Emputecimiento de una esposa. Prólogo

En este prólogo cuento como un esposo me ofreció a su mujer para que la emputeciese. En las sucesivas entregas iré contando como fui entrenándola hasta convertirla en la puta sumisa que es ahora

Me llamo Carlos y siempre me ha podido el morbo. Siempre he tenido curiosidad sobre cómo hay que entrenar realmente a una mujer, si tal y como creen algunos esto se hace a la fuerza simplemente dominándola o si por el contrario esto es un arte en el cual hay que guiarla para que ella siempre llegue al límite de su deseo y se entregue a este sin prejuicios, logrando al final que ella se desnude no solo físicamente ante ti, acepte sus instintos y ceda su voluntad.

En esta serie iré describiendo como fue el proceso de entrenamiento de mi sumisa pero antes de empezar con lo más interesante he de contaros como surgió todo

Mi curiosidad me llevo hace unos años a dejar un anuncio en una web de contacto adulto, indicando que estaba buscando una mujer para jugar con ella y emputecerla hasta sacar a la luz a la zorra que lleva dentro

Sinceramente, no esperaba que nadie contestase, pero para mi sorpresa esa misma tarde me escribió Pedro solicitando que le ayudase a emputecer su mujer. Estuve enviándome mails con él durante unos días y me contó su historia.

Pedro, a pesar de tener sólo 26 años llevaba 5 años casado con Lorena su amiga de la infancia.

Al principio todo les fue bien y disfrutaban de estar juntos, pero hubo un problema, le ofrecieron a Pedro un ascenso, lo que resultó ser un regalo envenenado pues con dicho ascenso tenía que estar viajando constantemente y apenas pasaba un par de días a la semana por casa. Con el cansancio y el escaso tiempo juntos la relación se fue enfriando.

Pedro estuvo mirando en internet buscando alguna solución para que ella pudiese relajarse en su ausencia y a la vez él pueda ser cómplice y disfrutarlo, llegando así hasta mi anuncio.

Cuando lo leyó fantaseó con que su mujer le recibiría al llegar a casa con un largo y húmedo beso. En dicho beso notaría un sabor raro pero familiar y cuando su mujer se alejase en dirección al salón se daría cuenta que había un pequeño rastro blanquecino en el suelo que subía por la pierna de su mujer hasta perderse debajo de su falda. Sólo de imaginarse que habría pasado le provocaría una enorme erección imposible de disimular y al llegar al salón  la televisión le mostraría imágenes de lo que había estado haciendo su mujer… y mientras él lo veía Lorena le bajaría la cremallera del pantalón liberando a su enhiesto pene para chuparlo sin parar hasta que él se corriese en su boca.

Estuve hablando durante una semana con él pues aunque me gustaba su fantasía, quería saber más de ella y que él mismo aceptase el hecho de que entrenaría a su mujer y haría con ella lo que quisiese sin su consentimiento, pero eso sí le prometí que siempre le contaría o le mandaría grabaciones del entrenamiento de Lorena. Pedro no pudo resistirse a esto.

Lorena a día de hoy es una auténtica adicta al semen. Hace apenas unas horas la saque una foto para su marido en la que la que se la veía tumbada mientras dos auténticos ríos de leche salían de sus hoyos bien entrenados y dilatados.

Espero que os haya gustado el prólogo y disfruteis de las siguientes partes de la historia