Empresaria de profesión, puta por vocación - 6

La historia de patricia, una madura empresaria, con unas fantasías sexuales desmedidas

CAPITULO Vi

CONTINUA LA TERAPIA (II)

Mientras pasaban los 20 minutos, hice un poco balance de la mañanita.

Había tenido de todo un poco. Sin duda la exhibición, tanto ante el vejete como ante los chicos posteriormente había sido morbosa.

Las pajas del y al vejete, también, y no solo morbosas, sino también orgásmicas, en cuanto a lo de acompañar a los chicos al bajo, bueno realmente no había sido una violación, aunque sí me habían usado a su antojo. Había estado indefensa, e incluso si me hubieran querido retener más tiempo allí no habría podido hacer nada por evitarlo.

Pero, aun así, el hecho de que participaran mis hijos, ya sea como violadores, o como inductores a la violación, me seguía excitando enormemente.

Yo ya había pillado la técnica del instructor. Él quería que viviera todas y cada una de filias a ver si así conseguía que ya no supusieran una obsesión para mí. Pero no iba bien. Al margen de las señales de las cuerdas, de la posición y de los hematomas del culo, me lo había pasado bien en el bajo con ellos.

Inmersa en estos pensamientos, no controlé el tiempo, pero a los 20 minutos, como un clavo, Inma entró en mi despacho, llevando consigo una palangana y unos paños en la muñeca.

Dejo la palangana y los paños en la mesita junto al sofá, y volvió a la puerta y la cerró con llave.

“Bueno, Doña Patricia, aún está un poco caliente el agua, pero puede irse colocando en el sofá”, me dijo con total naturalidad.

“¿Colocando?, como ¿quieres que me ponga?”, la pregunté.

“Pues tiene que tumbarse boca abajo. Y yo, para evitar que se moje, la diría de quitarse la falda y la braga, pero eso ya usted misma”, me dijo como diciendo depende de lo estrecha que seas.

“Está bien”, la dije levantándome

“¿Has cerrado bien la puerta?”, la pregunte.

“Si señora”, me contestó.

Me dirigí hacia el sofá, quitándome la falda, y justo antes de tumbarme, me quité también la braga, tumbándome boca abajo.

Inma, me miró las marcas del culo, y mientras se ponía unos guantes de látex, me dijo,

“Señora, por las marcas que tiene en las nalgas, y por las marcas que tiene en los tobillos y muñecas, creo que esto no ha sido de una caída, ¿verdad?

Chica lista.

“No, la verdad es que no”; la contesté.

“Bueno”, insistió ella, “esto nos llevará un rato, si quiere mientras le aplico los fomentos, puede contarme lo que sea”

“Inma, no hay nada que contar”, la dije con voz tajante.

“Doña Patricia, las marcas de muñecas y tobillos son de ataduras, y las del culo, de haber sido golpeado con algún objeto sólido”, me dijo ella con unas dotes de adivinación increíbles.

“Bueno, pues si ya lo sabes tú todo, ¿qué quieres que te cuente?, la dije con voz alterada.

“Perdón, señora no quise molestarla. No debí meterme donde no me llaman”, me dijo ella con voz temblorosa.

“No, no, tranquila, perdona mi forma de hablarte, pero es que llevo una mañana un poco complicada, estoy aquí enseñándote el culo, y encima me has adivinado lo que ha pasado. Pero está bien, te lo contaré, te estas preocupando por mí, y sé que puedo contar con tu discreción”; la dije.

“Por supuesto señora”, me contestó.

En ese momento me aplicaba el primer fomento en la nalga derecha. La sensación, después del hielo, de aquel paño caliente, con sal, fue de escozor, ardor, y no sé qué más, y no pude evitar el lanzar un leve quejido.

“Perdón”, se apresuré ella a decirme

“No, tranquila, sigue”, la dije, mientras empezaba a relatarle toda la historia con pelos y señales.

A medida que fui contándole todo a Inma, me fui relajando.

Ella me dejaba hablar evitando hacer ningún comentario que pudiera cortarme.

Los fomentos también iban sucediéndose y la verdad es que notaba las nalgas bastante aliviadas.

Me entretuve en contarle también lo del día de hoy como parte de la terapia para la lucha contra las filias.

Supongo que sabiendo que ya se acaba mi historia y en esta última fase se mostró más participativa.

"Pues sí ha tenido esa postura, habría que darla también unas friegas con thrombocid, para aliviar la zona, que seguro está sobrecargada", me dijo.

"Haz lo que creas conveniente", la dije.

En qué hora la dije eso.

“Tengo que decirle, señora, que algo me imaginaba yo. La verdad es que no algo tan extremo, pero sus continuos “descuidos” en la ropa, las salidas a horas no habituales, las veces que se encerraba aquí, sin aparente motivo, todo eso me hizo suponer que alguna cosa había”, me decía todo esto sin dejar de secarme las nalgas con una toallita seca que había traído.

“Bueno ahora voy a aplicarla la crema. Tengo que apretar, y seguramente le molestará un poco, Pero no vea que aspecto más diferente tiene esto ahora. La piel se ha hidratado con el agua de los fomentos y la zona se ha deshinchado considerablemente con el hielo.

Ahora con la crema, q he traído la fuerte, absorberá parte de los trombos, y facilita el fluido sanguíneo que también ayuda a que desaparezcan los hematomas, y como quiero también aplicársela por la zona lumbar, voy a subirla un poco la blusa, para no mancharla. Bueno casi mejor se la voy a quitar. Así habrá menos peligro de que se manche”, me dijo con una seguridad que me desconcertaba.

Me giro lateralmente un poco para poder desabrochar los botones de la blusa, y me sacó primero una manga, y luego la otra, dejándome con el sujetador como toda prenda de vestido.

“Ya sabrá que el éxito de casi todas las cremas que se absorben, es el aplicarla el tiempo suficiente para que la piel la absorba del todo”, me dijo mientras empezó a extender la crema por mis nalgas. Eso sí, tendrá que evitar que D. Víctor, le vea este culo, o tener preparada una buena disculpa, ya que es una zona muy castigada para ser de una caída.”

“Sí, así es” la dije yo, que ya a esas alturas, tenía todos los músculos de mi cuerpo sueltos y relajados, y estaba con las manos cruzadas por encima de mi cabeza. Víctor es mi marido y pese a que algunas veces le he pedido que me azote el culo, se supone que solo lo hace él, así es que efectivamente tendría que procurar que no me lo viera.

“Joder Inma, vales para todo. Que masaje más guay me estás dando”, la dije.

“Gracias, señora, pues me hacía falta un aumento de sueldo. Yo ahí lo dejo, jajaja”, me dijo añadiendo a continuación, “Es broma es como el anuncio ese de la lotería”

“Aumento no sé, pero un sobrecillo, como sigas así si te estas ganando”, la dije. Me tenía en la gloria.

Estuvo un buen rato extendiendo la crema tanto en las nalgas, como en la zona lumbar. Seguro que penetró bien penetrada.

Al rato, me dio una pequeña palmada en el culo, diciéndome,

“Esto ya está listo”

“¿Ya?, jo, qué pena con lo bien que das los masajes”, la dije.

“Pues en el baño tiene aceite corporal. Si quiere la doy en el resto del cuerpo, yo por mí encantada”, me contestó.

“¿En serio lo harías?”, la pregunté.

“Claro señora, tengo que intentar que, en vez de un sobrecillo, sea un sobretón, jaja”, me dijo la espabilada.

“Cuenta con él, pero necesito un masaje profundo para relajarme bien”, la dije.

Se fue al baño, y volvió con el frasco del aceite y con un par de toallas de baño que había para cubrir el sofá.

“Levántese un poquito, porfa”, me dijo.

Lo hice.

Extendió las dos toallas en el sofá.

“Ya puede tumbarse”, me dijo.

“Boca abajo, ¿no?”, la pregunté.

“Si, empezaremos con la parte que ya está medio tratada”, contestó.

Me tumbé boca abajo como estaba antes.

Pronto sentí el chorro de aceite caer sobre mi espalda.

“Me voy a quitar el vestido”, dijo Inma, “corre peligro de mancharse también”.

“Seguro que has cerrado bien la puerta, ¿no?”, la volví a preguntar.

“Sí, sí, no se preocupe. Además, hasta dentro de hora y media no volverá la gente de comer”, me dijo.

“Oye, pues entonces quítate lo que quieras”, la dije, ya dejándome llevar.

Noté sus manos recorriendo mi espalda.

“Antes de empezar a trabajar aquí, estuve haciendo un curso de Técnico de masajes terapéutico y relajantes. Siempre me ha gustado mucho dar masajes, y no se me da mal.”, me dijo mientras empezaba a masajearme.

“Aquí tenemos una pequeña contractura”, me dijo presionando en un punto determinado de la espalda.

Me dolió, pero aguanté. Yo me había dado muchos masajes antes, y sabía que, para quedarte relajada, antes había que sufrir un poco.

Cuando llegó a la tira del sujetador, me dijo,

“Con permiso”,

Y me lo desabrochó.

Continuó el masaje por la espalda. Yo no me quedé dormida, no sé muy bien por qué.

Cuando terminó con la espalda, bajo hacia los muslos. Se saltó la zona lumbar y las nalgas, por tener ambas zonas doloridas y resentidas, y haberlas tratado previamente con el thrombocid.

En los muslos y pies no se entretuvo mucho. Según ella los tenia bien.

“Dese la vuelta”, me dijo.

“Por delante también?”, la pregunté.

“Vamos si quieres, pero qué duda cabe que por delante también es necesario un buen masaje”, me dijo ella.

Yo ya me estaba girando para ponerme boca arriba. Me vería totalmente desnuda y no solo de espaldas, también de frente, pero bueno tampoco creo yo que se asustara demasiado.

Ahí, ya flipé un poco porque para darme el masaje que empezó en la cara, se puso a horcajadas sobre mi estómago. Antes de cerrar los ojos, para dejarla hacer, la observe la cara, estaba como emocionada, de poder dar un masaje a su jefa.

Me fue pasando sabiamente sus dedos por mi cara, mientras en los movimientos para darme los masajes, notaba el roce de su tanga en mi estómago, y o eran imaginaciones mías, o lo había notado húmedo.

Siguió con mi cuello. Me entro una curiosidad tremenda por saber que haría cuando llegara a mis pechos. Y no tuve que esperar mucho para comprobarlo.

Bajó como un escalón en mi cuerpo, y ahora estaba sobre mi pubis. Me masajeó los pezones, con especial atención a mis pezones, mientras decía,

“Habrá que masajearlos bien, que seguro que también me los maltratan”

En serio que, hasta ese momento, me había tomado el masaje como algo totalmente terapéutico, o a lo sumo relajante. Pero ahora, después de hablar de “sus” pezones, estaba rozando descaradamente su tanga y, por ende, su coño, sobre mi pubis, y ya lo creo que estaba mojada. Y yo no pude por menos que empezar a excitarme con ello. Nunca me había acariciado una mujer con fines sexuales, pero aquella, y encima mi secretaria, lo estaba haciendo.

Estuvo un buen rato sobándome los pezones, por un momento pensé que me los comería, pero siguió bajando con sus manos hacia mi estómago.

Había vuelto a descender. Ahora su tanga estaba a la altura de mis muslos. Yo recogí lentamente la pierna derecha, para que pudiera apoyar mejor allí su coño. Inma, no tardó nada en percatarse, y en hacerlo.

Ahora los roces, se tornaron en frotamientos, cada vez más intensos mientras sus manos ya habían alcanzado mi vulva. Dejo caer un chorro de aceite por ella, y acto seguido sus manos fueron como atraídas por un imán hacia mi vagina.

Empezó a frotarme el clítoris con dos dedos,

“¿Te gusta jefa?”, me preguntó con voz de ternera degollada.

“Quítate el tanga, quiero sentir ese coño en mi muslo”, la dije.

No tardo casi ni lo que tardé yo en decírselo. El tanga y el sujetador, salieron volando.

Como dije antes, no tenía la más mínima experiencia en sexo con mujeres, así es que esperé que ella si la tuviera.

Me dijo,

“Siéntate, jefa”

Yo m e senté ella ya lo estaba, y se pegó literalmente a mí de manera que nuestros coños, se tocaban.  Me cogió con sus brazos por debajo de los míos, echándome aún más hacia ella. Y ni corta ni perezosa, empezó a morrearme. Yo no solo no la rechazaba, sino que la abracé de igual forma, frotando fuete mis tetas contra las suyas.

Inma empezó a mover la pelvis, arriba y abajo, frotándola con la mía. Realmente eran los clítoris los que se rozaban. Aquello no había quien lo soportara. A los pocos minutos empecé a tonar un calor intenso en el coño, muchas palpitaciones y terminé corriéndome como una cerda, delante de mi empleada. Ella me dijo,

“Que puta eres jefa. Sigue moviéndote para que yo también me corra”

Así lo hice, y a los pocos instantes ella también se corrió.

Terminamos las dos en la ducha, con el firme propósito de hacer como que aquello no había pasado.

CONTINUARA