Empresaria de profesión, puta por vocación - 21

La historia de patricia, una madura empresaria, con unas fantasías sexuales desmedidas

Nota de autor:

“Ante todo, quiero desearles a todo un buen estado de salud, y que no hayan sufrido el COVID 19 ni en persona, ni entre los suyos.

Quiero pedir disculpas a todos los que seguían el relato, y se quedaron a medias.

En un principio, ante la magnitud de la pandemia que estamos padeciendo, no me pareció oportuno seguir con el relato, hasta que esto se calmase o se pasase.

Visto que no tiene trazas de pasarse en un futuro próximo, decido continuar con la historia de Patricia, intentando que ello suponga un entretenimiento más en estos difíciles días, y espero no herir sensibilidades de nadie.

Y sobre todo,

#Quédate en Casa

CAPITULO XVIII

CHACHA DE MI CHACHA Y MI MARIDO (3)

Realmente hasta preparar un desayuno, es complicado cuando no lo haces en tu cocina, y no conoces nada de la cocina en que lo vas a hacer. Pero bueno abriendo armarios, y nevera, se encuentra casi todo.

Como no quería equivocarme en las cantidades, le prepare la taza de leche, y una tacita con el descafeinado al lado. Tampoco sabía si tomaba azúcar, sacarina, nada…

Le hice dos tostadas de pan de molde, con muy poca mantequilla. Con su edad, entendí que grasa no debía de tomar mucha.

Cuando estuvo todo listo sobre la mesa, avise a la madre.

“Señora, está el desayuno de su marido”, la dije.

Al momento aparecieron los dos en la cocina. El marido se sentó contra la pared, y la mujer revisó lo que le había preparado. Dio el ok a regañadientes.

Le dijo al marido,

“Mira, Nelson, de aperitivo”, a la vez que me cogía la falda y me la levantaba, dejando mi coño al aire.

Si el hombre ya hubiera empezado a desayunar, seguro que tendríamos que haber llamado a urgencias, porque se habría atragantado. Yo no hice intención de taparme, y dejé que el hombre mirara.

“Venga, tu a lo tuyo”, me dijo la madre.

Y eso hice. Empecé a aplicar la esponja por las líneas de los azulejos. Lógicamente para los altos, tenía que subirme a la silla, y sin duda Nelson, iba a romperse el cuello de mirar debajo de mi falda. Pero yo se lo ponía fácil, porque para mantener mejor el equilibrio, ponía una de mis piernas sobre la encimera con lo que mis piernas, por momentos se quedaban notablemente separadas.

Acabe de dar todo el producto en las juntas, y Nelson aún seguía con el desayuno, y eso que había tenido que moverse un poco cuando me toco la pared donde estaba el, ya que me tuvo a escasos 20 cms, e incluso le apoye una pierna en el respaldo de su silla, con lo que me vio todito, y además muy cerca.

La verdad es que los azulejos habían quedado que parecían nuevos. Espere a que Nelson terminara de desayunar, fregando la cacharrería que tenía la mujer en la pila. Para seguir limpiando necesitaba de nuevo el amoniaco, y no iba a usarlo estando ahí el hombre.

Al final me llevo media mañana, terminar con la cocina. Todos los muebles, la encimera, la vitrocerámica. Apareció la madre.

“Oh, que lindo está quedando. ¿Ya has terminado?”, me preguntó.

“No, me queda fregar el suelo, pero no veo la fregona”, la dije.

“Aquí no hay de eso. Pero en el armario de debajo de la pila, tienes estropajo y jabón de lavar, Yo lo hago de rodillas en el suelo. Bueno, lo hacía, ahora casi ya no puedo”, me dijo.

Vaya tela, me tocaba tirarme al suelo de rodillas y fregar así el suelo. La verdad es que eso no lo había visto hacer ni en casa de mis padres cuando era pequeña. Pero bueno sería como todo, frotar con jabón y aclarar con agua limpia.

Me tiré al suelo, y me puse a fregar. La buena mujer se acercó y me subió la falda, dejándome todo el culo al aire.

“Así queda mejor para los chicos que están mirando por la ventana”, me dijo.

Me volví a mirar, y efectivamente la ventana daba a la calle, y se habían arremolinado ya un montón de chavales, que se pegaban por mirarme. Realmente no tardé casi nada en fregar el suelo, pero ya que tenía espectadores, procuré darles la oportunidad de que me vieran bien, arqueando las caderas para que las nalgas subieran y el coño saliera más hacia fuera.

Me dijeron de todo, lo que incrementó aún más el estado de excitación que me estaba provocando la mañanita.

Aún por la mañana, y antes de hacer la comida, me dio tiempo a hacer el baño, que también tenía un montón de mierda, y el dormitorio.

Ya cerca de las dos, la madre vino y me dijo,

"He pensado que hagas unos macarrones, con chorizo".

Bueno, era de lo más facilito.

"¿Para cuantos hago macarrones, señora?"

"Seremos cuatro, bueno echa alguno más para ti", me respondió.

Pues nada, a hacer macarrones. Puse a cocer los macarrones y le pregunté a la señora,

"Voy poniendo la mesa?".

"Si, mi hijo no tardará en llegar y siempre viene hambriento", me contestó.

Siguiendo sus instrucciones puse la mesa con los cuatro cubiertos.

"¿Hay pan, señora?", La pregunté.

"Uhy, el pan. Se me ha olvidado. Llamo a mí hija a ver si lo trae ella", me respondió.

Altagracia le dijo que bajara yo a la tienda de enfrente, pero que no me diera dinero, que me buscara la vida.

Retiré los macarrones del fuego, y los dejé escurriendo. Bajé, con el ridículo uniforme, prácticamente enseñando el culo, a ver cómo conseguía dos barras de pan, que fue lo que me dijo la mamá que subiera.

Sin duda tuve que ser el fenómeno Paranormal, más fotografiado del día.

Entre en la tienda. El tendero era un tío ya mayor, sudamericano. Me miró de arriba a abajo, y me dijo,

"Que quieres?"

"Dos barras de pan", le dije, "pero no tengo dinero para pagárselo".

"Sin dinero, no hay pan", me contestó tajante.

"Pero cuánto es, se lo pago luego", le dije.

"Son 68,20 y si no pagas, no hay pan", me contestó.

"¿Cómo? 68,20 dos barras de pan?, ¿no le parece un poco excesivo 34,10 cada barra?

"Estuvo antes aquí Altagracia, e hizo unas compras que me dijo vendría luego una loca a por ellas, e intuyo que la loca eres tú", me contestó sonriente.

“Me dijo que eras especialista en dos cosas, en limpiar, y en follar. Limpiar, la verdad, es que ya limpia mi mujer, o sea que no me hace falta, en cambio lo de follar, mi mujer como que follar poco, además ya sabes, siempre el mismo coño, las mismas posturas, cansa. Vamos que me viene mejor tu habilidad folladora”.

Algo así me había imaginado. Altagracia era bastante cabrona, pero estaba representando el papel que les había pedido.

” Bueno, ¿cómo lo hacemos?”, le pregunté con ganas de quitarme ya el mochuelo de encima.

“Déjame que cierre la tienda. Tengo una trastienda, muy acogedora. Vete para allí y vete quitándote esa ridícula ropa que llevas”, me dijo.

Me metí en la trastienda, me quité la ropa, y esperé que viniera.

Entró ya soltándose la correa y el botón del vaquero que llevaba, dejándolos caer.

“Bueno, putita, a ver que tal la mamas”, me dijo sacándose la polla de los calzoncillos.

No tenía mal tamaño de polla, aunque aún estaba bastante flácida. La cogí con una mano y me la metí en la boca. Aquello olía y sabía bastante mal. Seguramente fruto de llevar en esos calzoncillos toda la mañana mezclada con los restos de orina, que seguro se le había acumulado, pero ni sería la primera que mamaba así ni sería la última. Empecé a mamarla con toda intensidad, y pronto noté como aquello crecía en mi boca.

Ya estaba al máximo de su erección y era más gorda y larga que la de cualquiera de los tres de la noche anterior. Quise demostrarle mi buen hacer con la boca, y me la metí entera, pese a las náuseas y arcadas que me produjo.

“Eres buena, puta, hasta ahora ninguna otra puta, había conseguido metérsela entera en la boca, pero para, que me correré, y quiero probarte todos los agujeros”.

Dejé de mamársela.

“Túmbate ahí”, me dijo señalando unas cajas que había en un rincón.

Lo hice. Él me colocó de forma que llegara fácil a mi coño, y empezó a follarme con fuerza y ganas. Estuvo un buen rato dándome, aunque de vez en cuando la sacaba, me la restregaba por el clítoris por el ano, y volvía a meterla, yo creo que estaba evitando el correrse, antes de lo que él tenía previsto. Ahora empezó con un mete y saca alternativo coño y culo, era evidente que quería probar todos mis agujeros, y por otra parte que él mismo sabía que no iba a durar mucho sin correrse. Yo misma me sorprendía de lo fácil que me entraban ahora las pollas en el culo, sea cual fuera su tamaño y grosor.

El hombre empezó a soltar por su boca, toca clase de insultos e improperios, gruñidos, que me avisaron que estaba muy cercano a correrse. Y así fue, lanzó una especie de bramido acompañado de un grito en toda la expresión de la palabra, y me soltó el chorreón en el culo.

Descansó unos segundos, la sacó y me dijo,

“Límpiamela, cerda”.

Así lo hice. Se ve que a los tíos les gusta particularmente que les comas la polla después de sacártela del culo.

“Muy bien, muy bien. Te has ganado la compra”, me dijo, exhausto.

Me puse mi super uniforme, y salí de la trastienda. Espere a que lo hiciera el tendero, me diera la bolsa con las compras y me abriera la puerta.

Salió al poco, ya también más recuperado me dio dos bolsas con la compra de Altagracia y las barras de pan.

Fui tan contenta para la casa, con la compra. Aunque al llegar me esperaba una buena reprimenda por las horas. Al entrar la madre me dio dos bofetadas.

“No nos puedes dejar esperando para comprar dos barras de pan y tardar más de media hora”, me dijo.

“Perdone, señora, pero tenía que pagar”, dije intentando excusarme.

Me llovieron dos bofetadas más, y me dijo,

“Quítate ese ridículo uniforme”

Ah todo esto ya estaban en la casa Altagracia y el hermano. Ambos reían ante la situación, viendo desnudarme. Altagracia con risa malévola. El hermano con risa, de te voy a follar en cuanto pueda.

Me quedé totalmente en cueros, incluso las medias me hizo quitar.

“Los zapatos, quítate los zapatos”, me dijo

Me los había vuelto a poner después de quitarme las medias, pero se ve que no la convencía.

“Ya he terminado yo de preparar los macarrones”, me dijo, “Ves a la cocina a por ellos y sírvelos”, me dijo.

Así lo hice. Totalmente en cueros, fui a por los macarrones y se los fui sirviendo uno a uno.

Al servir a Altagracia, me miró los pezones, y me los pellizco.

“¿Como te dije anoche que tienen que estar?”, me preguntó.

“Erectos, señora”, la contesté.

“Y porque no lo están?”, preguntó mientras me los pellizcaba de nuevo.

“Disculpe señora, no volverá a ocurrir”, la dije disculpándome.

El siguiente en servir fue el hermano, que al margen de cogerme un pezón y estirarme de el con furia, me metió una mano entre las piernas, tocándome el coño.

“Pa, luego nos follamos a la veterana”, le dijo a su padre.

“Calla desvergonzado, la chica ha venido aquí a limpiar, no a que os aprovechéis de ella”, le dijo la madre.

Luego serví al padre, que no dejaba de mirarme las tetas, y por último a la madre.

Yo me fui a la cocina, y allí me puse un pequeño plato que había quedado de macarrones, que me comí con ganas.

Ya casi había acabado cuando escuche, una voz desde el salón,

“Chica, la fruta”,

Entre lo que había subido de la tienda, vi un melón, y ya que no había visto fruta por ningún lado, decidí, llevarlo con cuatro platos, y un cubierto para cada uno.

Antes de salir, me aseguré de que mis pezones estuvieran al gusto de mi señora.

Dejé el melón en la mesa, y puse los platos y cubiertos a cada uno. El hermano de Altagracia no pudo evitar el pellizcarme los pezones, cuando me tocó servirle a él, por lo que se ganó un pescozón de su madre.

“Vete preparando el café, chica”, me dijo Altagracia.

“¿Todos los señores, y señoras toman?”, les pregunté.

“Yo con leche corto de café, con sacarina”, me dijo la madre.

“Yo solo, la leche ya la pongo yo”; dijo Nelson hijo haciéndose el gracioso.

“Yo, ya lo sabes, chica”, me dijo Altagracia.

“Y para el señor?”, le pregunté al padre.

“Él no toma café, tiene la tensión alta”, me dijo la madre.

Me fui a la cocina, y fui preparando los cafés.

Cuando los tuve todos listos, los llevé al salón.

Los serví, y retiré los servicios del postre.

Recogí toda la cocina dejándola como antes de haber empezado a cocinar.

Aún eran las cuatro de la tarde, y quedaba aún mucho para las nueve, que es cuando vendría Víctor a buscarnos. Aunque también quedaba algo de casa por limpiar.

Recogí también las tazas del café, limpié la mesa,

“Señora, ¿quiere usted que limpie el dormitorio?”, le pregunte a la madre.

“Sí, vete para allá, que ahora iré yo”, me contestó en plan enigmático.

Me fui al cuarto y esperé.

El momento, entraron Altagracia y la madre, y detrás de ellas, Nelson padre y Nelson hijo.

“Túmbate en la cama”, me dijo la madre.

Me tumbe.

Altagracia se subió también a la cama por encima de mi cabeza, y me cogió los dos brazos, llevándomelos hacia atrás, y sujetándolos detrás de la cabeza con sus piernas.

Nelson hijo, me cogió una de las piernas y me la abrió sujetándomela también totalmente abierta. Mientras vi como Nelson padre, se iba desnudando. La madre por su parte me cogió la otra pierna, y me la sujeto igual, totalmente abierta.

A esas alturas Nelson padre, ya estaba totalmente desnudo. Se acercó hacia mí con intenciones clara de follarme. Pero aquello no entraba en el plan, nadie me dijo que tenía que follar con Tutankamón.

Al haberme sujetado entre los tres, supuse que querían escenificar una violación, y que yo debía resistirme. Y eso hice.

Empecé a forcejear con ellas, intentando zafarme de sus manos, pero evidentemente era una batalla perdida. No obstante, seguía intentándolo, para el deleite de todos los presentes. Mientras el bueno de Nelson padre, se afanaba en intentar poner dura su pollita, la verdad es que sin mucho éxito aparente.

En ese momento Altagracia comprendió que tenía que actuar, y le pidió a su hermano la correa.

Se puso delante de mí, bueno más concretamente de mi coño, y dijo,

“Pa, quieres tú azotar a esta puta? o se lo azoto yo”.

Aquella debía ser la fantasía de todos los hombres, porque se le iluminaron los ojos.

“Donde puedo sacudirla?, preguntó.

“Donde quieras Pa, es tu juguetito”, le contestó Altagracia.

El bueno de Nelson padre, se lió la correa en la mano derecha, puso cara inequívoca de sádico, y repasó mi cuerpo de arriba abajo.

Blandió la correa en el aire y soltó un golpe seco y certero sobre mi teta derecha.

No puede evitar soltar un grito, que provocó las risas de todos los presentes. A ese golpe le siguieron unos cuantos más, repartidos entre mis tetas y mi coño.

A cada golpe, el padre decía:

“Toma puta, ¿te gusta verdad?”.

No esperaba contestación, y seguía sacudiendo. Me fije en su pollita, ahora había dejado de ser tal, y había adquirido un tamaño decente.

Cuando Nelson creyó que ya la tenía suficientemente dura, se giró hacia su mujer y sus hijos, para que vieran la proeza.

Soltó la correa, y me sujeto con ambas manos de las caderas.

Estaba claro que ahora iba a penetrarme.

CONTINUARA