramos por teléfono.

No había pasado más de cinco minutos cuando recibí una llamada de un número desconocido.  Asumí que era algún cliente respondiendo a una publicidad que recientemente habíamos colocado y como estaba manejando no respondí, unos pocos minutos después al llegar al parqueo de mi oficina devolví la llamada perdida y cuál fue mi sorpresa cuando del otro lado una voz encaramelada y sensual me decía “Es decir que me pides que te llame y entonces no tomas mi llamada” .  Supe de inmediato que se trataba de ella y solo atiné a decirle “No, mi negra, lo que pasó es que estaba manejando y cuando me llamaste tenía a un policía de tránsito enfrente y no podía responderte, así que esperé a parquearme para llamarte y poder hablar con total libertad” .

Me dijo que había adelantado su receso para hablarme y que estaba sentada en el parquecito ubicado cerca de la dulcería, que había ido allí para tener más privacidad porque le había sorprendido mi solicitud de que me llamara. “¿Te pasa algo?” me preguntó.

Le agradecí responderme tan rápido, en verdad no me esperaba tal rapidez, pero su llamada me tenía super excitado.  Estaba nervioso como si fuera un jovencito buscando su primera cita.  Noté lo excitado que estaba y al no encontrar qué decirle, decidí compartir mi estado con ella y le dije: “Wao, no puedo negarte la sorpresa que me has dado al llamarme tan rápido” .  Sin esperar me dijo: “No fue eso lo que me pediste”.  “Si (le dije), eso es lo que quería, pero pensé que te habías enfadado conmigo y que tardarías en llamarme y tu llamada me ha emocionado y me ha excitado al máximo” .

Hablamos un rato más y luego le dije que me gustaría que nos juntáramos y saliéramos a dar un paseo.  Luego de unos segundos que me parecieron una eternidad me dijo “está bien, nos vemos el viernes” y luego sin darme oportunidad de decir nada, me dijo que era hora de volver a la dulcería, que habláramos luego.  Cerré con un sabor agradable en mi ser, pero con la sensación de que no había cerrado adecuadamente la conversación.  Esa sensación que sentimos los vendedores cuando nuestro cliente es quien termina la interacción y hemos quedado sin el negocio concretado.  Ese día en la cama no dejaba de pensar en nuestro encuentro del viernes.

Me sorprendí con ella en mi auto camino a su pueblo, ella vestía una falda corta de color blanco y una blusa azul clara con escote suficiente para mostrar sus grandes tetas.  Calzaba unas zapatillas bajitas blancas con trabillas de bordes azules.  Llevaba su pelo recogido con una cola que mostraba una imagen de su cara colegial, le salía una picardía juvenil en cada gesto que hacía.

Íbamos en mi vehículo, su bulto en el asiento de atrás, me pregunté por qué no lo había puesto en la parte trasera, donde estaba el mío.  De pronto me centré en sus senos, eran preciosos y aunque no eran extremadamente grandes parecía que iban a saltar de su escote para mostrarse ante mí en todo su esplendor.  Ella notó lo que miraba y pasó su mano derecha sensualmente por ellos, para luego bajarla hasta su entrepierna.  Yo seguía torpemente sus movimientos mirando a cada momento hacia el frente para continuar manejando y volviendo a ver cómo se acariciaba.  Puse mi mano es su muslo izquierdo y comencé a acariciarla suavemente.  Ella abrió las piernas y retiró su mano.  Rodé mi mano hasta su entrepierna y noté lo mojado que estaban sus panties.  Eso me excitó al borde de estallar.

Recordé nuestra última conversación por teléfonos: Ella me preguntó sobre mi trabajo y le había contado que viajo con frecuencia por todo el país.  Algunos viajes son cortos y los hago en un día, pero en otros tengo que viajar por varios días.  Cuando le contaba sobre mis viajes no dejaba de imaginarme haciéndolo con su compañía.  Recordé cómo Juan Carlos me había contado que hace eso con una amiga, con la que suele viajar y pasarla bien.  Aunque nunca se me había ocurrido hacerlo, ahora mi mente no dejaba de fantasear a una velocidad espectacular.  Estaba ocurriendo, ella estaba conmigo en pleno viaje de trabajo.  Seguí acariciando su muslo y cada vez que llegaba a su entre pierna metía cada vez más mis dedos por debajo de su pantis para acariciarle.  Notaba cómo le gustaba.  Estaba toda mojada.

En nuestra cita del viernes le había preguntado de dónde era y ella me dijo que era del interior pero que era de un pueblecito que quedaba cerca, que de seguro cuando yo viajara para allá haría un viaje de sólo un día.  Cuando me dijo eso, no lo podía creer.  ¡Se quejaba de que sería un viaje corto! Pensé.  Ahí fue cuando le propuse que me acompañara en mi próximo viaje.

“Sabes (le dije mostrando mi interés) yo hago mi agenda y decido qué tiempo estaré en cada lugar en cada viaje, así es que en el próximo viaje que haga a tu pueblo puedo hacerlo más largo y si quieres puedes irte conmigo, así nos quedamos unos días juntos y podemos compartir mas tranquilamente ”.  Mientras recordaba eso introduje lentamente mi mano derecha por debajo de su pantis y noté que su pubis era suave como piel de bebé, sus labios eran gruesos, quizás por su excitación y estaban completamente mojados.  Mis dedos resbalaban suavemente por su vulva mientras ella se movía y gemía placenteramente.

Recordé cuando en aquella cita ella me dijo “Pero no voy a viajar para venir el mismo día”. Su tono expresaba la calentura que tenía. “Y por cuántos días me podrías acompañar” le pregunté.  Ella hizo un silencio y me dijo “Si quieres, cambio uno de mis turnos para tener varios días libres y así puedo acompañarte por ejemplo de martes a jueves de la semana que viene, pero con una condición…”.

Mi corazón se paró de golpe, dejé de respirar atento a lo que diría, yo no estaba preparado para condiciones que implicaran la posposición de tener sexo con esta hembra y les juro que eso fue lo primero que pasó por mi mente.  Pensé que comenzaría a jugar a la niña difícil de conquistar.  Mi pesar duró poco, pues ella me dijo “Mi condición es que no trabajes todo el día, quiero un día completo para mí, y los otros dos los compartiré en parte con tu trabajo ”.  Respiré profundo y casi que me pellizco para ver si lo que estaba ocurriendo era verdad.

Mis caricias seguían siendo intensas y ella había reclinado su asiento para atrás para quedar más inclinada, sin ponerse totalmente horizontal.  Las pernas las tenía totalmente separadas y con su mano derecha en momentos me tocaba mi mano que la acariciaba.

Con su mano izquierda, ya ella había sacado mi pene y lo acariciaba astutamente.  En un momento, sentí que me lo apretó más fuerte y de inmediato su tórax comenzó a tener espasmos continuos, supe que estaba explotando en un orgasmo.  Apretó las piernas mientras yo con dificultad seguía moviendo como podía mi mano y mis dedos, ella gemía de placer, mientras casi se había colocado no sé cómo en posición fetal.  Cada mínimo movimiento de mi mano o mis dedos le producía un gemido de placer.  Quedó exhausta.  Sólo el movimiento de su mano izquierda que en ningún momento me soltó, me evidenciaba que estaba viva.

Puse de nuevo en marcha el vehículo que había parado a la orilla del camino.  Mientras avanzaba recordé un diálogo que tuvimos días antes confirmando con ella este viaje y fue ahí que acordamos dónde y a qué hora la recogería.  Volvimos a hablar todos los días a la misma hora, hasta que llegó la fecha del viaje.  Esa noche no pude casi dormir, a la mañana siguiente mi esposa me preguntó qué era lo que tenía que me preocupaba tanto, pues yo había dado muchas vueltas en la cama esa noche.  Le expliqué que tenía unas reuniones complicadas en este próximo viaje y que quizás por eso estaba muy tenso.  Que sería el viaje de más actividad de los que había tenido en ese mes.  Le comenté que tendría muchas reuniones, por lo que le llamaría sólo en los recesos que tuviera en el día y en las noches desde el hotel como hacía en todos los viajes.  Una sonrisa en mi rostro se mostraba mientras pensaba en que realmente este sería un viaje de mucha, mucha actividad.

Volví en sí, con ella colocando su cabeza sobre mi entrepierna y metiéndose mi pene totalmente en su boca.  Mi excitación era espectacular y las sensaciones que me producían no podían ser mejores.  Sus labios, su lengua y hasta sus dientes se confabulaban para producir sensaciones sin igual.  Me preguntaba cómo lo hacía.  Hasta la temperatura de su boca me producía placer.  Su lengua recorría en círculos el contorno de mi pene, unas veces rápidamente y otras lentas, como si quisiera que yo no pudiera predecir lo que haría.  Luego de un rato estallé y me vine.  Ella tragó toda mi leche y se aseguró de que nada se derramara en mi ropa.  Luego se sentó de nuevo en el asiento cuyo espaldar puso en posición normal.  Se arregló la ropa mientras me decía “Un buen comienzo, gracias” y luego de una pausa agregó “Esto augura que este será un viaje muy placentero” .

Ese día había salido temprano con mi maleta de viaje, y pasé a buscarla por el lugar convenido y ahí estaba ella esperándome.  Mis manos sudaban tremendamente.  Ahora, mientras escribo el relato, de sólo recordarlo, han vuelto a sudar profusamente.  Mis expresiones eran nerviosas y torpes, no encontraba qué decir.  Ella tomó el control de la conversación y me preguntó a qué hora era mi primera cita de ese día.  Contesté que era a media tarde.  Su mirada era insinuante y su expresión clara y decidida me quitó todo mi nerviosismo.  Me dijo “Que bueno, tenemos tiempo para nosotros antes de tu trabajo” .

Mientras salíamos de la ciudad, pasamos por varios moteles y noté cómo ella los miraba como inspeccionándolos.  Eso me puso a mil.  No me atrevía a sugerirle hacer una primera parada en uno de ellos y cuando lo hice me contestó que no.  Que mejor fuéramos hasta su pueblo y que allí me llevaría a un lugar que de seguro me iba a gustar y que me relajaría permitiéndome ir renovado a mi primera cita de trabajo.

Mi excitación no esperaba más y mi pene no relajaba por la excitación que mantenía.  Mientras manejaba, puse mi mano sobre la suya y ella la rodeó con su otra mano y comenzó a acariciarla suavemente, su piel parecía tela de terciopelo, eso me excitaba mucho más.  Acaricié su pierna y ella hacía movimientos lentos con su cuerpo.

Un rato después llegamos a su pueblo y me dijo que había reservado una cabaña para que nos quedáramos allí.  Le dije que estaba bien y que lo que me gustaría es que ella lo disfrutara.  Me dijo que estaba segura de que sería así, pues por lo que había visto yo era un galán y que sabía cómo tratarle.

Me fue dirigiendo en el trayecto y bajo su guía llegamos a la cabaña y la verdad es que era lindísima, apartada y privada.  Estaba rodeada de mucha vegetación y desde ella se visualizaba el plato de agua de un gran lago represado.  Sólo se escuchaban los ruidos de la naturaleza.

Me dijo que ese era la laguna artificial más grande las Antillas.

Estando al lado del vehículo y prestos a tomar nuestros equipajes, la abracé por la espalda y la apreté contra mi cuerpo, sentía mi pene apretado sobre sus nalgas.  Ella me apretó mis brazos y se dio vueltas hasta quedar de frente a mí y entonces recostó su cara y luego la besé desenfrenadamente y la acaricié por todos lados.

Su boca estaba bien humedecida y su lengua estaba flácida y me acariciaba en cada beso.  Apreté sus senos mientras los acariciaba y disfrutaba sus movimientos y gemidos de placer.  Ella cerró las puertas del vehículo sin sacar los equipajes y me tomó de la mano llevándome hacia la cabaña.  En un momento pensé que no teníamos las llaves, pero cuando llegamos a la puerta ella se agachó, levantó un tarro pequeño con unas flores que había al lado de la puerta y debajo del tarro, pegadas estaban las llaves de la puerta.

Entramos e hicimos un recorrido de reconocimiento por cada parte de la cabaña y no sé si realmente reconocíamos la cabaña o nos reconocíamos nosotros.  En la entrada había una pequeña sala, allí nos separamos agarrados de las manos y ambos nos miramos de arriba abajo, antes de darnos otro abrazo y acariciarnos mutuamente.  Así pasamos de un cuarto a otro y cuando estando en la habitación hice intensión de tirarla a la cama y hacer el amor con ella, me dijo que no, que buscáramos los equipajes para que fuéramos al río.

Accedí y busqué los equipajes, ella sacó dos toallas de su bulto y me dijo que podíamos irnos.  Me dijo que la siguiera y tomó un camino estrecho por entre los arbustos que rodeaban la cabaña.  Yo iba disfrutando verla caminar delante de mí, en momentos la paraba para besarla y acariciarla, así llegamos hasta un riachuelo que desemboca en la presa y que en este lugar tiene una caída de agua de unos ocho pies de altura y ha hecho en el lugar un charco muy bonito.

Ella me preguntó qué me parecía el lugar, yo le dije que era precioso.  La abracé de nuevo y le quité su blusa, ella no llevaba puesto ningún sostén y en realidad no los necesitaba, al acariciarla sentí cómo volvía a vibrar de emociones, al bajar mis manos sentí como su sexo estaba empapado e hinchado por la excitación, eso me puso más excitado y al punto de volver estallar.

En un abrir y cerrar de ojos se terminó de desvestir y se lanzó al agua, yo estaba como un zombi admirando su lindo cuerpo de arriba abajo.  Traté de desvestirme a su misma velocidad, pero el admirar y observar su cuerpo me hizo ir más lento.  Desvestido ya observaba a través de las aguas cristalinas de ese río cómo nadaba en la superficie del agua cristalina.  Sus curvas se lucían y provocaban.  Me detuve un momento ante su mirada y luego me lancé a su lado.

El agua era fría y transparente.  El sonido de la cascada dificultaba escuchar lo que decía.  Mejor era no hablar.  Ella se sumergió y nadó de un lado a otro del charco de forma transversal a donde yo estaba, luego nadó al lado opuesto de donde yo estaba.  Se puso de pie y sacó sus senos del agua.  El agua era tan cristalina que podía ver todo su cuerpo sumergido.  Tomó nuevamente aire y volvió a sumergirse y esta vez nadó directamente hacia mí, por un momento creí que me pasaría por entre las piernas y hasta pensé que no cabría por la poca separación de mis piernas, pero para mi sorpresa, como un delfín, giró su trayectoria hacia arriba llegando directamente hasta mi entrepierna, paró y abriendo su boca llevó hacia adentro todo mi pene.  Sentí rápidamente la tibieza de su lengua y una agradable e excitante sensación me arropó todo mi cuerpo.

Me sorprendió lo mucho que duró sumergida mientras lo chupaba de arriba abajo, en un mete y saca que parecía no tener fin.  Salió y sin mediar palabra me besó, yo la abracé y continué acariciando su cuerpo, mientras mi pene se posicionaba entre sus piernas.  Ella se acercó a mi oreja en el lado opuesto a la caída del agua del salto y me dijo: “Gracias por lo que me diste en el auto, no sabes lo mucho que lo necesitaba” .

La tomé por las nalgas y la subí a mis caderas, ella me abrazó con sus piernas mientras con mi mano derecha ayudaba a mi torpe pene a direccionar su accionar.  Sentí como poco a poco le entraba.  Ella temblaba mientras me apretaba clavándome las uñas, no dijo nada, sólo se movía astutamente como si estuviera dirigiendo con sus movimientos a un obrero artesano.  La sensación en mi pene no podía ser mejor.  El río frío pasaba al olvido con la sensación cálida de su interior suave y carnoso.

Ella bajó una pierna y la apoyó en el fondo del río y mientras bajaba la otra agarró con su mano mi pene y lo acarició, dando la vuelta a su cuerpo para quedar se espaldas a mí.  Levantó su pierna izquierda y la colocó sobre una piedra del río, su cuerpo quedaba sumergió hasta la cintura, se encorvó subiendo su colita mientras se frotaba mi pene.  Yo me agaché un poco y la ensarté con un golpe de cadera.

Mantuve un juego de mete y saca mientras le acariciaba sus senos y le besaba el cuello y las orejas.  Cuando la sentí muy excitada, bajé una de mis manos hasta su clítoris y comencé a acariciarlo directamente con movimientos lentos y suaves.  Su explosión no pudo ser más grande.

Volvieron a ella los movimientos como de espasmos en su vientre, su respiración aumentó y volvió a apretarme con sus manos mientras me decía a gritos que no parara.  Yo no sé si mi orgasmo llegó junto con ella, lo que sí sé es que mientras yo eyaculaba ella continuaba gritando de placer.

Se dio vuelta y me dio un abrazo largo y fuerte, no dijo nada, solo me abrazó y se quedó pegada a mí por un buen rato.

Al rato ella salió buscó las dos toallas que había traído se envolvió en una de ellas y me paró en el borde del río con la otra extendida, en clara señal de que me llamaba para que me secara.  Salí y ella me envolvió en su toalla, secándome la cabeza como si fuera un bebé, me abrazó y comenzó a caminar conmigo de regreso a la cabaña.  Al tomar el camino de regreso volvió a irse adelante para guiarme.  Yo veía fijamente el movimiento cadencioso de sus nalgas mientras caminaba.

Así pasamos los dos días siguientes.  Yo sólo trabajé un breve tiempo cada día, pero la verdad es que vendí más que en todos mis viajes anteriores.  Confieso que mientras manejaba para visitar a los clientes sólo pensaba en ella y rememoraba cada momento de los que íbamos viviendo, pues la variedad y las sorpresas eran la única constante.

De regreso, le dije lo bien que lo había pasado y lo mucho que me había gustado.  Ella me preguntó que qué era lo que más me había gustado y le dije que la variedad que habíamos tenido, que ella era muy sensual y una amante sin par.  Se quedó pensando y me preguntó “¿qué te gustaría hacer en un próximo viaje?”. Lo pensé un rato y le dije “todo lo que hicimos ahora, lo quisiera hacer de nuevo, pero hay algo que me gustaría hacer contigo…” Ella me hizo señas de que continuara. “me gustaría comerme tu culito” , le dije.  Ella hizo un silencio y me dijo, “déjame pensarlo, nunca lo he intentado por detrás, pero déjame pensarlo y te digo luego.”