Empresaria de profesión, puta por vocación - 9

La historia de patricia, una madura empresaria, con unas fantasías sexuales desmedidas

CAPITULO IX

CONTINUA LA TERAPIA (V)

Durante esa semana, el color de mis nalgas volvieron prácticamente a su normalidad.

Apenas tuve un par de juegos más con Inma. El tema del domingo, absorbía mi pensamiento, o eso creía yo.

Hablé con Páez, me dijo que habían pensado en que iban a hacer una serie de tratamientos bastante más light, que no querían agobiarme y que ya iríamos viendo.

El instructor, me llamo el miércoles,

"Hola Patricia, la paso a recoger esta tarde cuando acabe el trabajo. Me va a conocer y vamos a ir juntos a hacer una cosilla"

"Ok", le dije, "salgo a las 20,30"

Me sorprendió su trato, había dejado de intentar humillarme con los insultos. Y digo intentar porque no me humillaba nada esos insultos.

Además, al no estar Víctor, no tenía que dar explicaciones a nadie.

A la hora acordada, el instructor estaba en la acera de mi empresa esperándome. Venía con un coche era un Volkswagen negro de alta gama, la verdad que bastante señorial.

"Doña Patricia, Simón, me dijo.

Me acerqué y según llegué a él me extendió la mano. Era un hombre maduro, calculo entre los 45 y 50 años, bien parecido. Se veía que se cuidaba, seguramente los músculos que marcaba eran fruto del duro trabajo en un gimnasio.

No me hacía mucha gracia, que me viera alguien de la empresa, saludando a un extraño, y mucho menos metiéndome en su coche, así es que, le dije,

"Tengo que sacar el coche y dejarlo en algún sitio para luego recogerlo y volver a casa".

"Bien sígame, vamos al parking de un centro comercial y lo deja allí."

Eso hicimos.

Cuando dejé el coche aparcado he subido al suyo era muy confortable. Me explicó,

"Durante unas horas usted y yo vamos a ser una pareja, y vamos a ir a un sitio de parejas"

"Algún club liberal?" le pregunté yo.

"Ya lo verá".

Otro secretito, bueno casi mejor así no era todo previsible.

Evidente no íbamos a ningún club liberal o al menos alguno que estuviera en el centro de la ciudad porque tomó la carretera de salida de la misma.

No circulamos mucho, pronto se desvío por un camino de tierra que llevaba hacia una zona de bajo monte, que la llamaban el Rincón de los enamorados porque era muy conocida y frecuentada por parejitas que iban allí a darse el lote.

No sé si el tal Simón esperaba que nos diéramos allí el lote.

Pese a la hora, aún temprana, ya había coches aparcados, seguro que con pareja dentro, aunque con las lunas tintadas, no sé veía nada

Pero Simón, siguió adentrándose más en aquel bajo monte.

Ya casi había anochecido, pero la temperatura era ideal, 26 grados marcaba el termómetro del coche.

Llegamos a una pequeña explanada, y Simón le dijo,

"Salga fuera, vamos a pasear"

Eso hice. Al salir el vino hacia mí, me cogió de la mano, y empezamos a andar por entre los matorrales.

En un momento dado se paró y cogiéndome por los hombros, me dijo,

"Disculpe"

Y empezó a morrearme. Del morreo, pasó a un manoseo. Yo me dejaba hacer, pero imaginaba que terminaría tirada entre los matorrales, follando con el Instructor.

Le noté un especial interés en levantarme la falda. Como llevaba braga, me la metió por la raja del culo, para dejar mis nalgas al aire. Sin dejar de morrearme note como sujetaba el vuelo de la falda en la cintura, por lo que en el momento en que anduviera, iba a ir enseñando el culo.

Fue sacándome de los matorrales, otra vez hacia la explanada.

Una vez allí, se dirigió al coche. Pensé, bueno el polvo será en el coche.

Abrió el maletero, y sacó de él una manta. La extendió en el centro de la explanada. Afortunadamente no había más caminos que salieran de allí, o sea que, si llegaba algún coche, se pararía también, sino la manta iba a terminar hecha polvo.

Pero no iba a ser solo la manta la que terminase hecha polvo. Me dijo,

“Túmbese en la manta, sáquese las tetas, y quítese las bragas. Luego empiece a tocarse”

Bueno tocaba hacer lo que me mandaba. De todas formas, no había gente por allí, así es que tampoco había mucho problema. Me abrí la blusa, y me solté el sujetador de atrás, con lo que las tetas quedaron al aire.

Me quite las bragas, él las recogió y las dejó en el maletero del coche.

Me tumbé boca arriba, y empecé a tocarme.

El instructor se metió en el coche y arrancó. Por un momento pensé que me dejaba ahí, pero hizo un par de maniobras con el coche de forma que los faros me enfocaran directamente.

Toco dos veces el claxon del coche. Se salió del coche, y esperó apoyado en el capot.

A poco empecé a oír pasos detrás de mío, y un hombre se puso de rodillas a mi lado.

Empezó a sobarme las tetas, según llegó. Simón miraba desde el coche, como cornudo consentidor. Al rato otro estaba arrodillado a mi otro costado, y también me sobaba las tetas y el coño.

El primero ya se había sacado la polla, y me la había puesto en la boca. Simón, no decía nada. Ellos tampoco, y yo menos.

Llegaron otros dos más. Estos si hablaron, les preguntaron a los otros si se podía, y dijeron que sí. Ahora tenía ocho manos recorriendo mi cuerpo. Parecía que me había abonado a las ocho manos.

Los dos primeros fueron posicionándose en mi entrepierna. En ese momento, Simón se acercó y le dio un condón a cada uno, y dejo otro puñado en la manta, volviéndose a su sitio.

El primero, se puso en condón y empezó a follarme mientras lo hacía me hizo varias fotos con el móvil.

Simón se acercó nuevamente, le pidió el móvil y reviso las fotos que había hecho.

“Sin cara”, les dijo.

Todo un detalle por su parte, pensé.

Fueron follándome los cuatro, y procuraban que no me faltara una polla en la boca. He de reconocer, que me corrí un par de veces con los cuatro.

Cuando terminaron los cuatro, uno me dijo que abriera la boca, y se dedicaron a vaciarme en ella el contenido de los condones. Cuando los cuatro los vaciaron, uno me cerro la boca, y me dijo,

“Traga”

Esperé unos instantes con la boca cerrada, a ver si había alguna reacción de Simón, pero al no producirse esta, tragué, volviendo a abrir la boca para demostrarles a los cuatro que lo había tragado. Otra vez Simón, los llamó, y los pidió el móvil a los cuatro, ya que todos habían hecho fotos, y no había controlado en el momento las fotos. Volvió a eliminar las fotos de las caras, y les devolvió los móviles.

De cualquier forma, en las fotos se vería al margen de mi cuerpo desnudo y follado la ropa, las joyas que llevaba, en fin, que no era tan difícil reconocerme si veía las fotos alguien que me conociera a fondo. Sobre todo, si salía el dichoso lunar sobre la areola izquierda.

Supuse que se había terminado ya la cosilla que tenía que hacer con Simón, cuando escuché que los que se iban hablaban con otros, que le preguntaban,

“Que, ¿nos la habéis dejado muy lefada?

“No, se ha tragado toda la leche como una buena puta. Esta toda limpita”, le contestó alguno de los que se iba. Otra vez me vi rodeada de tíos y de pollas ansiosas de follarme por todos lados. Ahora me explicaba por qué había dejado Simón más condones en la manta.

Esta vez se acercó a los hombres y les dijo,

“Nada de fotos de cara. Podéis hacer foto a lo que queráis, pero no a la cara. “

Joder, a este paso, iban a crear un club de fans.

“¿Te han usado estos el culo?”, me preguntó uno.

“No, solo el coño”, les contesté.

“Vale pues ponte a cuatro que nosotros te lo vamos a usar”, me dijo.

Me puse como me habían indicado, mientras que oí que le preguntaban a Simón,

“Podemos follarla el culo sin condón?”

“Sin condón, aquí solo se mete la pata”, les contestó.

Empezaron a darme pollas a chupar, y en la medida en que iban cogiendo la erección necesaria

se perdían dentro de mi culo.

Estuvieron un rato enculándome los cuatro, hasta que se corrieron y se fueron. Estos tiraron los condones al suelo sin hacerme tragar su contenido.

Cuando se marcharon, se acercó Simón,

“Bueno esto que ha hecho es dogging”, me dijo.

“¿Dogging?”, pregunté

“Sí, sexo con extraños. Estos que han estado aquí, son mirones. Ha habido ocho podía haber habido 3 o 12”, me aclaró.

“Ah, pues muy bien, pero la verdad es que no me ha motivado de una manera excesiva”, le dije, siendo totalmente sincera.

“Ya, ya lo he visto. Levántese”, me dijo tendiéndome la mano.

Me levante, como me había dicho.

“Quítese toda la ropa”, me dijo.

Despelote al canto, pensé. Me deje los tacones.

“Todo”, me dijo él señalándome a los tacones.

Me los quité. Cogió toda la ropa y la metió en el maletero del coche junto con las bragas.

Se metió en el coche, y me dijo,

“Sígame”, y arrancó camino abajo hacia la otra explanada donde estaban las parejas.

Había un trecho, y el camino era de tierra, y con muchas piedras, me iba hacer polvo los pies.

Le seguí hasta allí. Cuando llegamos, paro hasta que le alcancé y me dijo,

“Ahora ofrézcase a todos los coches, a ver si alguno quiere usarla. Como no consiga que al menos uno la use, vuelve, así como está ahora, a su casa”, me dijo viniéndose muy arriba.

Pero aquello estaba empezando a jorobarme. Ya no era el quedarme quieta y esperar que viniera alguien. Ahora era el ofrecerme yo a gente en coches, que no sabía ni quienes eran, ni lo que hacían… incluso podía llevarme alguna sorpresa, al encontrarme con algún conocido. No, no era una situación cómoda.

Me acerque al primer coche, por la ventanilla del conductor. Sin atreverme a tocar la ventanilla les hable desde fuera,

“Perdonen…. Disculpen…… oiga……. ¿Me pueden atender un momento?”,

A base de insistir, bajaron un poco la ventanilla.

“Te pasa algo?, ¿tienes algún problema? “me dijo el chico desde dentro.

Era un chaval joven, no pasaría de los 25 años y aunque se habían adecentado un poco para bajar la ventanilla, se veía que estaban en plena faena. A la chica no se la veía.

“No, no tranquilo, no me pasa nada, solo que me preguntaba si os gustaría usarme”, le dije poniendo la voz más tierna del mundo, pique podía ser su madre.

“¿Usarte?, ¿qué quieres que me la corte mi novia?, anda, anda”, me respondió cerrando la ventanilla.

Probé con el siguiente coche. El resultado prácticamente el mismo.

SE me acercó Simón,

“Pruebe con la ventanilla de las chicas, es el mayor obstáculo. Si ellas quieren está hecho, pero tendrá que ganárselas a ellas”, me dijo.

Eso ahora encima tener que ir mendigando a las tías que dejaran al novio que me usara, aunque también pensé que podía ofrecerme para que me usaran ellas.

Fui al siguiente coche, y cambié la estrategia. Me fui a la ventanilla de la chica. La hable igualmente y abrió más rápido. Estaba con las tetas al aire.

“Perdona, que os moleste. Me pregunto si te gustaría usarme”, la dije.

“¿Usarte?, ¿cómo?”, me dijo la chica. Era jovencita, 21 o 22 años y seguramente vio a una loca allí diciendo que la usara sin saber muy bien cómo podía hacerlo.

“Pues no sé, a lo mejor has tenido la fantasía de que una mujer te coma el chichi, o comérselo tu a ella”

“Bueno no sé, quizás alguna vez lo he imaginado, pero no ahora, no sé.”

Por suerte el novio la animaba”,

“Vamos Rosa, eso tengo que verlo yo”, la decía entre risas.

“¿Seguro?, dijo ella.

“¿La dejamos que pase atrás?

“Vale, venga, jaja, jo que corte, y encima contigo delante”, dijo la chica yéndose hacia el asiento trasero.

Me abrieron y entre.

Nos dimos dos besos.

“Soy Rosa”, me dijo

“Yo Patricia”, la dije, ¿“quieres comer o que te coma?

“Mejor come tú tendrás más experiencia”, me dijo tumbándose en el asiento. Recordé la paja que la había hecho a Inma en el sofá, y decidí repetírsela a Rosa.

Empecé por lamerla desde la frente, hasta los pies, entreteniéndome en los ojos, los labios, los pezones, el ombligo, las ingles…

El chico miraba desde el asiento de adelante, con cara de divertido ante la escena.

La recogí los pies, separándola las piernas, con lo que se quedó totalmente expuesta. La fui recorriendo toda la vulva con el dedo, llegando incluso al ano. Rosa tenía los ojos cerrados y se dejaba hacer, suspirando de cuando en cuando.

Cambié el dedo por la lengua, me entretuve en hacerla vibrar el clítoris y bajar la lengua por su raja, abriéndola los labios.

El chico cada vez estaba más metido sobre nosotras mirando. Al final tenía su vagina a la vista. Era todo muy rosa, señal del poco uso que había tenido aquel coño. La fui acariciando la zona del clítoris con el dedo, mientras mi lengua la recorría la vagina en círculos. Ahora ya los suspiros, jadeos y gemidos, eran constantes en Rosa.

La metí el dedo corazón en la boca para que lo lamiera y luego se lo metí en su coño. Como en el caso de Inma, la busque el Punto G era una pequeña lentejita detrás del clítoris. Vi que aquella chica estaba muy mal follada. El chico debía de tener muy poca experiencia también. Suspiraba, bufaba, gemía, jadeaba, se correría en nada.

“¿Te puedo tocar?, me dijo el chico.

“No puedes. Debes tocarme”, le contesté. Sin dejar de trabájame a su chica.

“¿Y follarte?, volvió a preguntar.

“Mi coño está a tu disposición”, le dije.

Rosa no decía nada. Estaba a lo suyo. El chico salió del coche todo palote y se vino a la parte de atrás, yo tenía medio cuerpo fuera del coche, así es que no le resultó muy difícil follarme. Según llegó, me la metió y empezó a bombearme con rapidez y fuerza.

Otro pensé yo que se va a correr en nada

Rosa cerraba los puños respiraba con mucha fuerza, su pecho se elevaba bastante del asiento y volvía a apoyarlo. Estaba arqueando las caderas, incrementé la velocidad del toqueteo. Empezó a pegar botes seguidos en el asiento y a gruñir, que poco a poco se fue transformando en gritos. El chico ante aquello, se corrió como seguro hacia mucho que no se corría, dentro de mi coño.

Rosa expulsó un buen chorro de flujo por su coño. El chico miraba atónito. Rosa tenía la cara desencajada y no paraba de dar gritos, que fueron disminuyendo poco a poco a medida que le fue bajando la intensidad del orgasmo. Tenía todo el cuerpo brillante, sudoroso.

“Dios”, decía una y otra vez

Al final abrió los ojos, para asegurarse de donde estaba,

“JOdeeerrr”, dijo,” jamás pensé en llegar a sentir tanta cantidad de placer en todo mi cuerpo”

“Y tú, ¿has aprendido?, le dijo al chico

“Si, yo y todos estos”, dijo el chico mirando hacia los alrededores.

Nos incorporamos las dos, y miramos. Las otras parejas habían salido de los coches, y estaban en torno al nuestro, viendo la escena. Los chicos tocándose el paquete como desesperados y las chicas cerrando como podían las piernas para calmar un poco a sus coños.

“Dios, como he puesto todo” dijo al ver el asiento y a mí misma, llenos de su flujo.

“Perdona Patricia, no he podido contenerme”, me dijo con cara de querer explicar lo inexplicable.

Salí reculando del coche, y me encontré con la sorpresa, de que dos parejas más se ofrecieron voluntarias para que repitiera lo de Rosa con sus chicas, y una de ellas la primera, la que me dijo que si quería que se la cortara la novia.

Simón intervino, y les dijo,

“Ya volverá otro día ahora tienen que irse”

Se oyeron y vieron gestos y murmullos de desaprobación.

Yo me vestí, me subí al coche, y nos fuimos de allí a por mi coche.

CONTINUARA