EMPUTECIMIENTO (III) - Magda
Magda explica como Alfredo, el dueño del Bar de alterne de provincias, la cata para comprobar si le va a servir como una de sus putas.
EMPUTECIMIENTO (III) - Magda
PREÁMBULO:
Es duro, a algunas mujeres no os gustara, pero no lo paguéis conmigo, solo soy un mero mensajero, el confesor de una mujer auténticamente sumisa, esclava ya desde hace tiempo, que se ha prestado a hacer de María “Magdalena” para mostrar la otra cara de la moneda en los relatos de “emputecimiento”.
La cara jocosa, la de quien no tiene nada a perder y todo a ganar, la del que no entrega nada más que su tiempo, la versión de Alfredo ya la habéis leído. Leed ahora lo que siente la sumisa.
Soy María, esclava de mi AMO Pedro y por él rebautizada como “Magda” su putita. No le amo y sé que él no me ama tampoco. Pero soy suya. Me ganó en una partida de cartas. Al menos es lo que mi anterior AMO , muy serio, me dijo escuetamente cuando me entregó de forma definitiva a Pedro y lo que este me recuerda, entre risas y burlas, cuando quiere humillarme. Siempre fui consciente de que el segundo vicio en orden de adicción de mí primer AMO era el juego, detrás y a no mucha distancia de la Dominación de hembras. De hecho fueron varias las ocasiones en que fui moneda de cambio en alguna de sus partidas, pero, aunque aún a riesgo de parecer una ingenua, todavía hoy me resisto a creerlo.
Estaba profundamente enamorada de mi anterior AMO , me sedujo de muy niña, hizo que descubriera lo que llevaba dentro, lo sacó a la luz mediante un arduo y dedicado entrenamiento, descubrí cosas con él que jamás hubiera imaginado ni en el más húmedo de mis sueños, me introdujo en los círculos del BDSM, consiguió que aceptara conscientemente mi naturaleza masoquista, y me domó modelándome a su antojo hasta hacer de mí que lo que soy. Pero lo más importante, lo que no debéis olvidar nunca mientras leáis estas líneas, es que logró que mi vida saliera de la tediosa y aburrida monotonía en la que se encontraba, para alcanzar, desde la total entrega y aceptación, unos límites de felicidad que mi vida “Vainilla” me hubieran negado tozudamente. Soy sumisa y esclava, sí, pertenezco en propiedad a mi AMO y Señor, me debo a él en cuerpo y alma, acepto de él humillaciones y vejaciones que a cualquier otra le parecerían del todo insufribles, pero soy profundamente feliz.
Mi anterior AMO me quería, estoy convencida de ello, ¿Cómo si no iba alguien a dedicar tanto tiempo y esfuerzo en adiestrar y modelar a una hembra como yo? Me castigaba con dureza cuando me lo merecía, pero también me protegía. Era duro conmigo y no cedió hasta moldearme completamente a su gusto, pero también sabía ser dulce y tierno llegado el momento. Me quería a su manera y yo era feliz porque complaciéndole le sabía orgulloso de su esclava, aunque me supiera completamente utilizada. Es complicado de explicar pero quien lo haya vivido sabrá que no hay nada más bello, nada tan pleno y reconfortante como entregar el control de tú vida al ser amado, sabedor de que cada sacrificio le hace feliz. Así, cada golpe recibido, cada humillación y padecimiento, cada orden cumplida por dura que parezca, se convierten en motivo de bienestar y plenitud sabedora de con ello se hace feliz al ser amado.
Cuando me cedió a mi actual AMO, Pedro, rota en mil pedazos pensé que moriría de dolor. Pero lo peor no fue su ausencia sino la duda. Esa duda que como el ácido, corroe poco a poco hasta alcanzar las entrañas. ¿Qué había hecho yo para merecer tal repudio? ¿En qué fallé a mi AMO ? y lo per era que aún y no saber el motivo, no podía perdonarme. La conciencia me machacaba literalmente el raciocinio, me sentía desagradecida, sucia y sobre todo, incapaz de vivir sin la presencia de mi amado AMO . El destino, cruelmente resolvió. Al poco, mi Señor murió en un accidente de tráfico, según las malas lenguas, poniendo mucho de su parte acuciado por las deudas de juego. Creí morir de pena pero sobreviví, y resolví entonces hacer de mi vida con Pedro un servicio a mi autentico AMO desaparecido. Me prometí ser la mejor esclava para demostrar la valía de mi Señor al domarme. ¡Se lo debía!
No soy feliz, creo que ya nunca lo seré, pero tanto el sufrimiento vital como el físico que me causa mi AMO Pedro son un homenaje a Él, en quien siempre pienso. Mi actual AMO es de aquellos a los que le gusta llevar siempre a sus esclavas hasta el límite y una vez alcanzado, superarlo levemente hasta que la sumisa se rompe, tanto en lo físico como, sobre todo, en lo espiritual. Eso le da mayor poder y hace que la esclava supere paulatinamente sus límites, proporcionando al AMO la posibilidad de volver a romper a la esclava y aumentar con ello su dominio. Se produce así una espiral de poder y dominio de la que es imposible que la esclava pueda liberarse, sintiéndose cada vez más y más dependiente y sumisa. Le excita sobre manera que no me rinda pidiéndole clemencia ya que eso le indica el grado de su dominio y a mí lo mucho que sigo amando a mi primer AMO. Consecuentemente, me presto a todos sus caprichos.
Ayer me anunció que me llevaría a trabajar como puta en un Club de alterne. No me dio más detalles, no le hace falta, me indicó como vestirme y la hora a la que debía estar preparada, como hace casi siempre. Me he pasado toda la noche sin dormir, nerviosa y alterada, pensando en lo que significaba todo aquello. He leído historias sobre Amos a los que les gusta emputecer a sus esclavas, deshumanizándolas hasta convertirlas en meros trozos de carne para el placer de los machos, pero hasta el día de hoy pensaba que solo eran eso, meras historias. Me he levantado mojada, no puedo evitarlo y la sola idea de salir de casa medio desnuda bajo el abrigo tiene parte de culpa.
Hoy me ha llevado allí y como hace siempre, no estaba al tanto de nada, Mientras iba en el coche no sentía rebeldía alguna. Puedo sentir miedo, vergüenza, frustración… pero mi domada hace tiempo ya que borro de mi espíritu todo rastro de ese sentimiento. Me ordenó explícitamente que me prestara a ¡todo! Sé lo que eso significa. A mí nunca me dieron la oportunidad de pactar límites. Eso queda para las esclavas de salón, para las que el placer en lo diferente desde la comodidad de sus vidas resueltas. Los de una esclava con mayúsculas solo los puede fijar su AMO .
Me mandó someterte a todos los caprichos de los clientes, fueran los que fueran y vinieran de quien vinieran, así como cumplir con las órdenes del encargado como si de él mismo provinieran, conocedor de que aún hoy me cuesta abrirme do coño a gente que me repele físicamente. Quien sabe, igual es por eso por lo que ha decidido que pase esta prueba, aunque en el fondo tanto me da. Jamás me da explicaciones, él ordena y yo obedezco. Desde hace años que ya ni pregunto ni pienso, simplemente, acepto.
El garito me dio una primera impresión horrible, cutre, viejo y dejado, pensado para que la clientela se fije en las chicas y no en la decoración, un lugar duro y sin alma. Nos atendió una mujer poco mayor que yo, que daba miedo. Olga supe después que se llama. La sentí “peligrosa” para mí, fue solo una intuición, pero me trataba como la gata a la que se le cuela competencia en su territorio. Por la cuenta que me trae, intentaré no tener problemas con ella.
Olga llamo al dueño, un tal Alfredo. Es curioso lo que pasa con los nombres, pero el de “Alfredo” no me cuadraba para todo un cerdo como él. Cuando apareció desde debajo de las escaleras aún me lo pareció más. Siempre me han aterrorizado los chulos y sin duda él lo es. Tiene tomada la medida a las mujeres y se aprovecha de ello para su propio beneficio. Al menos mi AMO es consciente de que mi entrega es mi felicidad, pero él simplemente se aprovecha de las mujeres, dándole igual todo lo demás.
Creo que nos hizo esperar a propósito, regodeándose desde su escondrijo secreto con mi miedo y mi humillación, seguro de que la incertidumbre los haría crecer hasta el paroxismo y con ello mi indefensión.
Mi “marido”, porque por eso se hizo pasar mi AMO Pedro, empezó a contarle sus planes. No me atrevía a levantar la vista del suelo, no solo porque es como debe comportarse toda esclava ante la presencia de un desconocido, sino que también, por miedo y vergüenza. Me sentía tan profundamente humillada e indefensa que la excitación que aquello sentimientos provocaban en mi consiguieron que humedeciera las braguitas de encaje rojo que llevaba por toda vestimenta bajo el abrigo. Sé que parece un contrasentido, pero al igual que para el drogadicto la heroína es su mayor agonía junto a su mayor placer, para una esclava de raza, el padecimiento, la entrega y la humillación son la droga que la envilece al tiempo que la excita.
No me atrevía a mirar a la cara de Alfredo, pero sentía como clavaba su libidinosa mirada en mí, como me repasaba de arriba abajo como el comprador frente a la mercancía que va a adquirir y sin embargo se me humedecía el coño hasta temer que goteara muslos abajo. Mojo fácil y en abundancia y según Alfredo y mi AMO hacían planes sobre mí, me iba sintiendo más como un simple objeto que como un ser humano, como una perra de la que se trata su compraventa en la feria de ganado de la comarca. Me gusta sentirme así, aunque “gustarme” no sea, bien bien, el término. Digamos mejor que me excita, sí, y lo hace porque en estas situaciones me siento plenamente como lo que soy, la puta perra de mi AMO , mi existencia de esclava toma pleno sentido y cuanto más se me humilla, y se me rebajada, más en mi sitio me encuentro. ¿Un objeto...?, en situaciones parecidas intento no pensar. No me gusta, pero en cambio sexualmente respondo, y me mojo cada vez más.
Mi AMO lo sabe y lo fomenta, provocando que moje en situaciones públicas, que manche la ropa o deje húmedo el asiento que ocupaba. ¡Dios! Cuando noto que la gente me mira y se da cuenta, me corro viva sin tocarme. Al principio me daba remordimientos, pero ahora tengo asumido lo que soy, lo acepto como algo natural y me dejo ir sin reparos cuando obtengo el beneplácito de mi AMO . Es por eso que en situaciones parecidas me autoimpongo no pensar. Imaginar lo que me espera los próximos días, todo y hacerme sentir mal, hace que choree, que aparezca en mi rostro la mueca de la excitación y por nada del mundo quiero que el tal Alfredo parta con esa ventaja.
En realidad soy toda una puta y como Mesalina, la mujer del emperador romano, me pasaría un día entero dejando que me follaran uno tras otro. Los hombres notan lo que soy y suelen obrar en consecuencia. Es como darles carta blanca, derecho de pernada y solo la presencia de mi AMO y la fidelidad absoluta que le bebo consiguen dominarme.
Sin embargo, el mundo está lleno de buenas intenciones que jamás llegan a puerto, y en mi caso, todo y no quererlo, me encontraba pensando en lo que se esperaba de mí, en lo que sucedería en los días venideros, y mis flujos vaginales ya llegaban casi hasta las rodillas. A ninguna nos gusta que se haga evidente que somos así, pero aún nos gusta más experimentarlo en todas y cada una de las contracciones de nuestro propio coño.
Tengo miedo de lo que me espera. Supongo que Alfredo me usará el primero o al menos es lo que suele suceder según lo que he podido leer a cerca del tema. Le temo, sé que con él debo quedar bien si no quiero problemas, ni en el Club, ni con mi AMO . Y sé también que alguien como Alfredo está acostumbrado a todo tipo de mujeres y de prácticas, que hace tiempo ya que está de vuelta con el sexo “tradicional”, buscando en la novedad y la experimentación la excitación ya perdida. Temo sus caprichos y el uso que de ellos se deriven hacia mi persona. Pero aún tengo más miedo a hacerlo mal, o a no gustarle, y consecuentemente a fallarle a mi AMO y Señor.
El aspecto del tugurio aumentaba mi temor, aumentando con ello mi excitación. Como siempre, la dualidad miedo-excitación adquiere un significado diferente para una esclava. En ella el miedo provoca excitación sexual y por tanto más miedo mayor excitación. Mis jugos estaban a punto de dejar de resbalar por mi piel para comenzar a gotear directamente. Aunque también me dan miedo los sitios demasiado asépticos, allí suele haber crueldad refinada y eso siempre quiere decir sin piedad, implacable y expresamente concebida por y para el dolor. En un sitio como el Club, al menos piensas que puedes intentar controlar un poco, llevar la iniciativa y mover los hilos para que las cosas sucedan de la mejor manera posible para tus intereses
Desconfiaba de Olga y me molestaba que estuviera pendiente de la conversación. Vergüenza aparte, mi recelo no procedía tanto de lo que estaba oyendo, como de la idea que pudiera hacerse acerca de mí. Cuando note que Alfredo y mi AMO empezaban a entenderse tratándome como una mera mercancía, me sentí desvalida y no por ellos, que al fin y al cabo era de esperar, sino porque Olga se había dado cuenta y eso me ponía en franca desventaja. Sé, desde que mi primer AMO me traspasó, que como esclava soy también una mercancía, puede dolerme o hacerme sentir mal pero lo sé y lo asumo. Esta vez, sin embargo, sentí como si mi AMO me abandonara a mi suerte, como si perdiera su tutelaje y protección. Nunca antes había hecho algo así. Inmediatamente lo relación con el hecho de que no me amara, pero luego caí en la cuenta del peligro que se cernía sobre mi si esta circunstancia era sabida en el local. Y la tal Olga estaba con la oreja pegada.
A pesar de todo, Alfredo seguía hablándome educadamente. La experiencia me ha demostrado que son los hombres que te piden las cosas por favor los más “cortésmente” implacables. Los que más me aterran son, precisamente, los calmados, los que no dicen una palabra más alta que otra, los que te amenazan fríamente, flojito, sin perder la compostura. Para ese tipo de hombres la piedad no tiene ningún significado y lo único que les separa de lograr sus objetivos es el tiempo.
Mientras hablaban me distraje pensando en mi misma. Asumo que mi AMO no me ame, sin embargo, ¿Me gustaría que me amara? Al principio te comes el coco con este tipo de cuestiones, luego, entiendes que es mejor que no sea así. La pregunta no es si ¿Me gustaría que me amaran? la pregunta es si ¿Soy digna de que me amen? Si un hombre me amase, se entiende con que con el amor “Vainilla”, probablemente acabaría por no respetarle, parece triste, pero en mi caso tiene todo el sentido del mundo. He nacido para entregarme y toda entrega requiere de exigencia. Claro que me gusta que un hombre me haga sentir amada, pero sé que eso no es real.
Volví en mi cuando mi AMO me “dejo” un poco en las manos de Alfredo y este empezó a darme instrucciones. Me sentí muy nerviosa, estando mí AMO delante aún más nerviosa. Por nada del mundo quiero que se sienta defraudado de su esclava. Sus instrucciones me parecían razonables, pero seguía sintiendo miedo de Alfredo. Hasta que llegó el momento que temía desde que salí de casa prácticamente desnuda bajo el abrigo. Llevaba puesto tan solo un conjunto a juego de bragas y sujetador de encaje rojo, Todo muy mini, como le gusta a mi AMO . Me costó reaccionar a su orden de abrir el abrigo, no solo por mi desnudez, sino por lo húmeda y mojada que iba ya. En estas situaciones uno tiende a exagerar las cosas poniéndose en el peor de los casos y yo me imaginaba parada sobre un charco de flujo vaginal. Hice de tripas corazón, pensé en mi AMO y en lo que significaba para el que obedeciera rauda y a la primera y sin pensarlo más abrí el abrigo de par en par, dejando al descubierto toda mi anatomía, desde mi rezumante choco hasta mis pezones inhiestos y trempados.
Alfredo me inspeccionó fríamente, distante, sin decir palabra, como si ocasiones como esta se le presentaran todos los días, casi con desdén y suficiencia. La tira de la braguita se me había introducido entre los labios del coño, haciendo que se evidenciaran mientras rozaba mi clítoris. Estaba literalmente empapada, pero Alfredo seguía impertérrito sin decir palabra. Quien ha pasado por situaciones similares aprende que la humillación no está en los ojos del observador, la humillación reside en la mente del exhibido y la mía iba a mil por hora. De pronto se me alteró la respiración, rápida y entrecortada, el corazón empezó a latir desbocado, un sudor frio impregnó toda mi piel y las pierna empezaron a temblar como las de una quinceañera a la que le tocan las rodillas por primera vez en el cine. Solo el duro adiestramiento al que he sido sometida desde niña fue capaz de hacerme soportar la profunda humillación que sentía.
Sin embargo, superada la inspección, cuando Alfredo me dijo que el lunes fuese más pronto para hablar con él, quedé profundamente aliviada. Me imaginé que querría probarme, pero a su vez eso quería decir que había sido aceptada. Lo primero me ponía nerviosa, es importante no tener problemas con el “dueño”, mientras lo segundo me llenaba de orgullo y satisfacción por no haber defraudado a mi AMO . No me molesta que me use, estoy acostumbrada a que mi AMO me ceda, eso está bien. Lo que realmente me preocupa es que querrá probarme como puta, usarme para comprobar mis habilidades, mi manejo con la boca y con el coño y quién sabe si con el culo también.
Estaba deseando que mi AMO y Alfredo acabaran de hablar. Habían sido ya muchas sensaciones y mi mente comenzaba a estar agotada. Por fin nos despedimos y los besos de rigor de Alfredo me quemaron en la piel. Me sentí marcada.
En el coche iba en silencio, muy avergonzada, no me atrevía a levantar la mirada. Mi AMO no me decía nada. Era un silencio muy largo, demasiado largo, tan profundo y espeso que se podría haber cortado con un cuchillo. Creo que a mi AMO todo aquello no hizo más que reafirmarle en su dominio sobre mí, justo lo que más le excita. Note sus ganas de llegar a casa para demostrar su nueva posición, había subido un peldaño en la larga escalera del poder interpersonal, ahora su esclava también era toda una puta, no de las de sesión, sino de las de pago y tenía que demostrárselo. Le conozco, se mantendría frío conmigo, pero acabaría usándome con desprecio y hasta con un punto de asco.
Entramos en casa, él se fue a la sala y se puso una copa. Eso es siempre mal síntoma, le gusta pedírmela. Yo me quede en silencio, de pie, él se sentó. Me miro... mandó que me desnudara. Había poco que quitar, así que enseguida estuve lista. Al sacarme las braguitas aún estaban bien húmedas, todo y el viaje de regreso. Me ordeno mamarle la polla.
Me dijo que soy una guarra, que notó como me mojaba al mirarme el del club. Añadió que no era capaz de comportarme como una buena chica ni siquiera con él delante. Intuía el porqué, al igual que sabía también lo que aquella desobediencia suponía. Me ordeno que le sacara el cinturón y se lo entregara. Antes de dárselo besé con respeto y gratitud el cuero que iba a marcarme. Me cogió por el pelo y me dijo que me iba a enseñar, ni que fuera con sangre, que solo debo mojar por orden de mi AMO y Señor.
Y me azotó en la espalda y el culo sobre todo, estando él de pie y yo a sus pies acurrucada de rodillas con la cabeza metida entre sus piernas, mientras la presionaba con ellas para inmovilizarme. Fueron azotes de castigo, duros y seguidos, sin piedad alguna. Ni se le tiempo que estuvo ni el número de zotes que me cayeron, solo sé que no paró hasta romperme, hasta conseguir que mi mente y me espíritu se doblegaran tan por completo que hubiera sido capaza de dar la vida por aquellos azotes.
Luego no me folló, me usó literalmente por el culo, de golpe y hasta lo huevos, con embestidas que casi me tumbaban, rápidas y profundamente lacerantes. Pocas veces lo había visto así, tan frenético y desenfrenado. Se le notaba la borrachera de poder que llevaba encima. Quería dejármelo claro lo antes posible, marcar terreno y que comprendiera que las cosas ya no iban a ser como antes. Me folló sin descanso hasta preñarme por culo. Sabe que aunque esté muy excitada, por el culo me es difícil correrme si no deja que me toque al mismo tiempo. Pero aquello no era una jodienda de placer, y me lo prohibió. El dolor me hizo saltar las lágrimas y tuve el ojal dilatado durante horas, suerte que también por ahí he sido entrenada, sino el destrozo hubiera sido de hospital.
Sin embargo, para una esclava cualquier cosa es buena si sirve para que tu AMO te deje dormir acurrucada a sus pies.
FIN