EMPUTECIMIENTO (IV) – El estreno

Por fin llega el día en el que Magda iniciará su proceso de emputecimiento. Hoy comenzará a trabajar como chica de alterne en el PutiCulb de Alfredo, quien aceptó la proposición del AMO de Magda para iniciarla y guiarla en su camino como puta.

EMPUTECIMIENTO (IV) – El estreno

Después de superada la inspección de Alfredo y nuevamente vestida, me dirijo a la barra donde estaba esperando Olga con instrucciones para aleccionarme. Al llegar frente a ella, Olga me repasa de arriba abajo, displicente y con mueca de asco en la cara.

-          ¡Al menos tiene unas buenas tetas! -le grita a Alfredo desde la barra-, sabes “mona” -se dirige ahora hacia mí-, necesitas tener tetas grandes para este tipo de trabajo.

Olga me condujo entonces a un pequeño cuchitril que hacía las veces de almacén y vestuario. Había un par de espejos de maquillaje con globos tipo Hollywood alrededor, colgadores móviles repletos de lencería y un sinfín de cajas y embalajes esparcidos por doquier, sin orden ni concierto.

-          Bueno “mona” -Me dijo Olga al entrar. Aquel “mona” sonaba a insulto en sus labios y no pude más que bajar la mirada-, aquí todas las chicas llevan más o menos lo mismo. Zapatos negros de tacón alto, por supuesto, medias negras y liguero. Te recomiendo las de redecilla, las que llevas se desharán en mil carreras cuando el primer hijo puta te meta mano bajo la falda y clave sus uñas esperando que saltes. El tanga, pequeño pero que no deje ver más de la cuenta, que el cliente imagine y se vea obligado a pagar para saber. Seguro que tú eres de las que lleva bragas sin entrepierna ¿Verdad? -Me preguntó para joder-.

-          No tengo problema en hacerlo -respondí severamente humillada, no sabía por qué pero aquella mujer me abrumaba-.

-          De acuerdo “mona” -Prosiguió Olga, que percatada del efecto que tenían sus palabras sobre mi endureció aún más el tono-. Bueno, empiezas la noche con el tanga normal, y luego te pones las bragas sin entrepierna, a mitad de la noche aproximadamente. A los clientes les encanta.

Olga observó cómo me quitaba la ropa y me ponía la lencería. Como me suele suceder, tuve problemas con el liguero y Olga enseguida se ofreció a ayudarme. Vi la expresión de sus ojos cuando su cara estuvo a la altura de mi entrepierna mientras se agachaba para ayudarme. Llevaba anillo de casada pero podía asegurar que a Olga le gustaban los coños.

Me explicó cómo se hacían las cosas mientras yo me aplicaba algo de maquillaje en uno de los espejos con luces tipo Hollywood.

Tenía que anotar los pedidos, tomar el dinero por adelantado y luego ir a la barra. Pero NUNCA tocar el dinero. Debía sujetar la bandeja para que el cliente pusiera el dinero en ella, luego ir a la barra y acercar la bandeja para que Olga, o en su defecto Alfredo, recogiera el dinero. Ellos me pondrían las bebidas y el cambio en la bandeja.

Una vez servida al cliente la bebida, tenía que ofrecerle el cambio. Era cosa mía entonces persuadirle de que me diera una propina. Podía hacer cualquier cosa para conseguirla como inclinarme y recogerla con el culo de la mesa. Pero tenía que ser cortés tanto si me la daban como si no.

Cuando consiguiera una propina tampoco podía tocar el dinero de la mesa.

-          Consigue que el cliente te la ponga en la bandeja -prosiguió Olga- o en la parte superior de las medias o por debajo de la parte delantera de las bragas.

-          ¿Y qué hay de la parte de atrás de las bragas, me pueden poner el dinero ahí? -Le pregunté sonriendo seductoramente, con cara de ingenua seductora-.

-          Pueden hasta metértelo por el culo por lo que a nosotros respecta -Dijo Olga riendo. Se inclinó hacia mí y me puso las manos en los hombros-. Preocúpate de no tocar el dinero, ¿Vale, Magda?

-          Por supuesto, Olga. No tocaré el dinero -el cambio de “mona” por “Magda” había conseguido sin duda el efecto deseado, sonando a seria amenaza-.

-          Ahora, cuando consigas una propina vas hasta la barra y Alfredo o yo recogeremos el dinero y lo pondremos en un bote -me aclaró Olga- y lo recoges al acabar la noche. No te preocupes, “mona”. Hasta el último euro que consigas de propina estará en tu bote cuando lo recojas.

Después de eso, Olga me hizo fingir que ella era un cliente y yo tenía que servirle. Le pillé el truco al asunto bastante rápido. Estaba allí sujetando la bandeja mientras Olga me daba algunos consejos para conseguir propinas, cuando empezaron a aparecer otras mujeres. Todas jóvenes y atractivas, y todas con grandes tetas. Solo una me dirigió la palabra.

-          Esto es para las camarera, las putas se cambian detrás de la barra -me soltó sin venir a cuento con ínfulas de marquesa, mientras me miraba por encima del hombro-.

-          Lo siento -dije con sarcasmo- No lo sabía.

-          ¡Vamos!, tengamos la fiesta en paz -respondió Olga con los reflejos de vieja veterana-, bastante jodido nos viene el día como para encima jodernos entre nosotras.

Había otras cuatro mujeres vistiéndose en el pequeño cuchitril, tan pequeño que hacía del todo imposible que no rozaran su desnudez las unas con las otras mientras se cambiaban. No le gusté a ninguna. Habían oído que iba a trabajar de gratis. Todas antes se habían negado, ni que fuera durante el periodo de prueba, eran demasiado buenas para eso.

-          Vamos, Señoras -dijo Alfredo entrando en el cuchitril-. Es hora de que meneéis las tetas y mováis el culo.

Nos asignaron grupos de mesas. El mío estaba justo en la parte de atrás. Tenía que colocarme allí esperando a que entraran los clientes. El más madrugador se dirigió directamente al centro, cerca del reservado. Me quedé allí esperando que los clientes comenzaran a entrar. Era temprano y a aquello estaba más muerto que vivo. Los primeros en llegar a mi zona de trabajo fueron un grupo de hombres de negocios con traje y corbata. Venían completamente desaliñados y bastante colocados, por lo que deduje que habían entrado en el club para rematar una noche de juerga tras el cierre de alguna convención.

Llegado el momento de actuar, algo había en mí que me paralizaba. Quería salir y demostrarle a mi AMO que era la más zorra entre las putas, pero mi educación y mi ego me impedían hacerlo. Me sentía tremendamente sucia vestida como las furcias, humillada y completamente aterrada. De pronto mi cabeza se llenó de dudas y preguntas, en breves instantes pasó ante mis ojos mi vida de esclava, el duro adiestramiento, mis obligaciones y deberes, lo que me haría mi AMO si lo defraudaba. Mis neuronas no daban al abasto y como resultado me quedé completamente obnubilada. Alfredo, que lo notó enseguida, se me acercó y dejándome marcados los dedos en la nalga consciente de que la palmada me haría salir del trance, me dijo:

-          Ha llegado la hora de ver lo que vales Magda -me soltó severo pero comprensivo-como puta y como esclava. Si estás decidida, sal ahí y simplemente muéstrate como lo que eres. No te preocupes, hoy no te follará nadie, solo te observaré y decidiré si vales. Sino a la puta calle a esperar a tu marido. Aquí queremos putas no señoritingas jugando a serlo.

-          Lo lamento Señor -respondí avergonzada-, no se preocupe, se a lo que he venido.

Me acerqué a la mesa de los recién llegados. Mientras lo hacía intentaba tirar de la minúscula falda hacía abajo, en un vano intento por tapar aquello para lo que la falda había sido precisamente confeccionada. Apretaba con mis antebrazos mis tetas, libres de sujetador, en un afán por evitar que parecieran cencerros. Me sudaban las manos, el corazón quería salirse de mi pecho, y tenía la boca tan seca que era del todo incapaz de articular palabra. ¡Dios! Recordarlo ahora aun me hace sentir vergüenza. Al llegar a la mesa, el más próximo a mí me dio una palmada en el culo.

-          Déjatela como está -me dijo percatándose de mi intento por alargar la longitud de la falda-, siempre es bonito de ver un gran culo como el tuyo -acabando la frase con una sonora carcajada a la que su unieron los demás-.

-          Ho… hol… hola. Soy Magda -pude decir al fin-. ¿Qué puedo hacer por ustedes? -Les pregunté según me habían enseñado. Todos me miraban, sobre todo a las tetas, lo hacían con mirada lasciva, casi de pervertidos, con los ojos salidos mientras podía sentir, físicamente, como me desnudaban en su imaginación-.

-          ¿Tenéis Maho? -preguntó uno de ellos-. ¿Y Voll Damm?

-          Per… Perdón, no lo sé -respondí tartamudeando nuevamente, pero ahora  doblemente apurada, tanto por lo humillante de mi vestuario como por mi estúpida ignorancia-. Tendré que ir a ver.

Me miraron como si fuera imbécil. Me dirigí a la barra apresuradamente. ¿Por qué ninguna puta persona me dijo que tipos de cerveza tenemos? Murmuré para mí mientras esperaba a que Alfredo pusiera el cambio en la bandeja de una rubia de tetas enormes y culo magnífico.

-          Disculpe, Alfredo -no quería esperar más-. ¿Qué marcas de cerveza tenemos?

La rubia de las tetas grandes hizo rodar sus ojos hacia mí. Alfredo me tiró la lista de bebidas del bar y rápidamente intenté memorizar las cervezas, vinos, licores y refrescos disponibles, y regresé a la mesa.

-          Lo siento -Dije inclinándome ligeramente lo que provocó que mis tetas se bambolearan hacía delante-. No tenemos Mahou. -Y volvieron a hacerme el pedido: Voll Damm, dos Estrellas, un Whisky con soda y un cubata de J.B.-. Son 65 euros -Dije haciendo el cálculo al volapié y esperando haberlo sumado bien mientras sostenía la bandeja-.

Discutieron sobre quien pagaba la primera ronda. Manejaban carteras y dinero intentando impresionarse mutuamente. Finalmente uno de ellos puso dos de cincuenta en la bandeja.

-          Dos Estrellas, una Voll Dammn, un whisky con soda y un cubata de J.B. -Le pasé el pedido, esta vez a Olga-.

Les serví las bebidas y sujeté la bandeja con el cambio de 35 euros. El hombre los tomó sin mirarme.

-          Gracias -Dije intentando sonreír-.

Seguí así un ratito. Todos me miraron a las tetas y a la entrepierna, lo hacían como quien mira un trozo de carne expuesto en la carnicería. Podía sentir sus miradas hiriendo mi piel, su desprecio y prepotencia, era para ellos poco menos que una mierda y esperaban de mí que les agradeciera, honorada, su atención y dedicación. Nadie me dio propina y después de un par de rondas y de los correspondientes achuchones, todos ellos comenzaron a relajarse un poco.

Había superado a mis primeros clientes, mis manos temblaban aún y de no ser por el miedo a mi AMO, hubiera salido corriendo de aquel sórdido lugar. Me sentía poco menos que un simple objeto diseñado para el placer de los hombres. Así era tratada, sin humanidad, respeto ni atención alguna. La profunda humillación que todo aquello me provocaba me producía arcadas. Me sentía asqueada, indecente, obscena, indecorosa, impúdica y mil cosas más de las que no se aun ni como nombrarlas, pero si en aquellos momentos alguien hubiera pasado sus dedos por mi coño, los hubiera sacado húmedos y pegajosos.

-          ¿Puedo hacer algo por ustedes? -Pregunté armándome de todo el valor que aún me quedaba, mientras me inclinada ante cuatro jóvenes que se sentaban en una mesa redonda junto al fondo. Estudiantes sin duda fugados de clase en busca de aventuras-.

-          Para empezar podías perder 200 gramos del culo -Dijo uno de ellos mientras todos los demás se reían sonoramente-.

-          Lamento que no le guste mi culo gordo -Contesté molesta y algo brusca-. ¿Quién coño se ha creído que es el niñato ese? -me dije a mi misma, mientras el enfado difuminó por unos instantes la vergüenza y la humillación-.

-          Me gustan más tus tetas. Apuesto a que has tirado unas cuantas copas con ellas en tus tiempos -y nuevas risotadas-.

-          No tantas como las que tiraba con mi culo gordo -Solté sarcástica y maliciosa. Quería herirles, sin embargo, mis palabras se entendieron en tono de lamento y aceptación. Todos se rieron. ¿Quién iba a pensar que una vulgar ramera pudiera siquiera aspirar en estar por encima de las suelas de sus clientes? Uno de ellos me palmeó levemente el culo y dejó descansar allí la mano-.

-          A mí me gusta tu culo -Lo dijo mientras pasaba la mano por él, con la impunidad de quien se sabe superior-.

-          A mí me gusta tu mano. -Dije con una sonrisa de mármol, vacía y fría, completamente derrotada y entregada a mi destino. ¿No es lo que se quiere que sea? ¿No es acaso lo que soy? Pues adelante, seré la más puta entre las putas, me dije llena de rabia pero rota por dentro. Me dieron 5 euros de propina. Y uno de ellos los puso en la parte delantera de mis bragas mientras los otros observaban sin perder detalle-.

Fueron pasando las horas y a medida que las manecillas avanzaban, el tipo de clientela cambiaba con ellas. Comencé a notar como la humillación se convertía en placer. El placer me humillaba más aún, haciendo que me sintiera más guarra, sucia y obscena, e inevitablemente, aquella nueva humillación volvía a convertirse en más placer. A cada vejación, a cada mal trato y metida de mano, mi coño respondía mojando más y más. Empecé a soltarme, me gustaba aquel juego entre coqueteo sexy y obscenidad sexual, y la mayoría empezaron a darme propina. Todos me metían el dinero en la parte delantera de las bragas.

Algunos tíos se dirigían a mí como “su puta”. Otros como su “pedazo de culo”. Algunos me tocaban el trasero cuando les servía. A otros les gustaba jugar con mis tetas o tirarme de los pezones. Hacía tiempo que había dejado de pensar, hacerlo solo ponía las cosas más difíciles,  ya solo me movía por instinto y mi instinto de puta y esclava me decía que cuanto más humillada me sentía, más me gustaba. Un tío se empeñó en que le dijera lo húmeda que estaba. No hizo falta, le acerqué sus dedos a mi chocho y salieron pegajosos.

Otros no me daban propina hasta que me bajaba las bragas y les mostraba el coño afeitado. Un grupo me hacía oscilar su dinero para que me metiera debajo de la mesa y se las chupara.

-          Más tarde -Les dije con la misma sonrisa de mármol, conocedora de que las normas del local prohibían cualquier acto sexual fuera del reservado-.

Un tío me dio la propina en monedas que me metía por la parte delantera de las bragas. Normalmente se me caían antes de volver a la barra, originando un revuelo en el local de risotadas y comentarios soeces. Otro siempre me ponía el dinero en la boca, entre los dientes.

Bien entrada la noche, se sentaron dos mujeres solas en la mesa para dos de una de las esquina. Supuse que serían lesbianas pero no habían hecho nada en toda la noche que lo demostrara. Tenían un aspecto muy normal. Las dos bebían Bacardí con Coca-Cola. Me dirigí hacia ellas. Una de las dos me puso un billete de 20 en la parte delantera de las bragas cuando me incliné hacia sus rostros para preguntarles si querían otra copa.

-          Gracias -Dije-, ¿Qué puedo hacer por las Señoras?

-          Puedes excitarnos -Dijo la morena que me había puesto el dinero en las bragas-.

-          No creo que pueda hacer eso, lo siento -le contesté mientras me paseaba un billete de cien por delante de las narices-.

-          Huélelo ¡Puta! -Me ordenó seca y rotunda como solo un AMO sabe hacer-.

-          De acuerdo -Dije y mientras lo hacía, me di cuenta de que el billete olía a jugos de chocho-, ¿Qué es exactamente lo que quiere que haga, Señorita?

-          Ella no quiere que hagas nada -Dijo la rubia más mayor, y las dos se rieron como se ríen dos mujeres salidas y borrachas-. Soy yo la que quiere que te metas debajo de la mesa y me lamas el chocho. Aquí, con toda esta gente alrededor.

-          Me encantaría, Señorita. Apuesto a que sabe divinamente. Pero no se me permite hacerlo -Conteste sumisa y lastimera. La vergüenza comenzaba a perder la batalla frente a mi coño mojado y lascivo-.

-          Entonces tráenos las copas -Dijo la otra y después de eso no me volvieron a dar más propina-.

Había una pareja joven en otro rincón oscuro. Ella era bastante guapa, y estaba muy nerviosa, él estaba borracho.

-          Disculpa -Dijo la joven cuando pasaba por allí. Su marido no estaba con ella-.

-          ¿Qué puedo hacer por usted, Señorita?

-          Ummm… querría una copa.

-          Faltaría más, ¿qué le traigo, Señorita?

-          No estoy segura. Déjame pensarlo un momento. -Mientras se lamió los dedos y deslizó la mano entre las piernas empezando a jugar con su coño bajo la mesa-. Enséñame el chocho. Como hacías con aquellos hombres.

-          Por supuesto, Señorita -Me aparté a un lado las bragas y le enseñé lo que quería ver. Cuanto más me avergonzaban más salida me ponía y eso era lo que me daba fuerzas para soportarlo. Ella Gimió silenciosamente cuando vio mi chocho afeitado-.

-          ¿Le gusta mi chocho afeitado, Señorita? Me encanta afeitarme el coño. Me pongo tan húmeda que siempre acabo masturbándome -No podía evitarlo, las palabras brotaban solas de mi boca, lúbricas y lascivas, quería sentirme humillada, lo necesitaba y oírme a mí misma hablar de aquella manera contribuía en gran medida-.

-          ¡Oh, Dios! -Jadeó con suavidad, mirando a su alrededor, nerviosa-. ¿Puedo tocarlo, puedo tocarte tu gran chocho húmedo?

-          Pues claro. Me encantaría que me lo tocara. Pero estoy muy húmeda. Se pondrá perdidos los dedos con los jugos de mi coño.-Aquellas palabras me dejaban como una auténtica guarra, como una puta arrastrada, pero solo de pronunciarlas mi chocho convulsionó. Esta vez ella gimió más en alto. Su mano se movía más aprisa bajo la mesa mientras adelantaba la otra mano y me restregaba el chocho. Luego se metió los dedos en la boca para probar mi sabor.

-          Ya puedes irte. ¡Vete! -Ni siquiera me dio propina-.

-          Gracias, Señorita -Dejó de tocarse y su marido apareció de no se sabe dónde. Se sonrieron mutuamente. Él vio que les estaba mirando.

-          ¡Vamos!, ¡Lárgate! -Me gruñó. Así que me largué. Se marcharon pronto después de eso, y probablemente follaron como locos en el aparcamiento. Si es que la mujer pudo llegar hasta el coche aparcado-.

Al poco ya estaba de nuevo en la barra pidiendo una copa para un tío viejo. Le llevé su whisky con Coca-Cola, sujeté la bandeja con su vuelta de 15 euros.

-          No podrías pasarme algo de eso ¿Verdad? -le dije con toda la sensualidad de la que era capaz a aquellas horas-. Necesito algo aquí abajo en la parte delantera de las bragas para empapar todos los jugos que tengo -Estaba bastante borracho y creí que podía caer algo-.

-          Me estás poniendo enfermo, jodida puta -Dijo arisco y enfadado-.

-          Lo siento, Señor -Dije sonriendo-. No le molestaré más. Pediré a una de las otras chicas que le atienda. Lo siento de verdad, espero no haberle estropeado la noche -Y empecé a retirarme-.

-          Vuelve aquí, ¡Puta! -replicó entonces el viejo añadiendo al enfado un tono de asco y desprecio-.

-          Lo siento, Señor, pensé que quería que me fuera -le respondí con humildad y sumisión-.

-          ¡Quiero que admitas lo que eres! -Volvió a replicar, esta vez en un tono tan alto y sonoro como severo-.

-          Soy una fulana. Una fulana barata -Mi doma me ha enseñado a distinguir y el viejo iba en serio-.

-          Siempre lo fuiste, María -No tenía ni idea de quién era. Pero obviamente ¡Me conocía…!-.

-          ¿Hay alguna otra cosa que pueda hacer por usted, Señor? -Mi condición de esclava me obligaba a revelarme como lo que soy ante cualquier Dominante y a actuar en consecuencia-.

-          Sí, irte a tomar por el culo, ¡Puta de mierda! -Esta vez su tono pudo oírse perfectamente desde las mesas cercanas-.

-          Sí, Señor -Me alejé preocupada y nerviosa, intentando imaginarme quién sería y cuanto más lo intentaba sin conseguirlo más miedo tenía. Pero la noche debía continuar-.

A todo el mundo le encantaba mi chocho afeitado. Y todo el mundo empezaba a darme más propina. La gente me llamaba desde las mesas para que les sirviera. Incluso el tío viejo que me había dicho que me fuera a tomar por el culo me llamó cuando pasé cerca de él.

-          Ven aquí, puta -Se burló-.

-          ¿Qué puedo hacer por usted, Señor? -Dije, aún temerosa porque todavía no tenía ni idea de quién era-.

-          Un chocho pelado -Dijo sonriendo mientras me miraba entre las piernas-. Tienes grandes los labios del chocho, María.

-          Gracias, Señor. Tengo grandes los labios del chocho, ¿Verdad? –Contesté pensando que querría que le excitara-.

-          Tetas grandes y caídas, culo gordo y grandes labios en el chocho. ¿Cómo ha podido una zorra vieja como tú conseguir un trabajo aquí con todas estas niñitas calientes? –Volvía de nuevo el tono sarcástico y humillante-.

-          Quizás esté aquí porque estoy gorda y soy fea y eso hace que las otras chicas parezcan mejores –Contesté intentando seguirle el juego e incomodarle lo menos posible.-

-          Creo que estás aquí para que la gente se ría de ti, María -me lo soltó tan desde las entrañas que no pude por menos que sentirlo como un puñal clavándose en las mías-.

-          Creo que tiene razón, Señor. ¿Le gustaría que me largara ahora? -No sabía quién era pero él sí me conocía, el “jueguecito” empezaba a ir en serio y por nada del mundo deseaba tener problemas con Alfredo-.

-          Antes dóblate y enséñame ese culo gordo tuyo -Me escupió con desdén en la cara-.

-          Por supuesto, Señor -Me di la vuelta y me doblé para que lo viera-. Es un culo muy gordo ¿Verdad? Espero que mirarlo no le haga vomitar, Señor.-Antes de darme cuenta me tenía sujeta a la mesa; con la polla en la mano e intentando darme por el culo-.

-          Perdona, Magda -Dijeron unas voces mientras aparecían por todas partes hombres con uniformes de seguridad. Le zurraron la badana al pobre tipo incluso antes de sacarle fuera-.

Me aterra pensar lo que le harían una vez fuera.

-          Realmente lo siento, Magda -Alfredo estaba junto a mí y me rodeaba con el brazo-. ¿Estás bien? Se supone que esto no pasa, se supone que los de seguridad lo abortan antes de que ocurra.

-          Lo siento, Alfredo.-Dijo nervioso uno de los tipos de seguridad una vez de vuelta-.El viejo parecía inofensivo.

-          Está bien, Alfredo.-Dije yo sonriendo-.El viejo estaba borracho, yo también pensé que era inofensivo.

Alfredo sacó un fajo de billetes del bolsillo y reunió doscientos euros.

-          Esta es una propina de mi parte.

-          ¿Dónde debería ponerla, Señor? -Dije sonriendo, Alfredo me devolvió la sonrisa mientras me la ponía en las medias.

El pequeño drama de la parte trasera había pasado casi inadvertido. La gente seguía bebiendo y mirando a las bailarinas. Las otras camareras seguían sirviendo copas y ganándose las propinas.

A medida que la noche se convertía en madrugada la gente se volvía más ruidosa y más grosera y todos estaban más borrachos. Pero las propinas eran mayores. Para las 4:00 se había terminado el striptease pero había todavía bastante gente por allí. Vi a Alfredo y fui a pedirle un favor. Miró alrededor de la sala. Le mostré donde estaban, sonrió y dijo:

-          Vale, has tenido una primera noche buena, y obviamente estás aquí por lo que estás. Pero sé discreta.

Fui hasta la mesa de las dos mujeres.

-          Últimas copas, Señoras, y su última oportunidad para cualquier cosa que deseen.

-          ¿Lo harás?” -Dijo la morena, presa de excitación-. ¿Aquí, debajo de la mesa?

-          ¿Hacer qué, Señorita? -Dije con toda la inocencia de la que fui capaz-.

-          Te meterás debajo de la mesa y me lamerás el coño, aquí, en el club.

-          Si se lo haces a ella, tienes que hacérmelo a mí también -Dijo la rubia con la mano ya metida entre las piernas. Estaba más salida que la otra ahora-.

-          Haré cualquier cosa que quieran que haga, Señorita. Para eso estoy aquí. -Se miraron la una a la otra como colegialas cachondas-.

-          Yo primero -Dijo la morena-.

Una cosa que aprendí durante las “salidas” con mi AMO era que la gente paga más mientras está caliente y salida que después de que se lo hayas hecho.

-          ¿No va a poner nada para mí en las medias, Señorita? -La rubia tomó el billete de cien euros y lo puso lentamente en la parte superior de mis medias. Luego me acerqué a la morena. Me rodeó la pierna con la mano y me acarició el chocho con la otra mano-. Me gusta, Señorita –Jadeé-. ¿Tiene algo para mí?

-          Sí, un coño muy caliente –Jadeó ella también-. Tienes que hacérmelo a mí también. Aquí, en el club-.

-          Se lo haré donde quiera, Señorita -Dije con voz apasionada. Se echó mano al bolso y sacó un billete de cincuenta. La miré con cara triste. Sacó otro de cincuenta y me los puso en las medias-.

-          Rápido, métete ahora bajo la mesa -Dijo la morena-. A mí primero.

Eché un vistazo a la sala. Todo el mundo estaba borracho y metiendo mano a las otras camareras mientras se ganaban las propinas. Me metí rápidamente bajo la mesa, la morena tenía las piernas abiertas y no llevaba bragas. La rubia estaba igual. “Qué coño habréis estado haciendo putillas” me pregunté. La rubia jugaba con su cuerpo mientras yo lamía y chupaba el chocho húmedo de la morena. El culo se le levantaba de la silla y pensé que se estaba corriendo pero era difícil saberlo. Supe que lo había hecho cuando me apartó la cabeza.

No había mucho sitio debajo de la mesa pero me las apañé para dar la vuelta y enterrar mi cara entre las piernas de la rubia. Me sujetó la cabeza y se folló mi cara. Estaba segura de que sabría cuando se corriera.

Tres hombres sentados unas mesas más allá me vieron salir a gatas de debajo de la mesa. Les sonreí. Las dos mujeres estaban radiantes; con las caras ruborizadas de excitación y satisfacción. No creo que fueran lesbianas. Creo que probablemente se trataba solo de amas de casa aburridas, desesperadas por poner algo de diversión en sus vidas. Creo que les serví de ayuda en ese sentido.

Habíamos dejado de servir copas y solo quedaban algunas personas en el Club. Me volví a poner las ropas de “calle” y recogí mis propinas de Olga. Tenía el dinero en un sobre grueso y sellado. Alfredo se me acercó y me dijo que estaba muy contento con mi primera noche y que me daría una tarjeta.

-          Estoy contento Magda, muchas de la profesión no lo hacen mejor que tú en tu primer día. Descansa ahora, mañana ya rodada comenzaras a ofrecer tus servicios como puta. Llámame a este número -señalando con el dedo a la tarjeta que me acababa de dar- si te decides a hacer algún trabajito extra, Magda -Lo dijo con retintín y en aquel, momento no supe, bién bién, a que se refería-.

El sol asomaba cuando salí a la calle. Estaba exhausta y mi AMO me esperaba justo en la puerta. Me preguntó qué tal había ido el primer día y a continuación por las propinas. Inmediatamente le di el sobre. Él lo abrió y tras contar el montante de su contenido me dijo:

-          No, si al final va a resultar que lo de puta lo llevas en la sangre. A ver mañana cuando empiecen a follarte como te portas. Seguro que debes estar mojando solo de pensarlo ¿Verdad guarra? -Y me introdujo sus dedos índice y anular bajo la falda hasta alcanzar mi coño, los restregó en él y al sacarlos me los introdujo en la boca- ¡Ja, ja, ja! Pero que cacho puta estas hecha…

FIN