Empresaria de profesión, puta por vocación - 4

La historia de patricia, una madura empresaria, con unas fantasías sexuales desmedidas

CAPITULO IV

CONTINUA LA TERAPIA

Cuando terminé le pedí un clínex, del paquete que le había dejado antes de ponerme a hacer pis, para limpiarme.

Sea acercó abriendo el paquete y sacando uno. Yo seguía agachada y con las piernas bien abiertas. Cuando sacó uno, yo extendí mi brazo para que me lo diera, pero en vez de dármelo me dijo,

“Puedo limpiarte yo?

“Si claro, le dije incorporándome, pero manteniendo las piernas bien separadas. Él fue bajando su mano hacia mi coño, sin apartar su mirada de la mía.

Al final noté el contacto del clínex, en mi coño. No puede por menos que emitir un suspiro.

El hombre, se esforzó más en pajearme que en limpiarme, y yo, me dejé hacer.

Oímos unas voces, y él me dijo,

“Agáchate, agachados no nos verán”,

Estábamos jugando a los quinceañeros que se esconden en cualquier sitio para meterse mano.

Yo, tampoco sabía si tenía que seguir, dejarle hacer el hombrecito o parar. El instructor no me había dicho nada al respecto.

Le pedí un segundo al hombre,

“Disculpa un momento”, le dije.

Le mandé un wasap al instructor,

“Sigo?”, le pregunté.

Me contestó al instante,

“Se tu misma, perra. Me gusta la escena”.

Nos agachamos. Al hacerlo lógicamente mi coño se abrió aún más. El hombre ahora ya había abandonado el clínex, y solo utilizaba sus dedos. Recorrían toda mi vulva, llegando incluso al ano. El hombre, solo tocaba, como queriendo ver mis reacciones.

Yo suspiraba, respiraba hondo, aquella situación me estaba poniendo mucho.

Él también se dio cuenta de que mi coño, estaba otra vez mojado, y esta vez no era del pis, que ya lo había limpiado antes. La yema de su dedo índice buscaba mi clítoris.  A cada toque, era un respingón mío, y aquel hombre le gustaba tocarlo, pero alternándolo con movimientos en círculos alrededor de él.

Aquello lo repitió hasta la saciedad, yo ya estaba prácticamente colgada de sus hombros. El aceleraba su quehacer con el dedo. Cambió de dedo, y pasó a hacerlo con el dedo gordo. Mientras el dedo corazón se dirigía con toda intención a mi vagina. Al toparse con ella, el hombre chapoteo un poco con su dedo en mi flujo, para que yo misma oyera lo mojada que estaba.

Lo introdujo en su totalidad. La posición ayudaba a todo. Yo estaba allí con un desconocido, 15 años a lo mejor mayor que yo, en cuclillas detrás de unos arbustos, y a punto de correrme como una cerda.

No se entretuvo en follarme con el dedo. Fue buscando la parte interior del clítoris. Cuando la encontró estuvo apretando con ambos dedos el clítoris por delante y por dentro.

Un tremendo latigazo recorrió mi cuerpo desde el clítoris hasta el cerebro. Le acompaño un temblor que me sacudía todo el cuerpo. No pude aguantar la posición, y caí sentada en el suelo. Él no paró, y pronunció unas palabras que me sonaron a mágicas,

“Vamos zorrita, córrete bien para este abuelete. Quiero ver tu cara de niña mala mientras lo haces”.

Mis jadeos, gemidos, suspiros se aunaron en uno que resultó un fuerte grito, ahogado por la boca del hombre que empezó a comerme la mía. El no paraba. Yo no sé el tiempo que estuve corriéndome. Aquello no se terminaba nunca. Cuando él veía que bajaba mi ritmo, aumentaba el suyo. Cuando ya se cansó seguro que la mano ya no le respondía, levantó su mano y me la enseñó. Estaba toda llena de flujo, de un flujo denso y blanquecino,

“Lame perrita”, me dijo.

Yo me afané por limpiarle la mano de mi flujo. Siempre había pensado que comerse un coño, sería algo superior a mis fuerzas, y ahora me estaba comiendo mi flujo como si tal cosa.

Al final, yo sentada y el de rodillas, permanecimos unos segundos mirándonos.

Le di las gracias por el clínex y le pregunté si él no tenía ganas también de hacer pis.

Le dije que yo vigilaría esta vez. Dudo un poco al principio, pero dijo que también tenía algo de ganas.

"Le ayudo", le dije aproximando mi mano a su bragueta.

El respondió,

"Como quieras, eres muy amable".

Le baje la cremallera, metí mi mano en su pantalón y le saque la polla despacio.

Efectivamente las apariencias no engañaban. El bulto que se adivinaba en su pantalón, correspondía a una polla semi erecta.

Sujetándole la polla con una mano, metí la otra dentro de la bragueta para sacarle los huevos también. Así que estaba sujetándole con una mano los huevos y con otra la polla, sintiendo como esta no paraba de crecer en mis manos.

Yo pensé para mí que con esa erección y siendo vejete no le seria fácil orinar así que puse cara de inocente y le dije,

"Igual si te ayudo un poquito te es más fácil orinar".

Él sonrió, lo cual interprete yo como un gesto de que podía hacer lo que quisiera.

Me puse de rodillas delante de él, y comencé a darle besitos y chupaditas en su pene. Como veía que le gustaba y que no ponía resistencia fui poco a poco subiendo el tono y acabé con toda su polla dentro de mi boca metiéndola y sacándola.

La verdad es que al hombre se le veía disfrutar, pero aún era algo tímido, así que tras un rato chupándosela le tome ambos manos y se las coloque a ambos lados de mi cabeza animándole a que la agarrara y la moviera para poder follarme bien la boca.

Pensé en ese momento en intentar que me follara el coño, pero descarté la idea ya que el lugar no era muy apropiado ya que tendría que hacerlo de pie y no sé si él estaba para esos trotes. Al cabo de un par de minutos estaba notando su semen derramarse dentro de mi boca.

Con la boca llena de su semen, le miré a la cara y sin poder pronunciar bien le dije:

"Gracias", me lo tragué todo y me relamí los labios.

Me acerque a su polla y se la limpie con mi lengua con mucho cuidado. Me levanté le di un besito en la mejilla y me despedí de el con una sonrisa dándole una vez más las gracias.

En concreto le dije,

"Muchas gracias por haberme hecho correr como una cerda, y por haber dejado chuparle y dado de beber su semen".

Creo que el buen hombre debió de pensar que estaba como una puta cabra pero al mismo tiempo que le acababa de ocurrir un milagro, una de esas cosas que solo pasa una vez en la vida.

Salimos de los arbustos, y yo tiré por el camino central hacia la salida del parque. No obstante, antes de salir me pare y consulté el móvil. No sabía si mi instructor querría algo más allí.

Recibí un wasap,

“He de reconocer, zorra, que hasta yo me en empalmado viendo la escena. Ha sido tremenda, he de felicitarte. Ahora llámame y cuéntame que tal te sientes después de esto”

Busqué un banco, pero por allí no había así es que me senté en el bordillo que delimitaba el camino. Seguía preguntándome como aquel tío me veía hiciera lo que hiciera.

Le llamé,

“Hola Señor instructor”, le dije, “Contestando a su pregunta, le diré, que me siento bien, casi diría muy bien. Me he exhibido, dejado pajear y mamado hasta que se ha corrido a un extraño, me he tragado su leche, cosas que nunca antes hubiera creído poder hacer, y la verdad es que me siento muy bien.”

“Bien, has experimentado, me atrevería a decir, la dulzura de un hombre mayor que ha visto en ti una ocasión única de poder hacer algo con una puta, sin que le costara dinero.

Ahora quiero que experimentes otra sensación. Se dirigen hacia donde estás tú 4 chavales jóvenes. Tendrán las edades que tus hijos. Recuerda las fantasías que has tenido con ellos y sus amigos. Permanece donde estas, zorra. Junta tus rodillas y separa tus pies, eso hará que tu raja este visible si se acercan a verla. Y recuerda, perra, se tu misma. Luego hablamos”

Colgamos.

Efectivamente por el otro extremo del camino, vi venir a los chicos. Venían con un balón de baloncesto, botándolo sin parar y gritando como hacen casi siempre. Desde lejos debieron de verme, ya que me venían mirando descaradamente. Además, yo no controlaba que es lo que se vería por el costado, la falda se la veía por algo menos de medio muslo, pero no sabía exactamente cuánto.

Según iban llegando, efectivamente pude comprobar que las edades eran las de mis hijos. Afortunadamente no eran ellos ni ninguno de sus amigos.

Con una puntería endiablada, uno de los chicos dejo caer la pelota, que vino rodando mansamente, y se paró a un lado de mis piernas. Por un momento pensé en darle un empujón, y echársela hacia ellos, pero me hice la remolona intentando controlarla con el pie, lo cual me dio incluso la oportunidad de separar más las piernas.

El mismo que la había tirado, vino a por ella.

“Perdona”, dijo agachándose a recogerla.

No tengo que decir que al agacharse su mirada iba a todos lados menos a la pelota. Se unió a sus amigos, venga a mirar hacia mí y contándoles sin duda lo que había visto.

Alguno no debió de creerle, por lo que hicieron otra pasada hacia arriba. Y cual militares que cuando desfilan, se vuelven todos a saludar a la bandera, estos se giraron todos para verme el coño.

Pero el de antes se paró enfrente y me habló,

“Oye, te vemos aburrida, ¿quieres echarte unas canastas con nosotros?”, me preguntó muy ufano él.

“¿Donde?”, le contesté, “aquí no hay canasta”

“Tenemos un bajo a cinco minutos, en el que tenemos instalada una canasta, si quieres…..”

Evidentemente aquello chicos tenían idea de todo menos de echar unas canastas, pero recordé las palabras del instructor, como si quisiera que experimentara ahora el trato de chicos que podían ser mis hijos, así como de nuevo su recomendación de que fuera yo misma.

“Bueno, pero poco tiempo. No tengo mucho tiempo”, les dije.

“Guay”, dijo el chico, “pues vamos, ven con nosotros”.

Me levanté y los seguí.

Durante el camino, que fueron cinco minutos escasos, no pararon de preguntarme cosas,

Cuantos años tenía, si estaba casada, que como estaba por allí sola, si tenía hijos, etc

Yo fui contestando a lo que me interesaba y a lo que no, no.

Al entrar en el bajo, vi que al menos, efectivamente tenían una canasta, y también varios colchones y colchonetas por el suelo.

Empezaron ellos a tirar a canasta. Yo creo que en mi vida había tirado un par de veces a una canasta, así es que mejor que tiraran ellos, aunque al final terminaron por pasarme la pelota.

Yo cogí la pelota y tiré a cuchara, la única forma en que tenía alguna opción de llegar a la canasta.

En seguida vino el de siempre, se puso a mi lado y me dijo como tenía que hacerlo.

Sin duda querían pegarse un buen atracón de ver culo y coño, así es que les di el gusto, e imité al chico.

No tengo ni que decir que la faldita al pegar el salto se me subió hasta el ombligo, con lo que pudieron apreciar bien mi culo y mi coño. Pero me quedé muy lejos de llegar a la canasta.

El chico, muy servil, se puso detrás,

“No así no”, me dijo.

Me cogió las manos por detrás y empezó a dirigirme como tenía que coger la pelota, y lanzarla. Se pegó tanto que notaba su bulto en mi culo.

“Saca el culete para atrás, así coges la posición correcta”, me dijo.

Con eso mi culo se quedó empotrado en él. Los demás miraban entre alucinando y envidiosos.

Pero encestamos, y claro vinieron los otros tres también a celebrarlo. Empezaron a hacer un circulo, conmigo en el centro. Nos abrazamos. Yo pronto empecé a sentir manos por todos lados que poco tenían que ver con los abrazos. Hicimos abrazados una especie de trenecito, y terminamos cayéndonos, o tirándome a uno de los colchones.

Terminé tumbada boca arriba, con los cuatro casi encima de mí.

CONTINAURA