Empecé de fiesta y acabé follando con una madura

Lo que parecía una noche de fiesta de pueblo, acaba inesperadamente en una mañana apasionada en casa de una madura.

Fue una noche veraniega de locura. Empecé de cena en casa de unos amigos en un pueblo cercano, eran las fiestas y luego nos acercamos a la verbena en la plaza mayor. Allí ya llegamos algo perjudicados por el alcohol, además yo lo acababa de dejar con mi novia y tenía ganas de marcha. Estuve hablando con esta y con aquella hasta que, casi sin darme cuenta, me estaba morreando con una amiga. No me lo hubiera imaginado nunca y ella tampoco, cuando separamos nuestras bocas nos miramos y empezamos a reírnos a carcajadas. Había sido un error, pero también divertido.

La verdad es que yo estaba bastante caliente, y cada vez más a cuenta del alcohol. Estuvimos bebiendo toda la noche.

Cuando la fiesta estaba llegando a su fin, lo normal es que yo me hubiera ido a dormir a casa de mis amigos, ese era el plan, sin embargo, yo iba por libre y decidí volver a mi casa en taxi.

En diez minutos había llegado, pero estaba demasiado borracho para irme a la cama, así que me fui a dar un paseo mientras amanecía. Eran como las siete de la mañana y yo iba dando tumbos por el centro de la ciudad. En ese momento recordé una conversación con Clara, una mujer bastante mayor que yo. Por motivos de trabajo coincidíamos a menudo y yo alguna vez me había ido fijando en ella, una mujer algo más baja que yo, con un buen culo y con buena conversación. No había ido a más, ella era una mujer bien y no quería arriesgarme a hacer el ridículo, aunque sí que charlábamos cada vez que nos veíamos. En aquella ocasión, antes de un acto, estuvimos hablando de las tareas de casa, me dijo que esa semana su marido se iba fuera por motivos de trabajo y que le tocaba a ella encargarse de todo. Debió ser el alcohol y el cansancio de la noche, pero cuando pasaba por debajo de su casa me atreví a escribirle.

  • Hi! Estás despierta? Yo vengo de fiesta, justo pasando por debajo de tu casa.

  • Buenos días, justo me estoy levantando de la cama, que mi marido se acaba de marchar al viaje de negocios que te dije.

Mi cabeza empezó a funcionar a mil por hora. No voy a negar que alguna vez había fantaseado con una situación así, y esta parecía una buena oportunidad para conocerla mejor. No sabía cómo entrarle.

  • Joder, yo estoy aireándome un poco, ha sido una noche movida. Quería desayunar algo, pero hasta las churrerías están cerradas.

En ese momento se me abrió una puerta. Ella, bromeando, dijo: "Jajaja, yo voy a preparar café, si quieres te guardo un poco".

No quise perder esa oportunidad e inmediatamente contesté un "ACEPTO!". Imagino que ella se sorprendió, no lo decía con intención de invitarme realmente, se había metido en un compromiso.

  • ¿De verdad quieres subir a desayunar? Que estoy recién levantada, no estoy para que me vean.

  • Bueno mujer- contesté yo - seguro que no es para tanto, y no creo que te haga falta prepararte mucho, seguro que sin maquillar están tan guapa o más que maquillada.

Hubo un silencio, ya no escribía. Pensé que quizá le había molestado, que había sido demasiado directo así que le pedí disculpas por mi comentario. Ella contestó al momento.

  • ¡Para nada! No me ha molestado, pero sé que lo dices para quedar bien.

No sabía si era falsa humildad o de verdad lo creía, pero yo contesté rápidamente.

  • No lo digo por ser un bienqueda, creo que es así. Y no soy el único que lo cree, algún comentario que otro he escuchado por ahí.

  • ¿Sí? ¿Y qué comentarios son esos?

  • Bueno, pues que eres una mujer atractiva, claro. La verdad. - Contesté.

  • ¿De verdad te lo parezco? ¿Por qué?

Parecía que la conversación iba a más, que a ella le estaba empezando a gustar. Había confianza y yo acabé por soltarme más.

  • Tienes buena planta, eres una tía educada y sí, me he fijado en tu culo, es un muy buen culo.

  • ¡Uy, serás descarado! No sabía yo esas aficiones tuyas de ir mirando mujeres que podrían ser tu madre.

  • Ya te he dicho que no soy el único, en el grupo de amigos hemos hablado de lo bien que estás. Alguno seguro que ha fantaseado contigo.

  • Sí, pero el que me escribe a las siete de la mañana eres tú. - dijo ella.

Yo me excusé en mi borrachera y el paseo en busca de un lugar abierto para desayunar y ella me soltó un "¿Entonces subes a por tu café?". Me quedé a cuadros, de repente me estaba invitando a subir a su casa. Yo estaba muy caliente, pero se me pasó un problema por la cabeza y le dije:

  • ¿Y si vuelve tu marido, que le decimos?

  • Es solo un café - respondió ella - ¿Acaso es delito tomar un café? Venga, sube y así me cuentas que más cosas te llaman la atención de mí.

Mi corazón se puso a latir a toda máquina, se me iba a salir por la boca. No sabía cómo reaccionaría una vez que subiera a su casa. No esperaba que fuera a invitarme a subir. Lo que parecía un juego ahora se estaba convirtiendo en una realidad.

Se escuchó el portero automático y la puerta se abrió. Entré en el edificio, era una construcción antigua, se notaba que en ese sitio había dinero. Cogí el ascensor y subí hasta su piso. Ella me esperaba con la puerta entreabierta, pasé y nos dimos los dos besos de cortesía. Yo apestaba a alcohol. Ella se había vestido con unos pantalones vaqueros y una blusa con los dos botones de arriba desabrochados. Me dijo que pasara al salón, ella caminaba delante y yo no podía dejar de mirar su trasero. Cuando llegamos, sin que me diera tiempo a sentarme, se dio una vuelta a mi alrededor y me dijo: "Tú tampoco estás nada mal". Se me iba a salir el corazón por la boca, no sabía cómo reaccionar y entonces ella dijo: "A ver ¿Qué más cosas te gustan de mí?, tan valiente que eres por el whatsapp". Estaba sorprendido, ella siempre tan educada y formal hablando en ese tono. Yo no me callé, es más, me envalentoné.

  • Bueno pues, tu forma de moverte, la manera de vestir y la mirada que tienes. Vas de seria, pero tienes mirada de que te gusta disfrutar. ¿Y a ti, hay algo de mí que te llame la atención?

  • ¿Además de que eres un borde cuando trabajas? Puede que sí, que te haya echado alguna mirada. No estás mal. Pero te saco 16 años, soy muy mayor para ti, no deberías fijarte en alguien como yo.

Yo ya estaba cachondo perdido, ni siquiera nos habíamos sentado y mi polla crecía dentro de los pantalones y se hacía cada vez más evidente. Le pedí que me indicara donde estaba el baño. Entré y fui directo al lavabo, me lavé la cara, esto estando sobrio no habría pasado, cada vez estaba más excitado.

Cuando levanté la mirada, vi en el reflejo del espejo que ella estaba detrás de mí. Me preguntó que si estaba bien y contesté que algo mareado, pero cuando me di la vuelta su mirada fue directa a mi entrepierna. Apartó la vista, pero se le iban los ojos al bulto que tenía en el pantalón.

  • Si quieres puedes darte una ducha para refrescarte, te vendrá bien para el mareo y para bajar la borrachera - me dijo.

Yo acepté, ya no sabía ni que estaba haciendo, era una situación surrealista.

Clara me trajo una toalla y me enseñó la cabina de ducha, se agachó para mostrarme como funcionaba y apoyó su culo en mi pene. No se apartaba, se mantuvo ahí unos instantes y yo, como por instinto me apreté contra ella y empecé a acariciarle la espalda, primero por debajo de la blusa y luego, como por casualidad, metí la mano por dentro. Ella no se quejaba, es más, soltó un suspiro, parecía que le gustaba. Se incorporó y yo seguí acariciando. como que no quiere la cosa, le empecé a rozar las tetas a cada pasada, ella ya estaba entregada. Se dio la vuelta, y sin mediar palabra empezó a comerme la boca. Los dos estábamos entregados, con la respiración acelerada, queriendo comernos el uno al otro. La pantomima del café y la ducha había tenido el efecto que, parece que los dos, queríamos.

Mientras nos besábamos apasionadamente yo volví a meter la mano y agarré sus tetas, pequeñas y bien puestas. Pellizcaba sus pezones mientras con la otra mano la empujaba hacia mí, quería que notase mi polla bien dura. Ella me abrazaba, me metía la mano por el pantalón y me agarraba el culo.

En un arrebato, la aparté de mí y empecé a desabrocharle la blusa. Aparecieron dos tetas que ya quisieran las de veinte años. Eran pequeñas bien puestos y con unos pezones gordos. Sin dudarlo ni un segundo me las metí en la boca. Las amasaba, las poseía y las lamía enteras. Tenía el pecho embadurnado de mi saliva. Ella gemía, me agarraba la cabeza y la apretaba contra ella.

Después de comerle bien comidas las tetas, empezamos a besarnos de nuevo y ella aprovechó para desabrochar el pantalón. Mi polla pedía a gritos salir y ella la liberó del pantalón y el calzoncillo. Salió dando un respingo, dura como una piedra. Clara la miraba con cara de deseo y empezó a pajearme mientras se agachaba. La madura con la que había fantaseado estaba a punto de chupármela, no lo podía creer. De cuclillas siguió pajeándome mientras la miraba, parecía que le gustaba y de un movimiento se la metió entera en la boca. Comenzó a comérmela con ansia, como si la deseara desde hacía mucho tiempo. Se la metía entera una y otra vez, yo podía notar como mi capullo chocaba contra su cuello. Era una experiencia acojonante, la mejor mamada de mi vida. Seguía y seguía, pero cuando parecía que me iba a correr, paró, abrió el agua de la ducha, nos acabamos de desnudar y nos metimos dentro.

Seguíamos besándonos, ahora con nuestros cuerpos desnudo, mi polla rozaba contra el poco vello de su pubis, un coño arregladito, apetecible y con ganas de que lo comieran. Nos magreamos mientras caía el agua encima, bajé la mano y empecé a masturbarla, primero acariciando el clítoris, abriendo sus labios un poco, luego metiendo un dedo y más tarde dos. Estaba pingando, y no era del agua. Aproveché el momento y me puse de rodillas, empecé a mancharme la cara con sus fluidos, lamía su entrepierna de arriba a abajo, como un perro con hambre. No podía más, solo tenía ganas de follar con ella, así que salí de la cabina y le dije, vamos a tu habitación. Así, sin secarnos, dejando la casa encharcada nos encaminamos a su cama. Yo estaba fuera de mí, el alcohol me tenía mareado y más caliente de lo habitual, quería hacer todas las posturas y todas las guarradas posibles.

Llegamos a su habitación, la cama estaba deshecha. Me senté en un borde y ella empezó a comérmela de nuevo, yo saqué el teléfono móvil y empecé a grabar con su consentimiento. Verla a través de la pantalla me ponía aún más, era una locura.

Al momento la cogí por el brazo y le dije que subiera a la cama. Y allí estaba toda para mí. Dejé el smartphone a un lado grabando y me puse encima de ella. Metí primero un poco la punta de mi pene en su precioso coño y después, de un golpe, el resto. Ella pegó un grito de placer. Empecé a bombear todo lo fuerte que podía, la agarraba por las piernas y le metía la polla hasta lo más profundo.  Ella me decía una y otra vez: "Fóllame, vamos, fóllame fuerte. Me encanta". Sus palabras hacían que me volviera más loco aún y empujara con más fuerza. Era un sueño lo que estaba viviendo. Le dije que se pusiera a cuatro patas, que quería follarla viéndole el culo. Y así fue, empecé a bombear dentro de su coño, chocando contra su culo, azotándola mientras ella pedía más y más. Estaba tan cachonda como yo. Entre gemido y gemido me susurraba: "Soy tu puta, jódeme siempre, jódeme así siempre". Yo le prometía que así sería, que si ella quería, así sería siempre. Seguí durante no sé cuánto tiempo chocando una vez y otra con su culo, ya lo tenía rojo de tanto golpe y Clara no se cansaba. Si seguía así me iba a correr pronto, así que ella se sacó mi polla de dentro, se dio la vuelta, me pidió que me sentase en el borde de la cama y se subió encima de mí a horcajadas. Se metió mi pene dentro y empezó a cabalgarme con un vicio que yo no había visto nunca. Yo agarraba su culo y la ayudaba, sentía su respiración en mi oreja, estaba salida perdida y yo a punto de correrme. La avisé pero ella no paraba, quería que me corriese dentro de su coño. Ella también estaba a punto, empezó a gemir más fuerte y a decirme: "Lléname de leche, quiero sentir tu leche dentro de mí". Nada más decir eso noté como el semen empezaba a recorrer el tronco de mi polla, me estremecí y solté un chorro de lefa dentro de su coño, y después otro, y otro más. Creo que nunca me había corrido tanto, con esa fuerza y esa cantidad. Al sentirlo, ella empezó a gritar de placer, también se estaba corriendo, temblaba y se fundía contra mí.

Yo me dejé caer hacia atrás, ella sobre mí. Nos quedamos un minuto en esa postura, hasta que mi pene, ya flácido fue emergiendo de su vagina y dejo salir varios goterones de mi semen que mancharon las sábanas.

Mareado por el sexo y la bebida me levanté y me fui vistiendo mientras ella se ponía una camiseta. Había llegado la hora de irse, cogí mis cosas, nos despedimos con dos besos, como si no hubiera pasado nada, como si de verdad hubiese subido a tomar el café que me ofreció y me fui.

Al llegar a la calle me acordé de que el teléfono había estado inmortalizando toda la escena. Lo saqué del bolsillo, entré en la galería y, sin ver nada de lo que había grabado, borré cualquier rastro de aquel encuentro.