Empresaria de profesión, puta por vocación - 25

La historia de patricia, una madura empresaria, con unas fantasías sexuales desmedidas

Nota de autor:

#Quédate en Casa

CAPITULO XXII

¿ALGO MAS QUE UN JUEGO?

Cuando llegamos a casa, Víctor me dijo,

"Zorra, han llamado los chicos, han tenido una avería en el coche, y no vuelven hasta mañana, así es que hoy servirás todo el día a tus señores, así es que desnúdate".

Mientras lo hacía, pensé si es que nadie pensaba que yo necesitaba descansar, aunque fuera un par de horas tumbada en la cama

La pastilla que me había dado la madame hizo su efecto para aguantar la sesión con los perros, pero ya había pasado y realmente no me tenía en pie.

En cuanto me vio desnuda, Víctor me dijo,

"Date la vuelta, puta, me ha dicho Gálvez que te ha dejado el culo fino, y queremos verlo",

Me giré enseñándoles mis nalgas.

"Guau!!! Si que te ha sacudido bien, me encanta", me dijo mientras los dos apretaban mis nalgas con las manos, produciéndome dolor.

"Ahora muestra el ano, a ver cómo te lo ha dejado el Gran Danés", me dijo Altagracia.

Me incliné hacia adelante y me separé las nalgas con ambas manos.

"Buah, zorra, te lo ha dejado como la boca del metro", me dijo ella, a la vez que me metía varios dedos para comprobar la apertura.

"Vaya salen los dedos manchados de sangre, no mucho, pero hay algo. lávate bien y túmbate un rato. Descansa hasta que te avisemos", me dijo Altagracia.

Vaya, por fin habían pensado en algo más que no fuera humillarme y putearme, así es que antes de que se arrepintieran, me fui al baño de la chica a lavarme y luego me tumbé en su cama.

Yo creo que mi cabeza no había tocado aún la almohada, cuando ya estaba dormida.

Me despertó Altagracia zarandeándome en la cama.

"Vamos, puta, espabila, que tienes que hacernos la comida", me dijo.

No sabía el tiempo que había dormido, pero apenas me incorporé de la cama, me día cuenta de que el cuerpo me dolía, si cabía, más que cuando me acosté.

Fui al lavabo a hacer pis. Me limpie y me pase también otro papel por el ano. No había nada raro. Se ve que al final es destrozo del perro no había sido tan importante.

Fui al salón donde estaba la parejita. No sé si es que me oían llegar y entonces se ponían en pose, o que, pero siempre los pillaba morreando, sobándose, cuando no follando.

“¿Qué desean comer los señores?”, pregunté.

“Es domingo, puta. Toca paella. Mi querida y yo hicimos ayer la compra para que puedas prepararla, y ya sabes cómo nos gusta.

Nosotros, mientras la preparas nos vamos a tomar el aperitivo, dentro de 1 hora estamos aquí, y espero encontrar la mesa puesta y la paella en su punto.”, dijo Víctor.

“Y si necesitas algún estímulo como el que te dio la señora en el garito, Te he dejado seis pastillas en la cocina”, me dijo Altagracia.

Nada más salir por la puerta la parejita, llamé a los chicos a ver que les había pasado con el coche, y cuando les solucionaban el problema.

“Hola, Dani me ha contado tu padre lo de la avería. ¿Ha sido mucho?”, le pregunté. Dani era el mayor.

“Nos dijeron en un taller que era el ordenador del coche, pero que hasta mañana lunes, no podían meterlo en máquina y comprobarlo, y luego si es eso, que lo tenga por aquí, o que tengan que pedirlo, así es que no sé lo que tardarán”, me contestó.

“Y Nacho como esta?”, le pregunté.

Nacho era el pequeño, el que me había salido más golfillo.

“Nacho?, dando por culo, como siempre, jaja”, se rio Dani.

“Jajaja, ¿ya y las chicas?”, le pregunté.

“Todos bien, mama. El único problema ha sido el cochecito, pero bueno a ver si me lo solucionan pronto”, me dijo Dani.

“Vale hijo pues nada, mantenme informada, y un beso para todos”, le dije.

“Igual mami para ti”, me contestó él.

Me centré en la elaboración de la paella. De sobra sabía yo como le gustaba la paella a Víctor, y bueno ella siempre comía de la que hacía para nosotros o sea que tampoco la disgustaría, pero me habían dado el tiempo justo, así es que no podía perder un segundo. Esperaba que hubieran comprado todo lo necesario.

Nada más salir por la puerta la parejita, llamé a los chicos a ver que les había pasado con el coche, y cuando les solucionaban el problema.

Empecé por preparar las verduras para el sofrito, la cebolla, los ajos, los pimientos.

Puse la paellera con aceite de oliva virgen. Cuando estuvo caliente le añadía las verduras y la sal. Mientras se hacía el sofrito, preparaba el marisco, pelaba las gambas, los langostinos, la sepia, las almejas. Luego añadí el tomate. Puse el fumé a calentar.

Fui añadiendo y removiendo todos los ingredientes. La verdad es que el olor que despedía era buenísimo. Esperaba que el sabor también.

Eché el fumé, el azafrán, las almejas y el laurel, removiéndolo todo para repartirlo por toda la paellera. Cuando empezó a hervir, puse los mejillones, las gambas, los langostinos, bajé el fuego al mínimo, y como ya no había que removerlo, me dispuse a prepararles la mesa a “los señores”.

Para darle más morbo al tema, prepare dos cubiertos uno en cada punta de la mesa, con unos de los manteles de hilo que tenía de los de mi ajuar. Nunca lo había puesto así es que hoy era un buen momento. Recordé mi cursillo de protocolo, que había hecho de joven, para saber cómo montar la mesa cuando tenía invitados importantes, y les dejé el vino a su elección. A la paella lo mejor que le iría sería un vino blanco, quizás un albariño, pero no era yo la que debía decidirlo.

La verdad es que la mesa me había quedado ideal, incluso le había hecho una forma con la servilleta en cada copa de vino.

Hoy abrirse la puerta. Entraron los dos cogidos de la mano.

“Hola chica, ¿ya está la comida?”, me preguntó Altagracia.

“Si señora, a la paella la quedan cinco minutos. No he preparado aperitivo porque los señores vienen de tomarlo, y espero que el señor elija el vino que desean beber en la comida”, la contesté.

“!Oh¡, la mesa está ideal. ¿Que vino te apetece querido?”, dijo ella a Víctor.

“Te parece bien un vino blanco, ¿querida?”, le preguntó el a Altagracia.

“Por mí, perfecto. Ya sabes que bebo poco amor, que luego me pongo muy tontina, y voy a terminar deshidratándote”, le dijo ella entre risas.

“Uhm”, que deshidratación más rica”, dijo el comiéndola la boca. “Chica, asegúrate que durante la comida tenga siempre vino en la copa. Quiero una buena siesta”.

Hay que ver el amor más tonto que les había entrado a estos dos. Bueno seguramente sería todo parte del juego. O a lo mejor no, vete a saber.

“Quieren los señores que sirva ya la comida?”, les pregunté.

“Les he preparado también una ensalada para que puedan comerla mientras reposa la paella”, les dije.

“Muy bien, chica, nos lavamos las manos y nos sentamos”, me dijo Altagracia.

Yo me fui a la cocina a quitar la paellera del fuego, y dejarla reposar.

Llevé un bol con la ensalada, y dos platos pequeños para servirla. También la botella de vino blanco y la hielera. Mientras iba para el comedor, los oí reírse y tontear en el baño. 7

¿Viti, cariño, mira como hago pis. ¿Te gusta el chorrito?, le decía Altagracia a Víctor.

“Que coño de vino blanco para comer yo quiero ese chorrito, jajajaja”

Bueno, bueno, bueno, aquello se estaba desmadrando, pero afortunadamente no les quedaba mucho del jueguecito. O eso creía yo en ese momento.

Al final aparecieron ahora cogidos por la cintura, y ocuparon sus sitios en la mesa. Se sentaron, y les serví la ensalada, así como el vino.

A todo esto, yo seguía totalmente desnuda, y creo que hubiera quedado más fino con un delantalito de esos blancos de doncella, pero no tenía al margen de que no me habían dicho de ponerme nada.

Saqué un protege manteles de uno de los cajones del mueble del comedor, y me fui a por la paellera. Habitualmente ya lo traía la chica servido en los platos de la cocina, pero esta vez quise que vieran la paellera entera. Gracias a que no era una paellera pequeña, solo de cuatro raciones, y pude traerla separada del cuerpo, porque quemaba aun bastante.

Les mostré la paellera.

“Uhmmm, tiene un olor exquisito”, dijo Altagracia.

“Desean los señores que les sirva, o prefieren hacerlo ustedes mismos”, les pregunté.

“No, no, lo haré yo que se lo que le gusta al señor y por supuesto lo que me gusta a mí. Tu retírate a la cocina. Si te necesitamos te llamaremos”, me dijo Altagracia.

“De acuerdo, señora. Ah, una cosa más. No he preparado ningún postre. No sabía si los señores traerían algo de la pastelería”, les dije.

“Pues improvisa estúpida que no hemos traído nada de postre”, me dijo ella en plan despectivo.

“Hay fresas en la nevera. ¿Les apetecen con nata?”, la pregunté.

“Sí, si, lo que quieras, pero déjanos comer de una vez”, me contestó ella.

Me retiré a la cocina. La verdad es que me ponía un monto ocupar el puesto de sirvienta y ver a mi marido utilizarla a ella como esposa, pero tenía serias dudas de cómo íbamos a reconducir la situación. Antes de que llegaran los chicos tenía que hablarlo con ellos.

Mientras esperaba que me avisaran de que habían terminado con la paella, pique yo algo también en la cocina. Desde el mediodía de ayer no había comido más que los macarrones en casa de los padres de Altagracia, y la verdad es que después del desgaste que había tenido, ya tenía hambre.

Al final me llamaron para que les llevara el postre.

Eché la nata sobre las fresas, y las llevé a la mesa, retirando el servicio de la comida. Una vez, servido el postre, les dije,

“Con su permiso, señora, voy a preparar los cafés. ¿Como siempre?”, les pregunté.

Ambos asintieron con la cabeza, y yo me retiré de nuevo a la cocina a preparar los cafés.

SE lo llevé a la mesa, y les pregunté,

¿Desearan los señores algún licor?

“Yo un licor de manzana, sin alcohol, que ya he bebido mucho vinito”, dijo Altagracia.

“Yo un licor de hierbas, chica”, dijo Víctor.

Traje dos vasos con hielo, y saqué las botellas. Iba a servirlo, pero Víctor me cogió las botellas.

“Nos las llevamos al dormitorio. Lo tomaremos allí.”

Se levantaron y se fueron hacia la alcoba. Yo terminé de quitar la mesa y recoger todo. Puse el lavaplatos, recogí los cacharros de la cocina, y me acosté otra vez en la cama de Altagracia a dormir.

Me quedé dormida en un momento. Cuando desperté miré el reloj de la cocina. Eran cerca de las ocho de la noche. Había dormido, más de cuatro horas.  Fui al servicio a hacer pis. No se oía nada por la casa. Supuse que la parejita habría salido a dar una vuelta, aunque me extrañaba que no me hubieran molestado, si lo hubieran hecho.

Subí haciendo el menor ruido posible al dormitorio. La puerta estaba entre abierta, y ellos dos dormidos en la cama como dos bebes.

Decidí que cuando despertaran hablaría con ellos, a ver como reconducíamos la situación.

Espera que al esperar que los chicos volvieran hoy, no hubieran preparado nada para esta noche, porque lo del viernes noche fue muy fuerte, bueno realmente todo el fin de semana, había sido muy fuerte.

La verdad es que habían captado bien mi mensaje, cuando les propuse esta situación.

Me fui al cuarto del servicio a ver la tele. Al rato, escuché que Víctor me llamaba,

"Chica, sube al dormitorio"

Así lo hice. estaban los dos desnudos, sentados en la cama con sus piernas entrelazadas, esperándome.

"A ver, zorra, ven aquí, cómeme el coño. me gustó mucho la corrida que me provocaste el otro día", me dijo Altagracia tocándose el coño.

Vaya, ya me extrañaba a mí que estos no me usarán sexualmente hoy.

Víctor se levantó, dejando sola en la cama a Altagracia, que ocupó el centro de mi cama abriendo bien las piernas. La verdad es que la chica tenía un coño bonito.

me subí a la cama me tumbé boca abajo entre sus piernas dispuesta a comérselo, pero me paró y me dijo que subiera.

Quería preliminares.

En ese momento, Víctor, me dijo,

"Mira puta lo que tengo para ti".

Giré la cabeza y le vi detrás nuestro con un látigo en la mano. también vi, que al entrar me había pasado inadvertido, que había montado en el trípode la cámara de vídeo, y por la lucecita roja estaba grabando la escena.

"Mira bien a la cámara y di si alguien te ha coaccionado para hacer lo que haces o si lo haces por tu propia voluntad", me dijo.

Vaya, quería cubrirse las espaldas.

"Todo lo que hago, lo hago porque así lo deseo. Es más, yo fui la creadora e incitadora de este cambio de roles entre Altagracia, la chacha y yo", dije sin dejar de mirar a la cámara.

"Y porque haces esto?", me preguntó Víctor.

"Porque soy una puta y quería vivir situaciones duras”, contesté.

"Bien, grabo está secuencia para poder explicar bien a mis hijos el cambio que van a apreciar en el comportamiento y actitud de su madre", dijo.

Aquella frase me dejó helada.

Es cierto que yo llevaba un tiempo ejerciendo de calientapollas con los chicos, pero de ahí a que vieran un vídeo mío diciendo que soy una puta, y comiéndole el coño a la chacha…. Al margen de que vete a saber si era el único vídeo que me habían hecho. No había estado pendiente de eso.

Un latigazo en el culo, me hizo salir de mis pensamientos, y centrarme en lo que estaba.

Altagracia me buscó la boca, y empezamos a morrear.

Los latigazos en mi culo, se sucedían con una frecuencia determinada. No eran muchos, pero si bastante intensos. Después de morrear, la baje besando y lamiendo tetas, pezones, ombligo, etc., hasta que llegue a su entrepierna, y me centré en hacerla lo mismo que el viernes.

Altagracia volvió a correrse como el viernes, o quizás algo más intenso y más abundante.

Cuando lo hizo, Víctor se le acercó y la morreo también, diciéndome antes,

“Tu chica, vuelve a tu cuarto. Si te necesitamos te avisaremos”.

”El caso es que yo quería hablar de todo esto, antes de que vinieran los chicos”, le dije.

“No tenemos nada de que hablar, cuando vengan los chicos, ya hablaremos Altagracia y yo con ellos”, me dijo en plan tajante.

Bueno esto era el colmo. No solo no podíamos hablar del tema, sino que además me dice que él iba a hablar con Altagracia con ellos. No estaría este planeando nada raro, ¿no?

Ahora me surgían todas las dudas. Lo mismo había incitado algo que ahora no sabía cómo parar.

Pero al menos lo que sí tenía claro era una cosa, y es que no me iba a pillar por sorpresa. Me adelantaría yo y hablaría con los chicos primero.

CONTINUARA