Emputeciendo a la hija de mi jefe 3
Visita a la clínica con Irene y con Sara. Aparece Sandra.
Recomiendo la lectura de los relatos anteriores para entender esta parte de la historia.
La noche no había ido mal, pues pude dormir bastante para compensar la falta de sueño de la noche anterior, y dar descanso a mi cuerpo tras un día bastante movido y de mucho follar.
A las 06:00, Sara llamó a la puerta, en solitario, con el uniforme de asistenta y la máscara puestos, y la bandeja con los 3 cafés que le había pedido que subiera a la habitación principal de la casa de Lara, la noche anterior.
Por suerte para Sara, no se había derramado nada de los cafés, sin decirle nada a Sara, porque no me iba a poder oír de todas formas, debido a los tapones en los oídos, Sara se fue a la cocina, a empezar a preparar el desayuno junto con Pilar y el resto del personal de servicio.
A Irene le costó un poco levantarse, así que, le tuve que dar una bofetada para que aprendiera que, si no se levantaba por las buenas y con buena disposición, lo tendría que hacer por las malas y con una bofetada como premio.
Irene y yo, fuimos a la ducha, aunque, antes, Irene me pidió poder meterse una raya de cocaína, para comenzar bien la jornada, yo le dije que sí y, mientras veía como se la iba metiendo, yo me tomé mi café, sin dejarle a Irene probar el que iba a ser para ella.
Ya en la ducha, le ordené a Irene que comenzara a ducharme, y yo, comencé a acariciar su cuerpo, y le metí dedos por el coño y por el culo, para escuchar los gemidos de Irene, que pedía que la follase.
Decidí que era mejor evitar follar por el momento, y dejarlo para la noche, con más tranquilidad y una vez que, los análisis de sangre estuvieran ya hechos y todo estuviera más o menos normal.
Al salir de la ducha, Irene me comenzó a ayudar a vestirme, una vez que, ella misma, ya me había secado, pero yo, no sequé su cuerpo, eso era algo que se tendría que ir ganando, en función de su comportamiento, habría recompensas o castigos, y así de claro se lo dejé.
Con ayuda de Irene, me puse un traje, informal, sin corbata, porque no iba a tener tiempo de ir a trabajar hasta, por lo menos, después de comer, y, en esa primera tarde, lo que esperaba era estar en mi nuevo despacho, configurando el ordenador y poniéndome en marcha, antes de comenzar ya en serio a trabajar en la mañana del miércoles, si no pasaba nada que lo impidiera.
Irene se puso ropa deportiva que encontró en el vestidor de Lara, quizás no demasiado provocativa, pero, para ir al hospital, no importaba demasiado.
Bajamos a la cocina, a tratar de desayunar algo (Al menos, yo, pero, para Irene, aunque no pudiera desayunar por el momento, para poder hacerse el análisis de sangre, sería una humillación verme a mí desayunar bien y de manera contundente).
Pilar ya había preparado, con la ayuda de Sara, que, pese a no poder ver nada, no lo estaba haciendo nada mal, el desayuno que le había pedido también la noche anterior, unos huevos fritos con salchichas, café y bollos de chocolate.
Mientras iba desayunando, Irene me miraba con envidia, y se sintió aún peor cuando le ordené a Pilar que se pusiera de rodillas a mi lado, y le fui dando trozos de desayuno, algunos a la boca, otros al suelo para que, Pilar, los fuera recogiendo de allí y se los fuera comiendo igualmente.
Cuando acabé de desayunar, agarré a Sara y a Irene y las llevé al salón de la casa de Lara, Irene tuvo que esperar de rodillas a que preparase a Sara para llevarla en otro de los coches de Lara, a la clínica para las analíticas.
A Sara le puse el abrigo largo de cuero que, Pilar, había llevado para el traslado desde la casa de Sara a la de Lara la tarde anterior, y, también, le esposé las manos para limitar lo más posible su movilidad.
A Irene, le hice que se pusiera la misma chaqueta de cuero que ya llevaba el día anterior cuando la vi por primera vez en la oficina de Roberto, de su padre, y bajamos los tres al garaje, directamente en el ascensor y sin encontrarnos con nadie.
Lara dispone de varios coches, entre ellos, un Mercedes Clase R, con las lunas tintadas, así que, ese fue el coche que elegí para el traslado de Sara a la clínica y llevarla de regreso a la casa de Lara al acabar las pruebas médicas; senté a Sara en las plazas traseras, y cerré la puerta, nadie sabía que, Sara, iba en el coche, enmascarada por completo y sin saber nada del mundo exterior, aparte de esposada por las manos.
Irene se subió al asiento de copiloto, y yo, fui conduciendo el coche hasta la clínica, había algo de atasco, pero llegamos relativamente pronto, y fuimos directos al parking, dejé el coche justo al lado del Mercedes Clase S de Marta y con un
Citroën
C8 que me pareció un poco peculiar al otro lado.
Tras localizar a Carolina, fuimos a una sala donde, ella misma, con ayuda de Claudia, comenzó a hacer las dos extracciones de sangre, y, después, colocó a Irene y a Sara, las dos sondas para la alimentación.
Carolina se dio cuenta de que, con tanto vendaje, sondaje y el tema de las inyecciones de heroína de Sara, quizás sería mejor para mí que hubiera una enfermera en la casa, al menos en horario diurno, que se encargara de cuidar todas esas cosas (Dar la comida por la sonda, revisar y cambiar vendajes, etc.) así que, Carolina fue a buscar a Tamara, una enfermera muy joven, con la carrera recién terminada y que, de hecho, era una de las incorporaciones más recientes a la clínica, no con demasiada experiencia, pero sí que sabe hacer lo que era necesario en ese momento, sin hacer preguntas, además.
Al acabar las pruebas y los procedimientos médicos, fuimos a la habitación de Paula, donde ya se encontraban Marta y Susana; a Paula la estaban vistiendo ya con ropa de calle, para poder salir de una vez de la clínica, e irse ya en el
Citroën
, habilitado como coche para PMR, a la casa de Marta, y seguir allí el post operatorio de Paula.
Paula llevaba solo una camiseta negra que le marcaba bien las tetas ya operadas y el pañal, como única ropa, pues, al fin y al cabo, iba a ir de garaje a garaje, sin pisar la calle, y, además, en silla de ruedas todo el trayecto, y con las dos piernas escayoladas.
Con ayuda de un par de auxiliares, sentaron a Paula en una silla de ruedas manual, que, una enfermera, empujó hasta llegar al garaje, allí, el coche para PMR, bajó la rampa, y, la enfermera, se encargó de dejar a Paula bien sujeta para poder hacer el viaje hasta la casa de Marta de la manera más segura posible.
Marta y Susana, se subieron en el Mercedes, y, Sara, Tamara, Irene y yo, en el Clase R, y fuimos siguiendo el coche de PMR, antes de salir, les expliqué a Marta y al conductor del coche de PMR, que había que pasar por la casa de Lara unos instantes, para dejar allí a Sara y a Irene, antes de ir a la casa de Marta; ambos no pusieron impedimento, así que, la primera parada antes de ir a la casa de Marta y dejar allí a Paula, fue en la casa de Lara para dejar allí a Sara (Que ya no volvería a salir en mucho tiempo), y a Irene (Para que esperase a que, Paloma, pasara a recogerla con su coche).
Antes también de subir al coche, llamé a Paloma, para que pasara por la casa de Lara y recogiera a Irene, le dije que, en torno a 30/45 minutos, ya sería posible comenzar el primer día de Irene en el gimnasio al que acude Paloma.
Durante el trayecto en coche hasta la casa de Lara, recibí las llamadas de Alicia y de Sandra (La prima de Irene), quedé con ellas, en que nos veríamos para comer, junto con Lucía, que también acudiría a la cita, en un restaurante de comida italiana, próximo a la sede del fondo de inversión, al que, en alguna ocasión, ya había acudido a comer con Sara, cuando ella trabajaba allí.
Llegamos al garaje de la casa de Lara, con la ayuda de Tamara y de Irene, subimos a Sara a la casa, nada más llegar, le quité el abrigo y lo guardé, para que lo pudiera usar en la siguiente salida que tuviera que realizar Sara, y me senté unos minutos con Tamara y con Irene en el sofá, a esperar la llegada de Paloma, y podernos ir a la casa de Marta (En mi caso), y al gimnasio (Irene con Paloma). Marta y Susana, se habían quedado en un bar situado a escasos metros de la casa de Lara, desayunando tranquilas, y, Paula, seguía en la silla de ruedas, en el coche, con la enfermera al lado, cuidando de ella.
Sonó el timbre, Sara fue a abrir la puerta, Paloma apareció en el salón, llevaba leggins de cuero negro que le marcaban todo su bonito y operado culo, y un top deportivo, también negro, que, a duras penas, podía sujetar sus enormes tetas, además, llevaba también un corsé negro, muy apretado, que resaltaba aún más las tetas.
Con Paloma apenas estuve hablando un par de minutos, quedamos en que pasarían el día juntas, que irían de compras al acabar en el gimnasio, y le di vía libre a Paloma para que hiciera con Irene lo que quisiera a nivel sexual, en especial, cosas humillantes para Irene.
Yo bajé al garaje, Paloma e Irene, se quedaron en la planta calle porque, el coche de Paloma, estaba aparcado en la calle, en un parking; llamé a Marta, que ya había acabado de desayunar y estaban ya esperándome en el bar, para tomar un café rápido, antes de ir ya a su casa con Paula.
En el bar, Marta, Susana y yo, estuvimos hablando de cómo iba a ser el futuro de Paula en los meses de recuperación, la enfermera que empujaba la silla de ruedas, se iba a encargar de cuidarla, con Claudia haciendo las sustituciones, los fines de semana; la enfermera dormiría en una cama al lado de la cama de hospital de Paula, que había sido instalada en una de las habitaciones de la casa de Marta, el día anterior.
Regresamos a los coches, tras tomar los cafés, y pusimos ya rumbo a la casa de Marta en Aravaca, donde llegamos en torno a las 11:00, con Paula y la enfermera; no costó demasiado subir a Paula, por el ascensor, de manera directa desde el garaje, hasta la casa de Marta, y, de ahí, con ayuda de Rocío, llegamos hasta la habitación, de ambiente hospitalario, donde pasaría Paula los siguientes meses, junto con la enfermera que cuidaría de ella.
Nada más tumbar a Paula en la cama, la enfermera le quitó la camiseta que llevaba, dejando ver sus tetas, ya con menos vendajes, bastante hinchadas, y con un volumen realmente grande, aunque, como siempre sucede con estas cosas, mejorable con más cirugía, claro está.
Dejamos a Paula ya instalada en su habitación, Marta se disculpó, porque tenía un cliente, un sumiso, al que atender, así que, Susana y yo, nos quedamos a solas, y, fue Susana quien propuso que fuéramos a su habitación, y me la follase por el culo, porque quedaba pendiente de la vez anterior.
Yo disponía de tiempo, y, por supuesto, de muchas ganas, así que, sin dudar, fui con Susana hasta su habitación, y, una vez allí, comenzamos a besarnos con ganas, según me dijo Susana, le costaba parar de pensar en mí, y se masturbaba y se excitaba mucho pensando en lo que le iba a hacer cuando pudiéramos estar los dos juntos.
Susana se había vestido de manera especialmente elegante, aunque discreta, en su línea, con un vestido que, aunque no demasiado corto ni escotado, sí que era fácil de quitar, y, al quitárselo, vi que iba solo con un pequeño tanga, que cubría un poco su coño, pero no llevaba nada más de ropa interior, sus pezones estaban erectos, deseando ser lamidos, cosa que hice en cuanto que pude, y que, Susana, me agradeció, yéndose hacia mi polla, en cuanto que tuvo oportunidad, y comenzando a hacerme una de esas mamadas de
escort
que tan bien se le dan.
Susana comenzó a lamer y a chupar mi polla, con muchas ganas, se notaba que estaba deseando hacerme cosas, fue una sensación muy agradable, ambos disfrutamos mucho; cuando me corrí, Susana me pidió que lo hiciera directamente sobre sus ojos, pues ya le habían contado (y había visto) de mi gusto por la privación sensorial, y quería probar a quedarse ciega por unos segundos, teniendo sus ojos cubiertos por completo con mi semen.
Cubrí a Susana, en realidad, gran parte de la cara con mi semen, aunque, tal y como ella me lo había pedido, me centré en sus ojos, dejándola sin casi poder ver, lo que excitó bastante a Susana, que en pocas ocasiones había experimentado la falta de visión.
Iba a empezar a follarme el culo de Susana, cuando, una inoportuna llamada, en este caso, de Sandra, hizo que, de nuevo, tuviéramos que aplazar el sexo anal con Susana para otra ocasión, porque, Sandra, algo nerviosa por la entrevista con Alicia, quería conocerme a mí primero y tratar de calmar sus nervios, así que quedé con ella en que nos veríamos en un bar cercano a la oficina de Alicia, y hablaríamos un poco para tratar de calmarla, antes de la entrevista/comida con Alicia.
Me despedí de Susana con algo de pena, aunque, Susana, me entendió, quedamos en que follaríamos un par de veces la siguiente vez que nos viéramos, como compensación por los dos plantones en medio de la sesión sexual que, por mi culpa, le había tenido que dar a Susana, y salí de la casa de Marta, agarré mi coche, y fui hasta un parking próximo al bar donde había quedado con Sandra. (Usando el GPS para saber llegar y no perderme).
Dejé el coche en el parking público y avisé con un mensaje de
a Sandra de que ya estaba a punto de llegar, y, en la terraza del bar, localicé a Sandra, tal y como me esperaba, no es una mujer llamativa, al menos, a priori, no es la mujer a la que echas la vista atrás para volver a ver
cuándo
se aleja.
Sandra iba vestida con un traje de chaqueta, con falda, quizás algo anticuado, casi se podría decir que lo habría sacado del armario de su madre o de su abuela, sin exagerar mucho, la ropa no le favorecía apenas nada, y, de cuerpo, aunque natural y en su peso, se notaba que no se sacaba nada de partido; es extraño, cuanto menos, observar las diferencias tan notables entre primas. (La comparativa entre Irene y Sandra).
El carácter de Sandra también me sorprendió, pues, al contrario que el de Irene (Mucho más calmada, salvo a la hora de follar), Sandra es un terremoto, un caos, se encontraba muy nerviosa por la entrevista con Irene, y hacía numerosos aspavientos con las manos, que me empezaron a desesperar a mí también.
Al llegar a la mesa y sentarme en la silla, me encendí un cigarrillo, y le ofrecí otro a Sandra, que, aunque no solía fumar, me lo aceptó, para poder calmar un poco los nervios.
Decidí que, la mejor opción para calmarla, era tratar de que, Sandra, tuviera la mente en otra cosa que no fuera la entrevista con Alicia, así que, le fui preguntando por su familia, por su relación con Irene, y por su propia historia personal. (Para calmarla y, de paso, tratar de conocerla un poco más; ya
veréis
que, su historia, es totalmente opuesta a la de su prima Irene).
Tanto los padres de Sandra como ella misma, son muy religiosos, del Opus Dei, se pasan casi la vida en la iglesia cuando no están trabajando en la farmacia que regentan ambos progenitores; debido a esas creencias religiosas, Sandra aún no había follado con ningún hombre, y, por supuesto, consideraba la homosexualidad casi como un pecado o algo peor (Es la opinión de Sandra en ese momento, no la mía).
Sandra había preferido centrarse en estudiar, y dejarse de
novios,
aunque fuera incluso con la perspectiva de buscar marido con quien, por fin, poder follar, aunque fuera solo con fines puramente reproductivos, así que, había estudiado Derecho y ADE, y, también, Economía, que estaba estudiando a distancia, para complementar los estudios.
Yo veía en Sandra potencial para poder mejorar su vida, y que comenzara a tener una vida sexual, que probara cosas nuevas, así que, me propuse como tarea, intentar convencerla para que, en los próximos días, aceptase follar conmigo.
Ya con Sandra algo más tranquila, porque, poco a poco, logré que se fuera tranquilizando un poco y se fuera soltando, fuimos caminando, con algo de separación entre nosotros, eso sí, hasta el restaurante donde habíamos quedado para comer con Alicia.
Alicia y Lucía, llegaron al restaurante casi justo a la vez que nosotros dos, Alicia iba enseñando los tatuajes, con una camiseta de manga corta, y una falda muy corta de cuero, que le hacía enseñar bastante su cuerpo y que le marcaba el culo; no llevaba nada de abrigo, porque hacía buena temperatura.
Ver a Lucía, me sorprendió, llevaba un abrigo largo de cuero, pese al calor, un mini vestido de cuero, con un corsé apretado al máximo, un collar de cuero en el cuello que casi le impedía mover el cuello hacia abajo, y, en los ojos, tras las gafas de sol de tamaño XXL, unas lentillas que le impedían ver, y que le obligaban a usar un bastón blanco de invidente para orientarse. (Era su primera salida con el bastón blanco).
Entramos al restaurante, nos sentamos en torno a la mesa que nos había tocado y que estaba reservada por Alicia, y comenzamos a hablar, en realidad, fuimos Alicia y yo quienes más hablamos, yo hice lo posible por poner bien a Sandra, casi por las nubes, para lograr el objetivo de que, Alicia, la contratara, y, con suerte, tener un argumento de peso, para poder convencer después o más tarde a Sandra, de poder follar con ella.
Lucía no abrió la boca en toda la comida, más que para disfrutar de la comida, y casi ni eso, pues fue Alicia quien se encargó de pedir su comida, y apenas sí pudo comer un plato, además, poco nutritivo, de la carta, lo que sí pude observar era que, Lucía, comenzaba a orientarse con la comida pese a no ver.
Por suerte, Alicia decidió seguir mi consejo y su intuición y contrató a Sandra; cuando salimos del restaurante, nos despedimos de Alicia, que quedó con Sandra en que, al día siguiente, se verían a primera hora ya en la oficina del fondo de inversión, para empezar a trabajar.
Sandra estaba muy agradecida conmigo, por cómo la había defendido, y me dijo que, a cambio, se ofrecía a que le pudiera pedir lo que quisiera, yo, lo tenía claro, me la quería follar, y, con suerte, empezar a cambiar un poco su aspecto físico, para que se sacara un poco más de partido a su imagen física, más allá de la parte intelectual, que no estaba mal, pero, era un poco desaprovechar un buen lienzo.
Sandra se mostraba muy dubitativa, pues no se esperaba por mi parte semejante petición, aunque, sí que reconoció que tenía curiosidad por saber más del asunto, pese a que el miedo de que sus padres se enterasen, le impedía tomar una decisión.
Yo me tenía que ir a empezar a poner en marcha el despacho en la oficina de Roberto, así que, le dije a Sandra que, a las 21:00, nos veríamos en la casa de Lara, y hablaríamos en privado, de la propuesta que le iba a hacer; si no se presentaba, llamaría a Alicia, y le diría que se buscara a otra para ocupar el lugar de Sara en su empresa.
Sandra agarró un taxi y se fue, disponía de unas 4 horas para pensarse si acudir o no a la cita conmigo en la casa de Lara (Dando más o menos una hora para que se arreglase en el caso de acudir, y teniendo en cuenta que eran las 16:00 cuando salimos del restaurante y le comenté todo eso a Sandra).
Yo regresé al parking donde había dejado mi coche, y fui hasta el parking de la oficina de Roberto, y subí en el ascensor hasta la planta donde se encuentra la oficina, saludé a la recepcionista, que me pidió que pasara al despacho de Roberto, para saludarle, nada más llegar. (Eran órdenes de Roberto para la de recepción, nada más verme).
Llamé a la puerta del despacho de Roberto, escuché su voz al decirme que pasara (“Adelante”), y entré en el despacho, donde me encontré una agradable sorpresa, pues, Nuria (La peluquera que se había encargado de rapar a Sara y que se había follado a Irene), estaba medio desnuda, de rodillas, y haciéndole una mamada a Roberto, sentado en la silla con ruedas de oficina de su despacho, y con cara de estar disfrutando como una persona de baja estatura.
Nuria me saludó haciendo un gesto con la mano, pero siguió chupando la polla de Roberto, que me pidió que me sentara y que me quedara mirando como Nuria se la chupaba, y que, al terminar, me explicaría el porqué de esa escena.
Pasados unos minutos, Roberto, se corrió, dejando su semen en el pelo de Nuria y en su cara, sin limpiarse, Nuria se puso de pie (Dejó de estar de rodillas), y se fue hasta la silla de al lado de donde me encontraba yo, y se sentó.
Roberto tomó la palabra y me explicó lo que pasaba:
Roberto: -” Nuria, aparte de ser peluquera, porque es algo que estudió mientras cumplía condena por narcotráfico y delito fiscal, entre otras cosas, para salir de la cárcel con cierta rapidez, es una de mis mejores clientes, del fondo, la estamos ayudando con sus inversiones para blanquear el dinero del narco, aunque, ahora, ella vive con cierta normalidad, con austeridad casi, para no repetir los errores de los lujos del pasado, que la llevaron a Alcalá-Moco”.
Roberto me enseñó el expediente completo de Nuria, con todas las propiedades que, a nombre de diversos testaferros, Nuria tenía, para blanquear así el dinero generado por el narcotráfico, y me pidió que fuera a mi despacho, con Nuria, para que, ella misma, me pudiera explicar las dudas que se fueran generando al ir leyendo el expediente.
Salimos del despacho de Roberto, y fuimos, Nuria y yo, al mío; apenas me dio tiempo a sentarme en mi silla con ruedas de oficina, cuando, Nuria, comenzó a desnudarse, porque me dijo que se sentiría más cómoda así, y que no le importaba si entraba alguien a molestarnos, por lo que dejé que se desnudara.
Ya con Nuria desnuda, mientras trataba de leer el expediente, y veía los numerosos locales comerciales, con notable éxito (Bares y restaurantes en su mayoría), de los que, Nuria, era propietaria a través de testaferros, la propia Nuria empezó a masturbarse delante de mí, haciendo cada vez más difícil que me pudiera concentrar en la lectura de su expediente.
Tuve que amenazar a Nuria con golpearla si no paraba de distraerme con su masturbación, fue efectiva mi amenaza, porque, Nuria, se detuvo, y, durante un buen rato, nos pudimos centrar en ver sus propiedades, y en consultar también las dudas que a ambos nos fueron surgiendo, a nivel de negocio.
Eran en torno a las 20:15, cuando, Nuria, dijo que había quedado con una amiga, y se tenía que ir, pero me dijo que, al día siguiente, podríamos quedar para comer en su casa, y, tal vez, follar un poco, porque era algo que estaba deseando y que, por problemas de tiempo y de trabajo, aún no había sido posible que hiciéramos.
Antes de irse, Nuria me dijo que me llamaría a la mañana siguiente, para concretar la hora y darme la ubicación de su casa, un apartamento alquilado que compartía con una amiga, cerca de la oficina de Roberto, por la zona de la calle Orense.
Me despedí de Nuria, y me quedé unos 15 minutos más en el despacho, configurando el ordenador nuevo, y probando a enviar emails para dejar todo listo para comenzar ya en serio a trabajar al día siguiente.
Roberto apareció en mi despacho, para preguntarme por cómo había ido la cosa con Nuria, según Roberto, Nuria era muy buena follando, y me recomendó que, cuando tuviera la ocasión, me la follase, porque iba a disfrutar mucho.
Tanto Roberto como yo, íbamos ya de salida, para regresar a las casas respectivas (La casa de Lara en mi caso, y la de Roberto, en el suyo), así que, nos despedimos en el garaje, Roberto se subió a su Audi A8 casi nuevo de director, y se fue a su casa, y yo me fui a la de Lara con la esperanza de encontrarme allí con Sandra o que, al menos, no tardara demasiado en llegar y poder comenzar a hablar de la propuesta que tenía pensada para ella...