Empresaria de profesión, puta por vocación - 24
La historia de patricia, una madura empresaria, con unas fantasías sexuales desmedidas
Nota de autor:
CAPITULO XXI
CHACHA DE MI CHACHA Y MI MARIDO (6)
La verdad es que ahora si estaba realmente inquieta. Supongo que el miedo a lo desconocido, pero al margen de lo que había visto en las pelis pornos, una cosa es fantasear con eso, y otra ir a hacerlo.
La mujer me llevo hasta la entrada del cuarto en cuestión. De un armarito, sacó unas bragas.
“Póntelas con cierto cuidado. Son comestibles. A los perros les encanta, y así parece que ellos te desnudan. También te untaré un líquido en las tetas la cara y el coño, eso provocara que el olor les incite a lamerte entera. Como te digo es todo para el show. Son perros acostumbrados a follar mujeres. No has de tener miedo con ellos. Solo déjate hacer. Cuando entres, túmbate en el suelo en una alfombra roja que hay, boca arriba. Los perros entrarán e irán como lobos a por ti. Tranquila. Los clientes estarán sentados detrás de unas mamparas de cristal, para que los perros no los huelan y se distraigan, pero por arriba están abiertas, o sea que podrán y lo harán jalearos, tanto a los perros como a ti. Cuando veas que dejan de lamerte y empiezan a dar vueltas nerviosos en torno a ti. Ponte a cuatro patas. Separa ligeramente las piernas, más que nada para afianzar tu equilibrio. El perro negro, que es el dominante, será el primero en montarte. Antes te lamerá un poco más asegurándose que sigues siendo la perra de antes. Arquea un poco las caderas como sacando más el culo. Eso le pondrá el coño más a su disposición. Una vez que el perro se te suba, notaras como puntea con su polla, hasta que atine con tu coño. Si vieras que no lo hace guíale tú con la mano.”
Estaba flipando de todo lo que me estaba contando la buena mujer. No sé cómo pretendía que procesara todo eso en unos segundos, y encima con el estado de nervios que tenía.
Se fue. Yo me puse las bragas aquellas. Las olí antes intentando adivinar de que estaban hechas, la verdad es que no le note olor a nada en particular, quizás algo a galletas, pero quizás también fueran imaginaciones mías.
Al cabo de un rato volvió.
“Ya están los clientes en sus sitios. Tienes 10 clientes así es que dales un buen show”, me dijo a la vez que sacaba del armarito un frasco de cristal con un líquido dentro. Con la ayuda de un trapo, me untó por las tetas, cara y coño, por debajo de la braga. Aquello si olía como a salsa de algún guiso.
“Una última cosa. Cuando veas que el perro te penetra, pega bien tu culo a él. Notaras que su manera de follar es muy rápida, pero se corre pronto. Quizás se quede pegado. No te alteres ni te preocupes. Tardará un poco, pero saldrá de ti igual que ha entrado. Para el segundo perro, cambia la posición. Ponte con las tetas pegando al suelo y recoge un poco las piernas. Eso hará que tu ano sea lo más al aire. A ver si consigues que te encule. Venga no les hagamos esperar. Para dentro y suerte”, me dijo.
Joder ese “Suerte”, no había sonado muy tranquilizador, precisamente. Abrí la puerta y entre. Veía efectivamente la silueta de los hombres tras la mampara, pero era imposible saber quiénes eran, más que nada por si mis empleados seguían allí. Entre contorneando el cuerpo, y me di una vuelta al lado de la mampara. Aquello embraveció más a los tíos, que empezaron a llamarme de todo. Uno gritó,
“Madame, madame, doy 50 euros más pero que vaya de perra”
La mujer, aparentemente la madame, entro con los dos perros de la correa. Les sujeto, a un gancho que había en la pared, que aparentemente estaba para eso, salió un momento entrando al instante con un collar, una correa unas orejas imitando las de un perro, y unas manoplas que pronto vi que eran para imitar también mis pezuñas.
Me lo colocó todo, mientras me susurraba al oído,
“Nos han salido caprichosos los señores, pero bueno como te decía antes todo sea por el show y el dinero, jaja”.
Yo mientras miraba la cara a los dos perros. Luego me enteré de que eran dos Gran Danés. Eran dos bichos enormes, pero tenían cara de buenas personas. Bueno en este caso de buenos perros.
Ya con mi collar, mi correa, y mis manoplas o lo que fueran en mis manos y pies, me tumbé en el suelo.
La madame, soltó a los perros. Estos sabían hacer su trabajo, vinieron derechos a por mí sin duda atraídos por el olor de la salsa del guiso, y empezaron a lamerme a fondo tanto la cara, como las tetas y el coño.
No sé si habéis experimentado la sensación de la lengua de un perro en la piel, se la nota, grande por supuesto, muy húmeda y algo áspera. La humedad, según me enteré en su momento es debida a la gran cantidad de saliva que generan como un protector natural contra los gérmenes y demás que pueda coger cuando come. La aspereza de la lengua por la cantidad de bultitos que tiene en la lengua, para retener el agua cuando beben. Y estos estaban empezando a usar sus lenguas por todo mi cuerpo. El negro, el dominante según me dijo la madame, fue el que se encargó de comerse las bragas. De un par de tirones se quedó con ellas en la boca y las engullo en un santiamén.
Por puro instinto, recogí las piernas y las abrí, dejándoles que olisquearan y lamieran todo lo que quisieran.
Les miraba las fauces, mientras me lamian. Cualquier perro de esos hubiera sido capaz de destrozarme a bocados si les hubiera dado la gana. Eso no me tranquilizaba mucho, pero esperaba que sabiendo como sin duda sabían que iban a follar, hicieran una excepción.
Empezaba a acusar el efecto de sus lenguas por todo mi cuerpo. Mi coño empezaba a generar más flujo, y eso lo olían y agradecían los canes que cada vez lamian más intensamente. Estuvieron así un buen rato, produciéndome un orgasmo, que fue recogido con gran regocijo de los clientes presentes.
Al final los perros empezaron a moverse inquietos alrededor mío, así es que, recordando las instrucciones de la madame, me puse a cuatro patas. Aquello fue como un toque de arrebato para los perros, y efectivamente el negro, el dominante, fue el primero en subirse a mi cadera. Me sujetó fuertemente con sus patas delanteras por la cadera, y empecé a notar como punteos en torno a mi coño. Tal y como me había dicho la madame.
El funcionamiento de las pollas de los perros no es como la de los hombres. Los perros no erectan, tienen un hueso que atraviesa su pene y lo que hacen es extenderlo o retraerlo en función a su grado de excitación. Lo que si hacen es engordar un poco cuando están fuera del todo. Por eso el porqué de los punteos que pegaban, que al final también eran gratificantes. Se fue acercando a la entrada de la vagina, hasta que al final la metió. En ese momento ya se volvió loco. Empezó a follarme como si no hubiera un mañana, con un movimiento rápido, muy rápido y continuo. Joder aquello era super morboso, y además daba gusto. Yo notaba como su polla iba engordando dentro de mi coño, llenándomelo cada vez más.
El perro no dejaba de moverse. Eso sí nerviosamente, pero una vez que me había metido la polla, se había adueñado de mi cuerpo. Al rato noté un primer chorro, era una eyaculación que tienen estéril y que precede a la buena. A la que suelta, blanca y más densa que la anterior, y ésta ya si cargada de espermatozoides. Justo antes de esta segunda eyaculación, noté como mi vagina se hinchaba considerablemente, como consecuencia del hinchamiento del hueso peneano del perro, también conocido como nudo, y que producía el abotonamiento que todos hemos visto en las calles cuando un perro y una perra copulan.
Aunque había leído varias teorías al respecto, las más aceptada es que este hueso se les hincha para evitar que la perra, en este caso yo, se vaya mientras eyacula, y así todo su semen, llegue a su destino.
El caso es que, en aquel perro, debía de ser un nudo salvaje por cómo me estaba hinchando la vagina. El principio de su polla lo notaba presionándome el cérvix, como queriendo meterse dentro de mi útero e inseminarme directamente.
En ese momento el macho me sujeto el cuello con sus fauces. Aquello me acojonó, he de reconocerlo. Pensé como apriete, me destroza el cuello, pero al momento, noté un gran chorro dentro. La sensación en sí no era muy distinta, pero el morbo de sentirme en ese momento apareada por un perro me hizo acompañarle en la corrida. Era la sensación de sentirse, dominada, humillada, sometida por un puto perro. Al instante soltó mi cuello y se mantuvo en su posición. Jadeaba intensamente, pero no se bajaba, estaba pegado, y bien pegado.
Tuve que esperar un buen rato, hasta que el perro empezó a hacer movimiento de querer desabotonarse. En ese rato, recibí todo tipo de vejaciones por parte de los clientes, todos refiriéndose a mi condición de perra infiel, y de cómo mi macho me doblegaba.
Después de un tiempo indefinido para mí, el perro intento dos o tres veces soltarse, y al final lo consiguió, no sin hacerme un daño relativo por la dilatación lateral de mi vagina. Al sacar el nudo, sonó como el descorche de una botella de cava, y aún tardo unos segundos en sacármela polla, y en bajarse. Notaba como su semen salía de mi coño en cantidad. Miré por puro instinto su polla. Era descomunal, carnoso, rojizo, y el bulto que tenía al final en su longitud era similar a la cabeza de un recién nacido, Si hubiera estado sola con él, hasta me hubiera apetecido comérselo y terminar de ordeñárselo, pero no había tiempo. Ya tenía al otro perro encima. Recordé nuevamente las instrucciones de la madame, tenía que intentar que el segundo perro me encular. Pero si me metía eso por el culo, no sé yo lo que sería de él. Recordé la postura, pegar las rodillas a las tetas. Lo hice.
Aunque el chucho, ya estaba punteando, y era cierto que empecé a notar el punteo cerca del ano. El perro insistía, pero sin mucho éxito, así es que decidí intervenir. Me mojé un poco los dedos en la mezcla de flujo y semen del otro perro del coño, y me lo unté en el ano.
Al siguiente punteo del perro, su polla resbaló a mi ano. No llegó a penetrarme, pero aprendió el camino.
Un par de intento más, y entró la polla en mi culo. Empezó a encularme con la misma rapidez y fuerza que el primero, se ve que no distinguían de agujeros.
Era curioso porque te sujetaban por la cadera como si de verdad pensaran que iba a salir corriendo. Debía de ser por instinto. Las perras lo harían y pensarían que las humanas también.
Empecé a notar ensancharse la polla del can. Sin dejar de pegar empujones, iba abriéndome el culo con una facilidad pasmosa. Esos perros estaban acostumbrados a hacer aquello.
Pegue mi culo a él como me dijo la madame, para asegurarme de que no se le saliera.
Gritos como
“Te vas a tener que comer los garbanzos atados, de cómo te va a dejar el ojete, perra”, salían del sitio de los clientes.
El perro jadeaba con más fuerza y constancia volvía a notar su primera eyaculación, y casi a la vez, la entrada del nudo, que rápido empezó a inflarse dentro de mi recto.
Joder, me ponía muchísimo la situación, realmente era humillante ser follada y enculada por perros. Y más con un puñado de espectadores que jadeaban y se pajeaban viendo el show. Pronto note otro chorro en mi recto. El segundo perro se había corrido. Mi recto estaba muy di8latado por el efecto del nudo, pero si no tiraba el perro no dolía. Y claro, a él también le dolía si tiraba, por lo que no iba a tirar.
Pero con lo que yo no contaba era con los espectadores, empezaron a gritarme,
“Vamos perra, muévete, lleva arrastrando a tu macho”
Estaba claro que eso no iba a hacerlo. Me desgarraría el culo.
La madame, tuvo que intervenir, seguramente por petición popular, o por algún otro tipo de aliciente económico. Sujeto al que me había follado a la pared, y le dio, al que me enculaba, a oler un trozo de carne, supongo que sería.
El perro giró la cabeza hacia la carne y la madame, se la tiró a la otra punta de la habitación, justo detrás de nosotros.
El perro, se giró sobre si mismo y se bajó, quedando los dos pegados culo con culo. Aquello si me dolió, pero más me dolió, cuando empezó a tirar con ánimo de llegar hasta la carne. Evidentemente aquello estaba preparado, y la madame sabía cómo hacer para dar gusto a sus clientes. El perro comenzó a arrastrarme literalmente con su polla tirando de mi culo.
Joder aquello era totalmente surrealista, y a los tíos les encantaba cada centímetro que el perro lograba tirar de mí. Yo intentaba andar a cuatro patas para atrás, pero era complicado coordinarme con los tirones del perro. Pero no fue así, y en uno de los tirones del perro, logró soltarse, eso sí rompiéndome con todas las palabras el culo.
Caí desplomada sobre el suelo. El dolor en el ano era intensísimo. No es lo mismo sacar el nudo del coño que del ano, y encima sin estar aún deshinchado.
Los aplausos y gritos de los clientes demostraban claramente que el show había sido un éxito y les había gustado. La madame soltó al otro perro que vino enseguida a lamerme el ano, sin duda para ver donde la había metido su compañero.
Yo me dejaba hacer, no me quedaba otra, pero la verdad es que el dolor era insoportable.
Al final la madame se llevó a los dos chuchos, y al rato vino a buscarme.
“Genial puta, has estado de diez”, me dijo, “Ahí afuera han dejado ropa para que te vistas. Ya han venido a buscarte y por cierto han presenciado la última parte del show. También les ha encantado, así es que dúchate, vístete y pasa por la oficina que te pague”.
Hice todo tal y como me había dicho la madame. El vestido, era uno de mis vestidos normales del día a día. En la oficina me dio 1500 euros.
“Oye, eres buena, muy buena, cuando quieras me pegas un toque y te puedes venir a echar unas horitas”, me dijo dándome un azote en el culo.
Salí de la oficina, hacia la calle. Fuera estaba la parejita feliz dentro del coche morreándose.
Abrí la puerta y me senté detrás.
Víctor sin dejar de manosear a Altagracia, se volvió y me dijo,
“Pero que puta me has salido zorra. Ahora hasta tendré que comprarte un perrito”
Altagracia, también se giró y me dijo,
“Cuando has ganado para mi familia?
La di los 1500 euros que llevaba en la mano.
“Oye, puta, no está nada mal, Tendré que pedirte tu colaboración más a menudo, jajajaja”, me dijo Altagracia contando el dinero.
Víctor arrancó el coche y nos fuimos para casa.
CONTINUARA