Empezó violándome

Tenía vergüenza, pero mi cuerpo era el que mandaba en esos momentos.

EMPEZÓ VIOLÁNDOME

Creo que ya no recuerdo el momento en que la palabra sexo, despertó en mí algo especial, algo que sinceramente no podría explicar, ya que envuelve un sin fin de deseos, actos y fantasías exóticas. Son tan reales que se confunde mi razón, no se si las viví o sólo son deseos carnales que envuelven mi cuerpo con tanto ímpetu que me ahoga, siento que mi cuerpo quiere explotar y empezar a sentir esas exquisitas sensaciones de placer. Me describo como una mujer de 29 años, apasionada, con la bendición de tener pechos grandes, labios gruesos, sensual y como la mayoría de los hombres desea, soy una mujer candente.

Caminaba, como de costumbre lo hago, pensando en alguna historia para cuando llegara a mi casa, poder escribir; voy pasando por una pequeña laguna que tiene varios matorrales alrededor y me doy cuenta que un hombre maduro, de aproximadamente 45 años, claro que se le notaba bien atlético y por su porte no pude no notar (alto y de espalda ancha), estaba mirando hacia mí muy fijo, me sentí incómoda, pero la curiosidad me llevó hasta él, para preguntar que necesitaba. Voy hacia él notando que poco a poco se acercaba a mí, -quieres hablar conmigo-…le pregunto esperando una respuesta ya conocida. Él mira y me dice sin responder a mi pregunta, -hace tiempo que te observo, todos los días sales a la misma hora a caminar y ya no puedo soportar no tenerte-…acaricia su pene por encima del pantalón. Me dio miedo ver en él esa reacción, pero tampoco puedo negar que la idea de ser deseada de esa forma, entregó a mi cuerpo un calor inexplicable, sentir que no podía controlar esa situación, llevó a mi mente a lugares que jamás había conocido. Claro que jamás pensé que sólo mi mente era la única que iba a viajar.

Me tomó de la cintura fuertemente, sentí como mi cuerpo chocaba con su tórax, tenía sentimientos encontrados, no sabía que hacer, estábamos en la calle, la gente pasaba, mi mente no quería, pero mi cuerpo era desconocido para mí en esos momentos, se estremecía, que vergüenza, quería arrancar pero mi cuerpo iba cada vez más cediendo ante este cruel ataque.

Agarró mi cabello con fuerza, dobla mi cabeza y empieza a besar y morder mi cuello, mientras me va llevando poco a poco hacia los matorrales. Sentí una rigidez en mi clítoris y mi vagina empezó a latir, apretaba y soltaba preparándose para la embestida de la verga de aquél desconocido. Mis pezones estaban cada vez más duros, él se dio cuenta y con su mano rodeo mis pechos y mordió apasionadamente. Mi cuerpo ya no pudo soportar lo que estaba sintiendo, iban a tomar mi cuerpo sin mi autorización mental, ya que físicamente yo ya me había entregado. Empiezo a gemir sin censura, olvidando el lugar donde estábamos, me mira y dice- yo sabía que gemías rico, te miraba pasar y lo único que quería era sentir tu olor, tu sabor, tú tenías que ser mía.-Acercó su boca a la mía y el beso nos unió en un placer que jamás había sentido, esos labios desconocidos.

-Abre la piernas- me ordena, baja y con su lengua gruesa corre mi pantaleta, abriéndose paso hasta mi orificio que ya estaba preparado para ser degustado, siento como lame mi conchita, mi clítoris, su dedo entra y la lujuria se invade de mi.

-Quiero besar tu pene, quiero sentir tu hombría, dame de lo tuyo, le digo entrecortado. Me agacho, me doy cuenta que su pene estaba a cien, bajo su cierre y le ayudo a desenvainar ese tronco que de el emanaba su jugo transparente, mi lengua recorría todo su tallo, sus testículos sabrosos, su glande latía mostrando su gran envergadura.

  • Lo voy a meter-, me dice con su voz susurrando, no alcanzo a responder, cuando me levanta la piernas hasta su cintura y siento como si me desgarrara por primera vez, era tan grueso, pero lo quería dentro, más adentro. Lo tomé por el cuello, para poder cabalgar ese poste que me estaba abriendo las entrañas, estaba desesperada, no me importaba nada más que lo que ambos estábamos sintiendo, su pelvis rozaba mi clítoris, que sensación, que locura, su pene me estaba atravesando una y otra vez.

-Quiero montarte con mi culo-, tiende su chaqueta, que ya estaba por el suelo y se recuesta. Me monto encima de él, dándole la espalda, trato poco a poco de meterme todo ese pedazo de carne que mi concha se estaba comiendo, se va abriendo espacio y voy bajando poco a poco, mientras el va lubricando con su saliva y así pudiera entrar mejor.

-Apóyate en mi pecho, me dice y un gemido llena el ambiente cuando sus bolas chocan con mis nalgas. –Está todo adentro, te lo estás comiendo todo cosita, esta es mi perra, tú eras lo que quería- me recuesto en su pecho, con una mano acaricia mi clítoris y con la otra aprieta mis pechos. Nuestros movimientos ya no tenían comparación, jamás me habían tomado de esa forma, algo que empezó como una violación, se volvió en una entrega mutua sin límites de satisfacción.

-Cosita me voy, ya no puedo más-…-Vente dentro de mi culo, quiero sentir tu leche en mis entrañas mientras acabo contigo-…le digo casi sin poder respirar. Ohhhhhhhhhhhhh mujer, acabo-… mmmmmmmmm que rico papito, dame, lléname.

Acabamos extenuados tendidos en el pasto que nos rodeaba, gemíamos y con la respiración entrecortada. Sólo la brisa que refrescaba nuestros cuerpos sudados cabía en ese momento.

_Quiero tenerte otra vez-… me dice. –No, otra vez no me tendrás, ahora seré yo la que poseerá tu cuerpo, esta vez tú vas a ser mío