Emputecimiento en el campo 6
Ya va terminando la historia de Marcela, esta vez Mario se venga de la nena con un grupo de amigos. Ya se acerca el epilogo.
Increible historia de una joven de clase media cuando va a vivir al campo. Pido leer los relatos anteriores para entender mejor este.
Un poco pasadas las tres de la tarde la camioneta del veterinario cruzaba la tranquera del campo, ambos hombre, padre e hijos iban comentando la experiencia fantástica con la puta hija del compadre. “¿grabaste hijo?” – “Claro esto debe repetirse y necesitamos pruebas por si la puta no quiere, además ese miserable de mi padrino ya era hora que nos las pague, no papá, nos hace venir siempre que le da la gana y no da ni las gracias el desgraciado”.
En el establo, Marcela seguía recostada contra un cubo de eno, sentada entre la pajas con el cuerpo todo brilloso por el sudor, el cabello pegado al rostro, las piernas abiertas y los cuatro dedos en su conchita, estaba desatada, no dejaba de meterse mano estaba como hipnotizada, con los ojos en blanco entrecerrados.
Don Pancho miraba complacido en lo que había transformado a la muchachita fina de casa, educada en colegio de monjas con clase de ballet y de etiqueta, ahora era una perra en celo desatada y lujuriosa dispuesta a hacerlo solo por complacer a su macho y esa noche él iba a ser su caficho; en eso escucho a lo lejos los gritos de su mujer, venía corriendo por el campo desde la casa ¡Pancho, Pancho!!!. Agitadamente le contó que su hermana había sufrido un accidente, la hermana de la señora Cristina vivía a dos horas de distancia, en un pueblo cercano, su esposo trabajaba en una compañía de luz y al parecer un accidente con la escalera mientras cambiaba unas lámparas en la casa la habían llevado al hospital, que ironía.
Carajo, pensó para sí mismo Don Pancho, justo hoy. Voy la dejo y con las mismas me regreso. Antes de partir la señora Cristina insistió en dejar a Marcela en su casa, “su madre no iba a entender que la nena se quede sola en casa con 4 hombres” argumentó; tenía razón, si la vieja se enteraba podía desatarse todo un conflicto con el Patrón; bueno eso adelantaba sus planes tendrá que ser hoy lo de Federico, avisaría a los muchachos y mañana a primera hora la lleva a casa ya se le ocurrirá una mentira, solo pedía una noche más el viejo Don Pancho.
Mira mujer, de regreso la llevo, deja que arregle sus cosas y que se despida de los muchachos respondió intentando parecer sensato. Cristina lo miró a los ojos, “Paaancho” dijo con mirada profunda como quien sabe un secreto y desconfía. Caramba, no te preocupes, respondió con mirada evasiva, piensa ahora en tu hermana, y serrando la puerta de la vieja furgoneta emprendieron marcha, no sin antes voltear a ver a Marcelita que con el vestido aún puesto y las sandalias en una mano levantaba la otra despidiéndose.
Por el camino se encontraron con Panchito y Marío que volvían del instituto, les explicaron a grandes rasgos y continuaron marcha. Apenas se alejaron Mario cogió su celular he hizo un par de llamadas, “Ahora me la paga” murmuro; cuidado con lo que vas a hacer cojudo, le advirtió Panchito.
Al llegar a casa encontraron a Marcela desnuda, sentada en el sillón de la sala con las piernas abiertas, todavía con la calentura de la tarde había dejado que Remigio le unte la conchita y culo con mantequilla y era “chueco” el perro, quien le lamía a placer los orificios mientras el baboso del joven se meneaba la tranca a unos centímetros, ella para completar la escena se sobaba las tetas y apretaba los pezones, los espasmos que le producía la lengua del animal le obligaban a tirar la cabeza hacia atrás en inequívoco gesto de placer.
Al instante los dos hermanos quedaron desnudos. De nuevo Marcela de rodillas chupando los dos penes, esta vez los tragaba hasta que la lengua choque los huevos, eso la enorgullecía, lo hacía una y otra vez, pasando de una a otra tranca como un juego. Luego a rebotar ensartada por el culo mientras otro le chupaba las tetas y ella chupaba otras bolas con la cabeza hacia atrás. Cuando la estaban culeando de perrito sobre la alfombra tocaron la puerta, eran 6 amigos de Mario, algunos los que vieron a Marcela el primer día en la Iglesia, otros desconocidos. Ella no podía verlos, Remigio la tenía ensartada del culo mientras ella chupaba la tranca de Panchito, fue Mario quien abrió la puerta, salió desnudo y algunas cabezas se asomaron dando rienda a voces de asombro; entraron en silencio y comenzaron a desnudarse, Mario entró al final con billetes en la mano, los que puso sobre la mesa de la entrada. Panchito lo miró furioso pero sabía que de nada serviría.
Mario se había enamorado de la nena. Fue él quien le metió mano por primera vez en la cerca, fue él quien les contó a sus hermanos, pero fueron primero Panchito y luego el asqueroso de su Padre quien se habían aprovechado de ella; él la amaba desde siempre, desde que llegaron a la hacienda pero no fue son hasta que la vio esa tarde en la cerca que se atrevió a hablarle, solo él debía tener su amor y ella se había regalado como una puta, por eso ahora sería la puta de todos. Panchito sabía eso, por eso no intento detener a su hermano, solo se levantó, se puso el pantalón y se sentó a contemplar desde la mesa de la cocina.
Marío dirigía todo ahora; se sentó en el lugar que ocupó Panchito, el mismo sillón donde su padre la cogía en las noches y él escondido en la ventana observaba llorando y renegando jurando vengarse, hoy sería ese día.
Con la mano indicó a Remigio que se retire, Marcela, seguía sin darse cuenta de nada, como en otro planeta solo disfrutaba concentrada en la tranca en su culo y en su boca, uno de los muchachos de una tranca regular, la ensartó despacio y comenzó el bombeo sujetándola de las caderas, después de unos minutos cambió con otro, que se le enterró de golpe y exclamó “está re abierta” al mismo tiempo que volteaba a ver a los otros; Marcela se extrañó al escuchar otra voz y quiso voltear pero Mario la sujeto de la cabeza y le hundió el pene hasta el fondo, ella por la sorpresa se atragantó un poco pero continuo, el tercero en penetrar a Marcela la tenía más bien algo pequeña y delgada pero era bien cabezón así que cada vez que entraba y salía parecía que descorchaba una botella, eso provocó la risa de todos que reprimían inútilmente llevándose la mano a la boca.
En esta ocasión Marcela se dio cuenta que eran otros e intento zafarse, pero Marío la sujetó fuertemente y otro compañero, el de la tranca gruesa y grande la perforó, Marcela abrió los ojos desencajando la cara, casi ahogándose con la tranca en la boca, intentaba inútilmente empujarse con la mano pero conseguía solo sacar la mitad de la boca, esto provocaba por otro lado que al retroceder, el grueso pene de su culo se incruste más en su ya taladrado culo, si no fuera por la mantequilla que aplicó Remigio al inicio de esta jornada tendría el culo irritado, la casualidad favorecía a la joven.
“Calma mi nena, todos vamos a disfrutar ahora” le decía Mario mientras le acariciaba la cabeza y la mejilla hinchada por el pene, “a ti te gusta, si eres toda una putita, verdad” “eres la putita de Don Pancho, cierto” “haces todo lo que él te pida, él me ha pedido que atiendas a mis amigos, o quieres ser una perrita desobediente”, “dime, ¿eres una perrita obediente? Esta última frase la repitió varias veces mirando a Marcela a los ojos mientras le acariciaba la cabeza y ella le chupaba la tranca ¿eres una perrita obediente? Insistió. “Si, soy una perrita obediente” dijo Marcela derrotada por la insistencia de Mario y el placer que comenzaba a sentir indicio seguro que se le venía un orgasmo.
Después de eso no hubo resistencia, Marcela actuo como perra en celo. Entre Mario, sus seis amigos y Remigio se dieron un banquete por cerca de tres horas. Todos jóvenes y acostumbrados a las tareas del campo y a la comida sana, tenían una resistencia y capacidad de recuperación bárbara. A veces entre todos la culeaban en cadena, contaban, uno, dos, tres, hasta diez y luego pasaba otro; otras veces, formaban trío o parejas y se la metían por todos los agujeros a la vez, lo hacían por tiempo, dos o tres minutos y luego pasaba la nena a otra pareja; a veces uno solo tenía una idea y la llevaba a parte, sobre la mesa de la cocina, contra la pared, o la echaban de cabeza en el sillón levantando su cadera y desde arriba la penetraban hasta el fondo; o la cargaban en el aire y uno la penetraba por adelante y otro por atrás pasándola de mano en mano, si se caía perdía y empezaban de cero; la más festejada fue cuando la pusieron reclinada en el respaldar del sillón y desde atrás venía uno corriendo con las manos en la espalda y el pene duro apostando en cual hueco entraría “culo o concha” el que ganaba repetía, hacían cola como niños que van a patear una pelota.
Cuando alguno de ellos no aguantaba y terminaba dentro de Marcela, sea en el culo o en la concha traían a Chueco quien lamía a la nena dejándola limpia, esto casi siempre dejaba a marcela a punto del orgasmo cosa que cuando era seguidamente penetrada ella se mojaba toda en grandes chorros.
Uno propuso ponerla con el culo en pompa y llenarle el orificio entre todos, para eso, Marcela lo tenía tan abierto que casi podía entrarle una mano; las primeras descargas las recibió sin problema pero en la cuarta descarga la sacudían como si fuese un saco de arroz para que entre más pero era inútil, entonces Marcela hizo algo que enmudeció la sala, se metió cuatro dedos y saco todo el semen llevándoselo a la boca, repitió esto como tres veces, Mario se acercó con asombro y le preguntó si podía meterse la mano entera; la nena en el estado semi inconsciente, totalmente vencida y usada dirigió la mano y aprovechando la lubricación de las descargas introdujo toda su mano, su rostro se contrajo por el dolor del strech y al tercer intento pasó toda la mano hasta la muñeca, los chicos aplaudieron animándola ¡Bravo, tú si que eres toda una puta, una perra de película! No sabía porque pero esas palabras la animaban y por propia voluntad, se puso en cuatro patas, bueno en tres porque no sacó la mano del culo y echando el pecho en el suelo se metió la otra mano en la concha, igual, uno dos intentos y al tercero hasta la muñeca. Todos aplaudieron, esta azaña renovó los ánimos y practicaron con la nena dobles penetraciones anales y vaginales.
Se ponían de acuerdo rápido, todos la sacaba a la vez y todos la metían a la vez, o lo hacían acompasados un, dos, tres; un, dos, tres, entrando y saliendo en cada turno. Marcela no sabía cual método le gustaba más, ella disfrutaba todo, aunque algunas posturas le causaban más dolor o eran incómodas, o en otras no sentía nada, en la mayoría de ellas sentía fuego desde dentro y eso le gustaba; le habían sacado varios orgasmos y hubieran sido más si le hubiesen preguntado que le gustaba más o si estando a punto de llegar no cambiaban de postura, de pareja o de pene.
Cuando le hicieron las dobles penetraciones anales y vaginales tubo orgasmos simultáneos incluso algunos de ellos consiguieron meterle dos al mismo tiempo en la vagina, una en el culo y otra en la boca. Ella disfrutaba sentirse tan usada.
Finalmente, producto del cansancio, la deshidratación o el stress Marcela se desmayo luego de un colosal orgasmo cuando dos penes acabaron en simultáneo en su culo y uno en su boca mientras ella se metía cuatro dedos en la concha, simplemente dio un grito y perdió el sentido.