Emputecida (1)

Ahora me siento puta. La más puta. Hace tan solo tres años era una ama de casa, idealmente casada, con una hija de tres años y trabajando en un oficina bancaria. Hasta el día que llegaste a la oficina, con tu traje italiano cruzado, caminando lentamente, sin haberte despojado de tus gafas de sol.

EMPUTECIDA -1-

Hace tres años que te conocí, hace tres años que mi vida ha comenzado de nuevo. Estoy en esta habitación, con un hombre del que desconozco hasta el nombre de pila. Está estirado a mi lado en la cama. Esta desnudo. Hemos estado haciendo el amor toda la noche, o mejor dicho, me ha estado follando toda la noche, por todos lados, cuanto y como ha querido. Y ha pagado 30 euros por ello. No es demasiado para todo cuanto me ha hecho, pero siempre me has dicho que si cobro menos dinero del que quiero y me hacen mas de lo que deseo, mi sentimiento de puta se acentuará hasta los limites mas sucios posibles. Siempre me has dicho que nunca cobre demasiado pero que nunca lo haga gratis. Ahora me siento puta. La más puta. Hace tan solo tres años era una ama de casa, idealmente casada, con una hija de tres años y trabajando en un oficina bancaria. Hasta el día que llegaste a la oficina, con tu traje italiano cruzado, caminando lentamente, sin haberte despojado de tus gafas de sol. Viniste hasta el mostrador donde yo estaba y deslizaste un cheque bajo la ventanilla.

-Hola guapa –dijiste suavemente- págame este cheque.

Yo miré el cheque, era de nuestra entidad y aparentemente legal, ascendía a 3000 euros.

-Un momento –dije mientras le hacia una indicación al apoderado.

El cheque era legal y había sido extendido por uno de nuestros principales clientes. Por decirlo de una manera elegante, si el cheque era de 3000 euros, en la cuenta de nuestro cliente había como cien veces esa cantidad, por lo menos.

-Tardaremos unos cinco minutos en conseguir ese efectivo –le dije.

-No te preocupes bonita… no tengo ninguna prisa.

Tu te recostaste contra la pared y encendiste un cigarrillo mientras no dejabas de mirarme. Cuando tuviste tu dinero apagaste el último cigarrillo contra el suelo y me guiñaste un ojo. Luego te fuiste sin decir nada.

Todo el día estuve pensando en ti. No te había visto antes. Y algo me decía que no iba a ser la última vez que iba a verte.

Mis mejores deseos quedaron satisfechos cuando una semana mas tarde volviste a entrar en la oficina. Con diferente traje pero el mismo andar. Te dirigiste hacia mi y me tendiste un nuevo cheque. Era de la misma cuantía y la misma cuenta.

-¿Esta vez también me vas a hacer esperar, guapa? –me preguntaste.

-Debemos validarlo, son las normas.

-Claro, todos tenemos normas

Cinco minutos más tarde volviste a salir por la puerta con el dinero en el bolsillo y la misma sonrisa cínica colgada de los labios. Dos Lunes por la mañana, 6000 euros. Me habría encantado saber de que trabajabas, pronto lo descubriría.

Al lunes siguiente por la mañana me vestí con una camisa blanca semitransparente, ropa interior negra y una falda ajustada. Aunque pasaba de los treinta y había tenido un hijo mi cuerpo aun era un instrumento de deseo ajeno. Media 1,70, 52 kilos, morena, pelo corto, 90-65-95 y unos ojos verdes que decían que enamoraban. Hoy peso 62 kilos, soy una rubia teñida de pelo largo y mis medidas están disparadas en todas las direcciones posibles. Pero aquella mañana de hace tres años me había vestido de la manera mas sexy que mi trabajo me permitía sin apenas darme cuenta de que tu eras el inconsciente motivo.

Cuando volviste a aparecer por la puerta, salí a tu encuentro moviendo mis caderas de la manera más discreta posible. Tú me lanzaste un vistazo de arriba abajo y luego volviste a sonreírme mientras me tendías el cheque. De nuevo 3000 €.

Cinco horas más tarde, cuando salía de la oficina una vez finalizada mi jornada laboral, tu me esperabas al otro lado de la calle. Yo hice ver que no me había dado cuenta y comencé a caminar en dirección al metro.

-Señorita –me dijiste apretando el paso para ponerte a mi lado.

-Hola –te respondí haciéndome la encontradiza.

-¿Te acuerdas de mi?

-Si, claro. El cliente de los lunes. Comienza a ser una costumbre.

-¿Puedo invitarte a una copa?

Miré mi reloj. Tenía poco menos de una hora antes de pasar a recoger a mi hija por la guardería.

-¿Algún problema? –me preguntaste mostrándome de nuevo esa amplia sonrisa.

Llame a mi madre para que fuese a recoger a mi hija a la guardería y después nos fuimos a tomar una copa. Me dijiste que eras de la ciudad, que trabajabas de relaciones publicas y que vivías solo.

-¿Puedo hacerte una pregunta? –te dije

-Claro.

-Siempre vienes los lunes con un cheque de 3000 euros del mismo cliente. ¿Qué sucede?

Tu sonreíste.

-No puedo contestarte a eso. Pero te haré yo una pregunta a ti. ¿Qué es lo que te sorprende? ¿Cómo puede ganar alguien tanto dinero?

-No exactamente.

-¿Quieres saber como he ganado este dinero?

-Mas o menos.

-No lo he ganado yo, lo ha ganado una amiga para mi.

-No lo entiendo.

Tu mano se deslizo por debajo de la mesa hasta rozar mi rodilla, tus dedos se posaron suavemente sobre ella deslizando tus uñas por las medias.

-¿Quieres ganar ahora 3000 euros?

No supe que contestarte. Estaba excitada. Pero solamente podía pensar en mi trabajo, en mi marido, en mi hija, en mi familia.

-¿Qué debería hacer para ganar ese dinero?

-Es mucho dinero… deberías hacer todo cuanto te ordene que hagas. Solo durará una hora.

Entonces sacaste un sobre donde guardabas los 3000 euros en efectivo y los pusiste encima de la mesa.

-Es demasiado dinero para decir que no –me susurraste subiendo tu mano por mi pantorrilla- y lo sabes

Cogí el sobre y me lo guardé en el bolso. Media hora mas tarde estábamos en la habitación de un hotel. Te quitaste la ropa y después me la quitaste a mí. Estaba avergonzada de mi cuerpo aunque a ti te pareció fantástico. Tu cuerpo en cambio a mi me pareció una maravilla. Donde mi marido tenía michelines tu tenias músculos, donde mi marido tenía un pene arrugado tú mostrabas una maravillosa polla brillante de más de 20 centímetros… tenias todo cuanto una mujer de mi edad y condición deseaba de un hombre.

Me hiciste arrodillar y me acercaste la polla a la boca, yo simplemente abrí y comencé a comer torpemente. Intentando metérmela hasta los huevos, pero era demasiado grande así que me limite a masturbarte con la punta dentro de mi boca.

-No sabes como comer una polla –me dijiste- pero no te preocupes, yo te enseñaré. Ahora mírame a la cara.

Le mire a la cara y el comenzó a masturbarse con fuerza. Era un espectáculo maravilloso ver aquella mano subiendo y bajando rítmicamente por aquel cilindro brillante mientras tu sonreías cínicamente. Tu polla estaba a escasos centímetros de mi cara cuando tus piernas comenzaron a temblar y tu respiración se hizo cada vez mas rápida. Ibas a correrte pero no quería que lo hicieses en mi cara ni en mi boca. Eso no.

Intenté apartarme pero con la mano libre me cogiste de la cabeza y me obligaste a recibir tus oleadas de semen por toda la cara. Mis labios, nariz, mejillas y ojos quedaron completamente mojados de una sustancia blanca y espesa como no había visto nunca antes.

Me levante rápidamente y me dirigí al lavabo para lavarme la cara. Mientras lo hacia te acercaste a mi por detrás y pusiste la punta de tu polla encima de mi nalga derecha.

-Si vas a ser una de mis putas –dijiste antes de metérmela en el culo hasta los huevos- tendrás que aprender mucho.

No me lo esperaba, tu polla atravesó mi culo virgen de manera antinatural, abriéndome por dentro, destrozándome poco a poco. Me agarré a los grifos del lavabo y lance un grito que tu obviaste mientras continuabas follándome el culo sin compasión. Aquello no era dolor, era algo mucho mas profundo, sentía que me estabas rompiendo por dentro e hiciese lo que hiciese esa sensación no remitía.

-¿Qué te crees? ¿Qué iba a pagarte 3000 euros solo por una paja?

En esos momentos me di cuenta de que acababa de comenzar algo que ya no tenia marcha atrás. Y era algo demasiado doloroso