Emputeciendo a la profe (I) El acuerdo.
Después de chantajear a su profesora de matemáticas, dos de sus alumnos de 16 años la han sometido a sus depravados deseos sexuales. Ahora negocian un acuerdo por el que ella se compromete a ceder temporalmente a todos sus caprichos sexuales para poder volver a ser libre después.
Se había hecho tarde y habían tenido una actividad sexual muy intensa. Los chicos decidieron que su ahora servicial profesora les preparara algo de comer, tenían hambre. Después decidieron acostarse para descansar. Lo hicieron los tres en la amplia cama de Laura, por supuesto todos desnudos, con ella en el medio. Querían que incluso allí se sintiera desprotegida, a merced de ellos. Aún así, era el primer momento desde que todo aquello se había desencadenado en el que Laura podía descansar, sin verse sometida a un acoso sexual directo por parte de los dos insaciables adolescentes, cuya imaginación para llevarla a realizar actos indecentes iba más allá de lo que ella pudiera plantearse, no solo en chicos tan jóvenes, sino también en cualquier adulto.
Carlos y Rober enseguida estaban durmiendo plácidamente, sin duda ayudados por los polvazos que habían echado. Sin embargo a Laura le costó muchísimo conciliar el sueño. Primero no podía quitarse de la cabeza pensamientos sobre lo ocurrido: cómo se había visto arrastrada a aquellas vejaciones por parte de sus dos jovencísimos alumnos; les había consentido desnudarla, follarla de todas las formas posibles, más aún, la habían degradado hasta límites insospechados por ella, orinando sobre su cuerpo; se cubrió la cara con las manos, se sentía enormemente avergonzada solo de pensar en lo que la habían obligado a hacer. Y lo peor es que ahora estaba en un pozo del que no tenía escapatoria, atrapada por aquellos críos que en aquel momento dormían como angelitos a su lado.
Debido a la tensión acumulada, cuando conseguía dormir era desasosegadamente; a sus sueños acudían escenas sexuales protagonizadas por ella y los dos muchachos. Lo peor era sentir cómo esos sueños, así como la visión en penumbra, cuando se despertaba, de los bellos cuerpos desnudos de los chicos a su lado, la excitaban. Era una contradicción: le horrorizaba todo lo que la forzaban a hacer y al mismo tiempo surgía en ella el deseo sexual hacia aquellos gamberros y las guarradas que tenía que llevar a cabo para complacerles.
Llegó la mañana. Laura ya llevaba rato contemplando el contundente culo de Carlos que estaba boca abajo y el desnudo frontal de Rober, que dormía boca arriba, su atrayente pecho, los trabajados abdominales y sobre todo su poco poblado pubis y su miembro que se le antojaba tierno en esos momentos de plácido descanso. Los chicos fueron también despertando:
- Que bien he dormido –Carlos fue el primero que comenzó a desperezarse– Da gusto despertar con una tía buena en bolas al lado, jeje. –dijo manoseando enseguida a Laura-
- Y que lo digas –intervino Rober incorporándose ligeramente y colocándose de lado para ver a su profesora desnuda– ¿Qué tal has dormido tú? –le preguntó–
- Pues ya te puedes imaginar… –contestó ella con voz enfadada, olvidando sus anteriores pensamientos–
- ¿Tanto te disgusta tenernos aquí? –le preguntó entonces–
- No se trata de eso, es que me habéis obligado sexualmente a hacer todo lo que habéis querido, aparte de que, aunque os creáis muy hombres sois unos críos, vuestros cuerpos están madurando ya, pero no deberíais ser tan depravados y menos con una mujer mucho mayor que vosotros como yo, a quien además tendríais que respetar por ser vuestra profesora.
- Yo tengo mucha hambre, –dijo Carlos sin hacer mucho caso a Laura– Nos prepararás un buen desayuno ¿eh?
- Qué remedio –contestó ella resignada– Soy poco menos que vuestra esclava ¿no?
- No exageres mujer, pero… digamos que estás a nuestro servicio… –le confirmó Carlos–
Laura se levantó, se puso una bata ligera y se dirigió hacia la cocina para preparar los desayunos. Los dos muchachos se quedaron un rato más en la cama celebrando su autoridad sobre la que hasta hace poco era solamente su profesora de matemáticas y planificando sus acciones futuras. Después se levantaron y fueron a la cocina para desayunar. Antes pasaron por el baño, pero no se pusieron ninguna prenda para el desayuno. Laura les había preparado un buen desayuno. No comentó nada por verles aparecer desnudos.
- Qué buena pinta tiene todo. Así nos gusta, que seas buena chica y te portes bien con nosotros. –comentó Carlos, acercándose a ella por detrás y dándole un beso en el cuello, al mismo tiempo le abría la bata– Quítate esto para desayunar, queremos verte las tetas mientras desayunamos.
Laura obedeció y se quitó la bata para sentarse al desayuno.
- ¿Habéis pensado en lo que os dije ayer? ¿Vais a darme una esperanza de que esto tendrá un punto y final o pensáis seguir así hasta acabar literalmente conmigo? –les preguntó–
- Hemos hablado de ello. –empezó a contarle Rober mientras seguía desayunando– Todavía no hemos tomado una decisión definitiva. Habíamos pensado que, como ya queda poco para que terminen las clases, podríamos ofrecerte que a partir del comienzo de las vacaciones estuvieras durante un mes a nuestra entera disposición. Después quedarías liberada de nosotros. ¿Qué te parece?
- Buffff, un mes es muchísimo tiempo… se me haría muy duro, eterno… –comenzó a responder Laura–
- No tienes mucha elección, si no aceptaras un trato quedaría a nuestra elección. – repuso Carlos–
- No he dicho que no acepte, ya sé que me tenéis acorralada, solo estoy pensando en alto. A saber qué cosas se os ocurrirán durante tanto tiempo… Pero aceptaría, me entregaría por entero a vosotros intentando complaceros, si puedo estar segura de que después me dejaríais libre.
- Muy bien –intervino Rober– Creo que puede ser un buen acuerdo. Podríamos grabar un vídeo en el que se vea que aceptas las condiciones. No sé qué podríamos hacer nosotros como prueba de que cumpliríamos nuestra parte, pero lo que propongas lo acataremos.
- Ahora que estamos casi de acuerdo y para terminar bien el desayuno vamos a comernos a nuestra profe enterita –propuso Carlos–
- Buena idea. –le secundó Rober– Así nos demostrará su buena disposición…
Laura asumió la propuesta. Poniéndose de pie, recogió toda la mesa, utilizó la silla como escalón para subirse encima, tumbándose sobre ella.
- Aquí me tenéis, toda vuestra. –dijo echando los brazos hacia atrás y abriendo sus piernas en señal de entrega–
Ambos muchachos se pusieron en acción sin hacerse esperar. Empezando cada uno por un extremo, comenzaron a recorrer cada centímetro de su cuerpo con sus bocas, introduciendo en ellas algunas partes de su anatomía, lamiendo casi todas, obscenamente muchas, regodeándose en las que consideraban más vergonzosas para Laura y concentrándose en las zonas erógenas para estimularla. Se lo tomaron con mucha calma, querían saborearla con todo el detenimiento del mundo.
Carlos inició el banquete tomando una mano de su rendida profesora, chupándole todos los dedos; continuó pasando la lengua a lo largo del atractivo brazo, hasta llegar a la axila donde se detuvo un buen rato, estaba bien depilada, aparte de que Laura fuera una mujer con un fino y muy escaso vello corporal, y al chico le excitaba que ella sintiera como le lamía esa zona corporal que, aunque sensible, no se hubiera imaginado antes que iba a ser centro de la atención sexual de dos de sus alumnos; Laura no podía evitar la transpiración por el calor y la absoluta exposición y disposición a la que entregaba su desnudo cuerpo, lo que la hacía sentirse más abochornada; después pasó por el cuello, acariciándolo con los labios, mordiéndoselo.
A todo esto, claro está, por el otro extremo de su cuerpo, Rober también había entrado en acción, empezando por sus pequeños y bonitos pies, chupando sin escrupulosidad todos sus deditos, pasando la lengua entre ellos hasta el fondo, por toda la zona plantar –originando a Laura cosquillas que apenas podía contener–, por el empeine, los tobillos, subiendo con el roce de sus labios por las preciosas piernas al mismo tiempo que la acariciaba con las manos.
La experiencia sensorial que provocaban los dos chicos actuando de aquella lujuriosa manera sobre ella hacía que Laura no pudiera evitar los gemidos de placer, que ya no se esforzaba en reprimir, abandonada por completo al placer.
Los jóvenes acompañaban sus actos de comentarios jocosos e insolentes que aumentaban la degradación a la que sometían a su profesora.
- Joder tío, que morbo da tener a la profe en pelota enterita para nosotros. –decía Rober–
- Y que lo digas, y sin que ponga pegas a que la toquemos y chupemos por donde queramos y como queramos. –argüía Carlos–
- ¡Qué va! Mira como gime y se retuerce de gusto, la muy puta, tanto ponérsenos digna y hacerse la estrecha.
- Jajajaja, pues claro, al final va a disfrutar como una perra. Seguro que ya tiene el chocho empapado sin habernos acercado a las zonas clave.
Laura no hacía el menor amago de defenderse de las injurias que le lanzaban para provocarla, estaba concentrada en lo que sentía por todos los rincones de su cuerpo. Sus pezones estaban muy excitados, durísimos, esperando la llegada de Carlos desde su cuello a sus tetas, pero él subió a su cara. También le resultaba muy morboso que la mujer que hasta ahora ostentaba una autoridad sobre él le viera y sintiera tan cerca mientras estaba postrada desnuda, indefensa y dispuesta a cualquier vejación que se le ocurriera. La besaba y lamía por toda la cara, las orejas, los ojos, la nariz, no dejaba ningún lugar sin repasar, llegando a la boca, en la cual se quedó para disfrutar intensamente de ella; le introdujo la lengua profundamente, jugando con la de Laura, internándose por todos los recovecos, saboreándola toda; ella, sintiendo aquel enérgico asalto dentro de su boca, se veía obligada a su vez a colaborar con Carlos, participando con su lengua y percibiendo los sabores y olores de la juvenil boca de éste. Nunca la habían besado de aquella forma tan lujuriosa, ni mucho menos, los pocos hombres que lo habían hecho eran formales y más bien apocados. Quién le iba a decir que uno de sus jóvenes alumnos, a los que ella consideraba más como unos niños que como los adolescentes que eran, le iba a mostrar formas tan guarras de hacerlo. El caso es que no podía dejar de sentir como aquellos demonios conseguían que aumentara su deseo sexual por ellos, la llevaban a ir perdiendo su dignidad y la conducían por caminos de perversión.
- ¿Te gusta cómo te besa tu alumno? –le preguntaba Carlos entremedias de su incursión en la boca de la abrumada profesora–
- Mmmmmm, ahhhrrrgggg, sssiiiii, –intentaba contestar ella como podía– ¡¡cabbbrrronnnessss!! ¡¡ssseeguiddd!! Estoy a punto de corrermeeee.
Después de permanecer dentro de la boca de Laura hasta que se cansó, Carlos descendió lentamente por la barbilla y el cuello de ésta para llegar finalmente a sus tetas. Notar por fin, cómo el joven llegaba a sus pechos que le esperaban impacientes, y empezaba a chupar y mordisquear sus ya hipersensibles pezones, hizo que Laura, que sentía como al mismo tiempo Rober avanzaba por sus piernas, se encontraba en la parte superior de sus muslos, acercándose por el suave interior de los mismos a su zona genital, alcanzara un primer orgasmo que le provocó fuertes espasmos en todo su cuerpo. No cabía duda de que aquellos malditos críos estaban llevándola a experimentar sensaciones totalmente desconocidas para ella, mucho más intensas de lo que nunca hubiera soñado.
Los muchachos notaban felices como Laura era seducida por sus acciones, dejándose arrastrar en el desenfreno sexual por el que la guiaban. Prosiguieron sin descanso. Carlos le magreaba las tetas con fuerza, o se las mordía hasta provocarle dolor, dejándole incluso ligeras marcas de sus dientes. Rober, doblándole las piernas, le hacía subir un poco la pelvis para dejar plenamente expuestas todas sus partes íntimas. Entonces se lanzó a su pubis y a un impetuoso cunnilingus, sin reparar tampoco en causar algo de dolor con algún mordisquillo en su clítoris y su vagina, y hundiendo su lengua en su coño como si la follara con ella. Así continuaron hasta desencadenar en Laura varios orgasmos más.
La mujer ya había perdido toda noción del tiempo y de la realidad, cuando Carlos empezó a decirle:
- Ya está bien, nuestra putilla ya ha disfrutado suficiente, ahora nos toca a nosotros.
- Eso, jajajaja. –dijo también Rober– Yo también tengo ganas de correrme.
- Pues vamos, cógela por las piernas, vamos a colocarla más abajo para que nos haga unas pajas.
Laura, sin tiempo para recuperarse de la experiencia vivida, sumergida todavía en el placer de los orgasmos que acababa de tener, presa del éxtasis al que la habían transportado los dos muchachos, no hizo ademán de contrariedad. En un suspiro fue llevada en volandas por ellos hasta depositarla en el suelo. Se arrodillaron cada uno a un lado de la cabeza de la mujer, con sus orgullosas vergas totalmente erectas situadas sobre ella. Laura tomó cada una con una mano, sabiendo lo que esperaban de ella. Estaba inevitablemente asombrada observando y tocando los poderosos miembros empalmadísimos de los chicos en todo su esplendor. Jamás le había hecho una paja a un hombre tampoco, al igual que era la primera vez que se veía inmersa en otras prácticas sexuales, pero aún así comenzó a mover con su con sus manos la piel de las dos pollas hacia atrás y adelante.
- Tienes que mejorar la técnica. –le dijo después de un rato Rober, aunque estaban excitadísimos con lo que les hacía, cogiendo la mano de Laura con la suya– Un poco más de amplitud de movimiento, alcanzando también el glande, con un poco más de fuerza y de rapidez, así, así, muy bien, estamos a punto de corrernos, ¿eh, Carlos? –le decía dirigiendo la mano de la profesora–
- Claro, claro, sigue cabrona, lo haces de puta madre, vamos a darte una buena ducha de lefa.
Aguantaron aún algún minuto más para correrse, descargando una brutal cantidad de semen sobre la cara de su anonadada sierva sexual. Con este final a una completa sesión de sexo, sellaban un acuerdo por el que Laura se entregaba al completo dominio de sus dos alumnos, que se convertían así en sus profesores de sexo, sus dueños y señores totales. Lo que desconocía es que también estaba firmando un radical cambio en su vida, lanzándose a un abismo de imprevisibles prácticas sexuales.
(continuará)