Emo se lo monta con una pareja
En un local de ambiente un joven emo conoce a un hombre que le propone un trio con su bella esposa. Eso siempre es morboso y con gente de dinero, elegantes y cuidados aún mejor.
Fui a tomar una copa a uno de mis bares preferidos, un local de ambiente. Un sitio agradable, discreto en que conocer gente o tomar algo tranquilo. Me había puesto de lo más sexi que podía. Estaba junto a la barra y ni le vi entrar. Pero al ponerse a mi lado me fijé en él, andaría por los cuarenta y estaba bastante bien. Moreno, un poco más alto que yo, cuidado de gimnasio y piel bronceada.
Me invitó a otra de lo que estaba bebiendo y nos pusimos a charlar. Empezó con la conversación típica de un ligue, ya sabéis, edad, a qué te dedicas y esas cosas. Veía su mirada de deseo fijándose en mi cuerpo delgado, fibrado y me calentaba. Vestía además provocativo y sexi, camiseta de rejilla trasparente y pantalones ajustados marcando. Ya había visto esa mirada otras veces, en otros tíos, claro y él me gustaba. Me parecía atractivo.
Me pareció curioso que me hablara de su mujer y más cuando me enseñó las fotos de ella en lencería en la pantalla de su móvil y hacía eso mirándome a la bragueta. Ella estaba buena y siempre me habían atraído tanto un buen par de tetas como una polla dura.
Lo que no sabia era como él se había dado cuenta de mi vena bisexual en aquel lugar, rodeados de tíos cachondos. Así que cuando me dijo que ella nos esperaba en su casa me decidí a acompañarlo. Un buen trío siempre apetece ¿no?.
Al salir del local me acarició el culo en un descuido. Me gustaba su mano firme agarrando mi nalga sobre el vaquero. En cuanto nos subimos a su SUV BMW negro me agarró del cuello y me besó profundo y lascivo. Mi lengua hurgó en su boca cruzándose con la suya y mezclando nuestras salivas. Podía notar el cuero del respaldo a través de mi fina camiseta de rejilla.
Conducía demasiado deprisa para mi gusto sin soltar su mano de mi rodilla y muslo. Entramos al garaje de un bonito chalet en una zona cara de la ciudad.
Pasamos al salón donde estaba la mujer de las fotos del móvil vestida con un elegante y sexi vestido negro. Tan fina era la tela que se pegaba a su voluptuoso cuerpo como si estuviera mojado. Era evidente que esperaba a su marido con un ligue nuevo, esa noche yo. Le saludó a él con un jugoso morreo y a mí observándome como a un pedazo de carne. Me saludó con dos besos muy cerca de la comisura de los labios.
Acariciando mi bíceps que salía de la corta manga de mi camiseta, apreciando su dureza trabajada en el gimnasio y en la piscina. Sonriendo a su marido le dijo que había buscado a un chico guapo. Así que seguimos con las presentaciones y un mejor conocimiento.
Mientras Juan nos ponía dos copas en las manos quedándose él con la tercera. Nos pusimos cómodos en los sofás de cuero mientras una música suave cubría el ruido de fondo.
Estaba a gusto con ellos pero era evidente que no me habían llevado hasta allí por la buena conversación ni el caro alcohol envejecido en barrica de roble. Juan fue abriendo los botones de su camisa y dejando ver su pecho depilado con laser. Sara me recomendó que me pusiera cómodo y como hacía calor en su salón me saqué la camiseta de rejilla trasparente que me había puesto ese día.
Luciendo mi torso cuidado ante sus hambrientos ojos. La conversación picante aún caldeaba mas el ambiente y exhibir algo mas de piel ayudaría. Sara parecía estar de acuerdo conmigo y se puso a bailar ante nosotros, sensual, sobre sus altísimos tacones lo que parecía el inicio de un lascivo Strep tease.
Subía la falda casi hasta el firme culo mostrando los bellamente torneados muslos morenos. Solo por centímetros no llegábamos a ver sus firmes nalgas insinuando lo que asemejaba ser un carísimo tanga negro de encaje. Pero no se lo quitaba.
Arrodillada entre mis piernas mirándome lasciva a los ojos me abrió el pantalón y me hizo levantar el culo del sillón para tirar de él. Sonrió morbosa al ver el tanga morado de chico que apenas cubría mi dura polla. Terminando de sacarlos por los pies me dejó solo con el tanga.
Un poco mas lejos el marido nos miraba caliente librándose también de parte de su ropa. Su polla dura se marcaba en un bóxer ajustado y bastante pequeño. Ella aun entre mis muslos se bajó los tirantes del vestido desnudando sus bonitos pechos sin sujetador, los duros pezones apuntándome.
Agachó la cabeza y con los dientes sujetó la goma del taparrabos liberando mi duro rabo que dio un salto acariciando su cara. Sin usar las manos que tenia apoyadas en mis rodillas pasó la lengua húmeda desde los huevos y la base de mi polla subiendo despacio su saliva resbalando por mi piel hasta que se metió el glande en la boca mirándome a los ojos. Me levantó los muslos y su lengua bajó por el perineo buscando el culo, asustarse la goma del tanga con un dedo, hasta que pudo clavar la lengua en el ano. Era el primer beso negro que me hacía una mujer. Y me estaba encantando.
Por fin él se levantó y se acercó a nosotros buscando mi boca, su lengua jugando con la mía inundándome de saliva. Sus manos deslizándose por mi pecho acariciando mis pezones. Ella seguía lamiendo mis huevos depilados levantando una de mis piernas para alcanzar el perineo con la lengua.
Yo estaba a tope mientras sacaba la polla de Juan de su bóxer y la masturbaba despacio y con suavidad. Acerqué mi cabeza para pasar la lengua por el duro glande. Mientras la sujetaba con la mano.
También iba depilado al completo y tiré de él para acercarle a mi cara y poder lamer y saborear su pene despacio, usando la misma técnica de su mujer largas lamidas húmedas. Meterme sus huevos en la boca.
A esas alturas ella ella era la mas vestida y la que menos estaba disfrutando dedicada a mí. Así que para no correrme en su golosa boca decidí tirar de sus brazos y subirla a mi lado en el sofá.
Abandonar una polla para buscar el coño también pelado, no hubo quejas. La acaricié con suavidad subiendo por el interior de sus muslos al monte de Venus con las yemas de los dedos bajando hacia los labios que chorreaban abriéndose al leve toque. Su humedad me permitía indagar mas dentro, los pliegues brillantes pulidos que la hacían suspirar un largo gemido que escapó de sus rojos labios cuando alcancé el clítoris. No paré de darle legua hasta que se corrió en mis labios. La dejamos descansar un momento tras su orgasmo.
Ahora le tocaba a él, fue bajando despacio. Lamí su vientre plano, su ombligo, los pezones que mordisqueé suavemente, sus axilas suaves y con regusto a desodorante excitándolo mas. Mientras su glande recorría el camino inverso acariciando la piel de mi torso y vientre. Al fin me besaba en los labios mezclando nuestras salivas mientras con su mano guiaba mi polla entre sus nalgas. Ni siquiera se en que momento se quitó los boxers y se lubricó el ano pero en el momento en que mi glande tocó el aro de músculos noté como se deslizaba con suavidad en su interior.
Sus músculos apretaron mi rabo pero dejando que sus nalgas siguieran bajando hasta apoyarse en mis muslos. Su nabo apretado entre nuestros vientres. Tenía ganas de probarla a ella. Haciendo fuerza entre sus piernas le subí entre los dos. Separé sus muslos e hice mas fuerza hasta que dejé descansar su coño de nuevo sobre mis labios. Recogí con la lengua todo el jugo que salía de su vulva y le clavé la sin hueso todo lo dentro que pude. Jugué con su clítoris.
Repasé los labios, me deslicé hasta el perineo donde crucé la lengua con la de su marido que separando sus nalgas le estaba lamiendo el culo. Ella clavaba los tacones de sus zapatos carísimos en los cojines del sofá sin preocuparse de si rasgaba el cuero blanco. Los negros mechones de su melena caían por su bella espalda mientras gemía por encima de nuestras cabezas que le daban placer.
-¡Basta de lengua! Quiero rabo.
Gritó en cierto momento. A regañadientes él sacó mi polla de su avaricioso culo y juntos nos deslizamos a la gruesa alfombra. Las pelvis bien pegadas, los muslos cruzados y los rabos apuntando al techo rozando los testículos. Viendo lo que le ofrecíamos ella misma dobló las rodillas bajando sobre nuestros cuerpos juntos. Nosotros con las manos guiábamos los penes hacia sus orificios, la mía a la vulva que ella abría con los dedos.
Mientras mi glande se abría paso entre los labios, el de su marido le abría el culo lubricado con su saliva y con lo mismo que se lo había abierto él. Acompasando el ritmo ella botaba sobre nuestros cuerpos una de mis manos en su cadera y la otra amasando sus firmes tetas. Al final nos corrimos dentro nuestro semen rezumando de los dos agujeros.
Me recosté mientras ella se sentaba sobre mi cara para que la limpiara con la lengua. Juan hacia lo propio con mi polla cubierta de semen y de los jugos de su esposa. Yo pasaba la lengua del culo al monte de Venus limpiando la lefa de ambos y los jugos de ella manteniendo su excitación y consiguiendo algún que otro orgasmo. Una vez los dos orificios bien repasados pasamos al rabo del marido a dos bocas cruzando las lenguas sobre sus testículos, sobre su polla que iba perdiendo dureza.
Ambos necesitábamos un descanso pero seguíamos excitados. Así que no dejamos de acariciarnos. Ellos no podían dejar de acariciar mi piel de besarme, de lamerme por delante y por detrás. Abrieron mi culo y clavaron la lengua en él me llegaban muy dentro excitándome más y más. Yo tampoco podía dejar de tocar sus pieles sus cuerpos sus sexos. Allí donde podía.
Nuestras pollas volvían a estar duras y era yo el que quería ser penetrado.
- ¡Fóllame!
Colocando mis pantorrillas en sus hombros empezó a acercar su glande a mi ano. Pero antes de que llegara fue ella la que ser encargó de lubricarlo con el misterioso mejunje que llevábamos usando toda noche. Entró firme pero despacio, justo como me gusta haciéndome notar cada centímetro. Y haciéndome soltar el aire de mis pulmones en un suspiro de placer.
La boquita golosa de ella se hizo de inmediato con mi nabo que también vivía a estar en condiciones. Y ya no paramos hasta corrermos. Primero yo con el doble estímulo. Ella recogió mi semen en su lengua y vino a dejarlo caer en mi boca en un nuevo lascivo beso. Él no tardó mucho más llenándome el culo con su semen y volviendo a lamerlo para prolongar mi placer.
Pero a mí se me hacía tarde y tuve que vestirme. Se ofrecieron a llevarme a casa en el BMW los dos sin ropa interior y ella abierta de piernas a mi lado en el asiento de atrás. Para que pudiera acariciar su coño de camino. Todo el viaje acariciando la jugosa vulva y llevándome sus jugos y olor en mis dedos hasta mi cama.