Empleada de hogar

Carmensa, 45 años, 15 años de experiencia como empleada de hogar; buena presencia, discreta, responsable y con don de gentes, incorporación inmediata.

EMPLEADA DE HOGAR

Llevo días viniendo sin sostén a trabajar. Me observa atento, constantemente buscando la oportunidad de ver mis pechos bailando mientras me muevo; como intentan emerger por el escote de mi camiseta de tiros cuando me agacho, como la tela se me pega a la piel por el sudor y mis aureolas y pezones se marcan perfectamente en ella.

El pobre está sudando, excitado. Veo su bulto bajo su pantalón.

De vez en cuando con la parte baja de la camiseta me limpio el sudor de la cara, y así puede ver mi abdomen y la mitad de mis pechos; sin llegar aun a ver mis pezones.

Tarde o temprano termina desapareciendo durante un rato. No lo compruebo, pero seguro que se está desahogando en algún rincón. Más tarde vuelve y otra vez a revolotear a mi alrededor. Al menos tres veces, en las cinco horas que estoy allí, se alivia.

¿Cuantas veces al final del día?, es lo que tiene tener 15 años.

Todo esto me está resultando más morboso cada día.

Hoy he decidido ponerme una falda corta y el tanga más pequeño que tengo.

Su carita ha sido todo un poema al verme con la falda y poder ver mis muslos.

Me entretuve más de la cuenta limpiando la escalera; para que pudiera verme desde abajo. Me agachaba, me ponía en cuclillas, buscaba posturas para que él pudiera ver mis intimidades.

Me humedecí viendo como me espiaba y que estaba comiéndome con los ojos; mis muslos, mis nalgas, la raja de mi culo donde se escondía el hilo de mi tanga. Y también mi coñito, que prácticamente no lo tapaba el tanga, en todo caso se enterraba en él.

¡Jesús!, que sofoco tengo, tengo calor, no tanto por el trabajo en si, si no por lo morboso de la situación. Gotas frías de sudor bajan por mis sienes, serpentean por mi cuello, se dividen para descender entre mis pechos y por mi espalda, alguna incluso llega a adentrarse entre mis nalgas.

Me miro en el reflejo de un cristal y tengo los cachetes rojos. Mis pezones los tengo duros; necesito que me los toquen. Mi chochito lo tengo húmedo y seguro que él lo ha notado, ¿sabrá el realmente lo que es un coño mojado de excitación?

Tengo sed. Voy a la cocina a beber, pero después de beber mi boca sigue seca.

Sigo excitada. Sergio ha desparecido, estará desahogándose en algún rincón. Mi corazón late rápido. Necesito tocarme. Mis pezones piden que los pellizque. Pero aun quiero sufrir más este suplicio truculento.

Tengo sed.

Busco a Sergio. El escondite es bueno, porque tardo en encontrarlo, el cuarto del Jardín.

Por una rendija de la ventana lo veo de pie; mirando al techo con los ojos cerrados, la boca abierta, los pantalones y calzoncillos bajados y haciéndose una paja con desesperación.

¿Que imagen de mi tendrá en su mente ahora?, seguro que mi coñito.

Entro sin hacer ruido. Al verme delante de él, dio un brinco del susto. Su cara se enrojece, Lo he pillado pajeándose, algo vergonzoso para un niño de 15 años.

No digo nada.

Me paro ante el y me quito la camiseta. Mis pechos y mis pezones quedan libres a su vista. El pobre se queda en shok al ver mi actitud.

Me desabrocho la falda y dejo que caiga sola. Sus ojos se fijan en mi rajita, apenas tapada por el tanga.

Me queda el tanga.

Me pongo de espaldas a el y me agacho nuevamente para quitarme la prendita, despacio, para que pueda ver el hilo del tanga salir de la raja de mi culo. Mi culo esta en todo su esplendor a su vista. Me entretengo un poco más para que vea mi chochito mojado y depilado.

Cuando me vuelvo esta aun de pie, estupefacto, con su polla recta, con el glande gordo, rojo e hinchado.

Sin decir nada me acerco a él. Me pongo en cuclillas, con las piernas separadas y mi coñito abierto goteando. Sus ojos bailan de mis pechos a mi coño.

Mis manos lo agarran de la cintura, delgada y ahora temblorosa. Su glande está soltando liquido seminal. Mi boca busca su polla y me la meto en la boca.

Él suspira al sentir su polla entrando en mi boca despacio, sintiendo el calor de mi boca, la suavidad de mi saliva, la textura de mi lengua rozando su glande, el roce de mis dientes. Mis labios apretándola y retirando su piel hacia atrás provocando que se estire el frenillo de su glande.

Con quince años, él huele a niño, pero su polla huele a macho. Me la meto toda. Me llega hasta la campanilla. Como me la meto despacio puedo controlar el que no me provoque una arcada.

Le mamo despacio su polla. La succiono constantemente. No dejo que salga de mi boca ni un hilo de saliva y todo el excedente de líquido en mi boca me lo voy tragando.

En mi boca ya noto el regusto de su liquido; en mi lengua y mi garganta al tragar.

Él intenta mover su cadera intentando follarme la boca, pero mis manos en su cintura se lo dificulta.

La mamada no dura mucho.

Noto que le va a venir el orgasmo y se va a correr. Sus manos se aferran a mi cabeza. Le mamo solo el glande, como si fuera un chupachup. Le agarro los huevos y se los apreto un poquito. Ese fue el gatillo. Se corre dentro de mi boca, mientras oigo su grito de placer. Su esperma es abundante. No dejo que se salga nada. Me trago todo mientras chupo su glande y mi boca queda con el regusto amargo y un poco salado de su esperma. Me trago su miembro entero un par de veces más. Sin soltarle los huevos, con la otra mano, lo masturbo para limpiarle el caño de esperma.

Sigo mamando su polla todavía. Noto que su polla empieza a flojear, así que le masajeo los huevos, los acaricio... su miembro empieza a recobrarse.

Mi vagina me palpita, noto como suelto liquido, como baja hasta llegar a mi ano y se humedece.

Su polla esta dura otra vez. Lo miro a los ojos. Mi cara de sensualidad obscena lo excita más.

Dejo sus huevos, su polla. Me tiendo de espaldas y me abro de piernas.

El chico titubea unos segundos. Pero se tira sobre mí con desesperación. Su cabeza queda entre mis pechos. Noto su polla golpeando mi coño intentando entrar en él.

Por fin atina. Entra toda a la primera de golpe. Lo recibo con gran placer. Abro más mis piernas, cierro los ojos y me dejo hacer. Me folla con rapidez, con juventud, hasta el fondo.

Le toco, su piel es suave, lampiño. Sus manos no saben dónde agarrarse, así que le guio para que se agarre a mis pechos. Sus dedos se hincan en ellos, pero necesito que me toque los pezones. Guio su boca y lo llevo a comerme mi pezón, y lo chupa, ¡por fin!, mama de mi teta con ansia.

Noto el roce de sus dientes, finalmente, me muerde el pezón; lo estaba esperando. El dolor me hace gritar de placer y apreto su cabeza contra el pecho para que no lo suelte. Sigue dándome mordiscos mientras chupetea.

El ansia que llevaba rato aguantando lo descargo con un orgasmo. Abrazo el cuerpo delgado y joven que esta sobre mí follándome. Su boquita sigue castigando mi pezón mientras me corro y mi vagina constriñe su polla.

Él, al sentir mi goce, enardece su hombría y apremia sus embestidas. Pasa al otro pecho y me muerde el pezón. Me hace daño, pero a la vez me excita el dolor.

Ya se va a correr, lo noto. Se agarra con fuerza a mis pechos mientras da las últimas embestidas a mi coño corriéndose dentro de mi y gritando de placer. Cuando termina se desploma sobre mi exhausto. Yo quedo complacida.

Con delicadeza me lo quito de encima dejándolo a mi lado, en el suelo.

Me levanto y me visto. Él sigue en el suelo mirándome, sudoroso, recobrando el aliento.

El tanga, lo miro, húmedo y oliendo a mi coño. Se lo tiro, como trofeo, para que pueda presumir con los amigos.

Sergio sonríe.

Me voy de allí, con los pezones doloridos. Aun tengo que terminar unas cosas antes de terminar mi jornada. De camino a la casa noto como sale de mi coño los fluido de Sergio y bajan por mis muslos.