Emerger de la soledad.

Emerger de la soledad (secuela de pensamientos pecaminosos). Introducción

Introducción

¿Cómo, todo aquello que en su momento nos atraía como la más dulce fragancia, deja de interesarnos, para ser remplazado por un ideal casi imposible? Uno que nos asfixia con cada bocanada de aire que intenta tomar, al tratar de alcanzar aquel cielo azul. Es un suicidio seguro, pero… tú también te sientes así, mi amado Nicolás. Entonces, ahoguémonos juntos hasta el final…

Las suaves y tibias palabras, acompañadas por el càlido aliento de su boca, traían consigo más que recuerdos a su mente, sus cuerpos correspondían a cada latido que escuchaba, de aquellos corazónes furiosos. Caricias sutiles pero profundas, la ternura humilde y la pasión duradera, complementaban aquel periodo de idas y venidas. Los cuerpos unidos en un solo abrazo y el silencio en la habitación, rendían cuentas. No hacían falta las palabras. Podían  morir en ese momento y no le importaba, ya que para ellos, el solo hecho de sentir sus presencias, era más que suficiente. Su mundo era perfecto y podía haber durado para siempre, si no fuera por el golpe a la puerta, que interrumpió ese mágico momento.

.- ¡Tok…tok…!

En un pequeño sobresalto, ambos se soltaron y se dirigieron al escritorio.

La imagen impecable de David, vestido de traje gris. Llevaba consigo un maletín color negro de un muy fino cuero, muy ostentoso. Éste tomó asiento y apoyó su maletín a un acostado, sobre el suelo. Un Nicolás totalmente ruborizado acomodó su ropa, no sin antes avisar, que se podía pasar.

David sonrió y expresó aquella cualidad que tanto gustaba a Nicolás, su sarcasmo.

.- Tranquilízate o quedaras como un tomate. Parece que los años no te han cambiado en nada, Nicolás.

.- A ti tampoco, sigues tan avasallante y elocuente como siempre.

.- Ajajá… expresó David con alegría.

Mientras tanto, un joven sacerdote ingresaba a la oficina.

.- Adelante, dime ¿que se te ofrece?

.- Perdón,  padre Nicolás. Siento mucho interrumpirlo. El padre Alfonso me pidió que trajera estos documentos importantes. Oh... ¡buenos días! Disculpe mi falta de educación.

.- Tomás,  el señor es David Keller y es nuestro nuevo representante en la comunidad.

David miró de reojo al sacerdote y lo saludo respetuosamente.

.-Buenos días,  padre. Un placer.

.- El placer es mío, me despido. Ah… Nicolás… no olvides nuestro torneo de fútbol.

.- ¡Pero... que estas diciendo…!

.- Ah… lo siento, me retiro.

Tomás avergonzado, abandonó rápidamente la habitación.

.- Dios… ese chico…

En ese momento David se alzó de su silla y caminó hacia el sacerdote que estaba apoyado sobre sus manos. Acarició suavemente su cabellera y al alzar el rostro, Nicolás diviso aquellos ojos claros que, como ventanas desde el cielo, lo observaban en las alturas. La necesidad angustiosa de tocarlo se apoderaba cada  vez más de ese débil cuerpo. Pero el único destello de raciocinio que tenía en su mente siempre lo hacían desistir. Disimuladamente se levantó y se apartó del joven.

.- Dime ¿qué estas haciendo aquí, David?

.- Y ¿qué  crees que hago? Vine  por ti.

.- Tienes tu familia, deja de decir tonterías.

.- No son tonterías…- gritó,  golpeando fuertemente la mesa.

Su temperamento se mantenía intachable.

.- ¡Basta David! estas en la casa del señor.

.- Del señor… por lo visto no haz cambiado en nada. No te importa que los demás no puedan seguir con su vida o que sientan ahogarse cada día al acostarse. No te importa nada de nada…

La furia era claramente visible en los ojos del joven.

Luego de aquel desafortunado encuentro en la casa de  Ernesto, David concurrió a su oficina en un acto casi de locura,  buscó entre sus papeles las direcciones, de los diferentes negocios, que su suegro tenía en las provincias aledañas, ya que en otro momento había visto la dirección que concordaba al lugar de residencia de Nicolás. Decidió mudar a toda su familia a la provincia de Tucumán. Aquel encuentro fortuito le demostró que era inútil conllevar una vida que él no estaba dispuesto a vivir, cuando su verdadero deseo era estar en otro lugar. Que el rencor o la decepción habían desaparecido en el preciso momento, en el cual, lo volvió a ver.  Sì... era otra persona, màs madura por así decirlo. Pero tenia la misma esencia, esa que lo había embriagado desde el  primer momento en que se enamoró.

.-David… yo…

.- Déjalo así.  Solo vine por trabajo.

David sacó unos papeles de su maletín  y los colocó sobre la mesa.

.- Esto es todo lo importante que debía dejarte, por cualquier cosa la dirección de mi casa y de la oficina están al dorso. Me voy.

.- ¡Espera!

El sacerdote sostenía con ambas manos el brazo del joven, en una desesperada acción, al sentir la opresión que le causaba el hecho de recordar todo ese tiempo sin él.

.- Yo no puedo... no se que hacer. No te vayas así,  por favor...

Cada vez más, hundía sus dedos sobre el saco y mordía sus labios rojos por la euforia. David lo miraba con ternura y observaba aquel hombre que a pesar de ser maduro, su caparazón era tan frágil como el cristal. Solamente Nicolás, podía expresar que tenía en su corazón, si solo éste, lo llevaba al límite.

.- He meditado durante todo este tiempo y he llegado a plantearme si es correcta esta conducta propia  en mí de aislarme de todo, tan solo viviendo el día a día o simplemente envejeciendo. Mi vida es muy limitada, como mis ambiciones David.

En cambio tú, en tu corta vida, tu existencia da mil veces más alegrías  y sorpresas. Por eso me ha llevado al pensamiento:

“Si mi vida al lado de  esta persona se colmara de colores y destellos. Te ruego Dios, que solo me des  la oportunidad de salir de esta cáscara y de encontrar al mundo, cambiado como yo."

Continuará…

Nota de autor: Gracias mamà,  por brindarme tu gotitas de alegría y tu ayuda incondicional, también por ti es por quien seguí este relato. Gracias por alentarme siempre. Aliss