Empresaria de profesión, puta por vocación - 17

La historia de patricia, una madura empresaria, con unas fantasías sexuales desmedidas

CAPITULO XIV

DESCUBRO EL PASTEL

" La tarde de chicas ", había cumplido ampliamente su objetivo.

Durante la tarde, había recibido un wasap de Víctor, diciéndome que iba a salir a pasear, que si me esperaba o tardaba. Le contesté que llegaría a casa sobre las 21 horas. Aun teníamos que ducharnos, y recoger un poco todo aquello. Baño, dormitorio… Me cogí la toalla para lavarla en casa. Ya la repondría.

Al despedirme le dije a Rosa que tenía mi número, y que cuando quisiera me llamara para una cita, y esta vez de trabajo. Me fui para casa, pero aún me entretuve en parar a comprar en un supermercado. Si Víctor se había ido a pasear, seguramente aún no habría vuelto, y el meterme en casa, solo me hace pensar en lo guarrona que soy y me siento mal, así es que en el super me distraería un poco.

Al llegar a casa, me sorprendió encontrarme la cama desecha.  Iba a bajar a preguntar a la chica, cuando salió Víctor del baño.

"Hola Patri, ¿que tal el día?", Me dijo.

"Bien”, le contesté, “oye, ¿te has tumbado tú en la cama?, está desecha".

"Sí, he estado tumbado un rato leyendo", me contestó, "ahora le digo a Altagracia, que la haga", me dijo.

“Pues has debido de tener una pelea tremenda con el libro, viendo como está deshecha la cama”, le dije.

Eso también me sorprendió. Él nunca se dirigía a Altagracia, y mucho menos por su nombre.

Altagracia era la chica. Era dominicana de 29 años. El nombre era de origen latino, con un gran arraigo en la República Dominicana, según me explicó en su momento.

Llevaba ya años viviendo en España, y se había traído también a sus padres, ya mayores, el padre tenía 71 años, y la madre 68, y un hermano de 35. La familia se mantenía con las pocas ayudas que recibían y con lo que los hijos aportaban.

"No, no hace falta que suba ella, ya la estiro yo", le dije.

Pero antes, tenía que quitarme la ropa, y ponerme cómoda. Me metí en el baño. Me quité el vestido y las bragas, y fui a hacer pis.

Desde pequeña, tengo una manía, no sé muy bien porqué y es mirar dentro de la taza antes de sentarme. No sé si alguien me diría que podía salir de allí un monstruo, y siempre lo hacía. Y aquella vez, no fue una excepción.

Vaya por dios, pensé. Esa taza llevaba ya mucho tiempo que no tragaba bien, y en muchas ocasiones, el agua al tirar se quedaba llenando media taza. Y hoy había tocado.

Solía ayudarme de la escobilla, para hacer de desatrancador, y con suerte, no me encontraba con sorpresas, jaja. Si veía que la taza estaba muy llena, usaba siempre guantes de látex, porque si no metía la mano en todo aquello. A si es que me puse uno en la mano derecha y a darle a la escobilla.

El truco era meterla en el agujero de la taza, bombear unas cuantas veces, hasta que vieras que el agua empezaba a irse.

Y así, pasó, pero en esta ocasión al sacar la escobilla, salió con sorpresa. Si, pero no de la que cabía esperar. Vi como un plástico enrollado en las cerdas de la escobilla. Intenté sacudirlo con la misma escobilla, y al girarla vi que aquello no era un plástico. Era un condón.

Lo cogí con la mano del guante, y lo puse entre dos trozos de papel higiénico para que se secara. Efectivamente, era un condón. Usado, y lo habían atado como frecuentemente se suele hacer para que no se salga y manches la cama o donde lo dejes.

¿Había dicho cama? ¿Qué hacía un condón en mi wc?, Nosotros hacía años que no los usábamos, desde que deje de tener la regla.  ¿Habría sido capaz alguno de mis hijos de traerse a la novia, follársela en nuestro cuarto, y luego tirar el condón al wc?

Pero en ese caso, Víctor me habría dicho que cuando él había llegado, ya estaba la cama desecha, aunque también podría ser que hubieran follado en su cuarto, y luego hubiera tirado allí el condón. Joder, vaya misterio.

Me guardé el condón, como prueba del delito. Hice pis, y me puse cómoda, saliendo del baño.

Me dirigí directa a la cama. La misión era clara, buscar algún rastro en la cama, e que lo que fuera se había consumado ahí. La verdad es que no me costó mucho. Encontré unos cuantos pelos largos negros semi tapados con la almohada, También dentro, vi varios pelos rizados, lo que sin duda provenía de una zona erógena. Fuera coño o polla.

Hice memoria rápidamente. Las dos chicas que salían con mis hijos, ninguna tenía el pelo así de negro. Eran castañas y rubitas, respectivamente, y dudo mucho que tuvieran pelos en el coño. Pero al estar los pelos en la cama, Víctor me estaba mintiendo. No había estado leyendo en la cama. ¿Se habría traído a alguna putita a casa para follársela?

Víctor no era tonto. No sabía que yo vendría tarde, y además los chicos podrían estar también en casa, o sea que eso era totalmente descartable.

Recogí todos los pelos que pude tanto de la cabeza como de abajo, de donde fueran, e hice la cama.

Bajé para la cocina, quería hablar con Altagracia, a ver si ella había visto algo raro.

Cuando llegaba a la cocina, Víctor, salía de ella.

“Le he preguntado a Altagracia si tardaba mucho la cena. Tengo algo de sueño”, se apresuró a decirme.

“Vale, pero yo no te he preguntado”, le dije.

Cuando entré en la cocina, se me encendió la luz. No obstante, la pregunté a la chica.

“Oye, Altagracia, ¿tú has visto algo raro esta tarde aquí?, la pregunté.

“Algo raro, no, no señora”, me dijo bajando la mirada.

Su pelo largo y negro como el carbón esa mirada baja, la salida de Víctor de la cocina, desconocía si tendría el coño rasurado, pero apostaba que no. Víctor no tenía pelos y sin duda los que había encontrado pertenecían a ella.

Así es que cerré la puerta, me senté en una silla, la dije que se sentara enfrente, y la pregunté directamente.

“¿Te has acostado con mi marido?”

“¿Cómo, señora?, ¿Por qué dice eso?, me contestó con voz temblorosa.

“Aquí la que pregunto soy yo, y solo quiero un Si, o un No. Pero piénsate bien tu respuesta”, la dije.

“Yo, señora, yo…”,

“Vale ya me has dicho bastante. Espera un segundo”, la dije.

Salí y pegué un grito,

“Víctor, ven a la cocina”

Vino casi de inmediato.

“Siéntate, por favor”, le dije.

Lo hizo.

“¿Tú crees”, le dije sacando del bolsillo, la bolsita de plástico con el condón y los pelos, “que, si pido el ADN de este semen, y de estos pelos, encontrare alguna coincidencia con el ADN tuyo y de Altagracia?

“No sé a que te refieres”, me dijo él con un tono totalmente a la defensiva.

“Desde cuándo os acostáis?”, les pregunté.

Altagracia agachó la cabeza, y Víctor tardó en contestar,

“Está bien. A ella no la eches la culpa de nada. Todo ha sido culpa mía”, me dijo.

“Eso está bien Víctor, siempre tan galante, sacando la cara por tu amada”, le dije, “pero que sea la última vez, que lo hacéis en mi cama”

Ambos me miraron con los ojos como platos. Pensaban que iba a montar un número tremendo. Y mi reacción era la típica de una persona, que tenía mucho que callar.

“Y tu criatura”; le dije a Altagracia, “rasúrate ese coño. Vas dejando pelos por todos lados, y es antihigiénico”

“Este fin de semana, se van los chicos a esquiar. Os quiero a los dos aquí todo el fin de semana. Tú, Altagracia, di en tu casa que tenemos algún evento y tienes que permanecer aquí, y mañana mismo te vienes a mi esteticien para que te depile con láser el coño, ¿entendido?”

Salí de la cocina, dejándoles a los dos con dos palmos de narices.

Víctor, salió detrás mío.

“Espera Patricia”, me dijo.

Me volví hacia él con cara de pocos amigos.

“Que quieres”, le dije.

“Pues que tendremos que hablar esto, digo yo,”, me dijo.

“Ya hemos hablado todo lo que teníamos que hablar. Y si te ha sorprendido mi reacción, te diré que yo también tengo mucho que callar”, le contesté.

Su cara ahora era de un mayor desconcierto.

“A ver, a ver, me ha dicho Altagracia, que te andas insinuando a los chicos. No te habrás acostado con ellos o con alguno, ¿no?, me dijo.

“Y si lo he hecho, ¿que?”, le contesté.

“Dios, no me lo puedo creer”, dijo él.

“Pues créetelo”, le dije, “no estoy tan pervertida como para acostarme con mis propios hijos, como otro que se acuesta con una que, por su edad, podría ser su hija”.

“Buff, la verdad es que cuando me lo dijo Altagracia, me excito bastante lo que me contaba, de cómo bajabas a desayunar solo con el albornoz y dejabas intencionadamente que se te abriera, para que los chicos te vieran todo, pero ahora al pensar que realmente lo habías hecho, me ha dado un vuelco el corazón”

“Pues dile a tu corazón que se esté quitecito que no tiene que andar por ahí pegándose revolcones”

“Y entonces, ¿qué es lo que tienes que callar?, me preguntó, ya ansioso.

“Te enterarás, a su debido tiempo. No antes. Si te diré que últimamente, no siento nada cuando lo hacemos, y eso me ha llevado a tener que montarme fantasías de las temáticas más variadas, y solo así consigo correrme como una cerda. Pero también estoy cansada de eso, más que nada porque algunas de esas fantasías, me parecen irrealizables, por eso interviniendo tú también en ellas, todo será más fácil. Espero”, le dije.

“No tengo ni puta idea de lo que me estás hablando. Si es cierto que últimamente me pides cosas raras, que te pegue o cosas así, pero bueno no creí que el tema fuera para tanto”, me dijo confundido.

“Te gusta cuando me follas que te diga que soy una cerda y una puta, ¿no?, le dije.

“Pues si, me pone mucho”, me contestó.

“Pues espero que te ponga también el saber que realmente lo soy”, le dije.

“No me jodas que te prostituyes”, me dijo.

“Cobrando lo he hecho una vez. Sin cobrar bastante más, pero como te dije antes, te enteraras a su debido tiempo”, le dije.

“Joder, me estas vacilando, no puede ser verdad. No te veo capaz de prostituirte”, me dijo.

“Dejemos el tema ahí. Esta nueva situación sexual nuestra, va a necesitar de una total libertad sexual por ambas partes. Tu tendrás que ver como otros me follan y yo como tú te follas a otras, ¿estás preparado para eso?”, le pregunté.

“Supongo que si”, me contestó. “La verdad es que es algo que nunca hubiera imaginado y por lo tanto no lo he pensado. Pero creo que si, que estoy preparado”, me dijo intentando demostrar seguridad en si mismo.

“Bueno pues la prueba de fuego, la vamos a tener el fin de semana. Como os he dicho a los dos, durante el fin de semana, haremos un juego. Altagracia y yo cambiaremos los papeles. Ella será la señora, tu mujer, y yo seré la chacha. Convivirás con ella como lo haces conmigo, la follaras como me follas a mí, mientras que yo haré todas las tareas de la casa. Seréis los dos muy exigentes conmigo, y cuando algo no esté a vuestro gusto, me corregiréis a vuestro antojo. Por ejemplo, con unos correazos en el culo. ¿Me sigues?”, le dije.

“Que si te sigo?, me estoy poniendo cerdo perdido, solo de pensarlo. Me parece una situación morbosísima”, me dijo.

“Pues mañana te coges a tu amante, te la llevas a depilar y aprovechas para contarle en que consistirá el fin de semana, y trazáis un plan de actuación, del que yo lógicamente, no quiero saber nada. Dila que, por prestarse a realizar el juego con nosotros, y por tener que perder el día libre, la daremos una compensación económica, acorde con lo bien que haga su papel”, le dije.

“Me parece una soberana locura todo esto, pero no seré yo quien te quite la idea”, me dijo sin parar de tocarse la polla.

“Bien pue son volveremos a hablar de esto. Pero el sábado en cuanto se vayan los chicos, quiero ver un uniforme de sirvienta a vuestro gusto para ponérmelo y empezar el juego. ¿Alguna duda?”, le dije.

“Si, que, si podemos echar un polvo ahora”, me dijo él.

“Vete a la mierda”, le conteste.

CONTINUARA