Emilia

Emilia tiene 18 años y es una preciosura. Es amiga de mi hija y nunca me había fijado en ella como un "objeto del deseo". Aquel sábado por la noche, las cosas cambiarían...

Emilia

Emilia es amiga de mi hija. Tiene apenas 18 años. Aunque tiene un cuerpo bonito, me gusta sobre todo su carita inocente.

Yo estoy unos años por sobre los 40, y un poco gordo. Me llevo muy bien con mi hija y dado mi buen humor me doy muy bien con sus amiguitas.

Emilia tiene un noviecito, al que no tengo el gusto de conocer: se llama Javier.

Esta historia ocurrió un sábado que Emilia había venido a mi casa a hablar con mi hija, se supone que saldrían a bailar por allí, sin sus novios.

A último momento, mi hija decidió no salir porque no se sentía bien. Me pidió si podía llevar a Emilia a su casa. Aunque no tenía muchas ganas porque estaba viendo una película bastante buena en la TV, no podía decir que no ya que era una noche fría y además era peligroso dejar a esa chica sola por la calle.

Yo estaba tomando un whisky y antes de salir, Emilia me dijo si podía tomar un poquito. Como mi hija estaba en su dormitorio, y mi esposa dormía hace rato, y ya tenía unas copas arriba, estaba desinhibido. Le di de mi propio vaso, y ella en lugar de tomarlo, me tomó las manos y se lo acercó a la boca, mientras me miraba a los ojos. Me puso muy nervios y se lo dejé en sus manos.

Ella parecía decidida a tomarme el pelo, ya que saboreaba el whisky, se lamía los labios, y me miraba con bastante descaro. "Está riquísimo", me dijo, "no como esas copas que tomamos cuando salimos a bailar".

"Bueno, no lo tomes muy rápido que te pude hacer mal", le dije.

"Nooooo. Yo estoy re acostumbrada, ji ji".

Supongo que era cierto. Mi propia hija llegaba bastante alcoholizada cuando llegaba de bailar, y Emilia era bastante más "liberada". Tenía más experiencia, y supongo que hacía rato había tenido su primera experiencia sexual.

"Si querés, te sirvo otro", le dije, aunque en seguida me puse colorado porque me sentí estúpido. Me acordé de la película "Belleza Americana", con Kevin Spacey como el padre que se calentaba con las amiguitas de la hija. A mi esta Emilia me parecía atractiva, pero nunca había fantaseado con ella.

"Mejor nos vamos a casa", me dijo y se dio vuelta rápidamente, agitando su pollerita corta.

Una vez en el auto, ella puso los pies apoyados en el tablero del coche, algo que nunca dejo hacer a mi hija para que no lo ensucie con sus zapatillas. A Emilia no le dije nada, y aunque intentaba no mirar sus piernas, cada tanto se me escapaba una mirada de reojo. Ella parecía notar mi incomodidad y jugaba agitando su faldita con las manos.

"Qué raro que no salís con tu novio a bailar", le dije para romper el silencio.

"Es que Javi sale con sus amigos y yo con mis amigas. Cada uno se divierte por su lado."

"¿Y no te da celos si él baila con otra chica?", pregunté, evidentemente anticuado

"Nooo. Yo también bailo con otros chicos. No es como si estuviéramos casados!"

"Claro…" dije, alegre porque ya llegábamos. No sabía qué más decir y ella seguía agitando su faldita, como si quisiera darse aire en las piernas. "Bueno… llegamos", dije y estacioné frente a su edificio.

"¿Podrías acompañarme?", me preguntó, mientas me dirigía otra miradita que otra vez me ponía colorado.

"Claro", le dije, cuando debí preguntarle para qué quería compañía, si no había mayor inseguridad para ingresar al edificio.

A esta altura mi cabeza fantaseaba sola, y yo tenía que reprimirla. Me acusaba a mí mismo de viejo verde, por pensar en hacerlo con una niña de la edad de mi hija. A esta altura estaba muy nervioso y no quería hablar para no tartamudear.

Entramos al edificio y en el ascensor ella se paró muy cerca de mí, apoyándose en mi brazo. Yo ya no entendía nada. No podía creer que Emilia estuviera jugando conmigo, provocándome una gran calentura, para gastarme una broma. Mi entrepierna empezaba a apretarse, incomodándome. Me puse las manos como para hacer de "barrera" frente a un tiro libre, para que no se notara mi creciente erección.

Cuando llegamos a su piso, le dije "Bueno, aquí nos despedimos…" y ella se rió. "Dale, ya que me acompañaste hasta aquí…" y tiró de mi manga para que saliera del ascensor.

Yo la seguí callado y un poco enrojecido. Ella se adelantó y yo empecé a mirarla como evaluándola. Tenía linda cola y lindas piernas. Pero era una nenita. No podía estar calentándome así con una nena de 16 años. Tenía que parar de dar aliento a las fantasías. Era una depravación.

En la puerta del apartamento otra vez intenté: "Bueno, ahora sí…". Nuevamente se rió. Abrió la puerta y me arrastró hacia adentro. "Vení, así mis padres ven que no vine sola…ah! Es cierto que ellos no están!".

A esa altura, yo no podía dejar de pensar que ella me había traído para coger, y a la vez no podía dejar de responderme que eso era una locura, que esa niña no podía tener ningún interés en coger conmigo, y que yo no debería siquiera pensar en la posibilidad de juguetear con ese cuerpito, con esas piernitas, esas tetitas apretadas, esa boquita que me sonreía con picardía… ¡Basta! Ya estaba otra vez fantaseando como un viejo verde!

Ella me dijo "Ahora voy a devolverte el favor que me hiciste, te voy a servir un whisky de mi papá" y se fue hacia un mini bar que había en una esquina. "No, no, gracias, dejá que ya me tengo que ir", le dije, pero ella se fue sacudiendo su colita hacia el bar y empezó a servir un trago. Desde allí prendió un equipo de audio con un control remoto, y puso una estación de FM, con una música lenta, de mi época, los años 70.

Yo ya había decidido dejar de pensar, dejar de reprimirme, y ver qué quería esta chica tan hermosa. Aunque no podía creer que le interesara besuquearse con un viejo (desde su perspectiva), ya no podía negar que estaba comportándose como si quisiera incitarme a una buena cogida.

"Soy Kevin Spacey", me dije, "y si ella quiere coger, no voy a ser yo quien desprecie tamaño regalito".

Se acercó con una danza que ella creía erótica, pero era bastante torpe, con el vaso de whisky en la mano. A mí me gusta con hielo, pero me lo tomé como me lo sirvió, "a lo cowboy". Di un trago largo, y ella se rió. "Dejame algo para mí", me volvió a tomar las manos y se llevó el vaso a los labios otra vez mirándome como una zorrita. La combinación de su carita inocente y de su mirada incitante, me provocó un dolor en la entrepierna, tal era mi erección (con la ropa apretándome los huevos).

"Ya que no pude ir a bailar, acompañame", me dijo, mientas me pasaba un brazo por encima del hombro. Yo se que en esta época en las discotecas ya no bailan música lenta, es pura marcha, no es como en mi época, así que me sorprendió la forma en que ella bailaba. Se pegó a mí, y apoyó su cabeza sobre mi hombro. Yo reviví las épocas de los bailes cuando era estudiante, y mi miembro estaba totalmente parado, y se frotaba contra la entrepierna de esta niñita. A esta altura estaba mucho más desinhibido por el alcohol, y había decidido que no me importaba nada. La apreté contra mí y le hice sentir que estaba caliente y dispuesto a todo. Ella tenía que sentir mi pija en su vientre, frotándose y apretando

Claro que la sintió. Levantó la carita y me miró, y me dio un beso de lengua largo y húmedo. Yo a esa altura no dudé más nada: le dí un largo chupón y le empecé a tocar la colita. Le levanté la falda y empecé a meter mano bajo la tanguita. ¡Estaba toda húmeda! A partir de allí me olvidé que era una niñita y la traté como una hembra deseosa

De un momento a otro estábamos toqueteándonos y besándonos en el sofá, ella daba largos suspiros y a veces se reía como si tuviera cosquillas.

Con mi experiencia, empecé a quitarle la tanguita, para poder manosearla con comodidad. Ella me ayudó, y por lo que vi también era bastante experiente. Se quitó ella misma la blusita y el sostén, y me llevó la boca a sus pechos. Me comí sus pezones, jugando con ellos, rozándolos con la lengua, ella suspiraba más fuerte y ya no reía. Se la veía agitada y acalorada. Durante un segundo mi "Super Yo" casi me juega una mala pasada: pensé en parar y preguntarle "¿estás segura de esto?". Por suerte, el "Ello" pudo más, y me dijo "Si no está preparada, mejor que se prepare…". Bajé a su conchita y empecé a besarla y chuparla con mis labios y con mi lengua. Hacía muchísimo tiempo que no le daba sexo oral a una mujer, mucho menos a una conchita tan suave y tan sabrosa. Ella se deshizo en suspiros y se mojó todita, y yo estaba volviéndome loco.

"Pará, pará", me dijo, y yo pensé que se había arrepentido. "Qué animal que soy", pensé, "ahora se me arma un quilombo terrible". Pero ella dijo: "No es justo que sólo yo sienta", y me empezó a sacar el buzo de un tirón, y luego a intentar con torpeza quitarme el cinturón. Yo me puse de pie y me quité la ropa, ella me daba besos en el pecho y me estorbaba, pero me ponía a mil

Cuando quedé en calzoncillos, ella me los bajó de un tirón, y se arrodilló frente a mí pasándose la lengua por la boca. Yo no lo podía creer: me la iba a chupar, y encima lo hacía con ganas! Mi mujer sólo me hacía sexo oral si yo se lo pedía, y siempre con un poquito de asco.

Emilia se la metió en la boca. No era muy experta, pero era evidente que tampoco era su primera vez. Mientras me lamía la punta de la pija, sus ojitos verdes me miraban, y yo casi le echo un polvo en la cara. A duras penas pude contenerme, sobre todo porque quería hacer durar esa experiencia. Si acababa muy rápido tal vez no pudiera tener otra erección aquella noche

Me acosté al lado de ella, y empecé a besarla en la boca mientras le frotaba la pija contra su conchita. Ella me decía que le encantaba. Empecé a acariciarle la cola, y mojando por atrás un dedo en su conchita, lo humedecí y empecé a tocarle el culito. Puso cara de sorprendida pero siguió metiendo su lengua en mi boca y haciendo ruiditos adorables, como si gozara más que nunca.

A esa altura se la quería meter hasta el fondo. Me senté en el sofá y la levanté para sentarla arriba mío. Ella puso cierta cara de temor. Cuando se dio cuenta que yo la miraba se rió un poco, y dijo "está grande, me da un poco de miedo", y se la frotó pero sin sentarse del todo. Yo le abrí bien los labios vaginales, y se la fui metiendo de a poco. Estaba apretadita, pero bien lubricada. Entraba. Ella tenía los ojos bien abiertos, y la boca también un poco abierta. Para que no pensara tanto en el tamaño de mi pija y se dejara llevar, le metí la lengua en la boca y empecé a tocarle una tetita, pellizcándole suavemente el pezón. Ella suspiró y yo se la metí otro poco. A ella se ve que le gustaba mucho, porque se dejó caer con fuerza, enterrándose gran parte de mi miembro en su conchita. Largó un fuerte "Aaaahhhhhh. Ahora sí….". Y yo no recordaba hace cuánto que no estaba tan caliente.

Empezó a moverse despacito y yo la tomé por la cintura y empecé a levantarla y dejarla caer. Después de un ratito estaba cabalgando como una loca, enterrándose totalmente mi pija y parecía que necesitaba más. Sus ojos verdes estaban entrecerrados y parecía muy concentrada. Con cada caída sobre mi pija, largaba un fuerte "Ahh!", a tal punto que pensé si no nos escucharían los vecinos.

A esa altura no la ayudaba más con mis brazos, ya que se bastaba ella sola. Yo lamía con pasión sus tetas y volví a jugar con el agujero de su culito apretado. Me entró el dedo mayor y ella siguió gozando como si nada hubiera pasado. "Hoy me tengo que comer este culito", pensé. Al mismo tiempo, empecé a preocuparme de no acabar. No tanto por el miedo a embarazarla, la verdad es que ni pensaba en esa posibilidad. No quería acabar ya, porque temía que no pudiera tener dos eyaculaciones, incluso si estaba tan caliente con esa yegüita cabalgándome como si estuviera desesperada.

Ví que ella estaba cerca de alcanzar un orgasmo y, sin sacar un dedo de su culito, la ayudé con la otra mano empujándola hacia abajo desde sus hombros. Empezamos a acelerar las embestidas y ella de pronto cambió: empezó a hablar a borbotones, hasta ese momento se había quedado callada, sólo suspiraba y emitía sonidos inarticulados, pero empezó a parlotear mientas gozaba cada vez más. "Qué pija más linda tenés, me vuelve loca. Meteme la pija bien adentro. Qué puta que soy, como me gusta tu pija. Es más grande que la de Javi, me gusta tu pija gorda, ahhh, ayyhhh Javi, perdoname, Javiiii". Allí acabó acordándose de su novio, fue la cosa más rara que haya vivido. Tenía la cara bien roja y apretó los ojos y los labios. Yo había aguantado para no eyacular, quería seguir un rato largo con esta hermosura. Pero de pronto ella empezó a sollozar, le caían lágrimas.

Yo suponía que se sentía mal porque había engañado a su famoso Javi, o a lo mejor se había emocionado porque había sentido mucho. Qué se yo. Mientras tanto, no sabía muy bien qué hacer. Todavía seguía con mi dedo mayor dentro de su culito, pero no me animaba a moverlo. Ella estaba quieta. No apretaba mi miembro. Estuvo un ratito así, hasta que se aflojó. "Gracias", me dijo. Yo le dí un beso en la boca y empecé a moverme un poco para ver su reacción. Ella empezó a apretar mi pija, y entonces me animé a mover mi dedo en su culito. "Me volvés loco, chiquita", le dije, y me arrepentí en seguida de decirle "chiquita". Pero ella no notó nada, parecía que quería otro orgasmo. Yo tenía miedo de acabar antes de poder romperle ese culito, pero no podía negarle otro orgasmo.

Volvió a cabalgar, primero despacio y luego cada vez más fuerte. Parecía que estaba con menos fuerza, que estaba cansada, pero cuando entró en calor volvió a cabalgarme con todo. Otra vez la ayudé desde los hombros, y otra vez empezó su lamento gozoso: "Ahhhh, me encantaaaaa, qué piiiijaaaaaa, voy a acabar, métemelaaaaaa, Javiii, Javiiiiii, ahhhhh". Acá yo pensé que ella estaba pensando en Javi para acabar, como a veces yo mismo hago pensando en una mina que me gusta mientras estoy cogiendo a mi mujer. No sé.

Después de ese segundo orgasmo, ella se bajó de mi pija y se acostó en el sofá, parecía pensativa, y tal vez con sentimiento de culpa. Yo empecé a temer que no podría sacarme toda la leche de adentro, y me lamenté de no haber acabado dentro de ella. Pero se me ocurrió una idea y me acosté junto a ella, o mejor dicho, detrás de ella, en la posición conocida como "cucharita". Mientras le acariciaba todo el cuerpo, le empecé a recorrer la raya del culito con la pija. Le tocaba las tetitas, le besaba el cuello, le decía cosas dulces, le acariciaba el clítoris. "Qué linda que sos, mi amor", le dije, "y cómo me gusta tu colita".

Ella se rió y me dijo "si, ya me di cuenta". No sabía cómo decirle que TENÍA que romperle ese culito hermoso, cuando ella empezó a dar empujoncitos hacia atrás con la cola, como adivinando mis pensamientos.

Sin decirle nada, la puse en posición de perrito y le escupí el agujerito. Ella NO DIJO NADA. Mi pija, que amenazaba con ablandarse, se puso dura como un fierro. Se la arrimé al culito y ella me dijo "Cuidado, mirá que sólo una vez probé por ahí y no pude hacerlo". "Perdé cuidado, te va a encantar", le dije. A esta altura era capaz de decirle cualquier mentira con tal de comerme esa cola. Sus ojitos verdes me miraron por encima del hombro, y puse manos y pija a la obra.

Los primeros intentos fueron infructuosos, entonces me salivé los dedos, y empecé a meterlos, primero uno, luego dos, hasta que entraban con facilidad. Con la otra mano, le tocaba el clítoris y le metía un dedo en la vagina. Ella no protestaba, así que decidí ahora probar haciendo más fuerza.

Al primer intento entro la mitad de la cabeza y ella se quejó un poco, pero decidió no aflojar la presión. "Movete un poquitito, Emilia", le dije. Ella empezó a mover las caderas y yo cada vez hacía más presión, hasta que de pronto entró enterita la cabeza. "Ay" dijo, pero no me pidió que la sacara. A partir de allí la cosa fue más sencilla. Me apoyé con fuerza y acaricié una y otra vez sus pechos y su clítoris. "Movete mi amor", le dije. Y ella ahora sí se movía y parecía gozar. De pronto, casi se sale la pija de tanto que ella se movía. A partir de ese momento, entendí que debía darle con todo. La tomé por las caderas y empecé a bombear con fuerza. Ella se movía mucho y se quejaba suavemente. "Te gusta?". "Si" (suavecito). "Te gusta??!". "Siii (un poco más fuerte). "Te gusta, putitaaa", le dije. Y ella empezó a hablar: "Me encanta, metela, dale, mételaaaa". Esta vez no me nombró a su noviecito y yo le dí sin culpa ninguna. Parecía gozar como loca. Decidí que ya había durado demasiado, tenía miedo de cansarme y perder la erección. Apuré el bombeo y le dije "Te voy a acabar adentro del culito, puta". "Si, quiero tu leche". Seguí bombeando hasta que salió un chorro que ella sintió en su culo, porque largó un fuerte gemido en ese mismo momento. Parecía que habíamos acabado juntos. Ella se cayó sobre el sofá y yo seguí arriba de ella, con la pija dentro de su culito. No se si era su culo o mi pija el que latía. Me quedé allí un rato, gozando con la idea de que mi pija seguía enterrada dentro de ella. Al rato empecé a pensar qué decir, volvía la incomodidad y el sentimiento de culpa.

"Qué animal que soy, cómo pude cogerme a una amiga de mi hija! Voy a terminar preso", pensé. En ese momento sonó el teléfono. Pensé que era muy raro porque era muy tarde. Tal vez era el tal Javi. Ella se sobresaltó pero no se movió: yo todavía seguía dentro de ella, aunque ya no estaba exitado. Empezábamos a enfriarnos. "Vas a tener que irte porque mis padres pueden venir", me dijo. "Claro", dije yo, y empecé a salir de adentro de ella. Sus nalgas se mantuvieron apretadas, pero igual salió un chorro de leche que se escurrió hacia abajo. Le di un beso en la espalda y me levanté. Empecé a vestirme y al poco rato estaba saliendo del apartamento. "Gracias por todo", le dije, como si me hubiera servido un café. "Chau", me dijo.

Volví a casa con la cabeza dándome vueltas, con mil ideas y un millón de sentimientos. Miedo, vergüenza, culpa, excitación, culpa… Pero con una gran sonrisa en la cara. Hacía mucho que no sentía tanto. Me sentía más vivo que nunca.