Emputeciendo a Cris (1)

La historia del sometimiento de Cristina desde el principio. Una bella mujer deseosa de ser dominada y emputedida.

Emputeciendo a Cris.

Tengo 40 años, soy casado y tengo una vida buena vida. Sin embargo, a pesar de todo esto, noto que algo me falta. Después de mucho tiempo fustigándome a mi mismo con el peor látigo que existe, el de la culpabilidad, empecé a pensar que cada uno es cada cual, y que, simplemente, yo era así. Con un poco de inteligencia, quizá pudiera combinar mis dos, o tres, o cuatro vidas, de una forma en la que no muriera en el intento de sobrellevarlas, si era capaz de encontrar personas (y con personas quiero decir mujeres) a las que les pasara lo mismo.

Aquí rompo el tópico, porque al contrario de lo que pueda pensarse, no soy alguien que haya tenido carencia de experiencias sexuales o de relaciones. De hecho, he tenido muchas. Muchas antes de mi matrimonio, y algunas, bastantes para lo que debería ser (nótese otra vez cómo sale a flote el complejo de culpabilidad) una vez casado. Quería (y quiero) probar muchas cosas pero sobre todo, quería probar lo que era tener a una mujer sometida.

Al margen de lo que se cuenta en los relatos que se leen por ahí, donde parece que todo está al alcance de la mano, para alguien como yo, la cosa no es tan fácil. Así que, haciendo uso de las facilidades que da la red, lo único que se me ocurrió fue poner un anuncio en una página. Como no tenía nada que perder, y de hecho, no tenía ninguna confianza en los resultados, escribí con sangre lo que deseaba, total no perdía nada: "Busco mujer, entre 25 y 40 años, casada, para que no tenga dudas de que es una puta que se va a entregar, que esté buena, y que quiera ser sometida a los antojos de un hombre para el que no va significar nada hasta que se lo gane a pulso. Hará lo que yo le ordene, sin negociaciones, ni contemplaciones. Será usada, manipulada y/o humillada dependiendo de lo que se me antoje en cada momento. Empezaremos por la web y luego, veremos. A cambio, juro que no soy ningún loco. No quiero romper la vida de nadie, así que respeto los compromisos ya contraídos, familiares o de otra índole, y, con el tiempo, soy un buen amigo."

Pasaron bastantes unos días antes de que contestara nadie. Un día encontré una respuesta en mi mail. Y a partir de ese día he encontrado decenas. Pero vamos a la que importa, Cristina.

Cristina era casada, rubia y un poco recelosa. Y eso es lo que más me gustó, porque para mi, lo más interesante es vencer las barreras mentales de una mujer. Quiero decir, que no me interesa tanto que esté convencida de lo que es, como ir descubriéndola poco a poco lo que puede llegar a ser. Y lo que más morbo me da es ser YO, el que se lo descubre y por lo tanto el que tiene el poder sobre ella. Lo de dominar el cuerpo es fácil, una vez dominada la cabeza, ahí está el reto. Ahí es donde yo disfruto.

Cristina me envió una respuesta en la que quería, pero no quería:

"Hola Carlos:

He leído tu anuncio. Me llamo Cristina, soy casada, 32 años, rubia, 1,70, y a juzgar por los comentarios, no estoy nada mal, aunque me da un poco de vergüenza decir esto. Así que cumplo los requisitos. Está claro que tu anuncio me ha interesado, ya que te contesto, pero no estoy segura de lo que busco y, sinceramente, me da un poco de miedo entrar en este juego.

Un beso

Cristina"

Dejé pasar un día y le contesté a través del mismo medio:

"Cristina,

El lógico que algo nuevo te produzca algo de temor. Lo que tienes que averiguar es si la excitación es mayor que el miedo.

Si te decides a dar el paso, mándame tu mail para que pueda conocerte a través de la cam, en caso contrario, aquí se acabó todo."

Cuando dos horas después revisé las respuestas, me encontré con el mail de Cristina. Por supuesto, me alegré mucho de que se decidiera a explorar, pero me ocupé de que no se notara mi alegría en exceso. No obstante sí la hice saber mi satisfacción y mis ganas de verla. Así que le respondí:

"Cristina,

Me alegra la decisión que has tomado. Conéctate esta noche a las 22:00"

A las 10 en punto me conecté, y ahí estaba ella.

  • Hola Cristina
  • Hola Carlos
  • A partir de ahora las reglas son las siguientes. Si estas aquí es porque entiendo que deseas someterte a mis deseos. Poco a poco me irás conociendo y sabrás como darme placer, ya que estás para eso. ¿Hasta aquí de acuerdo?
  • Por ahora si, Carlos.
  • La primera regla, te dirijirás a mi como Señor o Amo. (Lo cierto es que esto me parece un tópico, pero como novato que soy decidí seguir algunas reglas)
  • De acuerdo.
  • De acuerdo ¿qué?
  • De acuerdo, señor.
  • Cuando puedes conectarte sin que te cause problemas?
  • Por las mañanas entre las 11 y las 12 y por las tardes entre las 5 y las 7:30. Luego, en casa a partir de las 10 y media, porque mi marido se acuesta pronto.
  • ¿Cuántos años llevas casada?
  • Cuatro, señor
  • ¿Sabe tu marido que le vas a convertir en un cornudo?
  • No, claro que no.
  • Pero, tu tienes claro que eso es lo que vas a hacer, porque voy a disponer de tu cuerpo a mi antojo, ¿lo tienes claro?
  • Si, señor, lo tengo claro.
  • ¿Seguro que tienes claro que quieres convertirte en una zorra para mi?
  • Si señor
  • Si señor ¿qué?
  • Si quiero convertirme en su zorra, señor.
  • Bien, para empezar conecta tu cam, quiero verte
  • ¿Yo tambien le veré a usted?
  • De momento, no. Aún no se si quiero seguir contigo. Hazlo.

Inmediatamente en mi pantalla apareció una rubia guapisima. No podía verle el cuerpo aún, pero su pelo largo, sus ojos y su boca, ya me estaban volviendo loco. Llevaba una camisa blanca, y eso era todo lo que podía ver por el momento.

  • Bien Cristina, lo que veo me gusta.
  • Gracias señor
  • A partir de ahora te conectarás a las horas que me has dicho. Yo podré estar o no, pero tu tendrás que esperar al menos media hora. Si algun día no puedes, procura avisarmelo.
  • De acuerdo señor.
  • Todos los días me escribirás unas líneas para contarme tu día. Si te he ordenado que hagas algo durante el día, cosa que ocurrirá a menudo, me lo contarás con todo detalle.
  • ¿Qué cosas tendré que hacer, señor?
  • Ya te lo diré en su preciso momento.
  • De ahora en adelante quiero que, cuando vayamos a vernos, lleves faldas. Y sin que te diga nada, cuando te pida que conectes la cam, te levantes y te quites las bragas delante de mi. ¿De acuerdo?
  • Si señor. Pero, hoy, no sabía y llevo pantalones, señor.
  • No importa. Dime Cristina, tu marido está durmiendo?
  • Hoy no está señor. Ha salido de viaje.
  • Perfecto, así veremos el material. Desabrochate la camisa.

Poco a poco, Cristina empezó muy despacio a desabotonar el botón superior de su camisa. Supongo que por vergüenza, lo hacía demasiado despacio para la poca paciencia que yo temía en esos momentos.

  • Más deprisa, no tengo toda la noche
  • Si señor

Ahora comenzaba a coger el ritmo que yo quería y pude comprobar porque iba tan despacio. No llevaba sujetador. Poco a poco comenzaron a aparecer unas tetas de tamaño mediano con unos pezones no muy grandes a primera vista. Cuando terminó de desabrochar todos los botones se dejó la camisa puesta aunque abierta, como queriendo ocultar todo lo que pudiera sin que se notara.

  • Cristina, quitate la camisa y tirala al suelo.

Obedeció al instante y pude notar que el juego le gustaba.

  • Quiero que te cojas con el índice y el pulgar de cada mano los pezones y aprietes hasta que yo te lo diga. Quiero verlos duros.

Hizo lo que le dije y comenzo a amasarse los pezones con los dedos hasta que pude ver como crecían y se ponían colorados.

  • Muy bien –le dije- me gustan tus tetas, y estás siendo buena chica. Vamos ahora a ver el resto. Levantate, ponte de espaldas y quitate los pantalones. Y no me tengas esperando como antes, ¿de acuerdo, zorra?
  • Si señor, me quitaré los pantalones rápido.

Se levantó, se giró para mostrarme su culo y con alegría comprobé que estaba muy bien. Era un culo pequeño, enfundado en unos vaqueros bastante ajustados y unas piernas bien torneadas. Sin perder un segundo, se quitó el cinturón y lo tiró al suelo. Después se desabrochó el pantalón y fue tirando de él hacia abajo al tiempo que seinclinaba un poco hacia delante. Eso me dio una perfecta imagen de su culo tapado unicamente por un tanga negro que se metía entre sus nalgas. Cuando terminó volvió a incorporarse y sin volverse del todo miró hacia atrás para ver si yo había escrito algo.

  • Ahora puedes darte la vuelta, Cristina.

Cuando se giró, el triangulo de su tanga quedo en primer plano en mi pantalla. A primera vista no parecía tener mucho vello, pero el tanga no transparentaba casi nada, asi que le ordené:

  • Ahora quiero que te quites el tanga, Cristina

Se quitó el tanga con prontitud, así que no pude enfadarme con ella. Tal y como sospechaba, no tenía demasiado vello, pero no lo tenía recortado.

  • Puedes sentarte Cristina, pero no te pongas nada. Para empezar –le dije- he de reconocer que me pareces una zorrita muy guapa. Eso está bien. Por el momento solo hacermos un pequeño cambio. Quiero que te afeites el coño y que te dejes una fina tira de vello hacia arriba. ¿Lo has entendido?
  • Si señor, agradezco que le guste mi cuerpo.
  • No Cristina, MI cuerpo, porque ahora ese cuerpo es mio, ¿no?
  • Si señor, ahora es suyo.
  • Bien, como me ha gustado lo que he visto y te has portado docilmente, voy a conectarme para que me conozcas, ¿de acuerdo?
  • Estoy deseando señor –lo dijo con una sinceridad que me encantó-

Conecté mi cámara y esperé a su reacción. Solo sonrió un poco, supongo que lo que vió era mejor de lo que se esperaba, y luego bajó la mirada. Me di cuenta entonces que en ese momento precisamente es cuando estaba tomando conciencia de que estaba desnuda frente a alguien y que ese alguien tenia cara, ojos y boca. Fue el momento en que supo a quien se estaba sometiendo, el momento de conocer a su dueño. Por un momento tuve nervios, así que le pregunté:

  • ¿Qué piensas? Puedes decírmelo libremente
  • Nada señor, solo que estoy un poco avergonzada.
  • La vergüenza es un lujo que no te permito en mi presencia, Cristina
  • Lo siento señor. No puedo evitarlo.
  • Eso lo veremos. –decidí emplear terapia de choque.- Quiero que te des la vuelta, pongas las rodillas sobre la silla, te inclines hacia delante y te abras las nalgas con las manos. Quiero ver tuculo perfectamente, ¿entendido?

Durante un instante no pasó nada, solo bajó la cabeza de nuevo. Así que le dije:

  • Si en cinco segundos no lo has hecho, me voy y te buscas a otro
  • No se vaya, lo haré. Es solo que es la primera vez y
  • Hazlo ya

Se levanto, e hizo lo que le dije. Se puso de rodillas sobre las silla y cuando encontró equilibrio, puso sus manos en su culo y lo abrió completamente para mi. He de reconocer que mi polla estaba a punto de reventar, porque lo que más hubiera deseado en ese momento era follarme aquel precioso agujero, que parecía muy estrecho.

Cuando volvió a sentarse, le pregunté:

  • Tu marido te folla por el culo, Cristina?
  • No señor, solo un par de veces lo ha intentado pero me duele y no acabamos.
  • Es decir que nunca te han follado el culo
  • Una vez. Un novio antes de casarme. Y desde entonces siempre me he resistido.
  • Esta bien. A partir de ahora, tu culo es de mi exclusiva propiedad. Solo yo te follaré por el culo.
  • Pero señor
  • No te preocupes, iremos poco a poco y te aseguro que acabará gustandote
  • De acuerdo señor
  • Y además como el cornudo de tu marido nunca lo ha conseguido, no le extrañará que no le dejes
  • Es cierto señor, no tendré problemas en eso.
  • Estas excitada Cristina?
  • He de reconocer que si, señor. Avergonzada y excitada.
  • Sabes lo que quiere decir eso?
  • No señor
  • Que eres una zorra y que has encontrado lo que te gusta.
  • Si señor me gusta ser su puta
  • Muy bien Cristina. Por hoy es bastante. Mañana a las 11 de la mañana conectate. Y ten a mano algo del tamaño de un lapiz de labios. Comenzaremos con tu entrenamiento.
  • De acuerdo, señor. Puedo preguntar algo?
  • Dime
  • Cuando le veré?
  • Ja ja, estás deseando comerme la polla, zorra?

En este momento, pareció que Cristina iba a volver a bajar la cabeza, pero enseguida miró de frente a la camara y contestó con una media sonrisa:

  • Si señor, la verdad es que estoy deseando que me meta su polla en la boca o donde usted quiera.
  • Hasta mañana Cristina
  • Hasta mañana señor.

Una barrera se había roto en el interior de Cristina, y ya no volvería a ser la misma.

(Continuara)