Empezando a conocernos
Recuerdo que fue en el verano de tercero de carrera. Después de terminar los exámenes un grupo de amigos decidimos pasar una semana de camping en la playa. Carmen y Alberto, Juan y Clara, Ana y nosotros dos formábamos el típico grupo de amigos que se habían conocido en la Universidad...
Empezando a conocernos
Recuerdo que fue en el verano de tercero de carrera. Después de terminar los exámenes un grupo de amigos decidimos pasar una semana de camping en la playa. Carmen y Alberto, Juan y Clara, Ana y nosotros dos formábamos el típico grupo de amigos que se habían conocido en la Universidad.
Mi novia en aquel entonces era Mabel. Una chica morena que competía en el equipo de medio fondo de la Universidad. Alta con un cuerpo atlético desarrollado por la cantidad de horas que a la práctica del deporte había dedicado. Aunque sus pechos no eran muy grandes para llamar la atención, era imposible que pasara inadvertida en las pistas de entrenamiento por sus hermosas nalgas, duras sin una gota de grasa. Siempre usaba un pantalón negro corto de licra que dejaba entrever la perfección de su culo y con la costura del pantalón como dándole forma a su pubis. Cuando estiraba en medio del estadio ponía a cien a todos los espectadores. Ella lo sabia y le gustaba.
Le gustaba exhibirse más que practicar el sexo. Era muy mojigata en la cama. Nada de sexo oral y ni hablar del anal. Su postura preferida era el misionero y como regalo me dejaba follarla a cuatro patas muy de vez en cuando. Sabía que se había corrido porque me agarraba las nalgas clavandome las uñas como haciendo fuerza para evitar que de su boca saliera el más mínimo suspiro.
Recuerdo perfectamente el calor abrasador que hacía en la playa nudista de Barra el día que llegamos. Montamos las cuatro tiendas de campaña bajo un pinar en la playa haciendo un círculo para la hoguera que ardería por la noche. Salimos disparados hacia el mar para darnos un refrescante chapuzón. Los chicos y Carmen corrimos completamente desnudos hacia las olas. Mientras que Clara, Ana y Mabel bajaban despacio por la playa con los pechos desnudos y la braga del bañador puesta. Fue una gran desilusión solo calmada por la hermosa imagen de unos inmensos senos de Clara y el sexo depiladísimo de Carmen.
Al volver de cenar del pueblo encendimos una pequeña hoguera y dimos cuenta de las botellas que habíamos comprado. Después de dos o tres horas de chistes y comentarios jocosos sobre el tamaño de nuestros penes y de los atributos enseñados y ocultados de nuestras amigas alguien decidió jugar a las preguntas.
Alberto dio vueltas a una botella hasta que paró señalando a Juan. - Tienes que hacer una pregunta. La responderá la persona que diga la botella en el siguiente sorteo. Si miente o se niega a responder le podrás azotar cinco veces. Sorprendentemente todos estábamos encantados con las reglas del juego. La botella bailaba mientras se hacían preguntas más o menos comprometidas y todos bebíamos sin ninguna moderación.
Desgraciadamente nadie se negaba a responder hasta que la botella señaló a Ana.-¿Alguna vez has practicado coito anal?, dijo poniendo cara perversa. Lanzo la botella hasta que paró señalando a Mabel. - Es una pregunta estúpida- respondió de inmediato. - Responde y calla- Le ordené. Sin mirarme dijo - Me niego a responder-. Todos corearon -¡Azotes, Azotes!. Ana se levanto extendiéndole la mano para que Mabel se levantara. El alcohol había hecho mella y se notaba en las chicas. Ana se sentó con las piernas estiradas y dándose dos golpecitos con la mano en las piernas le indico que se colocara tumbada con las nalgas entre sus piernas.
Parecía una colegiala que iba a ser castigada por la maestra. Se tumbó y levanto las nalgas en pompa y puso su cabeza entre las manos como una gatita para dormir. Sorprendentemente Ana empezó a bajarle la braga del bañador por lo que de inmediato Mabel se incorporó para evitarlo. No se por que pero la agarre con toda mi fuerza hasta que perdió el equilibrio volviendo a la posición inicial.
Con una mano le agarraba las suyas y con la otra le obligaba a tener la cabeza agachada. Cuando, en esta posición, no ofrecía resistencia le hice un gesto a Ana para que continuara con lo que había empezado. Como siguiendo un ritual fue bajándole lentamente el bikini dejando al descubierto sus nalgas. Eran tan grandes, duras y preciosas como la grupa de una yegua pero en esa situación parecían delicadas y humilladas.
El uso del bañador marcaba una franja blanca que resaltaba la raja frente al moreno del resto de los muslos. Los chicos estaban callados mientras veían como la total amplitud de aquellos muslos se mostraba a sus ojos. Desde mi posición pude observar como Ana metía su mano izquierda por el vientre de Ana para liberar completamente el bañador. Momento en el que Alberto, que se encontraba frente al culo de Mabel, le separó las piernas y empezó a tirar del bañador hasta retirarlo completamente. Creí que Alberto liberaría su inflamada poya y se la ensartaría como un asta en el sexo de mi querida novia. La imagen de Alberto golpeando con feroces envestidas la grupa de Mabel me sobreexcitó de tal manera que mi miembro se salía del bañador. Si embargo Alberto se retiró con la braga del bañador que pasó a su novia Carmen como si de un trofeo se tratara.
Ana levantó su mano derecha con la palma abierta mientras aún disponía de la izquierda sobre en el vientre de Mabel. Un sonoro azote rompió en el silencio que todos guardábamos. La marca de los dedos se tatuaron en la nalga derecha mientras volvía a levantar la mano. Mis amigos observaban sin respirar el castigo que estaba recibiendo. Su culo humillado, sus piernas, ahora completamente abiertas, la raja de su sexo que se estaba humedeciendo. Os aseguro que es una imagen inolvidable. Dos, tres, cuatro, cinco sonoros azotes retumbaron sin compasión coloreándolas en rojo.
Solté las manos de Mabel, que no tardo en levantarse. Sus ojos estaban empañados en lágrimas. En dos zancadas alcanzó nuestra tienda de campaña. Todos mantuvimos un interminable silencio. Me erguí y seguí los pasos de Mabel entrando en la tienda.
Encendí la linterna y la vi sentada al fondo. La expresión de su cara me era extraña. Su mirada vidriosa no reflejaba dolor sino placer. Me acerqué poniéndome de rodillas en el momento en el que ella me bajo el bañador liberando mi poya como un resorte. Abrió sus labios al tiempo que levemente sacaba su lengua para acariciar mi miembro mientras lo engullía.
Yo lo agarraba con mi mano facilitándole la entrada. Lo quería introducir entero. En un momento una arcada le obligo a retirarlo pero inmediatamente se lo volvió a tragar como si de un sediento se tratase. Aquella entrega me sobre excitó y estuve a punto de derramarme en su garganta. Éramos concientes que la linterna delataba nuestra sombra tras la tela de la tienda. Retiré mi verga cuando oí unos pasos acercándose a la tienda.
Sólo nos separaba la lona de nuestros amigos, y lo sabíamos. Le di la vuelta para que me presentara sus violadas nalgas. Ella se colocó en idéntica posición a la que disponía durante el castigo. La sombras chinescas que proyectábamos a la luz de la linterna estaban reproduciendo los sueños de nuestros amigos.
Acerqué mi poya a las nalgas de Mabel y las separéí con mis manos, estaban ardiendo. La raja de su culo ocultaba una hermosa estrella que se separaba a escasos centímetros del final de su sexo. Los labios estaban abiertos y aún quedaban restos de los fluidos que se habían generado en la excitación del castigo.
Apoyada sobre su pecho sustituyó con sus manos las mías permitiendo que pudiera agarrar con fuerza sus caderas sin que perdiera de vista lo mas oculto de su culo. La primera embestida en su sexo fue como la de un toro, gimió como nunca. Sus gritos de placer se oían en toda la playa. Entre envestida y envestida podía escuchar la respiración de nuestros compañeros. Una clavada mas fuerte y escupí abundante saliva en su ano. Con una mano la agarre de la coleta mientras que con la otra coloque mi fusta en la entrada de su culo. Tenia la poya completamente empapada de sus fluidos. Tire de su pelo con fuerza y cuando levanto la cabeza envestí en su culo abriendo su ano hasta alojar en el la cabeza de mi miembro. No grito pero le caía una lágrima por la mejilla. Con el segundo impulso dió un enorme grito y fuera pude oír una voz femenina decir La está enculando.
La mitad de mi poya estaba dentro. Me paré a respirar, torció su cara para mirarme y sin retirarme su vista dio un fuerte empujón de manera que introdujo toda mi poya en su culo. Tres, cuatro, cinco envestidas más acompañados de liberadores gemidos y Mabel ya estaba completamente abierta a mí. Me retiré antes de correrme. Su hermosa estrella se había deformado como se habían tatuado los castigos en sus nalgas. Mabel era una esclava sometida y entregada. Levanté mi poya y me masturbé sobre su espalda, la solté de la coleta permitiendo que su pecho soportara el peso de su cuerpo. Embestí por ultima vez su sexo y me coloqué encima de su cuerpo mientras le lamía las gotas de semen que se esparcían por su espalda. Notaba sus pulsaciones como explosiones de una bomba. Gracias.- Me dijo. Oímos los pasos de nuestros amigos marchándose a sus tiendas.
Cuando nos despertamos el sol estaba en todo lo alto. Me dio un cariñoso beso y salió corriendo desnuda por la playa hacia el mar donde se bañaban nuestros amigos. Aún tenia la marca del castigo en sus nalgas. Yo la seguí mas despacio. Ana desnuda, la fue a recibir a la orilla tendiéndole una mano. Le acaricio en la mejilla y cogiendola por los hombros le dio la vuelta. Yo ya estaba frente a Mabel, me abrazo.
El agua nos cubría las rodillas. Ana se agacho delante de su culo y mientras le frotaba con unas algas entre las piernas, con la lengua le lamía las marcas de los azotes. Mabel me clavó sus uñas en mis nalgas mientras intentaba impedir que de su boca saliera un pequeño gemido.