Emputeciendo a la hija de mi jefe
Comienza la historia cuando conozco en persona a Irene y empiezo el proceso de convertirla en una puta. De niña de papá a mi puta personal.
Recomiendo leer las partes anteriores de esta historia, que se encuentran en mi perfil de la web, para poder entender bien toda la historia.
Va a haber muchos más capítulos, estad atentos.
Breve resumen de las dos partes anteriores:
Me llamo Ángel, soy abogado entre otras cosas, y, desde el lunes en el que comienza esta tercera parte de la historia, voy a trabajar con Roberto, un abogado y empresario que se dedica a ayudar a narcos a llevar negocios con apariencia de legalidad, e invertir así el dinero generado por el narcotráfico.
Roberto tiene una hija, llamada Irene, y de solo 18 años, a la que quiere que alguien transforme en un objeto, y me ha pedido a mí que me encargue de ello.
Sara, mi vecina y a la que, hasta ese momento, me había estado follando cuando me apetecía, iba a pasar a formar parte del servicio doméstico de la casa, como una simple asistenta, sin ninguna visión ni posibilidad de hablar, junto con Pilar, hasta ahora, asistenta de Sara, y deseosa de empezar una nueva etapa teniendo en cuenta la posibilidad que se le abría de vengarse, de alguna forma, de algunas de las cosas que, Sara, le había ordenado hacer.
En el trabajo con Roberto, sustituyo a Lara, una mujer a la que conocí en el gimnasio, y que, al tener que ser entrenada para convertirse en Ama, en Dominatrix, me cede su puesto de trabajo y me pide que la sustituya en todo y que cuide de su casa.
Hasta aquí el resumen, pero, para saber todo de todo, es mejor que os
leáis
la historia entera.
Lunes por la mañana, 06:00, en casa de Lara, en la habitación principal de la casa.
Me despertó el sonido de la alarma del móvil, eran las 06:00, la noche con Sara había sido movidita, apenas habíamos dormido un par de horas, porque, Sara, no se calmaba las ganas de follar, a pesar de que, esa noche, me la tuve que follar tanto por el culo como por el coño en varias ocasiones seguidas.
La excitación por lo que iba a pasar a partir de ese día, era tal, que, Sara, se durmió casi justo cuando era la hora de levantarse y comenzar la semana y la jornada de lunes, un día en el que empezaba el cambio de vida para todos, en especial, para Sara y para Irene.
Me levanté de la cama, agarré de un brazo a Sara, que se hacía un poco la remolona, y le ordené que dejara de jugar al teto (Lo que me hizo acordarme de la conversación con Don Simón, la noche anterior, en la que le comuniqué que, por el momento, abandonaba la nave, por así decir, y que, para mi sorpresa, Don Simón no se tomó del todo mal), y que me acompañara a la ducha, para comenzar la jornada.
En la ducha, decidí que, a pesar de que, Sara, me pidió y me rogó que me la volviese a follar, que era mejor dejarlo estar, y no follármela ya más, al menos, hasta que conociera en persona a Irene y hablara con ella, y viera la situación en la que me iba a encontrar con ella.
Al acabar la ducha, en la que lancé todo mi pis sobre el cuerpo de Sara, aunque, según me dijo ella, hubiera preferido tragarse mi pis, Sara me secó, yo la sequé a ella por última vez, y, después, fuimos a vestirme.
A Sara ya no le permití que se vistiera, la idea era que permaneciera desnuda por completo, hasta que llegara el momento de ir a la tienda de los uniformes de asistenta, donde le compraríamos unos cuantos, para que tuviera ropa hasta que llegaran los de látex, que, al ser por encargo, tardarían un poco en llegar.
Yo sí que me vestí, me puse un traje, que, el día antes, había escogido de mi armario, y lo había llevado en el coche de Sara, todo el tiempo, de modo que tuviera ropa para el primer día en la nueva empresa, en el nuevo trabajo.
Ya con el traje puesto, con el que me sentía y me veía realmente elegante y dominante, bajamos, Sara y yo, a la cocina, para desayunar algo, antes de que me fuera a la oficina nueva en el coche de Lara.
Las asistentas aun no estaban en la cocina, así que, Sara, tuvo que preparar el desayuno, tomamos unos huevos fritos, con algo de embutido, y un poco de café con un bollo de chocolate.
Sara seguía muy excitada, y se ofreció a hacerme una mamada mientras desayunábamos, pero le dije que no, porque necesitaba estar bien concentrado para el trabajo nuevo, era imprescindible tener la cabeza en el trabajo, para no quedar mal el primer día.
Al acabar de desayunar, me despedí de Sara, con un beso en la boca, en principio, de los últimos que nos daríamos, pues, Sara, al tener que estar amordazada siempre salvo en los pocos minutos de la comida o cuando me tuviera que hacer felaciones delante de Irene, no podría ser besada (Ni era lo que iba a necesitar).
Me dirigí al garaje, tras salir de la casa de Lara, y agarré el coche eléctrico, el Audi casi nuevo de Lara; para no tener problemas, la noche anterior, ya lo había probado y me había asegurado de que todo estaba en condiciones, conducirlo, me costó un poco al principio, pues se hace raro no escuchar apenas sonido externo.
Aparqué el coche en un parking público, pues
aún
no tenía el acceso al parking de la empresa, y preferí entrar por la puerta principal, ya habría tiempo más tarde de aparcar con normalidad.
Entré en el edificio donde se encuentra la oficina de Roberto, me tuve que identificar en la entrada, donde me dieron un pase de visitas, y subí en uno de los muchos ascensores, hasta la planta donde se encuentra la oficina de Roberto.
La recepcionista, una mujer morena, con algo menos de 25 años (Eso calculaba yo), bastante escotada, y con un traje de secretaria bastante sexy, con una falda de tubo de cuero negro, que le marcaba todo el culo, me pidió que esperase en una sala decorada a todo lujo y en la que había ya la prensa del día al completo, a que llegase Don Roberto, y se encargase de mí; me ofreció tomar un café, que me trajo a los pocos minutos de mi llegada.
Tuve que esperar casi durante una hora, aunque se pasó rápido el tiempo, me pude leer un par de periódicos, hasta que, Roberto, apareció junto con su hija, a la que me presentó con cierta rapidez, y le pidió que esperase en la sala, mientras, Roberto y yo, tratábamos temas de hombres. (Los temas de trabajo).
Pasé al despacho de Roberto, durante un par de horas, estuvimos hablando de temas de negocios, mientras íbamos fumando un cigarrillo tras otro, pues, en la oficina de Roberto, se fuma, a pesar de todo.
Cuando Roberto acabó de informarme sobre los temas de negocios, pasamos a hablar del tema de su hija, de Irene, que, a regañadientes, había aceptado el proceso por el que iba a empezar a emputecerla desde ese mismo momento; Irene ya había traído maletas con sus cosas, para los primeros días, al menos, y ya sabía que se iba a ir a la casa de Lara conmigo.
Roberto llamó a recepción, para que avisaran a Irene y que fuera ya al despacho de Roberto, para comenzar la entrevista conmigo, conocernos un poco, antes de empezar con el proceso de emputecimiento.
Irene no tardó demasiado en llegar al despacho de su padre, iba vestida con una falda muy corta de cuero negro, una especie de camiseta o top que apenas si tapaba sus tetas, unas medias de red y unas botas de tipo mosquetero, con bastante tacón, y con pinta de ser caras, el pelo, lo llevaba totalmente suelto, e iba bastante maquillada, pero con buen gusto.
Roberto hizo las presentaciones de rigor, ya con calma, y yo, tomé la palabra, una vez que, Irene, ya se había sentado en una silla frente a la mía.
Lo primero que le pregunté a Irene, fue si tenía claro lo que iba a pasarle, y si era lo que quería; Irene me respondió que sabía que se iba a convertir en una puta, y que no era lo que más le apetecía, pero, sabía que le había tocado tener que serlo, por haber nacido en la familia en la que había nacido, y no había de otra, ya estaba acostumbrada a ver a su madre, y sabía que, su futuro, iba a ser bastante parecido al de esa mujer, al de Carla.
Después, le pregunté por las últimas veces en las que había follado; Irene me preguntó si me refería a con hombres o con mujeres, y yo, le pregunté, algo sorprendido, por ambas. Irene me dijo que, en cualquier caso, sus últimas folladas, eran de la noche anterior, haciendo un trío con una amiga y con un hombre al que había conocido en el chiringuito al que había ido a comer con sus amigas para pasar el domingo.
Por último, le ordené que se pusiera de rodillas, y que comenzara a chupármela, delante de su padre, para poder comprobar qué tal se le daba a Irene hacer mamadas.
Irene no dudó ni un segundo, quizás temerosa de que le pudiera dar una bofetada si no obedecía o si se resistía o tardaba más de unos pocos segundos en obedecer mis órdenes.
Irene comenzó a bajarme el pantalón, el calzoncillo y agarró mi polla, ya muy dura, y, tras felicitarme por el tamaño, comenzó a tocar y a chupar y lamer, mi polla.
Lo hacía con suavidad, se notaba que tenía experiencia chupando pollas, pero, de todas formas, había bastante trabajo con ella, se trataba de continuar las semillas que, los padres, habían puesto ya, y trabajar las posibles inseguridades que, Irene, pudiera tener, algo que, sin duda, iba a ser apasionante.
Mientras Irene me la chupaba, Roberto miraba y se fumaba un puro, me ofreció a mí otro, que le acepté, y me lo fui fumando mientras, Irene, me la iba chupando.
Al acabar, me corrí en su cara y en su pelo, arruinando un poco su maquillaje, pero, Irene, lejos de enfadarse por ello, me preguntó mi opinión sobre cómo lo había hecho, y si me había gustado.
Yo le di una bofetada a Irene, y le dije que, cuando quisiera decirle algo bueno o felicitarla, se lo diría, pero que no era necesario que lo preguntara, que ya se enteraría cuando llegara el momento.
Roberto me dijo que era el momento de que me llevara a la casa de Lara a Irene, así que, le pidió a su hija que regresara a la sala de espera, porque, en unos minutos, nos iríamos a la casa de Lara, para empezar a instalar a Irene allí.
Irene salió del despacho de su padre, y se fue, con todos los restos de mi semen, a la sala de espera; Roberto me preguntó por lo que me había parecido su hija, y yo, le dije lo que pensaba, que había trabajo que hacer, pero que sería un placer (Para los 4, los padres, Irene, y para mí), llevar a cabo ese trabajo, esa tarea.
Salimos, Roberto y yo, de su despacho, y fuimos al de Lara, que era el que iba a ocupar yo, el despacho, un poco más pequeño que el de Roberto, dispone de unas vistas espectaculares, a casi todo Madrid y a uno de los mejores lugares de la ciudad, el Bernabéu. (Y creo que, con esto, digo cosas importantes...)
Me despedí de Roberto, en la sala de espera donde, Irene, ya se había limpiado los restos de semen, y estaba hablando con la de recepción, esperando a que tuviera a bien irnos a la casa de Lara, para que ella se instalase allí.
Con Roberto quedé en que nos veríamos ya al día siguiente, en cuanto que, Paula, estuviera instalada en la casa de Marta, yo calculé que sería en torno a mediodía, o, como muy tarde, ya para después de la hora de la comida.
Tomé a Irene de la mano, y me dirigí con ella y con sus maletas, al parking donde había dejado el coche, antes de ir a la casa de Lara, fui hasta la entrada del parking de empresa, y aparqué el coche en la plaza que le correspondía a Lara, para confirmar que pudiera pasar con el mando que me había dado Roberto, y que estuviera todo en orden; allí, aprovechando que no había nadie, le di una bofetada a Irene, por haberse limpiado los restos de mi semen, sin mi permiso, y le dije que, si volvía a limpiarse sin mi permiso, el castigo sería mayor.
Salimos del parking, y fuimos directos al garaje de la casa de Lara, donde dejé el coche de Lara y subí a la casa de Lara con Irene de la mano; Irene se había puesto una chaqueta de cuero por encima, nada más salir de la oficina de su padre, que le quedaba bien, aunque tapaba sus tetas.
Entré en la casa de Lara, Sara estaba sentada en uno de los sofás, desnuda, leyendo una revista, se la tiré al suelo, y le ordené que me acompañara junto con Irene, al despacho en el que, Lara, teletrabajaba, porque íbamos a hablar de las normas que, a partir de ese momento, iban a regir en la casa de Lara, para tratar de mejorar el proceso de emputecer a Irene, por un lado, y, por otro, la nueva vida de Sara como asistenta doméstica.
Nos sentamos en un sofá que hay en el despacho de Lara, y, lo primero que hice, fue ordenar a Irene que se desnudara por completo, pues quería verla desnuda, para ver si había que hacer alguna modificación a su cuerpo.
Irene se empezó a desnudar, primero se quitó el top que llevaba, dejando sus tetas al aire, que habían sido operadas meses atrás, como regalo por los 18 años, además, iban decoradas con piercings en los pezones; Irene me contó que, su madre, la llevó a la clínica en contra de su voluntad, cuando se despertó, ya llevaba las tetas vendadas y con un tamaño más que generoso.
A pesar del tamaño enorme de sus tetas, habría que hablar con Carolina, de la posibilidad de aumentarlas aún más, me tendría que asesorar de los tamaños disponibles, para poder aumentar aún más, las tetas de Irene, que le pesaran y le doliera la espalda.
Después, Irene, se bajó la falda, dejando ver un tanga amarillo, así que, agarré unas tijeras y se lo corté, le dije a Irene que, a partir de ese momento, si usaba ropa interior, iba a ser solo negra, nada de colorines; Irene asintió e hizo ademán de quitarse las medias, pero le dije que, así, me bastaba.
Su coño, por suerte, estaba depilado, de hecho, se había hecho el láser, por lo que, en ese aspecto, ya estaba al día, a mi gusto, sin un solo pelo en el coño, como debe ser (Pese a la opinión de algunos).
Pude ver que, Irene, solo llevaba el piercing de los pezones, nada más y tampoco ningún tatuaje; según me dijo Irene, era debido a que, sus padres, querían que, quien fuera su dueño, le decorase el cuerpo a su gusto, solo se había puesto el piercing de las tetas, porque se lo hicieron durante la primera cirugía; así que, me tocaría encontrar una tatuadora que tatuara su cuerpo a mi gusto, casi a la vez que se harían los tatuajes de Paula, aunque, en el caso de Irene, serían más grandes, cubriendo casi todo su cuerpo.
Quería ver cómo se le daba a Irene comer coños, así que, le ordené que comenzara a comerle el coño a Sara, que se tumbó en el suelo, y se dejó hacer, pues tenía que disfrutar de sus
últimos
minutos de libertad antes de convertirse en la esclava doméstica que iba a ser.
Irene se puso de rodillas, y comenzó a lamer el coño de Sara, que comenzó a emitir unos gemidos, parecía que le estaba gustando, aunque tardó un poco en correrse, más de lo que me esperaba.
Cuando Sara se corrió, le pregunté la opinión de lo que había pasado, de la comida de coño de Irene, y le dije que la expresara delante de Irene, y que fuera lo más sincera posible.
Sara, dubitativa, me dijo que le había gustado, pero que esperaba algo más, ella lo hubiera hecho mucho mejor; así que, le tomé la palabra, y le ordené a Sara, que se intercambiara con Irene, y que le comiera el coño a ella, para que le demostrara como lo hacía una profesional.
Irene y Sara se intercambiaron las posiciones, Sara comenzó a lamer el coño de Irene, que gritaba de placer, y apenas duró unos pocos minutos hasta que no pudo más y se corrió, manchando la cara de Sara con sus jugos, e, incluso, algo de pis.
Irene no tuvo más remedio que felicitar a Sara y reconocer que, ella, lo hacía mucho mejor, y, sin duda, tenía mucho que aprender.
Eran las 12:30 del lunes, decidí que me apetecía ir a dar un paseo por El Retiro, con las dos, de modo que, Sara, pudiera despedirse de la calle por la puerta grande, y, de paso, dar el primer paseo de exhibición con Irene.
Subí con Sara y con Irene a la habitación principal, (Ambas fueron desnudas casi por completo hasta la habitación), y comencé a elegir la ropa para ambas.
A Sara le hice que se pusiera la falda más corta que pude encontrar en el vestidor de Lara, y una camiseta que no ocultaba sus tetas de bastante buen tamaño, algo más pequeñas que las de Irene, eso sí. A modo de calzado, le hice que se pusiera unas botas, con poco tacón, que pude encontrar en el vestidor de Lara.
Por el contrario, a Irene, le hice vestir muy elegante, con un vestido de cuero que tenía Lara en su armario, y el abrigo de visón, pese al calor que ya hacía en la calle, que, Sara, había visto al llegar la tarde anterior; las botas y las medias, se las mantuve puestas.
Ya con las dos chicas vestidas y calzadas, salimos a la calle, por supuesto, mucha gente miraba a Irene, aparte de por su físico, por el abrigo de visón, teniendo en cuenta los 25º que hacía en la calle, además, le había hecho que se pusiera también guantes de piel de color negro, lo que acentuaba las miradas ajenas.
Fuimos caminando hasta El Retiro, donde nos dimos un buen paseo, Sara pudo despedirse de la calle y de la visión, pues, en unas pocas horas, todo lo que iba a poder ver, iba a ser oscuridad, debido al vendaje en los ojos que llevaría de forma permanente bajo la máscara de cuero que iba a utilizar.
Cuando acabamos el paseo, fuimos en un taxi, a un restaurante de tipo asador, para comer a todo lujo, y que, Sara, pudiera despedirse de la comida, en las mejores condiciones posibles (A partir de ese momento, cuando Sara fuera ya la asistenta, solo comería sobras y lo que yo considerase oportuno).
En el restaurante, Irene fue blanco de todas las miradas, casi más de mujeres que de hombres, que miraban sus enormes tetas, y su juventud, e incluso hacían algún comentario sobre mi buena suerte a la hora de escoger pareja.
Sara comió bastante, sabía que iba a ser su despedida culinaria, por lo que aprovechó, para ella, lo más duro, iba a ser despedirse del chocolate, su pasión casi diaria, y que, ahora, apenas sí consumiría, casi más como un premio por mi parte, cuando a mí me apeteciera dárselo.
Por supuesto, yo me encargué de configurar el menú de Irene, pues, a partir de ese momento, de su dieta me iba a encargar yo, por ser el primer día, sí que permití que se excediera un poco, pero, con la condición de que, al día siguiente, comenzara la dieta, propuesta por Carolina cuando la viera en la clínica.
Durante la comida, estuvimos hablando de cómo había ido la llamada de Sara a Alicia, su jefa en el fondo de inversiones; Sara nos comentó que había sido un poco duro tener que despedirse del trabajo, pero, ya estaba hecho, y había quedado con Alicia en que yo me encargaría de encontrar una sustituta.
Irene nos habló de su prima Sandra, experta en Economía y en Derecho, y que, sin duda, podría ser una buena candidata a sustituir a Sara en el fondo de inversión.
Sara también nos recordó que, a las 20:00, la peluquera que atiende normalmente a Pilar y a ella misma, acudiría a la casa de Lara, para raparla al 0 y afeitarle la cabeza por completo, de modo que, la máscara de cuero, se ajustara lo mejor posible a su cabeza, además, al ir siempre enmascarada, el pelo, sobra, y es humillante ir calva, para una sumisa.
Sara pagó la cuenta de la comida, con su tarjeta, y salimos del restaurante, ya en la puerta, una mujer, también muy arreglada y en torno a los 25 años, morena y con pinta de haberse operado ya medio cuerpo, y cuerpo de gimnasio, llamada Paloma, nos paró y nos dijo que quería hablar conmigo y con Irene de algo importante que había observado durante la comida.
Viendo a Paloma, sospechaba lo que iba a querer, así que, le dije que sí, y fuimos a un bar cercano, con terraza, a tomar unos cafés y a hablar tranquilamente, pues teníamos algo de tiempo hasta tener que ir a la clínica a ver a Carolina y a Eva.
En la terraza, Paloma, Sara y yo, nos encendimos sendos cigarrillos, Irene me pidió también poder fumar, es algo que lleva años haciendo, porque, sus padres, le daban tabaco para que fumara desde edades tempranas, por lo que estaba ya acostumbrada a fumar, un punto a favor.
Paloma nos contó su historia, estaba casada con Joaquín, un cirujano plástico que le había operado casi todo el cuerpo (Tetas en dos ocasiones, a la espera de una tercera, el culo, y la cara), iba al gimnasio a diario, donde se pasaba toda la mañana, y buscaba una amiga con quien poder entrenar y, después, pasar la tarde charlando de cosas de marujeo, y viendo algún programa en la TV, de ese estilo, aparte de, también, follando, pues, Paloma, es bisexual y cuenta con el permiso de Joaquín para follar con las mujeres que ella quiera.
Quedé con Paloma en que, al día siguiente, Irene se presentaría en el gimnasio al que acude Paloma a diario, para empezar un programa de entrenamiento en deporte, y ponerse en forma de manera total, para mejorar, aún más, su ya imponente físico.
Nos despedimos de Paloma, y fuimos, en otro taxi, a la clínica donde, Eva y Carolina, nos estaban ya esperando, para la sesión médica de la tarde...