Empresaria Calentorra

Soy una empresaria española y esta es mi historia.

Este relato es de una conocida mía yo sólo me he limitado a escribirlo y a subirlo a esta página de relatos:

Acalorada, despierto en otro lunes de verano. Mi cuerpo, envuelto en la suave sabana que cubre la cama, lo percibo mojado.

Tengo que salir de la cama sino quiero llegar tarde al trabajo. Aún es temprano pero el calor ya ha hecho su acto de presencia desde primera hora y ya es sofocante.

Con los pies, acaricio el camisón que yace en el suelo, anoche no pude soportarlo ni un segundo, me sofocaba sentirlo pegado a mí, aunque reconozco que siempre acaba en el mismo lugar porque me encanta sentir las sabanas sobre cada recoveco de mi cuerpo.

Desnuda frente al espejo, que dibuja una silueta esbelta con senos firmes aunque no excesivamente grandes, pueden verse unas piernas sin fin y bonitos lunares repartidos estratégicamente que adornan mi cuerpo.

Mientras tomo el primer café de la mañana, pienso en la grave crisis que la empresa está atravesando y en que quizá no superemos este bache, y lo peor es que como directora debo encargarme de todas las decisiones importantes.

Todo siempre ha ido como la seda y ahora un pequeño obstáculo se ha ido abriendo paso hasta nublar totalmente el futuro de la empresa. Nadie confía en que una mujer pueda hacer frente a todo este encierro, todos piensan que un hombre se desenvolvería mejor. Sinceramente pienso que "no saben a que mujer se están enfrentando".He tenido que superar un montón de situaciones difíciles y embarazosas, hasta llegar a donde estoy, pero claro eso nadie lo valora.

Desde que entre en el mundo financiero, muchos hombres de gran poder me han hecho desde siempre, un montón de proposiciones indecentes. Pero yo aspiraba a llegar más lejos y no estancarme ni someterme a aquellos guapitos de corbata con sus trabajos baratos en los que sólo me valoran por mi aspecto, en los que no fuera mi inteligencia la que tendría que usar, sino mi cuerpo.

Reconozco que tengo un carácter muy fuerte y siempre he defendido mi respeto y sobre todo he hecho hasta lo imposible para seguir adelante.

Pero cuando estoy a solas, en mi mente rondan pensamientos muy perversos y siempre acabo masturbándome pensando en aquellos poderosos jefes, imaginando como me someten a su voluntad, en cómo se excitan al ver mis piernas envueltas por unas medias oscuras y zapatos de tacón alto. Mi imaginación no conoce límites y esos pobres infelices no pueden llegar a pensar el placer que han podido brindarme, porque para mí, cada orgasmo es muy distinto y lo disfruto de diferente manera, y os puedo asegurar que es muy, pero que muy excitante.

Al organizar los papeles y después de una ducha fría para que mi cuerpo dejara a un lado ese calor sofocante me dispuse a vestirme. Mi ropa extendida, planchada, encima de la cama, provocaba sensualidad.

Frente al espejo, diviso como lentamente mi sujetador de encaje se coloca perfecto realzando mis senos. Veo como mis medias se deslizan lentamente sobre mis piernas suaves; como la blusa blanca dibuja una figura perfecta con un escote no exagerado pero si mostrando lo necesario para que cualquier hombre no pueda despegar sus ojos y necesite ver más allá. No me gusta mostrarlo todo, sino que me gusta dejar volar la imaginación de cuantos me miran.

La falda por encima de las rodillas muy ajustada, da un aspecto elegante a tanta sensualidad. Después de recogerme el cabello suavemente, quedaba en el espejo la figura de una ejecutiva atractiva pero a la vez seria y convincente.

Mucho trabajo me esperaba esa semana y no podía permitirme el placer de seguir observándome si no quería llegar tarde. Ando unos diez minutos hasta llegar a la parada de autobús, en ella se encuentran los mismos tipejos de siempre: un albañil, dos universitarios, una mujer anciana que nunca sabe muy bien a donde se dirige y algunas mujeres que se desplazan a su centro de trabajo.

Saludo cortésmente y cada sujeto responde con una mirada que recorre desde mi cabeza hasta los pies. Todos los días igual, no sé cómo no se han acostumbrado.

Llega el autobús como siempre repleto de gente, nunca encuentro un asiento y me quedo de pie apoyada en la barandilla. Siempre pienso lo mismo: "Al fin y al cabo, solo son cuatro paradas".

El albañil empieza a rozarme, como ya es costumbre, en cada tambaleo del autobús, ya me conozco sus movimientos. El chico intenta disimular como mejor puede pero no lo consigue, aunque yo desde el primer día intento que se crea que disimula perfectamente, como si yo no notara nada.

No podéis imaginar cómo me excitan sus suaves caricias por encima de la falda y el masajeo cuando el autobús hace sus habituales paradas o frena de repente. Una de las veces recuerdo como el chico perdió el control y me masajeo tan fuerte que me pidió perdón, yo me limite a mirarle muy seria pero no le dije nada, que iba a decirle si realmente me encantaba.

Es un chico algo más joven, rondara los veinte años, musculoso…, sinceramente es un bombón, y aunque no os lo creías me pone mucho su mono bajado hasta la cintura con su camiseta súper ajustada, marcando pectorales.

A veces cuando llego al trabajo, mi primera visita es al servicio para bajarme la calentura, a veces de forma manual y otras veces no es necesario y solo me limito a cambiarme de braguitas.

Después el largo camino hasta mi despacho, soportando la mirada indiscreta de algunos compañeros, pasando de largo de algunos de los cuales ya conozco sus intenciones y saludando falsamente a algunas envidiosas que no paran de comentar las veces que me he operado.

Pero para información de los lectores, es todo natural, nada de cirugías. Es cierto que me gusta cuidarme pero no he pasado por el quirófano. Al fin en el despacho, ya puedo respirar tranquila. Mientras me relajo con un segundo café, repaso los compromisos del día.

Antes de acabar, David (mi secretario) se presenta en mi despacho con su típica mala noticia de última hora. Últimamente se las pasa metido en mi despacho con esa sonrisa picara que le caracteriza, disfrutando de cada una de sus palabras. Aún me guarda rencor por el suceso ocurrido cuando entro a trabajar en la empresa. David es el chico que todo chica soñaría… guapo, inteligente, que gana muchísimo dinero y tiene todos los lujos que un ser humano es capaz de poseer.

Recuerdo el primer día que se presento en mi oficina para firmar su contrato. Desde ese día su sonrisa me encandilo y su olor me envolvió de una manera salvaje.

A las dos semanas lo mande llamar a mi despacho para felicitarlo por su excelente trabajo y para asegurarme de que se quedaría a hacer dos horas extras, en las cuales estaríamos solos en la oficina, esa misma tarde. Quería tenerle a mi total disposición cuando todos los demás se hubieran ido, yo tenía mucho trabajo y él estaba dispuesto a ayudarme….

Pero a las 16:00 aunque faltaban dos horas para que todos se marcharan, aún mientras todos trabajaban lo mande llamar. Mi imaginación me perturbaba, mi excitación era máxima y no podía continuar con el trabajo.

Era hora de entrar en acción. Sabía que no le habían sido indiferentes mis largas piernas, que yo le mostraba con sensualidad en cualquier ocasión, y mi provocador escote lo tenía loco, cuando un botón se desabrochaba "casualmente" dejando una vista increíble de lo escondido tras la tela, el chico deslizaba sus manos hasta el pantalón intentando disimular su gran excitación y en segundos sus nervios los consumían y no tardaba en marcharse de mi lado, ante todo respetaba a la jefa y eso me encantaba.

Pero esa tarde, yo no le permitiría irse….

  • Los informes no estaban muy completos, si quieres vuelvo a revisarlos – fue lo primero que dijo nada más abrir la puerta de mi despacho.
  • No te preocupes por los informes, todo está perfecto – le conteste, mientras mis ojos le lanzaban una mirada felina.
  • Entonces…..- empezó, pero antes de que pudiera continuar pose un dedo en mis labios indicándole callar y después fue deslizándose suavemente por mi cuello, con pequeños círculos, mientras mi lengua relamía mis labios impregnados en un carmín rojo muy sensual.

Cuando mi dedo acarició mi camisa, éste fue abriéndose paso por el escote, dejando una vista desmesurada de mis senos.

  • ¿Quieres probar? – le susurre.
  • No, yo… tengo que

Otra vez mi dedo volvió a posarse en mis labios, cosa que no agrado a mi fiel trabajador, ya que la fuerza que mi dedo ejercía sobre el escote ya no estaba y la camisa había vuelto a su estado normal.

Entonces se levanto, se giro y comenzó a abrir la puerta. Quería irse, mi peor temor se estaba haciendo realidad, todo aquel espectáculo para nada.

Pero cuando el pomo de la puerta, estaba siendo girado completamente lo soltó y con un movimiento rápido, casi fugaz, se dirigió a mí y con un tirón fuerte arranco cada uno de los botones, dejando la blusa abierta totalmente.

Mis pezones empezaron a mostrarse en el sostén, mis pechos estaban a rebosar.

David empezó a acariciarlas despacio para comenzar a acelerar segundos después y deshacerse del sostén a bocados.

Ahí estaba yo, semidesnuda con un chico que estaba hecho una fiera, a punto de estallar de excitación y todos mis empleados trabajando, ¿y si alguno se dirigiera hacía mi despacho? Eso me daba un morbo increíble.

Entonces sin esperarlo, el chico sacó su polla del pantalón y casi no me dio tiempo a verla, cuando con brusquedad separo mis piernas de golpe, rompiendo la falda de ambos lados pero dejando a su vista mis braguitas empapadas. No se ando con tonterías, las retiro a un lado e introdujo su polla hasta dentro, con un golpe duro y continuo con unas embestidas impresionantes. Yo gemía y gemía de placer, aunque no me habían gustado sus formas, me sentía como una perra en celo que necesitaba más y más. Estuvo un buen rato, embistiéndome cuando me cercioré de que no llevaba condón, por lo que en susurros le pedí que no se corriera dentro de mí.

Su reacción fue inmediata, saco su polla de mi coño y su semen empezó a brotar cayendo todo encima de mis tetas.

Aunque estaba muerta de placer me restregué su semen por mis senos y cuando vio mis pezones erectos no pudo evitar lanzarse a comérselos sin importarle que estuvieran pringosos.

Cuando acabo y todo quedó bien limpio, se guardo la polla, cogió sus papeles y sin más se fue.

Había sido extraño, muy extraño. Lo que más me gustó fue como no le importó lamerme las tetas a pesar de estar embadurnadas por su semen pero también su falta de preliminares, y ni siquiera un beso, una caricia

Lo había disfrutado pero nunca me habían follado así. Estuve pensando en ello durante todo el día.

En los días siguientes, los rumores de que se había follado a la jefa llegaron hasta mis oídos y dispuse un maléfico plan, para vengarme de ese cabrón que había conseguido que yo fuera el hazme reír de la empresa.

Volví a invitarlo a mi despacho. Cuando entro lo note confiado, dispuesto, como si entre sus pensamientos se encontrara un "vamos a la obra".

Me molesta su chulería. Entonces le explique que una de las cosas que más me excitaban era poder atar a los tíos para poder tener libre acceso a su cuerpo sin que ellos pudieran tocarme. Él accedió.

Lo até a la silla con movimientos suaves, no pretendía hacerle ningún daño, sino que ambos disfrutáramos, al menos por el momento.

Una vez atado, lo desnude sensualmente mientras que mi ropa también salía despedida con movimientos acompasados.

Una vez desnudos, le dejaba que me acariciara con la lengua pero nada más, yo era la que dominaba y mis caricias le estaban haciendo perder el control. Su polla estaba muy dura y yo no paraba de excitarle desesperándolo casi hasta la locura.

Yo estaba tan cachonda que no aguantaba más,

le puse mi coño en la boca y le hice comérselo con fuerza y así lo hizo, no sé si este jueguecito le estaba gustando pero no opuso resistencia.

Lo hacía verdaderamente bien, en esa posición veía como su pene bombeaba sangre una y otra vez como si lo estuviera disfrutando, entonces cuando sentía que llegaba al orgasmo, me monté sobre él. Sus gemidos con los míos eran grandiosos, con embestidas suaves ya que solo buscaba mi placer y cuando sentí un orgasmo increíble me levante.

Su mirada de ruego, me hizo dudar durante un momento, él también necesitaba alcanzar su orgasmo, pero he aquí el primer paso de mi venganza. Me levante y me vestí, metí su ropa en una bolsa y salí del despacho, asegurándome de cerrar bien tras de mí, la puerta con llave. Realmente estaba disfrutando de mi venganza, así aprendería. Creo que fue la noche más larga de su vida.

Al día siguiente una multitud de gente entraba y salía de mi despacho, riéndose.

Al llegar pude ver a David vestido con uno de los uniformes de las limpiadoras, él me dirigió una mirada maléfica, sinceramente pienso que si hubiera podido me hubiera matado allí mismo, y yo además de reírme de él en su cara, amablemente lo invite a salir de mi despacho.

Desde ese día, no ha vuelto a sonreírme jamás, siempre me ha hablado con rencor y aunque ha sido un trabajador ejemplar, se ha alegrado siempre de todo lo malo que le haya podido pasar a la empresa y siempre se ha encargado de comunicarme las malas noticias. Como en estos momentos estaba haciendo:

  • ¿Cómo han podido bajar las ventas otro 6%? – gritaba desesperada.

Mientras tanto, él se dedicaba a sonreír, estaba disfrutando de mi desesperación. Cuando me canse de su ironía, lo mande a trabajar, por mucho que le costará yo soy la jefa y debía obedecerme así que actuó tal y como yo le había ordenado.

No podía creerme que todo fuera en picado, la cabeza me iba a estallar, los números no cuadraban y la reducción de personal no podía efectuarse.

  • Me haré cargo de las deudas de la empresa, y con los beneficios que obtengamos, recuperaré el dinero – me dije.

Que otra cosa podía hacer, no pensaba dejar el cargo, ni que otra empresa se hiciera cargo de la nuestra.

Lo había olvidado, a las dos de la tarde tenía una comida con la directora de una revista financiera muy importante, la cual iba a entrevistarme, y aún tenía que planificarme los temas que iba a tratar para maquillar la polémica situación de la empresa. Empleé toda la mañana para prepararme y media hora antes me dirigí al restaurante.

En la mesa, a las dos y cinco ya me frotaba las manos al ritmo de las manecillas del reloj. Entonces una mujer hizo su acto de presencia en el famoso restaurante. Era exuberante, su vestido apenas tapaba toda su figura, sus pechos sobresalían cuantiosamente y mi mente perversa me hizo deslizar mi mirada hacia su entrepierna cuando se sentó ya que estaba segura de que podría verla sin ninguna dificultad.

Todo el restaurante se giro y siguió la mirada hasta verla sentarse a mi lado.

Continuará….